Esta enfermedad puede ocasionar no solo daños económicos y ecológicos derivados de la muerte del arbolado sino drásticas restricciones al comercio y elevados costes de comercilización de la madera en los países donde el nematodo esté presente por las medidas de cuarentena que la Unión Europea obliga a tomar.
Se consideran hospedantes los géneros Abies, Cedrus, Larix, Picea, Pinus, Pseudotsuga y Tsuga, aunque su ataque sobre árboles vivos se limita a un número reducido de especies del género Pinus. En la Península entre las especies más sensibles se encuentran P. sylvestris, P nigra y P. pinaster, mientras que P. radiata y P. halepensis presentan una sensibilidad intermedia y P. Pinea parece ser resistente.
Bursaphelenchus xylophilus es originario de Norteamérica, donde no causa daños importantes porque las especies de coníferas nativas americanas son más resistentes. Fue introducido en Japón mediante madera infectada y allí se encontró con variedades mucho más sensibles; la enfermedad se detectó en 1913 pero B. xylophillus no fue asociado a ella hasta 1972. Los síntomas y daños hasta entonces eran atribuidos a la acción de insectos perforadores del género Monochamus.
Coleóptero del género Monochamus |
Existe una compleja relación entre el ciclo biológico del nematodo (organismo microscópico) y el de sus vectores del género Monochamus, coleópteros de la familia Cerambycidae.
El signo externo más aparente por el cual se manifiesta la enfermedad es por el marchitamiento general y amarillamiento de las acículas (hojas de los pinos). Aproximadamente un mes después de la infección se produce la muerte del árbol hasta un año después. El factor climático clave en el desarrollo, tanto del nematodo como de su vector, es la temperatura. Temperaturas elevadas (25ºC) y un déficit hídrico en la estación de crecimiento favorecen la intensidad y dispersión de la enfermedad
Bursaphelenchus xylophilus |
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