Malagón |
La emisión de gases de efecto invernadero marcha sobre
ruedas: ningún fabricante de automóviles respeta los límites de
emisiones que marca la UE, cuyos vehículos llegan a multiplicar por
quince el límite legal de lanzamiento a la atmósfera de componentes como
el óxido de nitrógeno que establece la norma Euro 6, según señala un estudio de la ONG Transport & Environment.
Eso significa que la renovación del parque móvil europeo
se está haciendo con automóviles que vulneran la normativa ambiental. Y
que a las autoridades estatales no les preocupa. De hecho, por las
carreteras y las ciudades de la UE circulan 29 millones de vehículos que
rebasan los límites de emisiones, un dato estremecedor si se tiene en
cuenta que en las últimas tres décadas, según el Banco Mundial,
el transporte es el responsable de entre el 19,9% y el 21,9% de las
emisiones de gases de efecto invernadero. Su aportación contaminante
supera en España el 34%, pasa del 33% en EEUU y rebasa el 38% en
Francia, mientras en Alemania se sitúa en el entorno del 20%.
El dato adquiere un tono alarmante cuando, según la
Agencia Europea del Medio Ambiente, la contaminación atmosférica causa
en la UE 430.000 muertes al año,
buena parte de ellas por contaminantes generados por el tráfico
automovilístico. Transport & Environment estima que el año pasado el
óxido de nitrógeno, “emitido principalmente por los motores diésel en
áreas urbanas, era responsable de unas 72.000 muertes prematuras en
Europa”.
Ninguno cumple los límites
“Ningún fabricante cumple con los límites de contaminación
establecidos en la normativa Euro 6 si tenemos en cuenta la conducción
real en carretera tanto de vehículos ligeros como de furgonetas”, señala
el informe, en el que la ONG ha analizado el funcionamiento de 230
modelos a partir de los datos recogidos en estudios oficiales de los
gobiernos de Alemania, Francia e Inglaterra.
El informe, realizado con motivo del primer aniversario del dieselgate,
el escándalo surgido al trascender que Volkswagen manipulaba a la baja
las mediciones de las emisiones de sus automóviles, indica que “los
fabricantes de vehículos diésel continúan contaminando incluso más que
la marca que desató el escándalo”. En este sentido, sitúa en la cabeza
de esta vergonzante clasificación a Fiat y Suzuki, cuyos vehículos
llegan a multiplicar por quince las emisiones legalmente tolerables de
Nox, seguidos de Renault--Nissan --14--, Opel --10-- Hyundai --7--5-- y
Mercedes --7--, mientras siete marcas se sitúan por debajo del
quíntuple: Volkswagen, Seat y Skoda la doblan, Audi y BMW la triplican y
Mazda y Honda la cuadruplican.
No obstante, en el caso de la compañía alemana, aunque
mejora notablemente en la clasificación con respecto al cumplimiento de
la normativa anterior --revisada tras el escándalo de los trucajes--, el
informe recoge que “cierto es que también es la marca con más
vehículos en carretera que superan los límites establecidos por la
normativa comunitaria Euro 5 (normativa anterior) y que fueron vendidos
entre 2011 y 2015”.
La mitad de esos 29 millones de vehículos contaminantes
están matriculados en Francia --5,5--, Alemania --5,3-- y el Reino Unido
--4,3--, países tras los que se sitúan Italia --3,1--, España --1,8 -- y
Bélgica --1,3--. Aquí suponen más del 10% de los automóviles diésel que
circulan por el país, según los datos de la Dirección General de
Tráfico.
Las emisiones casi se duplican tras Kioto
Estos datos se conocen un año después de la cumbre de
París, vigente desde el 4 de noviembre --tres años antes de lo
previsto-- aunque España todavía no ha puesto fecha para su adhesión
formal. En él, 195 países se comprometieron a limitar sus emisiones de
gases de efecto invernadero para evitar que a final de siglo el
calentamiento global supere los dos grados. Lo hicieron tras constatar
el fracaso del protocolo de Kioto, aprobado en 1997 y cuyo objetivo
básico era que entre 2008 y 2012 las emisiones fueran un 5,2% inferiores
a las de 1990.
En realidad, según un informe hecho público esta semana en Marrakech, que acoge estos días la secuela de la cumbre de París,
prácticamente se han duplicado: de 22.000 millones de toneladas en 1990
a 36.000 a partir de 2013, con una ralentización del aumento a nivel
planetario en la que conviven la reducción iniciada en EEUU y la UE a
partir de la crisis –y al que Rusia y Japón se han sumado los dos
últimos años-- con el incremento sostenido en India desde los años 80 y
vertiginoso a partir de la década posterior en China, que genera más de
la cuarta parte de las emisiones totales.
Global Carbon Project,
el grupo de científicos autor del documento, atribuye al viraje
energético de los chinos –menos carbón y más renovables-- esa
congelación de las emisiones en sus cifras récord, aunque sus gráficos
son ascendentes en la mayoría de las economías emergentes, como India,
Turquía, Sudáfrica, Brasil, Corea del Sur, México o Australia.
También consideran que una reducción del lanzamiento de
gases de efecto invernadero es todavía compatible con los objetivos de
París. De hecho, auguran un descenso de la temperatura global de hasta
2,3 grados a final de siglo si llega a producirse. Aunque también
alertan de que el incremento de las emisiones puede recalentar el
planeta entre 3,2 y 5,4 grados en esas ocho décadas y media, una
evolución de efectos catastróficos cuya magnitud está por calcular.
Récords de temperatura y de acumulación de CO2
La amenaza existe. Y crece, a la vista de las alteraciones
que sufre la meteorología, en la que cada vez son más frecuentes los
fenómenos extremos como sequías y lluvias torrenciales, y de las
advertencias de los expertos. Las estimaciones de la Organización
Meteorológica Mundial, que hace unas semanas ya alertó de que las
concentraciones de CO2 en la atmósfera habían alcanzado concentraciones
récord --400 partes por millón-- que tardarían décadas en descender por
sí solas, sitúan la temperatura media de este año 1,2 grados centígrados
por encima de la registrada antes de la revolución industrial, y
recuerdan que tres cuartas partes de ese calentamiento --0,88 grados--
se concentran en apenas un cuarto de siglo, a partir del periodo
1961-1990.
Mientras tanto, organizaciones como el Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente abogan
por un cambio radical en el ámbito energético, ya que consideran
necesario reducir las emisiones mundiales a 1.000 millones de toneladas
de CO2 en lo que queda de siglo.
Sin embargo, conductas como la tolerancia con las
emisiones de los automóviles, junto con otras como las trabas al
desarrollo de las energías renovables en países como España, apuntan a
que, en la práctica, las alertas y las propuestas de los científicos
difícilmente serán escuchadas y secundadas por los Gobiernos locales.
Por muchos protocolos que suscriban y a pesar de que prácticamente nadie
discuta ya que el planeta vive su primera crisis ambiental antropogénica, causada por el hombre.
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