Un hombre que nunca haya sido elogiado: ¿qué aspecto tendría? ¿ Cómo caminaría? ¿Cómo viviría?
Un hombre que sea experto en vomitar elogios.
Uno que se bañe en charcas de elogios y vuelva a salir de ellas sucio.
Uno que con elogios lo envenene todo a su alrededor.
Uno que sólo sea sensible al elogio colectivo y no acepte para nada lo que le digan individualmente.
Un conservaelogios
Un digiereelogios.
Un tranformaelogios, todo cuanto oye se le reduce a una sola palabra que oye una y mil veces, hasta qu le estalla el tímpano y ya la oye solamente por la piel y la nariz.
Una liga de sibaritas que intercambien elogios.
Uno que, avergonzado por los elogios, decaiga y muera.
Uno que sabe que todo elogio es falso y ya no espera ninguno auténtico. Sin embargo, le resulta imposible contenerse y no escuchar.
Uno que se transforma según los elogios, ora es esto, ora aquello, y no es nada sin una palabra de elogio que apunte en una u otra dirección.
Uno que se pone su mejor traje para el elogio.
Uno que no hace absolutamente nada para que no se le escape ninguna palabra de elogio. Al final ya ni se atreve a abrir la boca por miedo a perderse algún elogio, y se muere de hambre.
Ya sólo dice lo que se ha dicho sobre él. Desde que la memoria le falla, lo lee en voz alta
Uno que clasifica a sus amigos por su pericia en elogiarlo.
Uno que se querella con quienes también elogian a otros.
Uno que sólo permite elogios telefónicos para que nada lo distraiga.
Uno que sólo quiere elogios que les correspondan a otros
Uno cuyo peso corporal aumenta según los elogios.
Uno que sólo se cree el elogio que todos los que quieren algo de él se le acercan con palabras de reproche.
Uno que afea cualquier retrato suyo
Una que sólo puede elogiar mientras la aman.
Uno que odia ferozmente el elogio porque otros también son elogiados.
Elogio en cantidad suficiente y, no obstante, insuficiente. Continuará
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Hampstead
Elias Canetti
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