Aprovechando la efeméride, recordamos la figura de este extraño personaje y, de paso, hacemos nuestro particular Top 5 de reverendos locos y peligrosos con unos cuantos suicidios colectivos a sus espaldas.
1.- JIM JONES, ELVIS CON ALZACUELLO
James Warren Jones nació en 1931 en Lynn, Indiana. Su padre era miembro del Ku Klux Klan y el muchacho decidió canalizar su ruptura psicoanalítica con su progenitor afirmando ser descendiente de indios y simpatizando con las minorías raciales oprimidas, especialmente los negros. Con estos llegó a alcanzar un mimetismo tal, que hizo que Jones hablase la jerga de los barrios y se considerase negro él también.
En su infancia se divertía dando homilías a sus amiguitos y a los 18 años fundó su primera iglesia evangélica, que financiaba vendiendo monos por el vecindario. Su ideario era una mezcla de mesianismo y teorías apocalípticas mezcladas con algunos toques de marxismo. No en vano, Jones se había afiliado al Partido Comunista, organización que abandonó cuando algunos de sus compañeros de militancia criticaron la ortodoxia y autoritarismo de Stalin.
En la década de los 50 conoció a la que sería compañera de aventuras: Marceline, una enfermera junto a la que formó la que él llamaría la Familia arco iris, formada por hijos propios y otros adoptados de diferentes razas. A esa estructura se incorporarían poco a poco individuos sin vínculos consanguíneos ni familiares, hasta crear esa nueva gran familia que daría lugar al Templo del Pueblo, comunidad religiosa que prestaba servicios sociales y que acabaría siendo registrada como organización sin ánimo de lucro en 1965.
Unos años antes, Jones había comenzado a asegurar que tenía revelaciones que le informaban de un inminente holocausto nuclear. Para mantener a salvo a su comunidad de semejante amenaza (y de las autoridades norteamericanas), Jones consideró necesario trasladar su iglesia de Estados Unidos a Brasil pero, antes de radicarse en Río de Janeiro, pasó una temporada en la Guyana, un lugar que causó muy buena impresión en él.
La marcha de Jones de Estados Unidos provocó que la parte de la gran familia del Templo del Pueblo que había quedado en la zona de San Francisco empezase a dudar de la infalibilidad de su líder y la estructura comenzó a resentirse.
Con objeto de solucionarlo, Jones regresó a Estados Unidos, tomó de nuevo las riendas de su iglesia y comenzó una labor de proselitismo que consiguió aumentar muy rápidamente tanto el número de seguidores como los bienes materiales de la organización.
Para ello, Jones desplegaba su enorme carisma, profería espectaculares y emotivos sermones, utilizaba música, cantaba, prometía la curación de enfermedades como el cáncer y vestía trajes y gafas realmente molones.
El poder creciente del reverendo Jones, sus relaciones con la comunidad negra y su simpatía por los Black Panthers preocupaban cada día más a las autoridades de Estados Unidos, que comenzaron a recibir denuncias de los familiares de los seguidores, quienes afirmaban que la iglesia de Jones no era otra cosa sino una secta destructiva.
La policía y la Hacienda norteamericana investigaron a Jones. Este decidió armar a sus seguidores llegando a formar un pequeño ejército de autodefensa hasta que, para huir de esa presión institucional, decidió abandonar definitivamente Estados Unidos. El lugar elegido sería la Guyana, país en el que fundaría una nueva ciudad, Jonestown, en la que desarrollaría su particular doctrina de socialismo místico.
A pesar de que las autoridades de Guyana no vieron con buenos ojos la llegada de Jones y los suyos, el reverendo supo cómo tornar ese recelo en amistad gracias a generosos regalos e incentivos económicos. Sin embargo, para sus acólitos, Jonestown no resultó ser el paraíso prometido por el reverendo. Las condiciones climáticas eran muy duras y las jornadas de trabajo agotadoras. Por si esto no fuera suficiente, al acabar las tareas, algunos de los acólitos eran sometidos a castigos físicos y abusos sexuales.
Conocedores de esta situación, los familiares de los miembros del Templo del Pueblo no cejaron en sus reclamaciones a las autoridades estadounidenses para que acudieran en ayuda de sus seres queridos. En respuesta a estas demandas y a pesar de la oposición de Jim Jones, una comisión encabezada por el senador Leo J. Ryan se desplazó al país para investigar la situación.
Tras muchas dificultades, la expedición, de la que también formaban parte varios periodistas y un cámara de la cadena NBC, llegó a Jonestown donde pronto comprobaron que no eran bienvenidos. Jones había advertido a sus seguidores del peligro que el senador suponía para su Arcadia tropical y había urdido un plan para evitar que los miembros de la comisión regresasen con vida a Estados Unidos.
Dicho y hecho: cuando se disponían a tomar el vuelo de regreso acompañados de algunos acólitos que habían pedido abandonar la secta y regresar a su país, el senador y sus ayudantes fueron ametrallados muriendo varios de ellos.
Consciente de que la situación se le había ido un poco de las manos, Jim Jones decidió acelerar sus planes apocalípticos. Reunió a todos sus seguidores y les convenció de que pronto las autoridades llegarían para matarlos y torturar a sus hijos. La solución para evitarlo no podía ser otra que el suicidio colectivo.
En grandes barreños se preparó un combinado de arsénico, tranquilizantes y limonada Kool-Aid que fue administrado primero a los niños y luego ingerido por los demás miembros de la secta mientras Jones los arengaba y animaba. Era el 18 de noviembre de 1978.
Al día siguiente, más de novecientos cuerpos fueron encontrados en Jonestown por las autoridades de Guyana. Entre ellos se encontraban los cadáveres de Jones (con un disparo en la cabeza), los de trescientos niños y el de Mr. Muggs, un cimpancé que Jim Jones había comprado para librarlo de los experimentos y la vivisección.
2.- JOSEPH KIBWETEERE, ADORADOR DE VÍRGENES Y PROSTITUTAS.
En el año 2000, los seguidores de la secta ugandesa Restauración de los Diez Mandamientos de Dios se encerraron en su iglesia, tapiaron las ventanas, se rociaron de gasolina y se prendieron fuego.
Su líder, Joseph Kibweteere, que antes de ver a la Virgen encarnada en una prostituta llamada Credonia Mwerinde y erigirse en líder espiritual había sido un destacado político ugandés, estaba convencido de que el fin del mundo llegaría en el año 2000.
Ni siquiera necesitó esperar hasta diciembre para ver si estaba o no en lo cierto: el 17 de marzo, tras despedirse de sus familiares, vender sus propiedades y pasarse dos días rezando, comiendo y bebiendo –se cuenta que se zamparon varias vacas y setenta cajas de refrescos–, los casi ochocientos miembros de la secta decidieron poner fin a su vida.
Como en otros casos similares, algunos de los cadáveres aparecieron con signos de haber sido asesinados y, aunque en un primer momento se pensó que Kibweteere también había fallecido en el suicidio, la policía de Uganda refirió que había sido localizado en Malawi en 2014.
3.- MARSHALL HERFF APPLEWHITE, EL HOMBRE QUE VINO DEL ESPACIO… Y SE FUE POR DONDE HABÍA VENIDO.
Nacido en Texas, Marshall fue un estudiante aplicado que, tras servir en el Ejército de los Estados Unidos, desarrolló diferentes actividades relacionadas con la música y organizó varios coros. Esa experiencia a la hora de controlar grandes grupos de personas le serviría posteriormente cuando, junto a la enfermera Bonnie Nettles, decidió recorrer Estados Unidos para convencer a la población de sus ideas relacionadas con el misticismo, la filosofía New Age y los extraterrestres.
Tras un breve paso por la cárcel que fue empleado por Marshall para afinar sus teorías, fundó la secta Heaven’s Gate, cuyos textos sagrados eran las vidas de santos, el antiguo testamento y la serie de televisión Star Trek.
En 1985, Nettles falleció a consecuencia de un cáncer y en 1997, tras descubrir que el cometa Hale-Bopp pasaría cerca de la Tierra, Marshall convenció a sus seguidores para reunirse con ella en un nivel superior. Solo era necesario que sus almas fueran recogidas por una nave espacial que iba detrás del cometa, para lo cual era necesario desprenderse de ellas suicidándose.
Como en casos similares, los acólitos se vendieron sus propiedades pero, como novedad, los hombres se dejaron castrar antes de ingerir fenobarbital mezclado con zumo de manzana, vodka y ponerse bolsas de plástico en la cabeza para provocar la asfixia.
Es preciso destacar que todos vestían uniformes negros con parches bordados con la leyenda Heaven’s Gate Away Team, calzaban zapatillas Nike y tenían una pequeña cantidad de dólares en sus bolsillos para los gastos de viaje.
4.- LUC JOURET, SUICIDIO A LA SUIZA.
En 1993, Luc Jouret viajó a Australia acompañado de varios miembros del Templo Solar, secta que había fundado en 1984 junto a Joseph Di Mambro. La razón del viaje era escapar de la persecución a la que estaban siendo sometidos por parte de las autoridades belgas, que no veían con muy buenos ojos una organización que, bajo la promesa del crecimiento personal y otras teorías New Age, ocultaba una ideología en la que se mezclaban leyendas templarias, nazismo y posesión de armas.
Nacido en el Congo, Jouret se había licenciado como médico antes de incorporarse al ejército Belga y participar en acciones armadas como la llevada a cabo en Zaire para rescatar a varios ciudadanos europeos atrapados en las revueltas por la independencia del país. Una vez abandonado el ejército, comenzó a interesarse por teorías New Age, los Rosacruces y el ocultismo.
Durante 1993 y 1994, los miembros de la secta comenzaron a prepararse para alcanzar una nueva dimensión. En octubre de 1994, Jouret y doce acólitos viajaron a Suiza, donde se reunieron con algunos más para celebrar una última cena previa a un suicidio colectivo mediante la ingesta de tranquilizantes. Para garantizar el resultado, algunos de los cuerpos fueron baleados.
Los pocos miembros del Templo Solar que quedaron vivos se reunieron con sus amigos en esa dimensión más elevada en 1995 y 1997 utilizando el mismo método, salvo las balas, claro.
5.- DAVID KORESH. RING, RING, RIIIIIING, RING OF FIRE…
La infancia de Vernon Wayne Howell no fue fácil. Criado en una familia desestructurada, en la que abundaban los problemas de alcoholismo y drogas, sufrió abusos sexuales y fracasó en los estudios.
Lo único que se le daba bien era la religión. A los doce años sabía de memoria el Nuevo Testamento y, en plena adolescencia, se convirtió a la Iglesia Adventista del Séptimo Día de donde fue expulsado por acosar a la hija del pastor.
Se mudó a Waco, Texas, y se unió a la secta de los Davidianos, donde no escatimó enfrentamientos con el resto de miembros para escalar puestos en la jerarquía.
Con el tiempo, cambió su nombre por el de David Koresh, afirmó tener poderes premonitorios y defendió su derecho a tener varias esposas, una de las cuales era la hija de 14 años del anterior líder de la secta.
La atracción que Koresh generaba en los habitantes de los alrededores acabó alarmando a las autoridades, a las que también preocuparon las denuncias de abusos sexuales entre los miembros de la secta y el hecho de que Koresh estuviera acumulando un gran arsenal de armas.
Las sospechas no eran infundadas, al menos en lo de las armas. Cuando el FBI acudió al rancho de los Davidianos en Waco, sus agentes fueron recibidos a tiros. Ese primer enfrentamiento arrojó un saldo de cuatro policías y doce davidamos muertos.
A partir de entonces, las autoridades pusieron sitio al rancho. Los acosaron noche y día atormentándoles con música constante a gran volumen, entre cuyo repertorio se encontraban clásicos de la psicodélica como In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterly, cantos tibetanos, gaitas, clásicos de Alice Cooper y These boots are made for walking de Nancy Sinatra.
Tras diferentes escaramuzas en las que se llegó a utilizar munición de gran calibre, los Davidianos se suicidaron prendieron fuego al edificio. Se encontraron más de ochenta cadáveres, entre ellos, diecisiete menores. Algunos cuerpos, como el de Koresh, presentaban orificios de bala.
Aquellos que se hayan quedado con ganas de ahondar más en el adictivo mundo de las sectas destructivas sin necesidad de perder sus propiedades y sus vidas están de enhorabuena, pues son decenas los documentales, telefilmes y libros sobre estos y otros casos parecidos.
Plataformas como Youtube rebosan de documentales y biopics de Jim Jones en los que es posible ver imágenes de archivo de sus sermones, de la vida en Jonestown e incluso escuchar su último discurso a sus fieles. Este documento está transcrito en Jim Jones. Prodigios y milagros de un predicador apocalíptico de Servando Rocha y editado por La Felguera. También hay profusa información al respecto en esta web que hará las delicias de cualquier interesado en Jones.
La vida de David Koresh también ha sido recreada en varias producciones de diversa calidad y en Youtube es posible incluso escuchar sus pinitos como músico de rock.
Los vídeos de iniciación de Heaven’s Gate están disponibles en internet e incluso es posible hacerse con el mismo modelo de zapatillas Nike o la reproducción del parche bordado que llevaban los miembros de la secta al partir.
Más complicada es la búsqueda de información sobre Luc Jouret y Joseph Kibweteere. Las razones tal vez sean que el primero apenas incitó al suicidio a unas decenas de personas y que, el segundo, a pesar de la magnitud de la tragedia, no deja de ser un suceso acaecido en África, continente al que los medios europeos y norteamericanos no prestan excesiva atención. En último caso, en las hemerotecas online, Wikipedia y Murderpedia es posible encontrar algo de información al respecto.
En internet también hay mil y una teorías conspiranoicas que implican al FBI, la CIA y otros servicios de inteligencia en varios de estos casos, especialmente el de Jim Jones. Esta deriva, mejor consultarla en La nave del misterio.
Por último, y como no puede ser de otra manera en cualquier manifestación humana, internet también alberga chistes al respecto de varios de estos casos.
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