sábado, 8 de marzo de 2014

12 meditaciones de Marco Aurelio

La primera edición española de las Meditaciones de Marco Aurelio es la de Jacinto Díaz de Miranda, que se publica en 1785.

Al hilo de la Ilustración, lo que más se valoraba del texto es su componente racional.

200 años más tarde, se reeditaría en Estados Unidos en esa misma línea, vendido como “libro de cabecera” del presidente Clinton.

Emperador de Roma en el año 161, fue un filósofo en el poder.  Meditaciones es una obra escrita al final de su vida, con recuerdos, máximas y reflexiones en torno a un mundo en permanente cambio.

Doce pequeños libros, que invitan a abandonar el miedo para buscar aquellos bienes que sólo dependen de uno mismo. Ofrecemos nuestra selección.

Libro I


De mis próximos aprendí o recibí estas cosas:
16. De mi padre adoptivo, la mansedumbre y también la firmeza inquebrantable en las decisiones examinadas a fondo; la indiferencia a los honores aparentes; amor al trabajo y perseverancia; disposición a escuchar a los que contribuían útilmente a la comunidad; dar, sin vacilación, a cada uno según su mérito; saber distinguir cuándo hay que emplearse a fondo y cuándo hay que relajarse; cortar las relaciones amorosas con adolescentes; la sociabilidad; disculpar a los amigos por no asistir siempre a sus comidas o por no acompañarle necesariamente en sus viajes, y ser siempre el mismo con aquellos que circunstancialmente, o por algún compromiso, le habían abandonado; no contentarse con las primeras impresiones sino indagar minuciosa y tenazmente; la voluntad de mantener a sus amigos sin disgusto ni apasionamiento; autosuficiencia en todo sin perder la serenidad; sin teatralizar, prever con tiempo los más mínimos detalles; silenciar las aclamaciones y cualquier adulación; la vigilancia incesante de los intereses imperiales; la buena administración de los recursos públicos y la tolerancia con quienes le critiquen por este asunto; ni supersticioso con los dioses, ni dispuesto a ganar la popularidad con regalos o lisonjas, sino sobriedad en todo, firmeza, buen gusto, sin afanarse por la novedad.
El empleo de los bienes que hacen cómoda la vida (y la Fortuna le había colmado de ellos) sin orgullo y sin excusas, aceptándolos con naturalidad cuando los tenía y sin añorarlos cuando le faltaban; el que nadie pudo nunca acusarle de charlatán, bromista o pedante, sino que fue tenido por maduro, cabal, insensible a la adulación, capaz de llevar sus asuntos y los de otros.

Además, el respeto por los verdaderos filósofos, y, sin hacer reproches a los demás, no dejarse embaucar por ellos; e incluso, su afabilidad y buen humor siempre sin exceso; el cuidado moderado de su cuerpo, no como quien se apega a la vida, ni con coquetería, aunque sin negligencia, de modo que casi nunca tuvo que recurrir a cuidados médicos.

Sobre todo, su abierto reconocimiento, sin envidia, a los que poseían algún arte, como la facilidad de expresión, el conocimiento de las leyes, y las costumbres o de cualquier otra materia, ayudándoles sin reserva a conseguir los honores que les correspondían; actuando siempre conforme a las tradiciones ancestrales, sin hacer evidente su voluntad de velar por ellas; y además no solía cambiar ni agitarse con facilidad, sino permanecer en los mismos lugares y ocupaciones; después de los agudos dolores de cabeza, con renovadas fuerzas volvía a sus tareas habituales; tener muy pocos secretos y sólo sobre asuntos de Estado; su discreción y moderación en festejos, etc., atendiendo exclusivamente a las necesidades y no a la aprobación popular.

Ni bañarse a destiempo, ni levantar casas, ni preocuparse por la comida, ni por el vestido, ni por el aspecto de la servidumbre; sus ropas y enseres procedían de sus casas de campo en Lorio y Lanuvio; ¡cómo trató al recaudador de impuestos que le hacía reclamaciones en Túsculo! Era así siempre; nunca fue violento o agresivo de modo que se dijera: “Está a punto de explotar”, sino que todo lo planeaba con detalle, tomándose el tiempo necesario, ordenadamente; le aplicaba lo que se dice de Sócrates, que sabía abstenerse y disfrutar de las cosas cuya privación o disfrute perjudica de algún modo a la mayoría; su fuerza y resistencia sobrias eran propias de un espíritu equilibrado en invencible como lo mostró durante la enfermedad de la que murió.

Libro II

7. ¿Te distrae lo que ocurre en el exterior? Roba tiempo para aprender algo bueno y deja de dar vueltas. Tampoco te desvíes como quienes a fuerza de actividad están cansados de vivir y carecen de un punto al que dirigir sus esfuerzos y sus ideas.

Libro III

2. Todo tiene su gracia, sólo hay que saber ver: las grietas del pan cocido lo hacen más apetitoso; los higos se abren cuando están bien maduros; las aceitunas que maduran en los olivos, próximas a pudrirse, tienen una singular belleza. Así, examinadas aisladamente, carecen de belleza las espigas dobladas, la melena del león, la espuma en la boca de los jabalíes y tantas otras cosas. Pero se vuelven bellas y atractivas viendo su lugar en los procesos naturales. Todo tiene encanto para quien, con sensibilidad e inteligencia, puede captar el conjunto. Verá con tanto gusto las reales fauces de las fieras como su reproducción por los mejores artistas. Incluso en los viejos encontrará fresca perfección y un amable encanto en los niños. Y otras muchas cosas que nunca verá un ignorante.

Libro IV

29. Extranjero en el mundo es tanto quien no conoce lo que hay en él como quien no conoce lo que pasa. Fugitivo el que huye de la ley de la ciudad; ciego el que tiene cerrados los ojos de la inteligencia; mendigo el que necesita de otro y no se basta a sí mismo. Tumor purulento del mundo quien, por desacuerdo constante con lo que ocurre, rechaza la razón de la naturaleza que nos es común: todo, incluido tú, tiene en ella su origen. Miembro amputado de la ciudad el que separa su alma de la de los seres racionales, pues sólo es una.

 Libro V

17. Sólo los locos persiguen lo imposible. Imposible es que los malos no cometan maldades.

Libro VI

15. Algunas cosas se apresuran en llegar a ser, otras en ser, y las que serán, en cierto modo ya se han extinguido. El flujo y el cambio renuevan el mundo continuamente, del mismo modo que el paso incesante del tiempo rejuvenece la eternidad. Sin embargo, en este río en el que no es posible permanecer quieto ¿cuál de las cosas que pasan a toda velocidad podría estimar mucho un hombre? Nuestra propia vida es tan efímera como la evaporación de la sangre y la aspiración del aire. En realidad, no es otra cosa lo que haces cuando devuelves, a la fuente de la que has tomado tu primer soplo, la facultad respiratoria que adquiriste al nacer.

Libro VII

56. Como si ya estuvieras muerto o fuera a morir ya, debes vivir de acuerdo con la naturaleza lo que te queda de vida.

Libro VIII

10. El arrepentimiento es un cierto reproche por haber dejado escapar algo útil. El bien es útil necesariamente y el hombre honesto debe buscarlo. Nunca un hombre honesto se arrepentirá de haber dejado escapar un placer, pues ni es útil, ni es un bien.

Libro IX 

23. Igual que tú mismo eres una parte complementaria del sistema social, que cada una de tus acciones también lo sea. Cada uno de tus actos que no se refiera directa o indirectamente al bien social desorganiza la vida del todo, no le permite ser una unidad y es sedicioso, como si en una república un hombre pretendiera mantenerse apartado de la armonía de sus compañeros.

Libro X

27. Piensa constantemente que todo lo que ocurre ya ha sucedido en el pasado y volverá a ocurrir. Mira los dramas y escenas semejantes que conociste por experiencia o por antiguas historias: toda la corte de Adriano, la de Antonino, la de Filipo, Alejandro, Creso. Todos estos espectáculos se parecen: sólo los actores difieren.

Libro XI

22. El ratón de monte y el ratón de ciudad: el miedo y la huida rápida. *

Libro XII

4. A menudo me ha asombrado ver que cada uno, a pesar de estimarse uno mismo más que a lo sotros, antepone la opinión ajena a la suya. Y si un dios o un gran maestro nos pidieran que no pensáramos nada sin decirlo a gritos al mismo tiempo, no lo soportaríamos ni un solo día.  Hasta tal punto estimamos más la opinión que los vecinos tienen de nosotros que nuestra propia opinión


Fuente: http://www.yometiroalmonte.es/2014/03/07/12-meditaciones-marco-aurelio/

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