Durante su visita a Barcelona en 1940, al jefe de las SS le robaron un maletín que nunca pudo ser recuperado y cuyo contenido ha generado todo tipo de especulaciones.
Heimrich Himmler a su llegada al aeródromo del Prat de Barcelona en octubre de 1940 (Foto: Arxiu Nacional de Catalunya). |
Jean Genet, que había visitado Barcelona en los años 30, quedó sorprendido por los barrios bajos de la ciudad y, además de participar de su vida criminal durante una época, acabó escribiendo algunos de sus recuerdos de esa experiencia en Diario del ladrón.
Años después del paso del escritor francés por Barcelona, la ciudad continuaba siendo un lugar peligroso. Que se lo digan si no al Reichsführer-SS Heimrich Himmler que fue víctima de un sonado robo, que no se sabe si fue un elaborado plan de los servicios secretos británicos o un trabajo de rateros de hotel.
Todo comenzó en octubre de 1940, cuando Heimrich Himmler visitó España invitado por las autoridades franquistas, que necesitaban la ayuda alemana para la reconstrucción del país. Por su parte, los nazis esperaban que la presencia de Reichsführer-SS ayudase a que Franco se implicase en la Segunda Guerra Mundial junto a las demás potencias del Eje.
Himmler en Montserrat. (Foto: ANC). |
Himmler entró al país por la frontera de Irún el 19 de octubre y, tras visitar San Sebastián, se dirigió a Burgos, donde cenó con Franco para, al día siguiente, dirigirse a Madrid. En la capital se reunió con Serrano Suñer, otra vez con Franco y asistió a una corrida de toros, espectáculo que, como se cuenta en este artículo de Agente Provocador, le espantó por ser excesivamente cruel.
Después de visitar el Museo del Prado y el Museo Arqueológico, el 23 de octubre viajó en avión a Barcelona. Aterrizó en el aeródromo del Prat donde fue recibido por las autoridades españolas y una representación de las juventudes hitlerianas en España y, a continuación, se trasladó con toda la comitiva al Pueblo español para ser testigo de un acto folclórico.
Himmler en la checa de Vallmajor. |
Protagonizado por los coros y danzas de la Sección Femenina de Falange Española, este evento sí que fue del agrado del Reichsführer-SS que, al concluir, se dirigió con sus acompañantes al Hotel Ritz, donde descansó brevemente antes de continuar con la agenda oficial. El Ritz era el hotel más lujoso de la ciudad, el más exclusivo y, por tanto, también el que se suponía más seguro para alojar a una personalidad como el líder nazi. No fue así.
Después de almorzar en el hotel, Himmler se trasladó a Montserrat, que era a lo que realmente había venido a España. Seguidor de leyendas paganas, de ritos esotéricos y convencido de que ese Montsalvat que se menciona en el Parsifal de Wagner era en realidad la montaña mágica catalana, el Reichsführer-SS quiso verla con sus propios ojos y preguntar a los monjes si era verdad que en el monasterio se conservaba el Santo Grial.
Himmler asiste desde la tribuna al acto folclórico de los Coros y Danzas de la Sección Femenina (Foto:ANC). |
Desde el primer momento los monjes se mostraron poco acogedores con el alemán y, con la excusa de que no hablaban el idioma, los máximos responsables del lugar ni siquiera hicieron acto de presencia, encargando a uno de los monjes que sí era germanoparlante, Andreu Ripol Noble, que recibiera a Himmler y le enseñase el lugar.
Según se cuenta, Ripol acabó harto del nazi, que se mostró chulesco, impertinente y muy insistente en su deseo de conocer los pasadizos que recorren la montaña y en ver personalmente el Grial. Su soberbia llegó hasta tal punto, que se atrevió a discutir con el monje la genealogía de Jesús que, según Himmler, no era judío sino ario.
Concluida la visita, el jefe de las SS regresó a Barcelona, visitó el consulado alemán, cenó en el Ayuntamiento y a eso de las tres de la mañana, tal vez por los efectos del Pervitin –un derivado de la anfetamina que los nazis consumían como si fueran gominolas–, pidió ver la checa de la calle Vallmajor, un antiguo centro de confinamiento republicano diseñado con modernas técnicas de tortura psicológica como, por ejemplo, un suelo irregular, bancos inclinados en los que resultaba imposible descansar y pinturas abstractas que generaban ansiedad.
Al día siguiente, Heimrich se despertó en el Ritz. Desayunó y, cuando se disponía a abandonar el establecimiento rumbo al aeródromo del Prat, descubrió que un maletín de su propiedad con importantes documentos había sido robado. Aunque se alertó a la autoridades locales, el alemán abandonó España sin la cartera y, a pesar de las investigaciones, nunca más apareció.
La desaparición del maletín de Himmler y los documentos que en él se contenían es uno de los grandes misterios de la Segunda Guerra Mundial. A punto de cumplirse ochenta años del hecho y pasados ya setenta y cinco de la muerte del jerarca nazi, no se ha podido saber quién cometió el robo. Se habló de ladrones de hotel, se especuló con un plan urdido por los servicios secretos ingleses que habían infiltrado agentes que se hicieron pasar por empleados del hotel e incluso se afirmó que en la operación había participado Bernard Hilda, director de orquesta belga de origen judío que había tenido que abandonar Francia por la ocupación nazi.
Miembro de la Resistencia Francesa, Hilda se radicó en Barcelona en los años 40 y fue una de las atracciones estrellas de la Parrilla del Ritz. Sin embargo, aunque como relato es estupendo y parecería sacado de una novela de espías, lo cierto es que el músico no estaba en Barcelona en octubre de 1940 sino que llegó a la ciudad dos años más tarde, huyendo de la ocupación nazi de París.
En todo este tiempo, también se ha especulado sobre qué podía contener el maletín de Himmler. Algunos autores sostienen que no eran documentos trascendentes para el desarrollo del conflicto, sino caprichos del Reichsführer-SS como planos de la montaña de Montserrat y de sus galerías, así como documentos sobre el Grial e información sobre el paso de los cátaros por la abadía.
De hecho son varias las novelas que, partiendo del robo del maletín, desarrollan historias de ficción en las que se dan cita nazis, magos, antifascistas y misterios esotéricos. Por ejemplo La orden negra (Plaza y Janés, 2015) de José Calvo Poyato. Este escritor egabrense parte del hecho histórico del viaje de Himmler a Barcelona y de la existencia de la orden de Thule para crear una historia ambientada en 2003 en la que una historiadora recibe una llamada de su amante que le informa que ha encontrado unos documentos en alemán que podrían ser valiosos. Cuando la mujer investiga, resultan ser justamente los que le habían robado a Himmler.
Otro de estos títulos inspirados en el robo de la cartera del jefe nazi es El mapa del creador (Roca 2008) en la que el escritor Emilio Calderón da un giro de tuerca más a la historia y, además de nazis, resistencia antifascista y la maleta de Himmler incorpora dos elementos imbatibles: Mussolini y Antonio Vallejo-Nájera Lobón, psiquiatra español afín al nazismo, defensor de la eugenesia y responsable de discutibles experimentos que le valieron el sobrenombre de «el Mengele español».
En la historia de Emilio Calderón, un detenido en el Campo de Concentración de Miranda de Ebro es sometido a extraños experimentos por parte de Vallejo-Nájera. Por ejemplo, la extracción del «gen rojo» que, según el médico, es lo que lo ha convertido en un ser antisocial. Enterada de este hecho, Montse, la sobrina del preso, decide robar el maletín de Himmler para chantajear a las autoridades franquistas.
Himmler asiste a un desfile militar en Barcelona (Foto: ANC). |
«En cuanto tuve conocimiento del viaje que Himmler tenía proyectado a Barcelona, y cuando pensaba hospedarse en el Ritz, ideé un plan», explica Montse en un pasaje de El mapa del creador y continúa: «hace veinte años, cuando mi tío Jaime se independizó, lo hizo en compañía de una doncella que le cedió mi abuela. Esa mujer, que se llama Ana María, quería a mi tío como a un hijo, aunque las malas lenguas dijeron que entre ellos llegó a existir una relación más profunda. Cuando mi tío se distanció por razones ideológicas de sus hermanos, y las cosas empezaron a irle verdaderamente mal en el aspecto económico, Ana María encontró trabajo como ama de llaves en el Hotel Ritz. Y allí ha trabajado desde entonces. Así que fui a hablar con ella y le conté lo que acababa de descubrir, que mi tío seguía vivo y que estaba siendo utilizado como cobaya de ese médico. Luego le propuse que me entregara una copia de la llave de la habitación que iba a ocupar Himmler y me proporcionara un uniforme de doncella, argumentando que entre los documentos que el Reichsführer guardaba en su maletín se encontraban probablemente algunos relativos a los experimentos que el doctor Vallejo-Nájera estaba llevando a cabo en Miranda de Ebro».
Una vez cometido el robo, Montse viaja con el maletín de Barcelona a Roma con intención de filtrar los documentos a la prensa e informar al mundo entero de la implicación de Franco en estos experimentos, con la esperanza de que se vea obligado a abandonarlos y, de rebote, mantenga su neutralidad en la Guerra Mundial. El problema es que la mujer no entiende alemán y desconoce si su plan podrá llevarse a cabo. De hecho, lo poco que ella entiende de los documentos es que algunos son planos de Montserrat.
En El mapa del creador Emilio Calderón se hace también eco de la versión más extendida de la historia, pero nada impedía que hubiera optado porque los documentos fueran relativos a una base de submarinos en el Maresme o un aeródromo de ovnis en el Tíbet. Como decía José Calvo Poyato a Europa Press cuando presentó La orden negra: «Se ha especulado mucho acerca de este robo, pero lo cierto es que no se ha averiguado nada, por lo que he tenido toda la libertad del mundo para poder imaginarme lo que pasó».
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