La primera edición española de las Meditaciones de Marco Aurelio es la de Jacinto Díaz de Miranda, que se publica en 1785.
Al hilo de la Ilustración, lo que más se valoraba del texto es su componente racional.
200 años más tarde, se reeditaría en Estados Unidos en esa misma línea, vendido como “libro de cabecera” del presidente Clinton.
Emperador de Roma en el año 161, fue un filósofo en el poder. Meditaciones es una obra escrita al final de su vida, con recuerdos, máximas y reflexiones en torno a un mundo en permanente cambio.
Doce pequeños libros, que invitan a abandonar el miedo para buscar
aquellos bienes que sólo dependen de uno mismo. Ofrecemos nuestra
selección.
Libro I
De mis próximos aprendí o recibí estas cosas:
16. De mi padre adoptivo, la mansedumbre y también
la firmeza inquebrantable en las decisiones examinadas a fondo; la
indiferencia a los honores aparentes; amor al trabajo y perseverancia;
disposición a escuchar a los que contribuían útilmente a la comunidad;
dar, sin vacilación, a cada uno según su mérito; saber distinguir cuándo
hay que emplearse a fondo y cuándo hay que relajarse; cortar las
relaciones amorosas con adolescentes; la sociabilidad; disculpar a los
amigos por no asistir siempre a sus comidas o por no acompañarle
necesariamente en sus viajes, y ser siempre el mismo con aquellos que
circunstancialmente, o por algún compromiso, le habían abandonado; no
contentarse con las primeras impresiones sino indagar minuciosa y
tenazmente; la voluntad de mantener a sus amigos sin disgusto ni
apasionamiento; autosuficiencia en todo sin perder la serenidad; sin
teatralizar, prever con tiempo los más mínimos detalles; silenciar las
aclamaciones y cualquier adulación; la vigilancia incesante de los
intereses imperiales; la buena administración de los recursos públicos y
la tolerancia con quienes le critiquen por este asunto; ni
supersticioso con los dioses, ni dispuesto a ganar la popularidad con
regalos o lisonjas, sino sobriedad en todo, firmeza, buen gusto, sin
afanarse por la novedad.
El empleo de los bienes que hacen cómoda la vida (y la Fortuna le
había colmado de ellos) sin orgullo y sin excusas, aceptándolos con
naturalidad cuando los tenía y sin añorarlos cuando le faltaban; el que
nadie pudo nunca acusarle de charlatán, bromista o pedante, sino que fue
tenido por maduro, cabal, insensible a la adulación, capaz de llevar
sus asuntos y los de otros.
Además, el respeto por los verdaderos filósofos, y, sin hacer
reproches a los demás, no dejarse embaucar por ellos; e incluso, su
afabilidad y buen humor siempre sin exceso; el cuidado moderado de su
cuerpo, no como quien se apega a la vida, ni con coquetería, aunque sin
negligencia, de modo que casi nunca tuvo que recurrir a cuidados
médicos.
Sobre todo, su abierto reconocimiento, sin envidia, a los que poseían
algún arte, como la facilidad de expresión, el conocimiento de las
leyes, y las costumbres o de cualquier otra materia, ayudándoles sin
reserva a conseguir los honores que les correspondían; actuando siempre
conforme a las tradiciones ancestrales, sin hacer evidente su voluntad
de velar por ellas; y además no solía cambiar ni agitarse con facilidad,
sino permanecer en los mismos lugares y ocupaciones; después de los
agudos dolores de cabeza, con renovadas fuerzas volvía a sus tareas
habituales; tener muy pocos secretos y sólo sobre asuntos de Estado; su
discreción y moderación en festejos, etc., atendiendo exclusivamente a
las necesidades y no a la aprobación popular.
Ni bañarse a destiempo, ni levantar casas, ni preocuparse por la
comida, ni por el vestido, ni por el aspecto de la servidumbre; sus
ropas y enseres procedían de sus casas de campo en Lorio y Lanuvio;
¡cómo trató al recaudador de impuestos que le hacía reclamaciones en
Túsculo! Era así siempre; nunca fue violento o agresivo de modo que se
dijera: “Está a punto de explotar”, sino que todo lo planeaba con
detalle, tomándose el tiempo necesario, ordenadamente; le aplicaba lo
que se dice de Sócrates, que sabía abstenerse y disfrutar de las cosas
cuya privación o disfrute perjudica de algún modo a la mayoría; su
fuerza y resistencia sobrias eran propias de un espíritu equilibrado en
invencible como lo mostró durante la enfermedad de la que murió.
Libro II
7. ¿Te distrae lo que ocurre en el exterior? Roba
tiempo para aprender algo bueno y deja de dar vueltas. Tampoco te
desvíes como quienes a fuerza de actividad están cansados de vivir y
carecen de un punto al que dirigir sus esfuerzos y sus ideas.
Libro III
2. Todo tiene su gracia, sólo hay que saber ver: las
grietas del pan cocido lo hacen más apetitoso; los higos se abren
cuando están bien maduros; las aceitunas que maduran en los olivos,
próximas a pudrirse, tienen una singular belleza. Así, examinadas
aisladamente, carecen de belleza las espigas dobladas, la melena del
león, la espuma en la boca de los jabalíes y tantas otras cosas. Pero se
vuelven bellas y atractivas viendo su lugar en los procesos naturales.
Todo tiene encanto para quien, con sensibilidad e inteligencia, puede
captar el conjunto. Verá con tanto gusto las reales fauces de las fieras
como su reproducción por los mejores artistas. Incluso en los viejos
encontrará fresca perfección y un amable encanto en los niños. Y otras
muchas cosas que nunca verá un ignorante.
Libro IV
29. Extranjero en el mundo es tanto quien no conoce
lo que hay en él como quien no conoce lo que pasa. Fugitivo el que huye
de la ley de la ciudad; ciego el que tiene cerrados los ojos de la
inteligencia; mendigo el que necesita de otro y no se basta a sí mismo.
Tumor purulento del mundo quien, por desacuerdo constante con lo que
ocurre, rechaza la razón de la naturaleza que nos es común: todo,
incluido tú, tiene en ella su origen. Miembro amputado de la ciudad el
que separa su alma de la de los seres racionales, pues sólo es una.
Libro V
17. Sólo los locos persiguen lo imposible. Imposible es que los malos no cometan maldades.
Libro VI
15. Algunas cosas se apresuran en llegar a ser,
otras en ser, y las que serán, en cierto modo ya se han extinguido. El
flujo y el cambio renuevan el mundo continuamente, del mismo modo que el
paso incesante del tiempo rejuvenece la eternidad. Sin embargo, en este
río en el que no es posible permanecer quieto ¿cuál de las cosas que
pasan a toda velocidad podría estimar mucho un hombre? Nuestra propia
vida es tan efímera como la evaporación de la sangre y la aspiración del
aire. En realidad, no es otra cosa lo que haces cuando devuelves, a la
fuente de la que has tomado tu primer soplo, la facultad respiratoria
que adquiriste al nacer.
Libro VII
56. Como si ya estuvieras muerto o fuera a morir ya, debes vivir de acuerdo con la naturaleza lo que te queda de vida.
Libro VIII
10. El arrepentimiento es un cierto reproche por
haber dejado escapar algo útil. El bien es útil necesariamente y el
hombre honesto debe buscarlo. Nunca un hombre honesto se arrepentirá de
haber dejado escapar un placer, pues ni es útil, ni es un bien.
Libro IX
23. Igual que tú mismo eres una parte complementaria
del sistema social, que cada una de tus acciones también lo sea. Cada
uno de tus actos que no se refiera directa o indirectamente al bien
social desorganiza la vida del todo, no le permite ser una unidad y es
sedicioso, como si en una república un hombre pretendiera mantenerse
apartado de la armonía de sus compañeros.
Libro X
27. Piensa constantemente que todo lo que ocurre ya
ha sucedido en el pasado y volverá a ocurrir. Mira los dramas y escenas
semejantes que conociste por experiencia o por antiguas historias: toda
la corte de Adriano, la de Antonino, la de Filipo, Alejandro, Creso.
Todos estos espectáculos se parecen: sólo los actores difieren.
Libro XI
22. El ratón de monte y el ratón de ciudad: el miedo y la huida rápida. *
Libro XII
4. A menudo me ha asombrado ver que cada uno, a pesar de estimarse
uno mismo más que a lo sotros, antepone la opinión ajena a la suya. Y si
un dios o un gran maestro nos pidieran que no pensáramos nada sin
decirlo a gritos al mismo tiempo, no lo soportaríamos ni un solo día.
Hasta tal punto estimamos más la opinión que los vecinos tienen de
nosotros que nuestra propia opinión
Fuente: http://www.yometiroalmonte.es/2014/03/07/12-meditaciones-marco-aurelio/
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