La originalidad absoluta e impoluta no es más que una ilusión; todas las grandes ideas habían sido pensadas y expresadas antes de que los fundadores convencionales las proclamaran a los cuatro vientos. Copérnico no invirtió el movimiento celeste él solo, ni Darwin fue el inventor de la evolución. Los grandes fundadores convencionales obtienen sus reputaciones justamente adquiridas porque se preparan para la acción, y captan todas las implicaciones de ideas que sus predecesores expresaron sin llegar a apreciar su poder revolucionario.
Todo académico sabe que varios científicos prominentes habían desarrollado complicados sistemas de pensamiento evolutivo antes de Darwin. Este no había ignorado a estos autores por mala voluntad, sino simplemente porque no había oído hablar de ellos. Las razones de esta justificada ignorancia refuerzan el papel de Darwin y nos ayudan a comprender la diferencia que existe entre limitarse a exponer una idea y comprender lo que puede llegar a significar y a hacer.
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La sonrisa del flamenco
Stephen Jay Gould
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