domingo, 22 de noviembre de 2015

"Examinando unos sables"


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   La noticia comienza con el frecuente eufemismo -"Examinando unos sables"- para evitar denominarlo duelo o desafío, pero la mención de la "quinta de Sabater", donde se resolvían la mayoría de las cuestiones de honor, no deja lugar a dudas. Aunque muy posterior, Armiñán relata que "el 23 de julio de 1896 se baten a sable Julio López y don Ramón del Valle-Inclán. Heridos ambos. El que era brillante escritor [...] se batió con juvenil soltura. Se hirieron ambos en un golpe doble. Yo me encontré en el Ateneo a Valle-Inclán, y al felicitarle, con su lengua chapucera [sic] me contestó: Amigo mío, las armas no hay duda que tonifican".
    Aunque anticuado, el duelo pervivía abrumadoramente entre militares y periodistas, las llamadas "cuestiones personales" de las que la prensa no se recataba de informar: "Por la mañana y por la tarde realizaron ayer un asalto de armas a sable de combate y pistola, los señores Hidalgo Saavedra (hijo), París, Cadena y Usería, redactores de La Nación, con los señores Riquelme, Fuente, Ruiz Morales y Ruanova de El País", caso muy famoso en su tiempo por la singularidad de que se batiesen al completo las redacciones de dos periódicos. Y, por citar solamente nombres respetados en su época, Leopoldo Alas, "Clarín", le mandó los padrinos a Manuel del Palacio; Emilio Bobadilla, "Fray Candil", a Clarín; Rafael Gasset, el director de El imparcial, se bate a espada francesa con el conde de Xiquena; Alejandro Lerroux con Dionisio de las Heras, Ramiro de Maeztu con Adolfo Rodrigo.
    Valle-Inclán gustaba de presumir en público de sus conocimientos y habilidades como esgrimista, dando lugar a situaciones como la recordada por Lerroux:

  Valle-Inclán encontró pronto la plantilla [se refiere a El País] de su vocación. Recién llegado de sus aventuras mexicanas, llenaba la redacción con la pompa de sus relatos fantásticos, de sus novelas de amor, de sus correrías por las rutas de los conquistadores, de sus desafíos; sobre todo de sus desafíos. Había ensartado a no sabía cuántos con una estocada misteriosa que le había enseñado confidencialmente un condottiero italiano. Era infalible. La llamaba la estocada de la noche y para enseñárnosla convertía el salón de la redacción en una sala de armas. Ponía en la oposición a Ricardo Fuente con un bastón en la mano. Colocados los dos en guardia, chocaban los aceros, vamos a decir, mas como se suponía que el lance era de noche, al provocar Valle-Inclán una estocada a fondo de Ricardo, Valle se tiraba de pechos al suelo, elevaba el brazo armado, el adversario hería en el vacío, pero al impulso del ataque se clavaba en la espada traicionera, recibiendo así la estocada de la noche. Ricardo Fuente desesperaba a Valle-Inclán porque no se dejaba ensartar en su bastón con la estocada de la noche, sino que, al contrario, cuando Valle-Inclán se arrojaba al suelo, Ricardo, afectando figura de san Jorge matando la araña, ponía la espalda con su seudo-espada contra el suelo. ¡Válame Dios y qué palabrotas las del exquisito autor de la Sonata de otoño!

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Ramón del Valle-Inclán
Genial, antiguo y moderno

Joaquín del Valle-Inclán

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