El mundo de las cárceles en España es un
 tema tabú, del que muy poca gente, salvo los que tienen familiares 
dentro, conoce su verdadera realidad. Como ocurre en nuestro mundo, del 
sufrimiento de los demás siempre hay alguien que obtiene provecho 
económico. Eso ocurre también intramuros. Los presos se han convertido 
en los nuevos esclavos del siglo XXI porque el Estado de Derecho se 
suele estrellar con los muros de las prisiones, como dice en una 
entrevista en este mismo número la abogada Charo González.
El negocio de las cárceles ha sido 
denunciado en numerosos foros de Internet, en publicaciones radicales o 
de apoyo a presos y en blogs de escasa repercusión. Los medios de masas 
casi nunca recogen noticias que pongan en duda a la institución 
penitenciaria. Sin embargo, lentamente, gracias sobre todo al testimonio
 de presos y organizaciones humanitarias o de apoyo a los reclusos, va 
emergiendo la información a la superficie. 
El Organismo Autónomo de Trabajo y 
Prestaciones Penitenciarias (OATPP), dependiente de Instituciones 
Penitenciarias, funciona como una empresa de trabajo temporal (ETT) y 
tiene a más de 12.000 presos trabajando en unos 200 talleres. A ellos 
hay que sumar los que están bajo el control del CIRE (Centro para la 
Iniciativa de la Reinserción) de la Generalitat catalana, que va por 
libre. Los internos están cobrando sueldos ínfimos, no tienen derechos 
laborales y están generando una producción por valor de millones de 
euros con grandes beneficios para las empresas que los utilizan y que 
además tienen la ventaja de que se ahorran el pago de luz, agua, 
teléfono e incluso parte de las cuotas de la Seguridad Social, que 
corren a cuenta de la Administración; y todo ello gracias a los 
convenios con la OATPP.
El número de reclusos “trabajadores” 
aumenta año a año y se ha multiplicado por tres en tan solo una década. 
En teoría estos organismos que contratan presos para el exterior hablan 
de “programas de reinserción”, aunque lo cierto es que se ha convertido 
en un negocio lucrativo para muchas empresas. En la  memoria de 
Instituciones Penitenciarias de 2012 se mencionan unos beneficios en 
todo el Estado de cinco millones de euros (con ventas de 162 millones) 
gracias a la actividad productiva de los internos de todas las 
prisiones: un total de 12.217, de los cuales 3.119 producían para 
empresas privadas.
Cien empresas, quinientos clientes
Amadeu Casellas estuvo preso en las cárceles españolas durante más de veinticinco años y acaba de publicar el libro Un reflejo de la sociedad. Crónica de una experiencia en las cárceles de la democracia,
 en el que denuncia con nombres y apellidos a los que se enriquecen con 
los reclusos. Entre ellos están la familia Pujol-Ferrusola, Telefónica, 
El Corte Inglés, ACS, el Banco Santander y Ayuntamientos de toda España,
 pero hay muchos más.
El más llamativo es el de la familia 
Pujol-Ferrusola, porque entre sus negocios también está este 
penitenciario, aunque no ha salido a la luz tras destaparse el escándalo
 sobre las actividades de la saga. Marta Ferrusola, esposa del ex 
presidente Jordi Pujol, estuvo en la directiva del CIRE a finales de la 
década de los noventa, aunque nunca se la veía por su despacho. El ex 
recluso Amadeu Casellas la denunció en su día sin éxito ante la Fiscalía
 porque decía que cobraba un “sueldazo” sin acudir a su puesto de 
trabajo. Por otro lado está la empresa Servivending, que suministraba 
productos y máquinas expendedoras al CIRE y que al parecer fue puesta en
 marcha por uno de los hijos de Jordi Pujol, aunque actualmente solo 
aparece como administrador único Manuel Antolín Aznar.
Según fuentes que investigaron al CIRE, 
la familia Pujol estuvo desde el principio en esta entidad. Se les 
conoce también un negocio de flores dependiente de esta institución. 
Estas iniciativas pronto pasaron a otras manos porque, según las citadas
 fuentes, “los Pujol ponían en marcha el negocio y luego lo vendían”.
El Corte Inglés se enriquece con los 
presos por partida doble. Por un lado los tiene trabajando para sus 
tiendas en unas condiciones precarias y por otro lado son luego los 
propios reclusos los que adquieren esos productos. La multinacional de 
Isidoro Álvarez suministra sábanas, mesas, camas, bandejas de comida, 
sillas, ropa para penados y funcionarios, mantas, colchas y hasta los 
lotes higiénicos. Y son los presos los que están fabricando todo el 
material textil con sueldos que no pasan de 200 euros al mes. También 
Correos usa presidiarios como mano de obra, cobrando menos de 12 euros 
por ocho horas de trabajo.
Otras muchas empresas y sectores se 
nutren de la mano de obra barata de las cárceles. Por ejemplo, el de 
fabricación de automóviles. En las cárceles se fabrican los salpicaderos
 de Seat, Volvo y Renault. También se producen las pastillas de frenos 
de casas muy conocidas como Jurid. En Lleida los presos le fabrican a la
 bodega Raimat cajas de fruta de madera y cartón. Hay imprentas donde se
 hace casi todo el material de los juzgados y audiencias de Cataluña. En
 Girona, los presos confeccionan con sus manos los álbumes de fotos que 
fabrica la empresa Manuart.
Otro de los que saca tajada del negocio 
de las cárceles es el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, a 
través de su empresa ACS. Construye las cárceles y después cobra el 
alquiler, como es el caso de Brians 2, la prisión de Manresa, la de 
Figueras, la de Tarragona y muchas más por todo el territorio español. 
Por cada una de ellas, dice Casellas en su libro, “cobra al mes más de 
un millón de euros”. Florentino Pérez fue uno de los constructores que 
se benefició del Plan de Creación y Amortización de Centros 
Penitenciarios que supuso la construcción de 46 nuevas infraestructuras 
penitenciarias en el periodo 2006-2012, con una inversión de 1.647,20 
millones de euros, además de otros 1.504 millones ya aprobados por 
anteriores Consejos de Ministros. Otras empresas que también se han 
beneficiado son COMSA y Ferrovial. De la primera, su consejero delegado 
es Josep Miarnau, mientras que Ferrovial está presidida por Rafael del 
Pino Calvo-Sotelo. También participan del reparto del pastel FCC, grupo 
de empresas de las hermanas Koplovitz.
Otros productos que hacen los presos son
 los mosquetones para practicar la escalada y el rápel. También hay 
trabajos para empresas externas de carpintería metálica, confección 
industrial o cultivo en invernadero, a los que hay que añadir las tareas
 para las propias prisiones, como cocina, panadería, mantenimiento, 
jardinería y lavandería.
Telefónica hace también negocio a costa 
de los presos, pues mantiene una situación de monopolio. Ello es posible
 porque todos los reclusos deben comprar obligatoriamente las tarjetas 
de Telefónica para llamar a su familia, amigos, abogados, etc. Cada 
tarjeta cuesta un mínimo de 5 euros y pueden hacer dos llamadas a móvil 
si llaman dentro del territorio español. Si es al extranjero, el coste 
de la llamada se dispara. Los presos pueden llamar cinco veces a la 
semana con un coste mínimo de 10 euros semanales por preso. Como en 
España son más de 60.000, calcúlense los beneficios.
En Euskadi los presos trabajan para 
Eroski y Citroën. En Cataluña el Grupo Codorniu tiene a condenados 
trabajando para bodegas de Lleida. Otras empresas que utilizan la mano 
de obra barata de los presos son Saveco, Valeo (automóviles) y Asimelec 
(electrónica y comunicación).
Además OATPP tiene contratos con 
Ayuntamientos de toda España y todo signo político. Las Cámaras de 
Comercio de muchas provincias firman convenios con esta entidad. También
 tiene convenio con las cárceles la Confederació d’Associacions 
Empresarials de Balears (CAEB).
Se calcula que más de 100 empresas y 500
 clientes particulares contratan presos, aunque la cifra real es difícil
 de conocer ya que los datos no se hacen públicos y no aparecen en el 
BOE. En este sentido hay que mencionar al blog en apoyo a los presos, Punto de Fuga, que está haciendo un meticuloso trabajo de investigación sobre estas empresas.
Las denuncias sobre explotación de 
presos empiezan a ser cada vez más numerosas. La Asociación Pro Derechos
 Humanos de Andalucía informó recientemente de que unos 12.000 reclusos 
están empleados en la cárcel con sueldos de hasta 0,5 euros a la hora y 
entre 80 y 300 euros al mes. Señalan que la vulneración de derechos 
laborales de los presidiarios es “un problema casi desconocido” que 
niega horas extra o vacaciones y “aporta un subsidio de desempleo máximo
 de 100 euros”.
Otras fuentes coinciden en que los 
presos empleados no tienen pagas extraordinarias, horas extra o 
vacaciones ni por supuesto posibilidad de denunciar su situación a 
través de los sindicatos, porque éstos están ausentes de las cárceles.  
Al obtener la libertad, por haber cotizado, no disfrutan del subsidio de
 excarcelación –426 euros, hasta en 18 meses– sino de la prestación por 
desempleo que apenas llega a los 100 euros, por lo que muchos internos 
prefieren no trabajar. Los salarios, según estos informadores, oscilan 
entre los 120 a los 150 euros al mes, con horarios de 8 horas diarias, 
cinco días a la semana.
El Banco Santander hace caja
Valentín Matilla González es un ex 
recluso que estuvo tres años en Villabona (Asturias) y fue excarcelado 
en noviembre de 2013. Corrobora lo que publica Casellas: “Hay negocios 
en todas las cárceles, pero solo algunas se consideran ‘productivas’, 
porque fabrican para empresas”. No es el caso de la prisión de 
Villabona, pero sí, por ejemplo, de la del Dueso (Cantabria), “a la que 
todos quieren ir porque trabaja con muchas subcontratas y hay mucha 
indigencia. Para que te trasladen tienes que portarte bien y por 
supuesto hay tráfico de influencias”.
Habla de El Corte Inglés, el 
suministrador “oficial” de los objetos de consumo de los presos: “Si un 
interno quiere tener una televisión, no puede ir al mercado libre, sino 
que tiene que comprarla en El Corte Inglés”. El sistema es el siguiente:
 aparece por las cárceles cada 15 días lo que los internos llaman “el 
demandadero”, que recoge las necesidades de productos y objetos de los 
reclusos. Luego acude a El Corte Inglés a por ellos.
También el Banco Santander se beneficia 
de una situación de monopolio porque los presos solo pueden tener sus 
ahorros en la entidad de Botín. Incluso, si se mandan transferencias, 
tienen que ser a través de este banco.
Los presos gastan e ingresan a través de
 una tarjeta vinculada al Santander. Pueden ingresar un máximo semanal 
de 100 euros, lo que ocurre habitualmente los miércoles. Si, por 
ejemplo, el ingreso se hace un jueves, hasta el siguiente miércoles no 
se cobra, “así que imagínate qué negocio hace el Santander con el dinero
 de todos los presos de España durante los días que no pueden hacer uso 
de él”.
Matilla conoció a muchos presos que 
venían de otras cárceles españolas y le contaron los negocios de cada 
localidad. Pone el caso de Alcalá-Meco, en el que un director trasladó 
la panadería de la prisión al exterior para aumentar el negocio.
En el Centro de Integración Social (CIS)
 de Villabona se preparan los destinos remunerados para algunos 
internos. Por ejemplo, para el sector  de limpiezas, en el que la 
remuneración es de 150 euros mensuales. En la cocina las condiciones 
laborales “son un escándalo”, según Matilla, en referencia a las largas 
jornadas y la escasa remuneración. Luego están los cursos de jardinería 
remunerados que se realizan a través de convenios entre instituciones 
penitenciarias y muchos Ayuntamientos españoles. Los presos aseguran que
 no existen tales cursos, sino que son enviados a trabajar igual que los
 empleados municipales, cobrando unos 300 euros mensuales con la misma 
jornada laboral que sus compañeros; además, aseguran, tienen que pagarse
 el transporte.
El Ayuntamiento de Langreo fue el 
primero de Asturias que firmó un convenio con la prisión de Villabona a 
través del CIS. En teoría los reclusos trabajan en un taller de 
formación para aprender un oficio y luego reinsertarse en la vida 
laboral. Lo cierto es que no es así. Son peones utilizados (sin recibir 
ninguna formación) en las tareas de jardinería del Ayuntamiento. No está
 con ellos ningún monitor o formador sino que son grupos de 3-4 personas
 acompañados de un empleado municipal que les indica la tarea a 
realizar.
Los presos con los que contactó esta 
revista aseguran que para este tipo de trabajos no se hacen nóminas sino
 que “te dan un papel de mala manera”. En Villabona, dice Matilla, los 
destinos remunerados “los maneja un tipo, la mano derecha del director 
de seguridad, que por supuesto funciona por medio del tráfico de 
influencias, con sus chivatillos y una cola de gente esperando para que 
les reciba y les de un trabajillo”.
Antiguamente había economatos que ahora 
han pasado a denominarse “boutiques”. Este cambio de nombre ha supuesto 
simplemente un aumento de precios de los productos que se venden.
Marta Ferrusola. Los Pujol también hicieron negocio con las cárceles en Cataluña. Foto / TV3.
Funcionarios a cuerpo de rey
Pero no son solo los empresarios los que
 sacan tajada de los presos. También se benefician muchos funcionarios 
de prisiones, que utilizan entidades públicas, como el CIS o el CIRE, 
desde las cuales se mueven todos estos negocios, muchas veces camuflados
 como talleres de formación, y cuya filosofía empresarial no es por 
supuesto explotar a los presos sino “integrarles en el mundo laboral”.
Según Casellas los empleados del CIRE 
“viven a cuerpo de rey y son parte del entramado que explota a los 
presos”. ATLÁNTICA XXII intentó ponerse al habla con Instituciones 
Penitenciarias para preguntar sobre estas denuncias, aunque indicaron 
que por “vacaciones” nadie podía atender a la llamada de la revista. Lo 
mismo ocurrió con otro de los organismos denunciados por Casellas en su 
libro, el CIRE. Su directora, Elisabeth Abad i Giralt, eludió contestar a
 las preguntas de esta revista, aunque desde  el gabinete de prensa 
mandaron un mensaje en el que afirmaban que el CIRE tiene un objeto más 
social que económico y que “es una empresa pública de la Generalitat de 
Catalunya que se ocupa de la reinserción de las personas privadas de 
libertad, mediante la formación en oficios y el trabajo penitenciario”.
 
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