lunes, 12 de noviembre de 2012

Cincuenta años después

Mi padre fue piloto alemán durante la primera guerra mundial y mientras volaba en una misión de reconocimiento fue atacado por cazas franceses que ametrallaron su avión hasta averiarlo. Casi sin potencia en el motor, consiguió volar por encima de la frontera suiza y hacer un aterrizaje forzoso en un campo de heno ante la mirada atónita de los campesinos del lugar. Al término de la guerra, y después de su internamiento en la neutral Suiza, volvió a Alemania, continuó sus estudios, se licenció en geología y acabó emigrando a Estado Unidos.
  Medio siglo después de aquel incidente bélico, al final de su carrera como catedrático de geología en una importante universidad norteamericana, relataba su experiencia a un grupo de alumnos alrededor de un fuego de campamento, tras una jornada de trabajo de campo. En ese momento un alumno le interrumpió diciendo: "Déjeme terminar la historia". Ante el asombro de todos, el estudiante detalló correctamente cómo los campesinos habían encontrado muerto al observador que iba sentado detrás de mi padre, cómo habían sacado a mi padre del avión, aturdido pero ileso, y cómo le habían dado comida y agua hasta que la policiía suiza se lo llevó para internarlo. En su juventud el estudiante había oído relatar esa historia muchas veces a su madre, una de las chicas que estaba segando el heno en aquel prado de Suiza.

Gisela Cloos Evitt
Stanford, California


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