David Harvey, legendario geógrafo y teórico marxista, es el primer entrevistado de la serie. De su mano, Qué Hacer se embarca
en un viaje tras la estela de los flujos del capital en el planeta.
Harvey encuentra en dichos flujos los orígenes de las crisis que nos
afectan — la social, la climática y la política– incluido el ascenso
político de Donald Trump. Pero el profesor emérito de la City University
of New York también observa puntos de tensión en el sistema que origina
esas crisis. Tan implacable en sus métodos como ecléctico al elegir
dónde poner la lupa, el académico británico ofrece un análisis
totalizador, que nos invita a pensar qué nos trajo hasta aquí para así
poder afrontar cómo salimos de esta.
Esta serie
arranca con una premisa para enfocar soluciones políticas a tiempos
convulsos: ‘Qué hacer?’Usted ha dicho alguna vez que si la energía que
se emplea hoy en día en la ayuda humanitaria se dedicase a desarrollar
modelos para superar el capitalismo nos iría mucho mejor como sociedad.
Partiendo de esa base, ¿cómo respondería a la pregunta ‘Qué hacer?’
La revolución es un proceso. No es un acontecimiento, y es
un proceso que tarda mucho en salir adelante y tiene que avanzar en
diferentes frentes. Supone transformaciones en conceptos mentales sobre
el mundo, las relaciones sociales, las tecnologías y también en estilos
de vida. Ahora bien, cada uno de nosotros tiene una posición en nuestra
sociedad, donde puede contribuir en alguno de estos frentes. Yo soy
académico y puedo intentar influir en los conceptos mentales del mundo,
pero sé que no es lo único que hay que hacer. Así, todos tenemos que
emplear nuestras habilidades para lograr un proceso revolucionario que
nos aleje de la locura del capitalismo contemporáneo para crear una
sociedad cuerda en la que cada uno de nosotros tenga una vida decente y
unas condiciones de vida decentes y conceptos razonables sobre un futuro
decente.
Ha dedicado gran parte de su vida al estudio y la
difusión de la obra de Marx. Muchos críticos del marxismo hoy en día
–tanto en la derecha como en la izquierda– señalan que si bien esas
ideas pudieron ser útiles para el siglo XIX, han dejado de ser
relevantes. Usted no tiene inconveniente en abordar asuntos
aparentemente dispares, según el mundo que le rodea cambia, desde el
desarrollo tecnológico a la crisis climática. Para quienes no conozcan
la obra de Marx o no la hayan leído, ¿por qué sigue teniendo valor, en
pleno siglo XXI, dados los retos a los que nos enfrentamos, y el mundo
en que vivimos?
Hay una historia del marxismo que es problemática, y tiene
cosas muy buenas y cosas muy malas. Es como el capitalismo. Es como
todo. Después están los escritos de Marx, que me impresionan
particularmente. Lo que hacía era abstraerse de las actividades
cotidianas de una economía y trataba de contribuir al entendimiento del
modo en que funciona el capital. El capital tan solo es la producción de
valor y plusvalías a través de una serie de configuraciones y
actividades, y en la época de Marx, ese sistema de llevar el pan a la
mesa y todo ese tipo de cosas, ese sistema existía sólo en un
relativamente pequeño rincón del mundo. Ahora, el mundo entero está
atrapado es el modo de producción capitalista. Si vas a China, lo ves.
Si vas a India, lo ves. Si vas a Brasil, lo ves. Vayas adonde vayas, lo
ves.
De modo que no escribía sobre el siglo XIX. Escribía sobre
algo llamado capital y sobre cómo funciona el capital. El capital sigue
con nosotros, y sigue haciendo cosas muy perjudiciales y sigue haciendo
algunas cosas muy fascinantes, y Marx tiene un modo de analizarlo que
examina sus contradicciones. Por una parte, desarrolla tecnologías
nuevas. Por otra parte, observamos cómo estas nuevas tecnologías no se
emplean para liberar a los seres humanos y emanciparlos, sino para
generar más riqueza y poder para unos pocos. La economía contemporánea
tiende a evitar las contradicciones. No le gustan las contradicciones,
así que finge que no existen. Ahora bien, Marx va y dice que el capital
por definición es contradictoria, y si quieres un análisis sobre el
funcionamiento de las contradicciones, tienes que ponerte y tienes que
estudiar a Marx.
Ha desarrollado en su trabajo la idea de que el
modo en que salimos de una crisis –la manera en que nos enfrentamos a
las contradicciones que nos arrojaron a ella– determina la siguiente
crisis. Me pregunto, una década después de la última gran crisis
financiera, ¿ha observado algo en la manera en que salimos de ella que
le ayude a explicar la situación política en EE.UU. y el resto del
mundo?
A toda crisis que ha tenido lugar desde la década de 1980
le ha seguido lo que llamamos una recuperación sin empleo, que es como
se encuentra la clase trabajadora que no se ha recuperado de la crisis.
El capital se ha recuperado, pero la gente no. En 2009, las estadísticas
oficiales mostraban que nos habíamos recuperado, pero todo el mundo
sabía que no había trabajo. No había trabajos decentes. Las crisis son
una de las maneras que tiene el capital para renovarse, de modo que no
suponen el final del capitalismo. En realidad son un modo de
reconfigurar el capitalismo, y creo que cabe preguntarse si 2007, 2008
era el modo en que iba a reorganizar el capital. Bien, en múltiples
aspectos no se reorganizó en absoluto. Mi interpretación del
neoliberalismo fue que desde el principio fue un proyecto político
acerca de la consolidación y la creciente concentración de la riqueza y
el poder dentro de la clase capitalista, y que la concentración ha
continuado.
Algunos leímos la elección de Trump, de la mano
del Brexit y otros fenómenos, como una señal del fin de la era
neoliberal. Como, entre otras cosas, historiador del neoliberalismo, ¿la
leyó usted del mismo modo? Me refiero en concreto a su decisión de
sacar a EEUU de acuerdos comerciales como el TPP o el NAFTA, sus
promesas de crear puestos de trabajo, etc. Un año después de su
elección, ¿cómo interpreta el ascenso político de Trump y su encaje con
el proyecto neoliberal?
Los únicos que verdaderamente se han beneficiado de la
crisis de 2007-2008 fueron el 1% más rico y el 0,1% más rico, mientras
que todos los demás perdían. Una de las cosas que ha cambiado es que
después de 2007-2008 ya no era posible alegar ideológicamente que los
mercados lo resolverían todo. El neoliberalismo era inestable y era
probable que evolucionara en algo que se haría muchísimo más
autoritario. El neoliberalismo generó una gran desilusión. Las
poblaciones cada vez se sentían más alienadas en sus puestos de trabajo.
De modo que los trabajos dignos cada vez eran más difíciles. La vida
cotidiana cada vez era más agobiante, y la política no hablaba de esa
alienación. Entonces apareció Donald Trump y habló de ello de un modo u
otro, de forma que las poblaciones alienadas no necesariamente votan a
la izquierda. Pueden volverse neo-fascistas. Pueden ir en cualquier
dirección y creo que existía cierto anhelo, en muchos sectores de la
población alienada, de que se produjera una alteración de algún tipo.
Lo que Donald Trump prometió fue alteración y lo que por
supuesto ha proporcionado ha sido alteración. Creo que es significativo
que haya recurrido a Goldman Sachs para sus nombramientos económicos y
que Goldman Sachs haya controlado el Departamento de Tesoro de EE.UU.
desde aproximadamente 1992. Trump ha eliminado normativas que detenían
la concentración de mayor riqueza y poder, de modo que no ha adoptado
ninguna medida en absoluto en ese sentido. Solo ha continuado el
proyecto neoliberal porque él es la quintaesencia del hombre neoliberal
en persona. Hay un estancamiento general, y, a la vez, la continua
acumulación de riqueza y poder por parte de los que cada vez se están
convirtiendo más en una especie de oligarquía global. Entonces surge la
pregunta: ¿de quién es la culpa?
Ahora bien, se puede echar la culpa al capital. Yo
culparía al capital, pero a los capitalistas no les gusta que les culpen
de las crisis. Les gusta echar la culpa a otros, de modo que los
inmigrantes son el problema o la deslocalización es el problema desde
las décadas de 1970 y 1980.La pérdida de empleo en la fabricación se
debe al cambio tecnológico, no a que se envíe a China, no a que se envíe
ahora. Si te presentas a unas elecciones y dices que estás en contra
del cambio tecnológico mira lo lejos que puedes llegar. Si te presentas y
dices que esa pérdida de empleos tiene que parar, que tenemos que
impedir la entrada a los inmigrantes y tenemos que culpar a alguien más,
¿a quién culpamos? A China, y así tenemos ahora mismo las políticas en
contra de los inmigrantes y las políticas en contra de China. Ahora
bien, esto es interesante. China, dijo Trump, el primer día que suba al
poder, me encargaré de eso. ¿Ha sido capaz de encargarse de ello? En
absoluto. ¿Quién posee la deuda de EE.UU.? China. Y ese fue un momento
interesante en la crisis, que es cuando aparecen Fannie Mae y AIG, las
dos grandes compañías aseguradoras. El 60% de las acciones de estas
instituciones pertenecían solo a los chinos y a los rusos, y en 2008 los
rusos fueron a los chinos y les dijeron: “Vendamos todas nuestras
acciones, colapsemos el mercado de Estados Unidos”. Si lo hubieran
hecho, habría sido un desastre. Los chinos no lo hicieron porque no
tenían ningún interés en arruinar la economía de EE.UU. porque esa
economía es su mercado principal. A los rusos les da igual el mercado de
EE.UU. porque no es importante para ellos. Pero esta es la situación:
si Estados Unidos intenta presionar demasiado a China en cuestiones
comerciales, China tiene mucho poder sobre la economía estadounidense.
Si EE.UU. empieza a dejar de vender sus productos en el mercado,
entonces los chinos dirán, está bien, no tenemos razón alguna para
mantener tan precipitadamente el mercado de EE.UU. Vamos a deshacernos
de toda la deuda, y entonces veremos qué le pasa con el endeudamiento de
Estados Unidos.
El imperialismo es un concepto al que ha dedicado
gran parte de su trabajo, incluido un libro completo. Sin embargo,
últimamente ha dicho que ya no le parece un concepto útil para entender
el mundo. ¿Por qué lo cree así? ¿Tiene algo que ver con su análisis de
los flujos del capital y el advenimiento de una clase rentista global?
No creo que la explotación de la gente en una parte del
mundo por alguien que está en otra parte del mundo haya cesado en
absoluto. De hecho, se realizan enormes transferencias de valores
principalmente en tiempos de crisis. Ese 1% de más ricos en realidad ha
alcanzado ese puesto gracias a transferencias masivas de riqueza de la
población mundial general a dicha clase, y de este modo, se trata más de
una cuestión de clase que del hecho de que una parte del mundo domine a
otra.
¿Puede la gente conservar su patrimonio? ¿Puedes obtener
ingresos sobre las rentas, sobre alquiler de propiedades, de inmuebles?
Y, cada vez más, por supuesto, en los últimos 50 años, se imponen los
ingresos sobre la propiedad intelectual. Hay muchas corporaciones
capitalistas que creen que unos ingresos sobre la propiedad intelectual
es lo único que han de tener y que no tienen que producir nada. De modo
que hay organizaciones como Google o Facebook u otras parecidas que son
la base de fortunas tremendas que acumulan unos pocos basadas en el
cobro de réditos. Cuando se observa la estructura de los activos del 1% o
el 0,1% de los más ricos, dos tercios de los activos son en propiedad o
similar. La gente muy, muy, muy rica está empezando a dedicarse a este
proceso de acumulación de tierras. Un gran pedazo de la Patagonia
pertenece a una sola familia.
Deteniéndonos por un momento en el medioambiente,
¿cómo relaciona la emergencia de esa oligarquía global con la crisis
climática a la que nos enfrentamos? Pareciera que la decisión de Trump
de sacar a EEUU del Acuerdo de París no hará más que ahondar en esa
crisis. ¿Comparte el diagnóstico?
El contexto de esto es que hay algún tipo de relación con
la naturaleza, una relación metabólica con la naturaleza. Marx se
refiere a esto como regalos de la naturaleza, y para que el capital
sobreviva tiene que haber un caudal de estos regalos de la naturaleza,
lo cual supone que tiene que estar en posición de apropiarse o si se
quiere emplear otro lenguaje, saquear los regalos que ofrece el entorno
natural que entonces se puede incorporar en el sistema de circulación.
Por ejemplo, hemos hablado de por qué Trump no organizó un
vasto proyecto de infraestructura. ¿Quién organizó un enorme proyecto
de infraestructura en 2007, 2008? China. Los chinos consumieron en dos
años más cemento, un 40 % más de cemento que los Estados Unidos en 100
años. Necesitaban resolver el problema del desempleo. Resolvieron ese
problema descargando en el entorno, y el resultado ahora es un desastre
medioambiental en muchos sentidos. Ahora bien, los chinos son
conscientes de ello y ahora están diciendo que muy bien, vamos a tener
coches eléctricos y a reorganizar la sociedad porque ahora tenemos que
solucionar el problema medioambiental. A esto me refiero cuando digo que
el capital traslada sus problemas. Tenían un problema de desempleo. Lo
solucionaron, pero ahora tienen un problema medioambiental. ¿Y cómo lo
van a resolver? Bueno, lo harán con otra cosa y probablemente
descubriremos que hay dificultades financieras. Esto está conectado con
el hecho de que el capital como sistema tiene que crecer. No puede ser
siempre el mismo.
Creo que el Acuerdo de París era sumamente deficiente.
Intentó resolver el problema del cambio climático recurriendo a las
fuerzas del mercado, y creo que en realidad las fuerzas del mercado son
el problema y no la solución. No estoy particularmente molesto con que
Trump se saliera de él.
Cómo idear una transición en la que la mayoría de nosotros
no pase hambre me parece que tiene que ser parte de lo que consista
cualquier revolución o transformación. Creo que sigue habiendo una
tendencia en la sociedad que establece esta distinción cartesiana entre
humanidad y naturaleza o cultura y naturaleza, y economía y naturaleza
como si fueran dos compartimentos separados, pero soy tristemente
célebre por decir que no hay nada antinatural en la ciudad de Nueva
York. Las hormigas construyen hormigueros. Los seres humanos construyen
ciudades. Es decir, que … los castores construyen presas. Todos los
organismos a cierto nivel transforman sus entornos de manera que se
suponen positivos para ellos. En lugar de verlo como un conflicto entre
cultura y naturaleza, lo veo como un conflicto entre posiciones, si se
prefiere o entre poblaciones, que están discutiendo que deberíamos estar
yendo en otra dirección.
La cuestión es a quién beneficia todo esto. Ahora mismo,
las transformaciones medioambientales son esencialmente las que dicta el
capital, que no se está organizando para el bienestar de la población.
Aquí en Nueva York, por ejemplo, hay un enorme boom inmobiliario en el
que todo son estructuras de inversión para ingresos altos. Tenemos una
crisis de vivienda asequible. Estamos construyendo para los
multimillonarios de los estados del golfo y Rusia y de allá donde se
pueda invertir, de modo que puedan tener un lugar para venir come y
quedarse dos semanas al año en las que van de compras o lo que sea. Es
una locura. Es una economía demente, y sigo pensando para mis adentros
que es tan demente que no entiendo por qué la gente lo sigue tolerando.
Esto se debe al hecho de que el proyecto neoliberal de concentración de
la riqueza y poder está cambiando la forma de nuestras ciudades
convirtiéndolas en ciudades para invertir, no en ciudades para vivir.
Hay un concepto que usted desarrolló mucho antes
del ascenso de Trump, y que tiene especial resonancia en el momento
político actual: la alienación universal. ¿En qué consiste esa idea, qué
manifestaciones tiene, y cómo puede ayudarnos a entender el presente e
imaginar el futuro?
Es interesante, muchas de las revueltas que han tenido
lugar en el mundo en los últimos 15 o 20 años han sido en torno a
problemas urbanos. El parque Gezi en Turquía, las revueltas en ciudades
brasileñas en 2013, etcétera. Mucho descontento en zonas urbanas,
incluso sobre asuntos como la vigilancia policial y demás… Estamos
viendo muchos disturbios urbanos, y tiendo a pensar que se trata de una
de las zonas clave de organización y reflexión, el lugar donde realmente
podemos cambiar la naturaleza del capitalismo. No solo luchando por los
problemas en el lugar de trabajo, algo que sigue siendo tremendamente
importante, pero también luchando por unas nuevas condiciones en el
espacio vital donde todos podamos tener un hogar decente y un entorno
decente e imaginemos una vida cotidiana decente.
Cuando la gente empieza a decir qué sentido tiene mi vida,
qué sentido tiene mi trabajo, y las encuestas indican que
aproximadamente el 70 % de la población en Estados Unidos bien odia su
trabajo o bien le es absolutamente indiferente de lo que trata… Cuando
piensas en las novedades que ahorran tiempo en el hogar, pero si vas por
las casas y preguntas: “¿tienes mucho tiempo libre?”, la respuesta es
que no tenemos tiempo libre en absoluto. Una de las genialidades de Marx
fue sugerir que el tiempo libre es señal de una gran sociedad, pero el
hecho es que incluso la vida diaria en la ciudad te absorbe. Que si
llevo la televisión a arreglar e invito a alguien a casa… y las
frustraciones de hacer frente al seguro médico… y lo que se te ocurra.
El papel de la maquinaria no es la de facilitarte el trabajo. El papel
de la maquinaria es establecer una situación donde el capitalista puede
obtener más plusvalía. Por este motivo la maquinaria no revertirá en
beneficio del trabajo. Siempre se utilizará bajo el capitalismo para
beneficiar al capital.
Lo mismo se aplica a los procesos culturales de consumo.
Todos hemos visto esa especie de pequeños robots que merodean por el
suelo y lo limpian por ti y ese tipo de cosas, pero ¿cuál es propósito
de todo eso? ¿El propósito es darle tiempo libre a la gente o en
realidad es llevarla a una situación en la que cada vez es más
consumista? De modo que el consumismo consiste en liberar a la gente de
las labores domésticas para que puedan salir y comprar. Es decir, la
gente no tiene tiempo de tumbarse ni el derecho a vaguear. Eso provoca
mucho estrés y mucha alienación, porque ves que estás sumamente ocupado,
pero ¿con qué propósito y para el propósito de quién? Y sabes que no es
tu propósito. Es el propósito de otro. ¿El propósito de quién? Creo que
es probablemente uno de los problemas más serios que subyacen en gran
parte de las turbulencias políticas que estamos viendo.
Si quieres ver la entrevista completa en vídeo: https://agora.ctxt.es/quehacer/david-harvey
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