lunes, 27 de julio de 2015

Un estilo de vida

Restos de Lucy
    Cuando se habla del origen del pensamiento, las grandes teorías se apoyan en pocos hechos. No cabe duda de que se produjo todo un complejo de cambios que llevó hasta nuestra enorme cantidad de materia gris. Uno de ellos conllevó un verdadero cambio de rumbo con relación a los otros primates: la capacidad de estar erguidos durante largos periodos de tiempo, lo que ofrecía un nuevo estilo de vida y exigía un salto en la capacidad mental.[...]. Ningún otro mamífero puede permanecer erguido durante más de unos minutos.

    Otrora se pensaba que el intelecto vino antes, sin embargo cuando se encontró a la Australopithecus Lucy, de 3,2 millones de años, sus restos, entre los que se incluían cráneo, pelvis, columna vertebral y pierna, revelaron que podía permanecer erguida, a pesar de tener un cerebro pequeño.

    Las huellas fósiles de Laetoli ofrecen indicios de que la capacidad de permanecer erguido apareció incluso un millón de años antes, en una primate con un cerebro no mayor que el de un chimpancé. Al parecer, llevar una vida erguida no requería un gran esfuerzo intelectual. Todo apuntaba a que la capacidad de caminar había precedido a la de pensar.

  Los descubrimientos más recientes señalan que estar de pie era más difícil de lo que se creía en el pasado. Un nuevo fósil de Autralopithecus muestra la forma de sus hombros.  Los omóplatos de los simios tienen una cavidad que mira haia arriba, donde encajan los huesos del brazo, y el propio omóplato está en un ángulo oblicuo con respecto al cuerpo, lo que permite a los brazos rotar con facilidad, algo muy útil para balancearse de rama en rama. En cambio, los niños tienen una cavidad que mira hacia abajo y va apuntando hacia el lado a medida que crecen, lo que limita el grado en que podeos mover los brazos y nos hace difícil trepar a los árboles.

    Lucy y sus compañeros tenían hombros de chimpacé, y tuvieron que pasar muchísimo tiempo subidos a las ramas donde, quizá, los desafíos mentales eran menores que a ras de suelo. El primer hombro de aspecto humano es el del niño de Turkana, que vivió hace 1,8 millones de años. Los cerebros grandes no se pusieron de pie primero, sino que tuvieron que esperar a que los brazos pudiesen jugar también su papel.

    Un estilo de vida erguido exige cambios tanto en el cuerpo como en la mente: el pie, con sus aproximadamente veinte huesos, tuvo que reorganizarse, mientras que la pelvis, la columna vertebral, los brazos, el pecho y el cuello, con el cráneo bien arriba y los ojos dispuestos de manera que pudiersen otear el horizonte en busca de comida, enemigos o compañeros, también sufrieron grandes modificaciones. Quienes se levantaron pagaron un precio: la columna del chimpancé es rígida en comparación con la nuestra, y el animal no puede doblarse hacia atrás, pero la humana se desgasta más, condenando a sus ancianos propietarios a la artritis y las hernias discales. Los chimpancés tienen los pies planos en lugar de nuestro elegante arco, pero a nosotros este nos cuesta juanetes y esguinces de tobillo. Nustras rodillas y caderas soportan toda la carga de la parte superior del cuerpo y se han hecho más grandes al efecto. La selección natural expandió el hueso interior esponjoso y conservó la capa exterior fina  y dura, lo que se traduce en unos huesos más débiles y en grandes problemas si nos caemos a cierta edad.

Niño de Turkana
   Con todas estas dificultades ¿por qué pasar de las cuatro a las dos patas? Aquí reinan las conjeturas. Quizá dejó de llover y el bosque fue sustituido por el campo abierto, con lo que resultó imposible trepar de árbol en árbol. Cuando están en el suelo, los hombres y las mujeres solo usan una cuarta parte de la energía que necesitan los chimpacés, con lo que pueden viajar mucho más lejos y mucho más rápido. Todo esto les permitió cubrir más superficie en la búsqueda de comida y volver con sus hallazgos a un lugar donde compartirlos.

   Una pelvis capaz de viajar erguida conlleva un canal de parto estrecho, con lo que los bebés tienen que nacer en una etapa más temprana de su desarrollo, y esto exige mayor interacción entre madre e hijo. Como los recién nacidos eran menos capaces de aferrarse al pelo con pies y manos, sus madres tuvieron que agarrarlos con más fuerza que en los tiempos de los moradores de los árboles.

    Como suelo ocurrir cuando se especula sobre el pasado, el sexo es un hipotético tema a tratar. La postura eerguida pudo mejorar la capacidad del hombre para impresionar a las hembras del entorno (y deprimir a los machos), tanto de forma directa como por la vista clara del tamaño de su pene. Además, los puñetazos son más fuertes cuando se dan desde una posición erguida, en lugar de agachada y puede que eso también mandase al otro barrio a más de un macho furioso o celoso. Puede que la misma estrategia asustase a los rivales, o los leones, además -a diferencia de los chimpancés-, podemos cerrar los puños para dar golpes más potentes.

    Hay toda otra serie de ideas que tratan sobre la necesidad de hacer frente a la capa de aire muy caliente que se forma a ras de suelo en un día de calor africano. La vía de escape era ponerse de pie, respirar una brisa fresca y limitar el área expuesta a los rayos directos del sol, y puede que nuestros cuerpos desnudos y sudorosos evolucionasen por el mismo motivo. Ningún chimpancé podría ganar una maratón, pues tenemos una capacidad sin igual para deshacernos del calor, para desgracia de las presas a las que podíamos perseguir durante horas sabana a través, hasta que caían extenuadas.

    Quizá las piernas largas también llevaron a un cerebro más grande por otra vía, pues el ejercicio duro y prolongado, un talento única y exclusivmente humano, provoca que los músculos y los nervios liberen un factor de crecimiento en la sangre que aumenta el número de conexiones entre las células cerebrales y que, cuando se ve reducido, está asociado con la enfermedad de Alzheimer. Una cantidad de materia gris más grande  mejor conectada nos confirió una nueva curiosidad sobre elmundo. Con el paso del tiempo, este don se extendió hasta abarcar el interés por el pasado y la preocupación por el futuro.


Steve Jones

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