An Interlude in Spain, Charles dÝdewalle
Traducido por Eric Sutton
(Macmillan, 8s.6d)
24 de diciembre de 1944
Los testigos involuntarios son considerados en general los más fiables, Mr Charles d´Ydewalle es, al menos en parte, un testigo involuntario contra la España de Franco. Es un periodista belga (sin duda un católico devoto) que durante la guerra civil española fue firme partidario del general Franco, en cuya zona parece haber pasado varios meses. Cuando su propio país cayó ante los nazis y partió hacia Inglaterra dando un largo rodeo, confiaba en que la España nacional, cuya "Cruzada"había apoyado lo mejor que pudo, no le ofrecería ningún obstáculo. Pero, con gran sorpresa, se encontró arrestado y arrojado a la cárcel casi tan pronto como pisó suelo español.
Esto sucedió hacia finales de 1941. o fue puesto en libertad hasta ocho meses más tarde y nunca descubri´de qué delito, de haber alguno, se le acusaba. Supuestamente había sido detenido porque su huida a Inglaterra le señalaba como simpatizante aliado. Al principio, fue encerrado en la Cárcel Modelo de Barcelona, que había sido construida para albergar a 700 prisioneros y en ese momento tenía 8.000 reclusos. Más tarde fue enviado a un campo de concentración entre refugiados de muchas nacionalidades distintas. Aquí las condiciones eran comparativamente buenas; era posible comprar pequeños lujos, se podía elegir a los compañeros de barracón y había una rivalidad internacional por excavar túneles bajo el alambre de espino. Fue la Cárcel Modelo la que le hizo comprender a M dÝewalle, al menos parcialmente, la naturaleza del Régimen
A finales de 1941, casi tres años después del fin de la guerra civil, seguían los fusilamientos a un ritmo, sólo en esta prisión, de cinco a seis a la semana. Además, se torturaba, supuestamente para extraer confesiones y a veces al torturador "se le iba de la mano". Los prisioneros políticos y los delincuentes habituales estaban más o menos mezclados, pero la mayoría de los prisioneros eran residuos de la guerra civil que generalmente cumplían condenas de treinta años. En muchos casos, apunta Mr. dÝdewalle, esto le llevaría a la edad de los noventa y cinco años o así. Los fusilamientos se ejecutaban con la máxima crueldad. Hasta la mañana de la ejecución nadie sabía si iba a ser ejecutado o no.
Cada mañana, temprano , había un estruendo de botas y un estrépito de bayonetas en el pasillo y de repente cualquier puerta se abría y se leía un nombre. El mismo día, más tarde, el colchón del muerto aparecía tirado a la puerta de su celda. A veces, un hombre era indultado y luego fusilado un día o dos más tarde por un delito distinto. Pero no había fusilamientos los domingos ni los días festivos. Las muestras de religiosidad con que se dirigía la vida de la prisión hirieron a Mr. dÝdewalle casi más que la crueldad.
Mr. dÝdewalle pasó sólo un día o dos en España como hombre libre, pero en el campo de concentración advirtió que los pobres soldados españoles que los custodiaban no se avergonzaban de pedir restos de comida a los detenidos más pudientes. Cosas como ésta no las comenta con ninguna satisfacción y es reacio a sacar su auténtica lección moral. Realmente, hasta el final parece haber seguido convencido de que Franco tenía razón en la guerra civil y que fue sólo después cuando se torcieron las cosas.
La principal impresión que transmite el libro es de extrañeza. ¿Por qué le habían encerrado? ¿Cómo podía la "gloriosa Cruzada" acabar en algo así? Incluso manifiesta su sorpresa de que un régimen que se considera católico pueda prestar su apoyo a Hitler y a Mussolini
El factor esencial de un régimen totalitario es que carece de leyes. Las personas no son castigadas por delitos específicos, sino porque se las considera política o intelectualmente indeseables. Lo que hayan hecho o dejado de hacer es irrelevante. Mr dÝdewalle tardó bastante tiempo en acostumbrarse a esta idea y, como observó, había otros prisioneros de Europa occidental a los que también les costaba comprenderlo. Cuando ya llevaba varios meses en la cárcel, unos cuantos soldados británicos, huidos de Francia, se reunieron con él. Les contó lo de los fusilamientos. Al principio, no le creyeron en absoluto y sólo poco a poco, a medida que los colchones aparecían ante una u otra celda, se acabaron dando cuenta de que lo que había dicho era cierto.
Este libro es una útil nota al pie de la Historia. La simplicidad de la perspectiva del autor le resulta ventajosa como narrador. Pero si hubiera que apostar, la próxima variante del general Franco que aparezca no tendrá el apoyo de Mr dYewalle.
Artículos y reseñas en el Observer 1942-1949
George Orwell
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