El virus que nos mata y nos encierra
nació en un sucio mercado chino y de chinos que comen animales salvajes.
Murciélagos, pangolines. No está demostrado, pero la fake news
es cierta en Occidente. Tranquiliza. Es calmante la imagen del oriental
asilvestrado devorando seres que Dios no creó para la alimentación.
Saturno en vírico. Pero Dios sí congregó a unos fieles en Corea del Sur
que fueron el principal foco de la pandemia en ese país. Seúl, con todas
sus apps y sus contenciones modélicas, todavía hoy tiene que pedir a los líderes de las sectas religiosas que dejen de reunir a la grey. Lo que Dios junta sí lo tiene que separar el hombre, si quiere vida en esta tierra.
El poeta Federico se
fijó en el cielo de Nueva York porque en su aurora veía cuatro columnas
de cieno y un huracán de negras palomas. Chapoteaban las aguas podridas.
Nueva York lleva más de un siglo rascando el cielo como si así pudiese
despojarse del lodo. Estos días valora crecer hacia el suelo para
enterrar ahí a sus muertos: diez ataúdes en línea de zanja. Una solución
temporal, digna y ordenada, explica el alcalde. No sería en Manhattan
sino en la isla de Hart, emplazamiento habitual para los hijos de la
pobreza. Los americanos son muy de respetar las clases: no como en la
España roja y rota del poeta Federico, donde las fosas comunes se abrían
por ideología o fe.
La lucha de clases que no existe y que ganan los millonarios de Wall Street, como dice Warren Buffett,
se comprueba estos días en Central Park. Los Samaritanos han levantado
un campamento para enfermos de tos letal porque los hospitales para
pobres no dan abasto. Se han colocado en la pradera más cercana al Monte
Sinaí, una mole de cristal y acero privada y lujosa, con más aspecto de
banco que de hospital. De hecho da dinero (doscientos millones al año) y
le mira las cuentas Ernst & Young: sus gestores presumen de lo poco
que se queda la gente en el hospital. Noticia: el capitalismo mide el
grado de civilización por el volumen de la cartera.
Cuando pase el virus se contarán sus
verdades. Por el momento se sabe que la peste se ha hecho rica en
manifestaciones, misas, residencias de ancianos, gimnasios y call centers.
La era de las multitudes debía encontrar su némesis. Lo cual no
significa que nada vaya a cambiar radicalmente. Nunca se sabe con el
caballo desbocado de la Historia. En los años veinte de hace un siglo,
sobre los restos de la Gran Guerra y la Gripe española, germinó la idea
de saneamiento social y racial. Los nazis crecieron a lomos de aquel
jinete pálido. Y tenían medicinas, como la aspirina de Bayer, la misma
empresa que luego fabricaría el gas Zyklon B con el que Hitler quiso exterminar a gays, gitanos, comunistas, y a todo el pueblo de Sión, favorito de ese Dios despistado.
Fuente: https://lasoga.org/un-virus-con-clase-8-de-abril/
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