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Belén Gopegui (foto somoslibros.es)
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¿Puede la literatura contribuir a que las personas reconozcan y reivindiquen sus derechos sociales?
Durante siglos ha contribuido a que los privilegiados encontraran
visiones del mundo según las cuales sus privilegios de género, raza,
clase, eran supuestos derechos, de manera que claro que puede contribuir
a que las personas exijan igualdad. Otra cosa es que tenga la
suficiente potencia de difusión. Y también es posible que ahora, en
medio de esta urgencia, la literatura no sea lo más necesario, por ser
sobre todo, incluso la literatura roja, un arma interior, y para
reconocer y reivindicar resultan más necesarios los actos que van por
fuera. Tal vez convenga sospechar un poco de toda esa insistencia en la
batalla del relato, mientras parte de quienes hablan de ella van
apropiándose del dinero y de la violencia que el dinero permite ejercer.
La literatura social no está en ningún programa político, ¿a qué crees que es debido ese ‘olvido’?
La literatura que conocemos en general es un entretenimiento de la
clase dominante y/o con el que la clase dominante busca entretener a su
adversaria. Si viviéramos en otra sociedad, tal vez serían otras las
historias que habrían sido derrotadas, de momento. Digo de momento
porque, lo sabemos, no hay victorias ni derrotas absolutas sino una
relación de tensión constante. Aunque sí haya personas inocentes
devastadas y la furia muda o no tan muda por ellas y sus vidas no vaya a
morir nunca en nuestros brazos.
Un verso que resuma la realidad.
Últimamente pienso a menudo en la conocida canción de
Guitarricadelafuente, Guantanamera, y en esa frase: “en las Cuevas de
Cañart la vida es tan bonita que parece de verdad”, porque se la he
escuchado cantar a algunas personas muy jóvenes y cada vez que llegan al
verso en cuestión, la mezcla de abandono y convicción con que lo cantan
hace que duela más la clase de mundo que habitamos, donde se sobrevive
pensando que casi todo es mentira porque si no lo fuera, si esta fuera
la vida de verdad, qué frío y qué desastre.
¿Qué opinas de la avalancha de psicología positiva en los grandes medios de comunicación?
Por más que esa psicología positiva suela ser un asco y y una trampa y
venda la mentira de que los problemas sociales se pueden solucionar con
medidas individuales, me parece importante recordar que las soluciones
mágicas de la
autoayuda están
hablando a gritos de una gran impotencia. Están diciendo que las
soluciones sociales quedan lejos y requieren tiempo para la
organización, una energía que no se tiene porque fue extraída para la
subsistencia. Nos dicen que la violencia tiene un efecto y que el
cansancio impuesto es una forma de violencia. Así que, bueno, además de
criticar la falacia de esas soluciones creo que hay que escuchar la
angustia que está detrás. No es que siempre las personas no se organicen
porque no quieren o porque les falten relatos, es que a veces no
pueden con su alma.
Escribías en ‘La conquista
del aire’: “No puede ser que tengamos que estar eligiendo siempre entre
lo malo y lo menos malo”. De la actualidad política ¿qué es lo que más
te inquieta?
Si os referís a la actualidad parlamentaria, me inquietaría eso, que
hayamos terminado identificando la actualidad política con la actualidad
parlamentaria. Y si os referís a algo más parecido a lo que entiendo
por política, la correlación de fuerzas, la posibilidad de poner en
práctica principios que se enuncian con palabras como igualdad,
libertad, fraternidad, quiero pensar que el vaso se desbordará pronto;
que sí, que es cierto que el capitalismo está empobreciendo los cuerpos,
exprimiendo las mentes hasta romperlas, está arrollando casi todo. Pero
si sacamos de contexto aquella letra “es difícil sostener una vela en
la lluvia fría de Noviembre”, digamos que hay demasiada lluvia fría y no
es imposible que el capitalismo vaya a quedarse a oscuras.
¿Qué escritor/a crees que hubiese sido un político interesante?¿por qué?
Pocas, pocos, la escritura no deja de ser un pseudoparaíso individual
y cuando se convierte en otra cosa es porque ha sido escrita por una
colectividad aunque sea a través de unas manos, por lo que tendría que
ser esa colectividad de personas la que hiciera política sin que ninguna
marca individual se la apropiara.
¿Qué es para ti la dignidad?
En
Lo real escribí: “
Muchas son las
palabras que no hemos usado. Pero deliberadamente sólo una: humillación.
No somos los humillados, no somos las ofendidas. La humillación tiene
su origen en la dignidad, y las asalariadas, y los asalariados, no
tienen dignidad. No la tienen sino que podrían llegar a tenerla. Dulce
trampa la dignidad de uno, de una. Dulce trampa el interior
incontaminado de una o de uno mientras el agua sucia cubre las calles.
La dignidad o es de muchos y de muchas, o no será”.
Todavía lo sucribo, y eso no significa que ni entonces ni ahora
dudara de algo que está en cada persona, que suena sola como una
guitarra eléctrica en medio del viento, y que es imbatible incluso
aunque lo puedan machacar.
Ese algo existe, pero prefiero no llamarlo dignidad porque entonces parecería que es una obligación tenerla a solas, y no.
Lo que se tiene a solas es, a veces, no siempre y no puede ser jamás
exigible, es una insólita y nada resiliente sino más bien punzante
capacidad de resistir.
En ‘Humanidades en acción‘
(Rayo Verde Editorial) escribe la filósofa Marina Garcés: “Solo se
puede enseñar a pensar con valentía desde las condiciones materiales y
relaciones laborales dignas”. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?
Supongo que entiendo lo que quiere decir pero lo formularía de otra manera. Porque ese “solo” puede parecer que excluye
la capacidad de que hablábamos antes, la
de arder por dentro y resistir, de las personas machacadas.
Creo que cualquier persona desde cualquier condición puede enseñar a
pensar con valentía. Otra cosa será que pueda mantener esa actitud
durante un periodo largo sin desfallecimientos. Decía Juan Blanco que la
inteligencia es el hambre, con esta afirmación no se trata, desde
luego, de justificar las pésimas condiciones de trabajo de nadie. Se
trata, creo, de
no desdeñar el valor de quienes tienen poco o nada que perder, y que desde esa indigencia se lo juegan todo o casi todo.
Chomsky indicaba hace unos
días que el neoliberalismo es: «La razón básica de la ira, el
resentimiento y el desprecio por las instituciones políticas que están
barriendo gran parte del mundo». ¿Compartes esa opinión?
Sí y no. Es el problema con las frases aisladas de su contexto.
Centrándonos solo en ella, prefiero el término capitalismo, puesto que
nada sustancial ha cambiado. En algunas épocas hubo mayor excedente
debido a la explotación colonial y de género y al extractivismo sin
freno. Además, la existencia de otro sistema que podía ofrecer un
contraste aumentaba la presión para repartir algo más ese excedente. Son
estas condiciones las que han cambiado: los recursos escasean, las
antiguas colonias ofrecen mayor resistencia ante el expolio, ya no
existe la Unión Soviética, en fin, lo que sabemos.
Por otro lado, la ira es distinta del resentimiento y ambos son
distintos del desprecio por las instituciones políticas. Hace poco leí
un tuit de @halconfr quien recordaba a @lorcond cuando dijo: “sentir
rencor es como tener una piedra ardiendo en la mano y esperar que otra
persona se queme”. Hay un paso político que va del rencor, o el
resentimiento, a la ira, y de la ira a la organización hecha desde
arriba o desde abajo. No se puede comparar la ira de las élites
bolivianas amparadas por los Estados Unidos con la ira de la población
chilena. En cuanto a las instituciones políticas, a menudo lo que hay no
es desprecio sino lo contrario, una exigencia de que en verdad sean lo
que dicen ser pero no son.
En tu último libro ‘Ella
pisó la luna. Ellas pisaron la luna’ reivindicas a todas las mujeres
cuyos logros no han visto la luz. ¿Sigue ocurriendo en la sociedad
actual?¿Dejará de ocurrir? ¿Sigue ocurriendo?
Creo que es evidente. ¿Dejará de ocurrir? Como decía Gramsci, “lo único que se puede prever es la lucha”.
Nos marcó mucho ‘Deseo de ser punk’.¿Qué música crees que escucharía la protagonista en el momento actual?
Si fuera ella, si fuera Martina, creo que escucharía tal vez otras cosas pero también, seguro, la misma
música porque aunque haya cambiado, aunque ya no siempre crea lo que entonces creyó y a veces se lleve la contraria,
forma
parte de lo que es mantenerse leal a la música que la formó, en la que
encontró un código, ser leal a la Martina que fue y no dejar que
desaparezca.
Fuente: https://www.diagnosticocultura.com/entrevista-a-belen-gopegui/