Estudios realizados desde el feminismo han mostrado que los valores contextuales interactúan con la práctica de la ciencia y la tecnología de diversas maneras. En primer lugar, tienen un efecto canalizador o rector sobre la investigación y sobre las decisiones políticas acerca de las aplicaciones técnicas del conocimiento científico. La conformidad o el conflicto de esas prácticas científico-técnicas con ciertos valores ha generado disonancias. Pensemos en el uso de la energía nuclear: algunos científicos están a favor; otros, en contra. los "mismos hechos" se interpretan de manera distinta en función de los valores y prioridades.
Asimismo, los conflictos entre los valores éticos y los métodos de investigación pueden hacer variar los protocolos metodológicos, como sucede en el campo de las investigación con animales -sean humanos o no-. Los valores contextuales pueden incluso determinar lo que hay que preguntar y lo que es mejor ignorar respecto de un fenómeno dado. Y pueden afectar también a la descripción de las observaciones y los experimentos, así como a la selección de los datos y el tipo de fenómenos que se quiere investigar.
Además de las críticas ya mencionadas, los enfoques feministas se caracterizan por su escepticismo respecto de la posibilidad de una teoría general del conocimiento, que ignore el contexto social y el estatuto de los sujetos que conocen. La teoría del conocimiento tradicionalmente ha partido de la base de que quien produce conocimiento es un sujeto individual, genérico y autosuficiente, es decir, "aislado" de condicionamientos externos, pura conciencia abstracta e ideal. Este sujeto, a veces llamado sujeto cartesiano, ha sido entendido como un "sujeto universal". Ello implica que todos los sujetos son intercambiables, es decir, quién sea el sujeto concreto es irrelevante para el resultado del conocimiento.
Amén de inexistente, ese sujeto incondicionado resulta engañoso y peligroso en lo que a sus consecuencias prácticas se refiere. Lo que se ha tomado por incondicionado y universal, en el fondo ha incorporado rasgos epistémicos de ciertos sujetos concretos y ha ocultado o marginado los de otros, con las consecuencias materiales y de distribución de poder que ello conlleva. La pretendida imparcialidad esconde una parcialidad que ha dado primacía a los intereses, objetivos y valores de cierto grupo, o grupos, sobre los de otros ( no solo mujeres, sino también negros, indios, etc).
El feminismo critica precisamente la idea de ese sujeto abstracto e incondicionado. No es real. los científicos no están ni trabajan aislados. Colaboran entre sí de manera socialmente organizada y desarrollan su actividad en contextos sociales, políticos e históricos concretos.
No existe, pues, un conocimiento objetivo proveniente "de ninguna parte". Todo conocimiento lleva la marca de su a utor oautora; es un conocimiento situado. Pero, además, el momento, lugar, o situación (de todo tipo) en que alguien produce conocimiento afecta a qué y cómo se conoce, es decir, a qué denominamos conocimiento y, en definitiva, al contexto de justificación. Dicho de otro modo, es diferente lo que se consideraba conocimiento en la Babilonia del siglo X aC., en la Italia del siglo XV o en la China del mismo período. Incluso hoy, el conocimiento que producen las comunidades del centro difiere del que se genera en la periferia. Los condicionantes de cada época y comunidad resultan determinantes. Y lo mismo puede decirse del género del sujeto, que puede ser epistemológicamente significativo, pues las relaciones políticas y sociales afectan a la capacidad de conocer y al contenido del conocimiento.
Si la activiad científica se corresponde con un conjunto de prácticas sociales, la exclusión de ciertos grupos sociales supone necesariamente una limitación, no solo epistemológica, sino también política. Como todo movimiento político, el feminismo siempre ha tenido entre sus principales preocupaciones el rol del poder y sus conexiones con todos los aspectos de la vida social. Incluida la ciencia. Si en la epistemología tradicional la neutralidad de la ciencia deriva del carácter objetivo del conocimiento, ahora la afirmación del carácter situado del conocimiento implica la imposibilidad de desligar el conocimiento de "los hechos" de los valores de los sujetos, es decir, la imposibilidad de separar los valores epistémicos de los no epistémicos. Con ello se reconoce la introducción inevitable de los político en el conocimiento.
El carácter político del conocimiento no se observa solo en sus aplicaciones o en el modo en que se organizan las instituciones científicas, sino también en sus contenidos y afirmaciones. Ello no significa que el feminismo abogue por el relativismo o por una epistemología del "todo vale", pues también al feminismo le intersa tener criterios para defender unas teorías y unas prácticas frente a otras.
La objetividad que propone el enfoque feminista viene dada por la discusión y evaluación, dentro de la comunidad, de los supuestos implícitos en las observaciones y en los razonamientos, en la preferencia por cierta hipótesis en lugar de otra o en la consideración de que ciertos métodos, en vez de otros, son los adecuados para resolver determinados problemas. Una discusión crítica que debe hacerse en igualdad de condiciones entre todos los miembros de la comunidad y sin que unos detenten más autoridad que otros, pues en ciencia, en principio, todo es revisable.
Para ello, nuestra ciencia debe ser sensible al contexto y a los sesgos culturales, debe estar alerta ante el antropomorfismo y el etnocentrismo. Tiene que respetar la naturaleza y desarrollar una ética de la cooperación con ella, a la par que debe alejarse del reduccionismo. Solo así se logrará una comunidad científica diversa, accesible e igualitaria, que efctúa sin trabas la crítica intersubjetiva que nos proporcionará un conocimiento fiable. Si queremos descubrir los supuestos implícitos en la ciencia, deberemos contar con tantos puntos de vista como sea posible. La ciencia occidental no puede lograr esa intereacción completa, esta nueva forma de objetividad, sin integrar plenamente a las mujeres.
Emilia Pérez Sedeño
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