Las ballenas de aleta (Balaenoptera physalus)
acumulan en su organismo una importante cantidad de compuestos
organofosforados, sustancias químicas que se usan como plastificantes
(para dar suavidad al plástico) y retardantes de llama (con efecto
inhibidor en la combustión). El kril, un pequeño crustáceo y principal
fuente de alimentación de las ballenas, contiene los mismos niveles de
esas sustancias, concluye un estudio del Instituto de Diagnóstico
Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC). Los investigadores han analizado muestras del cetáceo,
uno de los animales más grandes del planeta -puede alcanzar una
longitud de 27 metros y pesar 48.000 kilos- y de kril en las costas de
Islandia.
La
investigación muestra el problema químico que provocan los plásticos en
estas especies debido a la gran cantidad de aditivos que contienen.
“Los resultados confirman que el daño de este material en los océanos va
más allá de su impacto físico y que se trata de un problema global”,
puntualiza Ethel Eljarrat, investigadora del CSIC que lidera el trabajo
publicado en la revista Science of the Total Environment.
"Cuando la ballena se alimenta, lo hace filtrando el kril del agua lo
que provoca que ingiera una gran cantidad de microplásticos, que una vez
en su organismo desprenden esos productos químicos que se acumulan en
sus tejidos”, añade.
Los
científicos han analizado músculo de 20 ejemplares procedente de
muestras de ballenas capturadas por Islandia, país que permite su caza, y
10 muestras de krill. Encontraron en torno a un microgramo por gramo de
masa de plastificantes organofosforados, tanto en las inmensas ballenas
de aleta como en el kril. "Aunque a día de hoy no se conocen los
efectos tóxicos de todos y cada uno de estos contaminantes, si se tiene
constancia de que uno de ellos, el tributilfosfato (TBP), posee
potencial para provocar daños neurológicos, disrupción endocrina,
efectos cancerígenos y efectos adversos en la reproducción”, aclara
Eljarrat. “Además, la cantidad que hemos encontrado es similar a la que
existe de otros compuestos que ya están prohibidos. Por lo tanto, el
riesgo no es despreciable”, matiza.
Este es el tercer
estudio desarrollado por el grupo de científicos liderado por Ejarrat,
que examina los daños que provocan los plásticos en delfines, ballenas,
peces y tortugas. En los dos primeros trabajos, se analizaron diferentes
ejemplares de delfines del Mar de Alborán y del Océano Índico. En todos
ellos se encontraron compuestos organofosforados. Los niveles de concentración en el Mar de Alborán
fueron similares a los hallados en las ballenas, mientras que los
niveles en el océano Índico fueron superiores. "El impacto del plástico
no es solo físico, sino también químico y afecta a mares y océanos y a
todos los organismos marinos, de los pequeños a los grandes”,
puntualiza. La ventaja de la ballena de aleta, añade Asunción Borrel,
coautora del estudio, “es que puede actuar como bioindicadora de la
contaminación a gran escala, debido a las largas migraciones que realiza
desde áreas de baja latitud en invierno a latitudes altas en verano”.
Fuente: https://elpais.com/sociedad/2020-04-16/las-ballenas-del-oceano-atlantico-tienen-altos-niveles-de-quimicos-procedentes-del-plastico.html
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