lunes, 10 de julio de 2017

Celos


Mama con su hija Moniek. Para mí, esta hembra sigue siendo la monarca quintaesencial de la sociedad chimpancé, ya que rigió la gran colonia del zoo durante décadas, incluso cuando ya apenas podía moverse. Aunque no dominaba físicamente a ningún macho adulto, todo el mundo tenía en cuanta su influencia, y los machos buscaban refugio en sus brazos, literalmente, si sus rivales los sometían a demasiada presión

Aprecio a los bonobos porque su contraste con los chimpancés enriquece nuestra visión de la evolución humana. Nos muestran que nuestro linaje no viene marcado sólo por la dominancia masculina y la xenofobia, sino también por el anhelo de armonía y la sensibilidad hacia los otros. [...]
   Después de trabajar con estos amables antropoides pasé por el zoo de Arnhem, en los Países Bajos, donde comencé mi carrera con la otra especie del género Pan [...]. Tengo que destacar, dentro de todas las hembras de chimpacé que conocí, a la impresionante matriarca de la colonia llamada Mama. Nunca fue como una matriarca bonobo, que es la mandamás del grupo, pero, hasta donde recuerdo, siempre ha sido la hembra alfa. En sus mejores años, Mama era una participante activa en las luchas de poder masculinas. Movilizaba el respaldo femenino para uno u otro macho, que estaría en deuda con ella si conseguía acceder a lo más alto. Este macho haría bien en cultivar su buena relación con Mama, porque si ésta se volvía en su contra, podría dar al traste con su carrera. Mama llegaba a castigar a las hembras que se atrevían a tomar partido por machos que ella no aprobaba, actuando como una fuerza política. Los chimpancés machos dominan físicamente a las hembras, pero ello no significa que las hembras se mantengan al margen de la política grupal. Puesto que todas las hembras están presentes todo el tiempo, apoyándose activamente unas a otras, ningún macho puede sustraerse al poder del bloque femenino.
   Siempre he tenido una relación cercana con Mama, que me saluda con una mezcla de respeto y afecto cada vez que me ve. Ya lo hacía años atrás, y sigue haciéndolo cada vez que detecta mi cara entre un grupo de visitantes. Visito el zoo de Arnhem cada dos años, y a veces entablo una breve sesión de acicalamiento amigable con ella, pero esta vez traje conmigo a casi un centenar de personas, asistentes a un simposio en el centro de convenciones del zoo. En cuanto llegamos a la isla de los chimpancés, Mama y otra hembra vieja, Jimmy, acudieron corriendo a saludarme con una serie de gruñidos graves, y Mama me tendió la mano desde cierta distancia. La hembras suelen emplear este gesto de "ven aquí" cuando quieren que su cría se suba a su espalda para emprender la marcha. Le devolví el gesto y luego ayudé al cuidador a lanzar fruta por encima del foso de agua, asegurándome de que Mama, que camina despacio y no es tan hábil como los otros atrapando naranjas al vuelo, obtuviera su ración.
   Los celos estaban presentes entonces y ahora, porque Moniek, la hija adulta de Mama, nos lanzó furtivamene una pesada piedra desde unos doce metros de distancia. El tiro parabólico de Moniek me habría dado en la cabeza si no hubiera estado pendiente de ella, lo que me permitió atrapar la piedra al vuelo. Moniek nació cuando yo aún trabajaba en el zoo, y he comprobado a menudo lo mucho que detesta la atención que me dedica su madre. Probablemente no me recuerda, así que no entiende por qué su madre saluda a un extraño como si fuera un viejo amigo. ¡Mejor arrojarle algo! Puesto que algunos estudiosos contemplan el lanzamiento de proyectiles como una especialización humana relacionada con la evolución del lenguaje, he invitado a los proponentes de esta teoría a ver con sus propios ojos de lo que son capaces los chimpancés, pero nunca se ha presentado ningún voluntario. Quizá cuenten con que, además de piedras, también pueden lanzar productos corporales malolientes.
   Estamos asistiendo a una aceptación creciente de nuestra afinidad con los chimpancés. Es cierto que la humanidad nunca deja de encontrar justificaciones para considerarse un caso aparte, pero es rara la que aguanta más de una década.  Si contemplamos nuestra especie sin dejarnos cegar por los avances técnicos, vemos una criatura de carne y hueso con un cerebro que, aunque es el triple de grande que el de un chimpancé, no contiene ninguna parte nueva.[...] Como nosotros, los monos luchan por el poder, disfrutan del sexo, quieren seguridad y afecto, y valoran la confianza y cooperación. Es verdad que tenemos ordenadores y aviones, pero nuestro bagaje psicológico sigue siendo el de un primate social.


Frans de Waal


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