viernes, 3 de julio de 2015

Levick y los pingüinos de Adelia

"Comían grasa cocinada en grasa, se alumbraban con lámparas de grasa. Sus ropas y equipamiento rezumaban grasa, y el hollín los ennegrecía a ellos y sus sacos de dormir, los cazos, las paredes y el techo; ardía en sus gargantas y les inflamaba los ojos"


Pobre, pobre Levick. George Murray Levick: explorador polar, abandonado durante meses en el quinto pino hace ahora más de un siglo. Mientras el equipo de Robert Falcon Scott se adentraba en los espacios australes de la Antártida como parte de la expedición Terra Nova, seis hombres a los que se les había encomendado la tarea de explorar el gélido interior de la región. En su propósito encontraron no pocos obstáculos. Incapaces de encontrar una ruta segura de navegación, descubrieron luego que tampoco podían regresar al Terra Nova, y que este a su vez no era capaz de quebrar el hielo para llegar hasta ellos. No les quedó otra opción que atrincherarse, buscar refugio en una cueva de hielo en un lugar bautizado como Isla Inexpresable, y resistir hasta la llegada de la primavera, cuando el deshielo permitiría al Terra Nova volver a rescatarlos. La grasa animal era básicamente todo lo que tenían. Eso y mucho, mucho tiempo.

   Levick decidió pasar buena parte de ese tiempo observando a los pingüinos. Acabaría convirtiéndose en una eminencia mundial, y posteriormente publicaría un libro, Los pingüinos antárticos. Pese al éxito del libro,se le quedaron en el tintero unas cuantas cosas que nunca habría podido incluir. Más allá de las emociones de las que dejó constancia en sus notas, presenció también una amplia lista de perversiones. Una asombrosa variedad de comportamientos sexuales, particularmente entre los pingüinos de Adelia. Por destacar algunos: coacción sexual, abusos sexuales a los más jóvenes, "asesinato" y necrofilia. En un momento dado fue testigo de cómo varios machos de Adelia se apareaban con hembras muertas hacía más de un año. En sus cuadernos anotó lo peor de todo esto en griego, temeroso de que alguien que leyese por casualidad sus notas pudiese resolver que había sufrido algún ataque psicótico por el implacable frío antártico.

     Pese a que la información no asomó nunca en su obra publicada, Levick mantuvo el rigor científico como para anotar en privado sus observaciones. Estas formaron parte de un ensayo secreto . El texto circuló clandestinamente. De tapadillo. Y entonces, un día, desapareció misteriosamente hasta que en 2012 lo encontró Douglas Russell entre otros documentos y notas de las expediciones de Scott.

    Entre sus notas, Levick describe"[...] grupitos agresivos de media docena o más de individuos [...] que pasan el tiempo en las cercanías de los montículos, incordiando a sus habitantes con constantes actos de depravación". Según Levick, nada parecía poder poner coto a la lujuria de aquellos machos: lo intentaban incluso con hembras heridas, cadáveres o polluelos (uno, al parecer, "sufrió abusos en presencia de sus propios padres"). A falta de pollos o cadáveres, algunos machos optaban simplemente por aparearse con el suelo , consiguiendo eyacular. Llegados a este punto, es imposible no imaginar las páginas del cuaderno de Levick, cubiertas de letras griegas: ¿cómo se dirá en griego "EL DURO Y FRÍO SUELO"?.

    Levick, un hombre de ciencia, erudito y respetado, titubeó a la hora de hablar en público de los actos sexuales que había presenciado entre los pingüinos de Adelia. El mundo académico no estaba preparado para ello. La ciencia del sexo... no era respetable. 


  Otros investigadores, al igual que Levick, tenían problemas también. En el origen del hombre y la selección en relación al sexo .... de Darwin, al parecer se enfrentó a su editor para mantener la palabra "sexo"en el título. Su hija Henrietta ejerció posteriormente de editora de sus textos, y por lo que sabemos no escatimó el lápiz rojo en los pasajes más gráficos.

    Carlos Linneo, el autoproclamado "rey de los botánicos", tiraba también de latín para expresar ordinarieces, algo que causó irritación entre sus colegas. Le gustaba utilizar "vulva", labia", "anus" y "pubes"  para describir la anatomía de una especie de almeja, y en una célebre ocasión comparó los sépalos de algunas flores con las capas de piel externas de la vulva, y los pétalos con las capas interiores. ¿El resultado? Caras de sorpresa y miradas de reojo entre sus compañeros de profesión. Uno de sus rivales acusó a Linneo de "detestable puterío" por usar semejante lenguaje, y se dice que Goethe se mostró preocupado por la posibilidad de que los jóvenes y las mujeres estuviesen expuestos al repugnante "dogma de sexualidad"de Linneo.

    Aquellos fueron siglos largos y complicados, en los que resultaba muy difícil tratar el sexo como materia digna de estudio científico. El tema estaba vedado a menos que uno conociese a la gente adecuada, fuese miembro del club de caballeros indicado o fuese capaz de leer griego y latín con fluidez. El sexo era el equivalente a la materia oscura. Estaba ahí pero... solo teóricamente. Intangible, por así decirlo. Incontrastable.



Jules Howard

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