Permítanme que, con tres informaciones, les exponga un nuevo y poco
conocido argumento para explicar (o ayudar a explicar) la
desestabilización de Ucrania y los acontecimientos derivados.
La
primera sucedió el pasado 2013, cuando al poco tiempo de que Ucrania
derogara la ley que prohibía a los extranjeros comprar tierras, apareció
China con un talonario en la mano y, a cambio de un préstamo de 3 mil
millones de dólares para el desarrollo agrícola, cerró un acuerdo que le
permite explotar, durante 50 años, una superficie similar a todo el
tamaño de Galicia, 3 millones de hectáreas de tierra agraria. China,
igual que otras potencias que saben que no disponen de capacidad agraria
suficiente para alimentar a su población, e igual que fondos
financieros que saben que la tierra fértil es un bien finito con el que
especular con éxito, llevan ya unos 10 años en una una loca carrera para
conseguir, de buenas o malas maneras, el control de la tierra agrícola.
¿Iban a pasar desapercibidas las extensiones de la tierra negra
ucraniana, quizás la más fértil de toda Europa? Efectivamente, no.
La
segunda se gesta cuando quien fuera el presidente de Ucrania, el ahora
destituido Viktor Ianukóvitdos, a finales del año pasado decidió
rechazar el Tratado de Libre Comercio que la Unión Europea le proponía.
Es mucho el interés que también tienen los estados europeos en
asegurarse el acceso a los frutos de la tierra ucraniana lo que lleva a
pensar, por qué no, que el apoyo al cambio de gobierno pudiera tener el
interés de buscar alguien más favorable a estrechar la mano. De hecho,
con el nuevo gobierno ucraniano, Europa ya ha aprobado eliminar las
trabas arancelarias en la importación de granos de Ucrania y Crimea.
Unas rebajas repentinas que, como si fuera un anticipo, supondrán un
ahorro de 500 millones de euros anuales a Ucrania.
La tercera es
la suma de recopilar las pequeñas grandes operaciones que también en esa
geografía y con los mismos intereses están haciendo las empresas
agroalimentarias de los EEUU en los últimos meses. Seguir la pista de
dos de ellas es revelador de sus apetitos por esta tierra negra del país
‘entre fronteras’. Cargill, la firma cerealista más importante de los
EEUU, entre diciembre de 2013 y enero de 2014 ha comprado
participaciones en un puerto al este de la base naval de Crimea que es
clave para el comercio agrario y también se ha hecho, en una muy
destacada operación, con el 5% de la mayor empresa agraria ucraniana,
Ukrlandfarming, que dispone de la nada despreciable cifra de 500.000
hectáreas para el cultivo de maíz, trigo o remolacha para la
exportación. Y Monsanto, la empresa de semillas más grande del mundo,
también está ganando espacio en Ucrania donde ya controla el 40% del
mercado de semillas. En su caso, y como tantas otras veces ha hecho,
tiene en marcha un proyecto, el llamado “Grain Basket of the Future”,
que disfrazado de ‘acciones para mejorar la calidad de vida de los
campesinos y campesinas locales’ busca cosechar más dominio si cabe.
Tres
cuestiones que se han sucedido en apenas varios meses y que, como han
podido observar, tienen un elemento común: la tierra fértil de Ucrania y
su agricultura.
Bien sabíamos que Ucrania, con un privilegiado
suelo de enorme fertilidad, fue llamado el granero de Europa y Rusia.
Hoy lo que está atrayendo tantos intereses es exactamente eso: la
codicia por unas fantásticas tierras agrícolas que además parece ser
tienen aún mucha más potencialidad productiva que la que se consigue
hasta ahora, que ya es, por cierto, muy destacable pues, en estos
momentos, Ucrania se sitúa como el tercer exportador mundial en maíz y
el sexto en trigo. Es por ello que el conflicto de estas semanas está
provocando que el precio de estos granos en las bolsas y mercados
internacionales suba significativamente. Actualmente, el precio de trigo
es el más alto desde 2012 y el del maíz el más caro desde el pasado mes
de septiembre, como bien saben las empresas ganaderas españolas y
catalanas que (como muestra de esta imperiosa necesidad de productos
agrarios) dependen en un 80% de Ucrania para satisfacer sus necesidades.
En cuanto a las previsiones de crecimiento del sector primario en
Ucrania, los expertos apuntan también a una expansión del sector
ganadero que, a base de carne de pollo y de cerdo, podría añadir junto
al cartel de ‘granero de Europa’ el letrero de ‘carnicería de Europa’.
Otro fabuloso negocio que nadie quiere perderse.
Es como una
partida de poker y cada potencia juega las cartas que tiene. China
dinero contante y sonante, Europa acuerdos comerciales y tratados
varios, Rusia parece que amenazas de tanques y misiles y EEUU las
estrategias de sus sibilinas multinacionales. Las guerras agrarias del
siglo XXI ya han empezado.
Fuente: http://www.attac.es/2014/03/28/las-guerras-agrarias-ya-han-empezado/
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