Even, como aclara en una conversación con El Confidencial, es consciente de que ha abierto la caja de Pandora sobre una cuestión de primer orden, tanto para los consumidores, como para los gobiernos que subvencionan estos productos y, principalmente, para los grandes laboratorios farmacéuticos. La repercusión de su último libro Le guide des médicaments: utiles, inutiles ou dangereux es una buena prueba de ello. Sin embargo, no le tiembla la voz a la hora de señalar a los culpables: “En primer lugar los profesionales médicos, que están desinformados o seducidos por los ‘regalos’ de los visitadores médicos; en segundo lugar, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), que es quien autoriza la comercialización y, finalmente, la propia falta de moral de la industria farmacéutica, que conoce a la perfección los riesgos y beneficios de sus productos, pero aún así hace todo lo posible por comercializarlos, una actitud que en parte es normal porque ese es su negocio”.
Una responsabilidad compartida entre laboratorios, gobiernos y médicos
La larga experiencia de este investigador octogenario, el unánime reconocimiento de la comunidad científica por su contribución a la ciencia y, quizá también, su condición de retirado del cuerpo de funcionarios del Estado, hace que Even exponga sus críticas con una agradecida claridad y sin preocuparse por convertirse en el enemigo público número uno de esta poderosa industria. “Conozco muy bien el funcionamiento de las comisiones encargadas de dar el visto bueno a los fármacos y te puedo decir que muchos de sus miembros tienen relaciones muy próximas a las propias farmacéuticas, incluso económicas”.Casi todos los medicamentos destinados a frenar la pérdida de memoria son placebos
Estas prácticas son más habituales en Europa que en Estados Unidos, “donde son más independientes y honestos”, explica el profesor. Even va más allá en su búsqueda de responsabilidades e incluso señala que el máximo responsable de la EMA, Andreas Pott, tiene una gran cantidad de acciones en empresas farmacéuticas. Además pone en duda el buen ejercicio de sus funciones. Unas estrechas amistades calificadas de peligrosas por Even porque, citando al pensador mejicano de origen austríaco Iván Illich, quien arremetió duramente contra la medicina profesional y las patentes, "la industria farmacéutica amenaza la salud de las personas".
Más allá de los “múltiples lazos” entre los organismos encargados de regular la comercialización de los medicamentos y los laboratorios que los producen, el profesor Even señala la “complicidad de los gobiernos” en todo este proceso de comercialización de fármacos con un dudoso beneficio. “Los gobiernos también tienen su parte de responsabilidad porque, aunque no son competentes para sacar un medicamento del mercado, podrían acabar con esta situación simplemente con dejar de subvencionar ciertos fármacos. Pero, desgraciadamente, siguen pagando”, añade. Una financiación que en el caso del gobierno galo llega al 75%, el doble que en Alemania o Inglaterra. De hecho, la consigna más repetida de Even durante toda la entrevista es que “un medicamento sin financiación estatal es un medicamento muerto”.
“Hay que retirar las píldoras anticonceptivas de tercera generación”
A lo largo de las 900 páginas con las que cuenta el último ensayo de Even, que firma conjuntamente con el urólogo y exministro francés de cooperación Bernard Debré, se desengranan todos los mecanismos y actores de un sistema que en muchas ocasiones antepone la búsqueda de beneficios a la salud de las personas. Uno de los casos más claros para Even son las píldoras anticonceptivas de tercera generación, que “tienen el mismo efecto que las de segunda generación, pero son infinitamente más perjudiciales porque pueden generar embolia pulmonar y llegar a provocar la muerte”. Sin embargo, la tardanza del gobierno francés a la hora de retirar medicamentos ya prohibidos en otros países no le permite ser demasiado optimista.Las farmacéuticas tienen una política de desprestigio de los medicamentos viejos porque obtienen menos financiación para ellos
Respecto a los placebos o fármacos sin efectos terapéuticos, el profesor cita varios destinados a combatir la tos o la expectoración, pero sobre todo aquellos revitalizantes o supuestamente destinados a frenar la pérdida de memoria. Por otra parte, el porcentaje más alto de medicamentos prescritos sin necesidad son aquellos contra la hipertensión arterial, la osteoporosis, la diabetes, el asma y el colesterol, “los pretextos más recurrentes por los profesionales médicos para recetar ciertos tipos de medicamentos”.
Teniendo en cuenta los cálculos de Even, solo hay en el mercado 1.700 medicamentos diferentes (originales, es decir, moléculas), pero se comercializan más de 4.000 que son “renombrados y publicitados remarcando alguna otra característica para poder venderlos”. En ocasiones, las copias son incluso más caras que los originales. “Pero esto no es todo, las farmacéuticas tienen una política interna de desprestigio de los medicamentos viejos porque ya no obtienen financiación para ellos”.
“Hace 20 años que casi no se fabrican medicamentos para salvar vidas”
Precisamente por ello, Even recalca que “los grandes medicamentos” que han contribuido a aumentar la calidad y esperanza de vida dejaron de desarrollarse en los años 90. “Es muy lento y complicado desarrollar tratamientos para el cáncer o el alzhéimer y la mayoría de estos fármacos se desarrollan en laboratorios universitarios, los comerciales se centran más en desarrollar fármacos para aplicaciones puntuales o los llamados medicamentos milagro, cuyos resultados están más que en entredicho”.Solo hay 1.700 fármacos diferentes, pero se comercializan más de 4.000
La lógica de esta lucrativa industria es muy sencilla, según denuncia Even. “Desarrollar un nuevo medicamento para una enfermedad aún sin cura es muy costoso y complejo, por eso solo se destina un 5% de los beneficios a investigación, un 15% al desarrollo y un 10% a la fabricación. En cambio, se destina cerca de un 50% a la promoción y el tráfico de influencias. Solo en Washington hay 600 lobistas y en Bruselas otros tantos. Por otra parte, les resulta más beneficioso promover tratamientos preventivos, que se han adelantado de 10 a 30 años en gente sana para combatir enfermedades que nunca tendrán. Al final todos tendremos el colesterol alto, seremos hipertensos y hasta locos, pero todo en potencia y con la complicidad de un buen número de especialistas médicos”, sentencia el profesor.
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