martes, 20 de junio de 2017

Historias de refugio


Fotografía de Gabriel Tizón

Más de 65 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en el mundo, y a la mayoría de ellas no se les ofrece una acogida digna. Conflictos, violencia y persecución siguen desangrando países como Siria, en el que 2 de cada 3 personas han tenido que huir en busca de un lugar seguro.

A pesar de este drama humano, la respuesta por parte de las autoridades europeas sigue siendo mínima. La falta de vías seguras hace que un año más el Mediterráneo siga siendo la ruta más mortal del mundo. Y tanto España como la UE están muy lejos de cumplir los acuerdos de acogida a los que se comprometieron.

Ante esta situación, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) quiere compartir la historia de estas personas que han encontrado refugio en nuestro país -algunos tapados porque el miedo y las amenazas viajan junto a ellos-. Sus historias de refugio son una prueba más de que el derecho de asilo puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte, y de por qué no podemos dejar de luchar por defenderlo.

 SUS HISTORIAS
 «Una tarde me avisaron de que venían a por mí. Solo pensaba en salvar mi vida y la de mi familia»
 ALI - República Centroafricana


Alí (38 años, República Centroafricana) llevaba ocho años trabajando como inspector comercial cuando su país sufrió un golpe de estado. Además de los combates por todo el territorio, comenzaron las agresiones y los asesinatos por religión, que propició que Alí, de padre musulmán y madre cristiana, se viera expuesto a un peligro real de muerte.

Una tarde, al ser advertido por un vecino de las intenciones de un grupo de combatientes de asaltar su hogar, emprendió la huida junto a su mujer y sus hijos de 5 años y seis meses. En un primer momento, se asentó en su misma ciudad, en casa de un amigo, pero la escalada de la violencia le forzó a poner rumbo a Israel. Un mes más tarde, ante la imposibilidad de solicitar asilo en dicho país, voló a España, donde reside desde entonces.

Asegura que los inicios no fueron fáciles, pero ahora cuenta con un trabajo estable en CEAR que le permite independencia económica. Pero su idea es regresar a la República Centroafricana, el día que sepa que no le espera una amenaza de muerte.

«Me gustaría volver a Siria cuando haya paz»
 LINA - Siria



Lina (43 años, Siria) hizo todo lo posible por no dejar su país. Primero se mudó a una zona más céntrica de Damasco, donde resistió hasta el día que las bombas comenzaron a explotar cerca de su casa y del colegio de sus dos hijos. Entonces contactó con unos familiares en España para que le ayudaran a tramitar su visado y el de su familia. A finales de 2014 consiguieron llegar a Madrid. Lina habla de la suerte que tuvieron por no tener que arriesgar sus vidas en el Mediterráneo.

Tras permanecer en un centro de acogida en Getafe, la vida de Lina y la de su familia comienza a estabilizarse: tiene trabajo, habla español, sus hijos van contentos al colegio. Son ellos quienes mejor se han adaptado a esta nueva etapa, aunque también recuerdan con nostalgia su vida antes de la guerra. Ahora, la principal preocupación de Lina son los familiares y amigos que no han podido salir de Siria. Y no deja de soñar con que un día pueda volver a su país en paz.

«Me encerraron en el CIE tras 13 años en España»
 RENZO - Perú


Renzo (38 años) tuvo que abandonar su país cuando tan solo era un adolescente. Debido a su orientación sexual, sufrió numerosos ataques homófobos en su escuela y en su barrio que le hicieron emprender la huida. Renzo aterrizó en España, donde se alojaba en casa de un familiar. Más de 13 años después, cuando ya se sentía plenamente integrado después de haber completado un duro proceso de adaptación, fue detenido y enviado al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche al estar provisional por permanecer en situación irregular.

En esos 38 días estuvieron a punto de exportarle en dos ocasiones. «Es como estar nominado en un reality show y no saber qué día te van a deportar». Tras agotar todos los recursos posibles, Renzo solicitó asilo y esto le permitió salir del CIE. Ahora espera una resolución que le permita continuar su vida en España y no tener que volver a pasar por la discriminación y persecución que sufrió en su país.

 «Hui cuando mi familia me quiso obligar a repetir la ablación»
 ADAMA - Gambia



Con tan solo cinco años el padre de Adama (18 años, Gambia) la sometió a una ablación. La mutilación no llegó a culminarse, motivo por el que -una década después- la familia decidió obligarla de nuevo a repetirla. Fue entonces cuando huyó de su país con tan solo 15 años, en plena noche y sin llevar más que lo puesto, comenzando un periplo que le llevaría a Senegal, Marruecos y, finalmente a España.

La joven cruzó la frontera en un barco de mercancías, sus primeros días durmió en la calle, hasta ingresar en un centro de menores. Cuando cumplió la mayoría de edad, CEAR le ofreció un centro de acogida y le animó a continuar sus estudios. «Ahora pienso que tengo futuro», asegura antes de afirmar que le gustaría ser enfermera. «Mi vida correría peligro si volviera a mi país».
  
Si colaboraba con los talibanes el gobierno me podía matar y viceversa. Y yo no quería matar a nadie»
 ZABIOULLAH - Afganistán



Zabioullah (22 años, Afganistán) confiesa que nunca ha tenido una vida fácil. Antes de emprender la huida, subsistía a duras penas junto a su familia, en un entorno de represión, pobreza y guerra. Su hermana fue asesinada. Él cree que por alguno de los que pedía su mano… Tras repetidas presiones para que se uniera a las filas de los talibanes, este joven afgano optó por marcharse de su país a pie, y dirigirse a Pakistán. Su familia vendió todos sus terrenos para pagar a un traficante de 12.000 dólares con la promesa de llegar a Europa. Este le ayudó a cruzar Irán, Turquía, hasta llegar a Grecia, desde donde llegó a España escondido en un camión.

Zabioullah desembarcó en Bilbao solo, sin recursos, y sin apenas posibilidad de comunicarse con nadie. Hasta que a una mujer que le encontró, no sólo le dio agua y comida, sino que le facilitó un traductor de su lengua, el farsi. Tres semanas después, llegaba un centro de acogida, y con el asesoramiento de CEAR pudo pedir un asilo que sigue sin respuesta. «A los que van a decidir sobre mi petición les diría que visiten Afganistán un mes...» comenta sobre esa decisión que puede suponer tener que volver a su país. Allí aguardan sus dos hermanos y su madre anciana. Su sueño es traerles a España. Su pesadilla, tener que volver a un Afganistán que siempre conoció en guerra.


Más información:  http://branded.eldiario.es/historias-refugio-cear/?_ga=2.68290133.570705254.1497875023-1702464714.1479211601#body

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