miércoles, 16 de octubre de 2019

“Mirad y haceos vuestra propia idea”

A propósito de las objeciones al Nobel de Literatura concedido a Peter Handke por motivo de su posición sobre Serbia

<p>El escritor Peter Handke en un acto institucional en Viena el 16 de junio de 2019.</p>
El escritor Peter Handke en un acto institucional en Viena el 16 de junio de 2019.
Dragan Tatic
Publicamos el prólogo que escribió Cecilia Dreymüller para la edición en castellano de Preguntando entre lágrimas, una de las obras de Peter Handke sobre las guerras de los Balcanes. Lo precede una introducción de Ignacio Echevarría:

Un escritor maldito
En una cultura básicamente permisiva, como la actual, en la que el mercado se apropia de todo aquello capaz de suscitar escándalo, se diría que la condición de “maldito” sólo alcanza a ganársela un escritor cuando se arriesga a contravenir el consenso sobre asuntos para los que, con unanimidad a menudo sospechosa, los medios de comunicación han determinado cuáles son las actitudes correctas políticamente.

Un buen ejemplo lo brinda Peter Handke, con su cuestionamiento de la versión oficial sobre las llamadas guerras balcánicas, que tuvieron lugar en la antigua Yugoslavia entre 1991 y 1999.

Desde la publicación de las primeras crónicas de sus viajes por Yugoslavia, llenas de compasión por la población serbia, Handke no dejó de levantar controversias, que se tradujeron en una de las más abrumadoras campañas mediáticas de difamación y de castigo desatadas en las últimas décadas contra ningún escritor, cualquiera sea su signo político. Son conocidas las ruidosas consecuencias de su presencia en los funerales de Slobodan Milosevic, en 2006. Pero lo es menos el precedente inmediato de esa decisión: el ensayo titulado Las tablas de Daimiel, de 2005. Allí Handke relata la visita que hizo a Milosevic en la prisión de Scheweningen, en la Haya. Se trata de un texto impresionante, que prolonga otro anterior del mismo Handke, Alrededor del Gran Tribunal, de 2003, demoledora crónica de su visita al Tribunal Internacional de La Haya en febrero de 2002.

Tanto Las tablas de Daimiel como Alrededor del Gran Tribunal tardaron en ser publicados en español. Lo mismo ocurrió con sus Anotaciones posteriores a dos travesías por Yugoslavia durante la guerra, de 1999. Esto último produce más extrañeza, dado que dichas Anotaciones enlazan con las de anteriores viajes de Handke a la zona, recogidas en los volúmenes titulados Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Moravia y Drina o Justicia para Serbia (1995) y Apéndice de verano a un viaje de invierno (1996), publicados con puntualidad en España. Pero es que, entretanto, el Viaje de invierno había destapado la caja de los truenos, y ya ninguna editorial parecía querer hacerse cargo de unos textos que se daban por apestados.

Fue por iniciativa de Cecilia Dreymüller, una de las escasas voces que desde España salieron al paso de las groseras descalificaciones de las que Handke venía siendo víctima recurrente, que finalmente vieron la luz esos textos, publicados bajo el título Preguntando entre lágrimas por Ediciones Universidad Diego Portales, de Santiago de Chile.

Recomiendo vivamente su lectura, más allá de las aprensiones que pueda abrigar hacia el autor y sus posiciones respecto a Serbia; más allá, también, de su eventual impaciencia frente a las maneras digresivas, “desviadas”, a ratos circunspectas (deliberadamente antiperiodísticas), que caracterizan a Handke como cronista. Y es que en estos textos no se trata tanto de Serbia como de las mentiras y medias verdades que no han cesado de acumularse sobre un episodio histórico tan lleno de horrores como de sombras. Se trata de la colosal maquinaria de destrucción puesta en marcha –sin el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU– por el sonriente "matarife de la OTAN" (como Handke llama a Javier Solana), y del rodillo que, para ampararla, la prensa internacional ha pasado una y otra vez por la buena conciencia de la ciudadanía, desentendiéndose a menudo de la obligación de investigar sobre el terreno, de contrastar informaciones y argumentos. Todo ello con el concurso de un amplio sector del estamento intelectual que, cuando no ha tomado vehemente partido por la intervención militar, ha hecho gala de lo que Chomsky llama “ignorancia intencional”.

La causa de Handke no era la de Serbia. Ni siquiera era la del pueblo serbio, con el que se solidarizaba. Era la de quienes –como Karl Kraus hace ya tiempo, como Rafael Sánchez Ferlosio hasta hace poco, en España– reconocen en la guerra “el veneno de las palabras” e impugnan la perversa alianza del periodismo y de las bombas, consumada en nombre de la Humanidad. Por errados que pudieran ser sus alineamientos, las dudas de Handke, sus tribulaciones y sus cuestionamientos, eran sin duda fundados. Quienes sospechen de expresiones como la de “guerra humanitaria”, asqueroso oxímoron empleado con frecuencia a propósito de los bombardeos de Yugoslavia; quienes recelen del maniqueísmo empleado por la prensa de toda Europa para relatar un conflicto cuya evidente complejidad –razas, nacionalidades y religiones secularmente mezcladas– reclama un lenguaje mucho menos burdo; quienes se pregunten sobre la legitimidad de un tribunal constituido y financiado por un organismo estrechamente vinculado a los países implicados en la misma guerra cuyos crímenes se juzgan, tienen una lectura –un esclarecimiento– pendiente, tanto más urgente estos días en que, como era de esperar, no han tardado en surgir, con motivo del Nobel otorgado a Handke, las consabidas voces que lo cuestionan en razón de aquellos posicionamientos.

Fuente: https://ctxt.es/es/20191009/Culturas/28837/peter-handke-slobodan-milosevic-nobel-de-literatura-serbia-cecilia-dreymuller.htm

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