jueves, 10 de noviembre de 2016

El Precedente Filogenético

El siempre divertido Robert Sapolsky hace una digresión en su libro Why Zebras Don’t Get Ulcers acerca de la corrección política y las cosquillas. Dice que una vez leyó algo acerca de que a nadie le gusta que le hagan cosquillas, que todo va de poder y control de parte del que hace las cosquillas, especialmente cuando se trata de niños, y que el hecho de que se rían no indica placer sino que es algo reflejo, y que requerir ser cosquilleado es signo de subordinación y de amor a las cadenas, y enseguida aparecían palabras como «falocéntrico» y cosas así.

Los biólogos, una de las primeras cosas que hacen cuando se enfrentan a un problema es buscar el Precedente Filogenético para entender mejor el fenómeno humano, y eso es lo que hizo Sapolsky: ¿otras especies hacen esto? Porque si otras especies relacionadas hacen lo mismo, esto debilita los argumentos que dicen que ese fenómeno se debe a la cultura humana. Y resulta que a los chimpancés les encanta que les hagan cosquillas. Una de las primeras palabras que dominan los chimpancés que son entrenados para hablar el lenguaje de signos es «cosquillas» y una de las primeras frases: «Hazme cosquillas». En la universidad, Sapolsky trabajó con uno de estos chimpancés. El chimpancé componía la frase correctamente y Sapolsky le hacía cosquillas. Los chimpancés se encogen, se cubren las costillas y hacen una respiración característica cuando les hacen cosquillas. El chimpancé se paraba, recobraba el aliento y hacía un gesto como de que ya era demasiado. Entonces se le iluminaban los ojos y volvía a hacer la frase «hazme cosquillas».

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Tim Flach
«Kiss»
More Than Human
En el libro Macachiavellian Intelligence, Dario Maestripieri describe la sociedad de los macacos Rhesus (Macaca mulatta) y encontramos cosas muy interesantes en cuanto a otro tipo de precedentes filogenéticos. Estos macacos son unos monos de unos 5-8 kg. Los machos son 5-10 centímetros más altos y pesan 2-3 kg más que las hembras. Viven entre 20 y 30 años y las hembras alcanzan la pubertad a los 3-4 años de edad y los machos un año más tarde que las hembras. Pertenecen a los llamados monos del Viejo Mundo que comparten el 95% de los genes con los humanos, ya que nuestros ancestros y los de ellos se separaron hace unos 25 millones de años. Después de los humanos es probablemente la especie de primate más exitosa del planeta, en sentido reproductivo, ya que se adaptan a cualquier hábitat y su principal jugada ha sido precisamente prosperar entre humanos y vivir a nuestra costa, mientras que otros animales huyen de nosotros. Se estima que en el norte de la India la mitad de los macacos viven en pueblos, templos, ciudades, estaciones de tren, etc.

Los macacos Rhesus que más ha estudiado Maestripieri viven en la isla de Cayo Santiago, cerca de Puerto Rico, patrocinados por el National Institutes of Health (NIH) de los Estados Unidos desde donde se envían a centros de investigación ya que este macaco es uno de los animales más utilizados en investigación biomédica.

Resulta que los macacos siguen un patrón estacional en su reproducción, producen los niños en la estación del año en que la comida es más abundante. En Puerto Rico en concreto, los macacos tienen el sexo en primavera-verano y las crías en otoño-invierno. Esto quiere decir que las hembras están seis meses interesadas en las crías y nada en absoluto en el sexo. Los machos Rhesus experimentan una caída de testosterona en la estación de la crianza y pierden la libido. ¿Qué sentido tiene estar excitado todo el tiempo si las hembras no están interesadas? En una ocasión, Maestripieri y sus colaboradores administraron inyecciones de una hormona sexual, estradiol, a varias hembras durante la estación de la crianza. De repente, las hembras empezaron a estar interesadas en el sexo y perseguían a los machos y les acosaban con invitaciones sexuales. Los machos, sin embargo, no estaban interesados. En los Rhesus la motivación sexual de los machos se ha vuelto estacional, como la de las hembras.

Conviene señalar que los macacos son una sociedad matrilineal. Muchos animales tienen una tendencia natural a evitar el incesto, el sexo entre familiares cercanos, por razones genéticas. En los cromosomas llevamos dos copias de cada gen, una procedente del padre y otra de la madre. Los genes tienen variantes que se llaman alelos y eso hace que unos tengamos ojos azules, otros marrones y otros negros, por ejemplo. Algunos de esto alelos pueden ser perjudiciales pero la mayoría de estos son recesivos, es decir, sólo dan problemas cuando el individuo lleva dos copias de ese mismo alelo. Los alelos “malos” son raros en la población por lo que teniendo relaciones sexuales con un individuo cualquiera es difícil acabar con dos copias malas pero si el sexo ocurre entre familiares eso sería más probable. Así que para evitar el incesto los primates tienen un método que se llama dispersión y consiste en que cuando llegan a la pubertad uno de los dos sexos emigra (la tendencia a quedarse en el mismo lugar se llama filopatria: amor a la tierra paterna, en griego). En el caso de los macacos son los machos, mientras que en los chimpancés son las hembras y en cuanto a gorilas y orangutanes ambos se dispersan. En la mayoría de sociedades humanas son las mujeres las que se dispersan por lo que la filopatria suele ser masculina. Sin embargo en los macacos, como decíamos, los machos emigran y las hembras se agrupan en grupos de familiares llamados grupos matrilineales. Los machos no tienen familiares y quedan más aislados recayendo el poder en las hembras.


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K. West
 Así que las hembras Rhesus tienen la menarquia a los dos años y medio de edad, se emparejan y tienen un bebé seis meses después. Pero la mayoría de ellas no quedan embarazadas ese primer año y suelen tener el primer hijo un año después. A los tres o cuatro años de edad las hembras Rhesus todavía están creciendo y lo harán durante uno o dos años más. Pero para esa edad las hembras Rhesus ya están muy interesadas en los bebés y en cómo manejarlos. Cuando las hembra Rhesus tiene un año de edad y llega la época de los bebés, todas las hembras empiezan a parir y se muestran de inmediato muy interesadas en las crías. Las observan, huelen, tocan y tratan de cogerlas por unos segundos si es que la madre lo permite. A los machos de un año no les interesan en absoluto los bebés recién nacidos y están muy ocupados peleándose y persiguiéndose unos a otros. A los dos años de edad la diferencia entre machos y hembras es todavía mayor y luego se mantiene toda la vida.

Las chicas humanas también están más interesadas en los bebés que los chicos (3). Algunos antropólogos y psicólogos creen que esto es porque los padres animan a las niñas a jugar con muñecas y a los niños con camiones. Esto realmente pasa pero hay más cosas implicadas en este fenómeno que la socialización. Las chicas que tienen una condición llamada hiperplasia adrenal congénita, que se debe a una mayor exposición a andrógenos durante el embarazo, no muestran interés por las muñecas y tienen preferencias como las de los chicos en mayor medida (4). Las madres Rhesus no animan a sus hijas a jugar con los bebés o impiden que sus hijos jueguen con ellos pero la diferencia sexual está ahí. Y si das la opción a jóvenes Rhesus de que jueguen con muñecas o con camiones de juguete, ¿adivinas lo que ocurre? Pues que las hembras escogen las muñecas y los machos los camiones (5, 6).

  

Fuente: Monkey test shows gender choices (Is your brain male or female? BBC HORIZON)

La razón por la que las hembras jóvenes pueden estar biológicamente predispuestas a ser atraídas por los bebés —o por cosas que se les parecen—, quizá se deba a que necesitan tener experiencia antes de que se conviertan en madres. El interés por los bebés está probablemente cableado en sus cerebros, pero cómo ser una buena madre requiere aprendizaje. Así que entre el año de edad y los tres años, las hembras Rhesus miran lo que otras madres hacen con sus bebés y les cogen lo más posible (algunas llegan a raptarlos sin el permiso de la madre). Las hembras que consiguen más experiencia de pequeñas suelen ser mejores madres cuando nacen sus hijos (7).

De todo lo hablado podemos sacar la conclusión de que muchos fenómenos, como las cosquillas o el interés por los niños de las hembras, no son exclusivamente parte de la naturaleza humana, son parte de la naturaleza animal. Por lo tanto, pretender explicarlos con causas que incumben exclusivamente a los humanos, como la educación o la cultura, es insuficiente. No somos tablas rasas.



Fuente:  http://www.nextdoorpublishers.com/2016/11/el-precedente-filogenetico/

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