Siete
años de medidas de austeridad y una reciente crisis de refugiados han
dejado al gobierno del país con cada vez menos recursos, por lo que le
ofrecen cada vez menos servicios a los ciudadanos. Muchos de estos están
desesperanzados. Y algunos que nunca habían tenido esperanza para
empezar han tomado cartas en el asunto, para el desagrado de las
autoridades.
Tasos
Sagris, de 45 años, integrante del grupo anarquista Void Network y de
un colectivo teatral que recauda fondos para los refugiados (Embros), es
uno de los principales impulsores del activismo social que busca llenar
los vacíos dejados por el gobierno.
“La
gente confía en nosotros porque no los usamos como clientes o
votantes”, dijo Sagris. “Cada falla del sistema comprueba que la idea de
los anarquistas es verdadera”.
En
la actualidad esa idea no se trata solo del caos y de tumbar a la
instituciones del Estado y la sociedad –la crisis económica prolongada
quizá ya se ha encargado de eso–, sino de acción ciudadana y autoayuda.
El movimiento sigue estando fracturado: algunas partes enfatizan la
necesidad del activismo social y otras priorizan la lucha contra la
autoridad con actos vandálicos o enfrentamientos callejeros con la
policía. Otros quieren combinar tales medios.
Decenas
de “centros sociales autoadministrados” han surgido a lo largo de
Grecia desde 2008; reciben financiamiento privado a partir de
conciertos, exhibiciones y de los bares dentro de las instalaciones. En
todo el país hay unos 250 centros.
En
estos, los activistas reparten comida o medicinas para paliar el
colapso de ciertos servicios sociales y la alta pobreza. En los últimos
meses, el enfoque también ha sido para albergar a los refugiados que
desbordan las costas griegas y que se han quedado atorados en Grecia
debido al reforzamiento fronterizo de los países balcánicos y de la
Unión Europea. Tan solo en la capital de Atenas viven alrededor de 3000
asilados en 15 edificios abandonados que fueron ocupados por los
anarquistas.
El
movimiento anarquista en Grecia ya ha desempeñado un papel importante
en la historia del país: fue parte del levantamiento estudiantil que
tumbó a la dictadura a mediados de los setentas; se sumaron a grupos de
izquierda en universidades griegas donde todavía hay espacios ocupados
por ellos (algunas de las cuales se usaban para construir bombas
molotov) y se han opuesto a diversas causas como la oposición a una
reforma educativa o a las Olimpiadas de 2004 en Atenas.
El
público en general tolera al movimiento, un reflejo de la desconfianza
que hay entre los griegos a las autoridades, algo que se ha profundizado
con las medidas de austeridad impuestas por prestamistas
internacionales para lidiar con la deuda pública.
En
Atenas, el baluarte anarquista es el vecindario de Exarchia, donde el
asesinato de un adolescente por un policía en 2008 desató dos semanas de
disturbios y resultó en la creación de grupos de guerrilla. La policía y
las autoridades son recelosas de intentar imponerse en la zona.
Han
llevado a cabo algunas redadas en edificios ocupados en Atenas, en la
ciudad norteña de Thessaloniki y en la isla de Lesbos, el punto de
llegada para cientos de miles de migrantes y solicitantes de asilo desde
2014.
El
ministro del Orden Público, Nikos Toskas, dijo en entrevista que las
redadas policiales son “sistemáticas”, y que se llevan a cabo “donde sea
necesario”. El alcalde de Atenas, Giorgos Kaminis, condenó a los
ocupas, al acusar que han puesto en peligro a los refugiados que viven
en esos edificios.
“Nadie sabe quién los controla ni en qué condiciones están viviendo las personas en esos edificios ocupados”, dijo.
Por
su parte, los anarquistas dicen que esos lugares son una alternativa
humana a los campos de refugiados en los que viven más de 60.000
personas y que han sido condenados por grupos de defensa de los derechos
humanos como insalubres e inseguros.
En
Exarchia, uno de los inmuebles que antes fuera una escuela secundaria
que fue abandonada por problemas estructurales. La primavera pasada, los
anarquistas establecieron ahí un hogar para 250 asilados, la mayoría de
ellos sirios. Otros refugiados están en “listas de espera” para vivir
en otros edificios ocupados.
Estos
funcionan como comunidades autorganizadas, dijo Lauren Lapidge, de 28
años, activista que llegó a Grecia desde Londres en 2015 y está
involucrada en la gestión de varios centros ocupados.
“Son organismos vivientes: ahí los niños van a la escuela, algunos incluso nacen ahí, hemos tenido bodas”, dijo.
Otra
iniciativa en Exarchia es un contenedor que anarquistas y residentes
pusieron en la plaza central para distribuir comida y medicinas y para
vender literatura anarquista; lo llaman el Quiosco Político.
Vassili
Spathara, pintora y anarquista de 49 años que vive en la zona, dijo que
estas iniciativas son necesarias porque las autoridades locales no
intervienen “ni para cambiar los focos” del alumbrado en la plaza.
“Quieren
rebajar el área porque es el único lugar en Atenas que tiene una
identidad organizada en contra del poder establecido”, dijo Spathara.
Y es así como en el paisaje político de Grecia, los anarquistas parecen presentarse como la alternativa al gobierno.
“Queremos
que la gente luche, de todas las maneras, ya sea cuidar a los
refugiados o quemar bancos y al parlamento”, dijo Sagris, el integrante
de Void Network. “Los anarquistas usan todas las tácticas, violentas y
no violentas”.
Aunque
hizo notar que también tienen la “responsabilidad moral” de asegurarse
de que no se repitan tragedias como la muerte de tres personas en 2010
tras el incendio de un banco durante una marcha antiausteridad.
Otro
grupo anarquista, Rouvikonas, dice que busca evitar la violencia,
aunque sus integrantes han llevado a cabo asaltos en oficinas
gubernamentales y en negocios. La semana pasada, algunos miembros
armados con palos de madera y banderas negras patrullaron un parque en
el centro de Atenas tras acusar que la policía no se ha involucrado en
la zona para detener el narcotráfico ni la prostitución de migrantes.
“Algunos
quieren decir que se deshicieron de las drogas en la zona para poder
controlarla”, acusó Toskas, el ministro de Orden Público.
Rouvikonas
también solicitó ante una corte local el poder fundar una “sociedad
cultural” con una “identidad política” (aunque insisten que no es un
partido).
“Los
anarquistas obviamente no pueden fundar un partido político”, dijo
Spiros Dapergolas, diseñador gráfico de 45 años que pertenece a
Rouvikonas. “Pero tenemos nuestras propias maneras de entrar al centro
político y queremos crecer”, añadió, al instar que quieren que los
griegos se autorganicen.
“Y lo que hace Rouvikonas lo puede hacer cualquiera”.
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