Afganesos que intentan huir de los talibanes al lugar fronterizo de Chaman, entre el Afganistán y el Pakistán |
La seguridad se
basaba en la presencia de fuerzas de seguridad sobre el terreno. Es
decir, se colocaban puntos de control en las carreteras, de manera que
en las zonas más inseguras te podías encontrar un punto de control cada
cinco o diez kilómetros, mientras en las más estables se localizaban a
mucha más distancia. Aun así el gobierno afgano nunca llegó a controlar
todo el territorio.
En los puntos de control había soldados o policías afganos, o directamente militares extranjeros. Lógicamente cuando la mayoría de las tropas internacionales se retiraron de Afganistán a final del 2014 (en el país llegaron a haber hasta 150.000 efectivos extranjeros desplegados, mientras que a partir del 2015 apenas quedaron unos 12.000), también se redujo el número de puntos de control ya que las fuerzas de seguridad afganas no disponían de suficientes efectivos para ocupar los lugares que las tropas internacionales dejaron vacantes. La consecuencia inmediata fue que los talibanes ganaron territorio.
Es cierto que existe una fuerza aérea afgana, pero se podría decir que es casi anecdótica. Muchas de las aeronaves no funcionan por falta de recambios y es misión imposible tener pilotos o controladores aéreos que duren en el trabajo más de tres meses. Los formados durante los últimos años se iban a trabajar a India a la mínima de cambio, porque ganan más que en Afganistán y además su vida allí no corre peligro.
Situaciones surrealistasTras
la retirada de la mayoría de tropas internacionales de Afganistán en
2014, también te podías encontrar situaciones surrealistas en los puntos
de control de las fuerzas de seguridad afganas, como soldados que se
quejaban de que no disponían de suficiente munición y que tenían que
dosificar las balas cuando combatían contra los talibanes. Otros se
lamentaban de que ni tan siquiera tenían agua potable o que les
obligaban a trabajar durante más de doce meses seguidos durante los que
no podían volver a su casa. Había que tener mucha moral para continuar
allí.
A esto hay que añadir un factor más: cuando Estados Unidos inició su intervención en Afganistán en el 2001 tras los atentados del 11-S, catapultó al poder en Kabul a una serie de criminales de guerra que habían arrasado el país a principio de los años 90. Criminales que son tan conocidos entre la población afgana como lo podría ser Adolf Hitler en Alemania. A pesar de eso, la comunidad internacional puso en sus manos la reconstrucción del país y estos personajes llegaron a ocupar la vicepresidencia del gobierno e importantes ministerios, y aún ahora continuaban controlando la mayoría de instituciones. Unas instituciones que, como es de suponer, la población afgana nunca ha considerado como suyas, porque lo único que estos criminales han hecho durante las últimas dos décadas es enriquecerse con las ayudas millonarias que han llegado a Afganistán desde Occidente. Tan sólo hay que pasearse por el barrio de Shirpur en Kabul para comprobarlo: está plagado de mansiones fastuosas de estos individuos. Si yo fuera militar en el ejército afgano, sinceramente tampoco me hubiera quedado para defender unas instituciones así.
En el año 2013 las tropas internacionales iniciaron un proceso de transición que consistía en retirarse gradualmente y ceder el control del territorio al gobierno afgano. Siempre me sorprendió cómo se hizo ese proceso: lo único que se tuvo en cuenta fue la supuesta preparación del ejército afgano, como si en nuestras sociedades occidentales lo único que garantizara la estabilidad de un país fuera tener un ejército fuerte y no contar con un poder ejecutivo, parlamentario y judicial efectivos. Si las cosas no son así en nuestra propia casa, ¿por qué pensábamos que lo sería en un país como Afganistán?
No, no es verdad que la mayoría de la población afgana apoye a los talibanes. La prueba es que centenares de miles de personas han huido de sus casas durante los últimos días e intentan salir del país. Lo que sí que es cierto, sin embargo, es que a la mayoría no les queda más remedio que aguantar si quieren salvar la vida y que a Estados Unidos les importa un rábano la población de Afganistán. No les importó al inicio de la invasión, ni les ha importado ahora, al final.
Fuente: https://es.ara.cat/internacional/afganistan-cronica-ficcion_129_4087015.html
Más información: En la trampa afgana, a China le pueden confundir dos factores
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