Fernando Colina |
En este ambiente de estrecha cercanía muchos se encuentran como pez en el agua, y disfrutan teniendo a la gente cerca y yendo por la vida en grupo para combatir la amenaza siempre presente de soledad. Otros, en cambio, viven horrorizados bajo la presión y el peligro de sentir a los próximos tan cerca de continuo, como si, bastante antes que lo pueda hacer el virus anóxico, ya les faltara el aire para respirar. Algunos, incluso, seguro que sueñan con infectarse para por fin escapar de casa y cambiar de aires, aunque sea bajo el oxígeno de un hospital. Hasta ese punto lo exige su agobio y ese pellizco autodestructivo que todos guardamos en la faltriquera mental.
La función de proximidad va a ser un parámetro importante en el registro de la convivencia futura. De momento, divide a la gente con un criterio inédito. Unos, los llamados convivientes —palabra también rescatada del desuso—, viven con derecho a contacto y a una métrica corta y epidérmica. El resto, los sinvivientes —palabra desconocida, pero por otra parte exacta—, permanecen a uno o dos metros de distancia. Las consecuencias de este espaciamiento bimétrico, en caso de que se prolongue mucho, no sólo está llamado a modificar nuestros hábitos sociales sino que se proyectará también en la intimidad, en el corazón de cada uno. En el libro de la vida la piel es nuestra página principal, y sin que los demás la tienten será difícil incluirlos en nuestra novela personal. Sin tacto no hay escritura, pues nadie escribe sobre nosotros, y sin escritura no hay intimidad real. Sin tacto no hay amor, suscribieron los antiguos. Qué hayan de ser los amigos a uno o dos metros, eso está por ver. No hay precedentes en que nos podamos apoyar.
Si el nuevo juego de proximidad y distancia ha de tener importancia en el trato con las gentes, también tendrá su reflejo en nuestra relación con la realidad. Las grandes distancias puede que queden reducidas a la realidad virtual, y las cortas a la realidad material. La globalización se desarrollará probablemente con instrumentos digitales, algoritmos y visión empantallada, mientras que los desplazamientos físicos de los individuos, sea por ocio, por trabajo o por simple capricho, lo harán bajo un criterio de proximidad. La movilidad será más contenida y escasa. Volverá a ser absurdo coger el avión para ir a todas partes o dar la vuelta al mundo confinados en el casco de un navío. Amigos de proximidad, comercio de proximidad, viajes de proximidad. Esta es la cantinela que ya nos empiezan a facturar y que pronto despertará nuestras ansias de tener y comprar
Fuente: https://www.laotrapsiquiatria.com/2020/05/fernando-colina-la-proximidad/
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