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Elena Villanueva.
Foto cedida por la entrevistada
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La escena la explicaba con una imagen muy cruda un médico, consciente
de la situación: “Un día iremos por la calle y veremos a un señor
desplomarse delante de nosotros, porque un virus, rutinario años atrás,
ha logrado vencer a los antibióticos, ya que a la industria farmacéutica
no le resultó interesante económicamente invertir en esto”. Con la
industria farmacéutica nos pasa como con el alcantarillado, sabemos que
ese subsuelo es una zona necesaria de la realidad que nos rodea, pero a
veces salen malos olores e intuimos que algo no va bien por ahí, sin
llegar a entender del todo qué es eso que no funciona, en qué consiste.
¿Cómo respira y se alimenta ese gigantesco, poderoso y desconocido mundo
que se mueve bajo –o más bien sobre-- nuestros sistemas de salud?
Para responder esas preguntas CTXT se dirige a Elena Villanueva Olivo, coordinadora de políticas de ISGlobal y portavoz de
No Es Sano,
una campaña coral que nace de la preocupación de varias organizaciones
por sanear el modelo de innovación de los medicamentos, un bien público y
de salud, en manos actualmente de los intereses económicos de la
farmaindustria.
¿Cuánto cuesta la pastilla que nos sana?
Los precios de los medicamentos se fijan con una completa
arbitrariedad. No hay transparencia. En una negociación entre país y
empresa farmacéutica, si la capacidad de compra que tiene España es más
alta que la que tiene Egipto, el precio de un medicamento que pagará
España será más alto que el que pague Egipto y el que pague EE.UU., por
lo tanto, será todavía más alto.
¿Por qué no es transparente? Quiero decir, ahí hay unos presupuestos públicos...
No se llega a ese nivel de detalle, producto a producto. Y la
industria farmacéutica juega a “te lo vendo más barato que a Francia,
pero no digas por cuánto te lo vendo”. Y usando ese tipo de secretismo
estamos donde estamos hoy.
Hace unos días, en Francia, se ha publicado una carta de los
oncólogos franceses reclamándole al presidente que se tomen medidas para
que los precios de los tratamientos oncológicos se bajen, porque están
alcanzando precios escandalosos que van a poner al sistema de salud
francés, como al resto de sistemas de salud europeos, en la situación de
a quién tratar y a quién no tratar, porque los precios son altísimos.
En España lo vivimos hace no mucho con la hepatitis C…
El caso de la hepatitis C ha sido uno de los que más repercusión ha
tenido en España, pero no es el único. Es un caso que al trascender ha
mostrado por primera vez ante la opinión pública en España las
escandalosas formas en que la industria farmacéutica fija los precios.
Hemos pagado, mediante el sistema de salud pública, 25.000 euros por
cada tratamiento. Es una barbaridad. Incluso con el precio que se le
puso en Egipto, que fueron 900 euros, esto supondría el presupuesto que
tiene el Ministerio de Sanidad para 5 años. Para ponerles ese
tratamiento a todos los enfermos de hepatitis C que hay en Egipto, no
podría atenderse durante 5 años ningún otro tema de salud. Y te hablo de
900 euros, no de 25.000 que es lo que España pagó por tratamiento. Pero
es que 900 euros también es un precio muy caro para determinados
sistemas de salud. No podemos fijar los precios sobre la base de la
capacidad económica de un país.
La industria, una vez esto se ha mostrado públicamente, quiere hacer
creer que es una excepción, pero no lo es. Nosotros queremos insistir en
que estos altos precios fijados por la industria del tratamiento para
la hepatitis C lo serán en breve para el cáncer y ya lo son para el VIH y
otra serie de enfermedades neurológicas y cardiovasculares.
Alguien del sector farmacéutico le respondería ahora mismo lo costosa que es la investigación hasta llegar al medicamento...
El 80% de la investigación básica, que es la primera parte del
proceso de investigación, la hacen los institutos de investigación
públicos, lo que pasa es que la mayoría de los ensayos clínicos al final
del proceso, los centros de investigación públicos no tienen la
capacidad de hacerlos. Pero la investigación básica, que es la más larga
y compleja, es la que supone muchas horas de laboratorio hasta que das
con una molécula prometedora, y se hace desde lo público. Y una vez que
llega la molécula prometedora, llegan las farmacéuticas, la compran y
hacen los ensayos clínicos. Ellos lo que están pagando son los ensayos.
La verdadera investigación e innovación se está haciendo desde lo
público. Así que tenemos que cambiar el argumentario de que la
innovación la está haciendo la industria farmacéutica. Lo público,
instituciones y ciudadanos, están a merced de la industria farmacéutica.
Es el doble pago. Estamos financiando la investigación básica, la más
compleja, y se la vendemos a la industria cediendo todos los derechos
sobre ese producto, sin asegurarnos que luego se venderá a un precio
accesible para el ciudadano. Eso es incomprensible.
Por lo tanto, no se justifican estos precios por el coste de
investigación. Hay estudios que dicen que el tratamiento para la
hepatitis C, por ejemplo, se puede conseguir por un precio tan bajo como
100 dólares. Y entendemos y respetamos que la empresa tiene que tener
beneficios, pero deben ser unos márgenes de beneficio que sean
asumibles. No puede ser que el sector farmacéutico sea el sector
industrial con más márgenes de beneficios que existe y que no esté dando
a la sociedad los productos que necesita. Esto es lo que no es
asumible. Beneficios sí, pero beneficios que hagan que los sistemas de
salud tengan que elegir qué personas pueden ser tratadas y cuáles no, es
lo que no vemos lógico.
La salud operando bajo criterios comerciales…
En un mercado libre como el que tenemos pasa no solo con
medicamentos, pero en este caso es que estamos hablando de bienes
públicos de salud. No podemos hablar de esto como si fuese un producto
cualquiera. Y además, es que ni siquiera en otros sectores la diferencia
de precios es tan exageradamente brutal.
Necesitamos que esos precios sean transparentes, que la negociación
sea pública. Que tú le preguntes a tu Gobierno y sepas el porqué de los
acuerdos firmados y cuánto paga. Nos ha costado auténticos esfuerzos
conocer lo que se paga en España y en el resto de países. Y por qué la
Unión Europea no fija precios de forma conjunta y de forma transparente.
No puede ser que Alemania pague una cosa, España otra, etc. Eso crea
desigualdades dentro de la comunidad europea e incluso entre regiones
dentro de España.
Y hablamos de Europa, pero más abajo lleva pasando un tiempo.
En los países en desarrollo lo llevan sufriendo de forma más
alarmante desde la crisis del VIH-sida, desde finales de los 80,
principios de los 90. Muere mucha gente por el VIH y cuando se consigue
el tratamiento resulta que muchos siguen muriendo porque es un
tratamiento excesivamente caro, que se podría producir de una forma
muchísimo más barata, con genéricos. Entonces se producen movilizaciones
internacionales para pedir esto, pero no se hace porque no interesa
porque no hay niveles de mercado, son poblaciones sin capacidad
económica, y porque enfermedades crónicas como el VIH son para la
industria muy interesantes económicamente, porque son gente que va a
estar en tratamiento el resto de su vida si quiere sobrevivir. Un
tratamiento caro en una enfermedad crónica es un negocio asegurado. Esa
es una de las cosas por las que nosotros, como otras organizaciones,
hemos preguntado desde hace mucho tiempo por qué no hay una
investigación por parte de la industria para la vacuna contra el sida.
Pero no interesa mientras el negocio de las enfermedades crónicas esté
asegurado.
Si enfermas, más te vale que tu enfermedad sea rentable para otros.
Esto es lo que se conoce como la brecha 90/10 que hace que muchas
enfermedades queden totalmente desatendidas por falta de rentabilidad.
Por eso demandamos que el poder de la negociación y el poder de la
investigación pase del sector privado al sector público: que sea el
sector público el que maneje las reglas del juego, que en los últimos
años han perdido completamente.
¿De dónde viene esta falta de control por parte de lo público en un tema vital?
Es un proceso que viene de largo. No siempre fue así. Desde que se
produjeron las fusiones entre grandes empresas farmacéuticas en los años
90 se produjo un conglomerado, quedan 5 o 6 farmacéuticas que
monopolizan el mercado y la Bolsa, que se rigen por parámetros
absolutamente comerciales. Su único interés es obtener beneficios con un
gran margen, el interés sanitario queda totalmente aparcado. En 2002 la
OMC aprueba el acuerdo de propiedad intelectual por el que se
establecen patentes para productos farmacéuticos. En ese momento cambian
absolutamente las reglas del juego y del mercado. Y a partir de ahí la
cosa ha ido empeorando. Es algo único lo que pasa en la industria
farmacéutica que no pasa en ninguna otra industria. Además de lo
delicado del tema, porque estamos hablando de problemas de salud
pública, comparándolo con otras industrias, como la automovilística,
donde todos pelean por sacar un modelo nuevo al mercado, donde la
innovación es muy importante, donde se busca un coche con más motor, más
prestaciones, esto en la farmacéutica no se da. En los automóviles no
sucede que saques un modelo de coche, lo patentes y digas, durante 20
años nadie me puede copiar este avance. Esto no pasa, existe una
competencia, una continua mejora e innovación. En este sentido no se
justifica esta protección al sistema farmacéutico. Y sobre todo, esa
falta de transparencia en las conversaciones entre el sector privado y
los gobiernos. Creemos que eso es lo más preocupante.
Las patentes son, imagino, el soporte legal que permite ciertas prácticas dañinas.
No creemos que las patentes sean el único problema y el gran demonio.
Dar patentes de innovación a cosas que realmente sean innovación no
sería un problema. El problema es que se están dando patentes a cosas
que no son innovación. En los últimos 10 años, sólo el 25% de los
productos que han salido bajo patente son realmente innovadores, es
decir, sólo el 25% de los productos con esta licencia que los protege
aportaba algo que no aportara ya un producto existente. Eso es lo
verdaderamente peligroso. Si permitimos a la industria patentar durante
20 años productos que no aportan nada nuevo y tener unos beneficios y un
monopolio en el mercado, ¿cuál es el incentivo para que la industria
apueste por investigar productos innovadores que solucionen problemas de
salud? Ninguno. La patente no sería un problema si fuera para un
producto innovador que solucione un problema de salud pública. Y sucede
que, cuando una patente caduca a los 20 años, cuando se podría liberar
el producto con el abaratamiento que supondría, se les permite renovar
la patente con pequeñas modificaciones que no aportan ningún valor
añadido ni mejora y se alarga la patente otros 20, 10, 5 años, por lo
cual, sin hacer apenas inversión se están renovando monopolios durante
años y se desincentivan inversiones en la investigación que sí es
necesaria, para las enfermedades crónicas, para las cardiovasculares,
para el cáncer… El mercado de patentes como tal no funciona.
Si desde lo público pueden hacerse cosas, ¿por qué no se hacen?
La industria farmacéutica es el lobby más poderoso que hay. En EEUU
gastan más en lobby que la industria armamentística, que es bien
conocida. Invierte grandes cantidades de dinero en tener bien
representados sus intereses. Y nadie dice que no lo puedan hacer, lobby
podemos hacer todos, pero ¿de qué manera? A qué técnicas se están
recurriendo.
¿Hay experiencias de modelos alternativos fuera del gobernado por la industria farmacéutica?
Sí, las hay. Brasil es un caso. Cuando sucedió la crisis del sida,
que les afectó fuertemente, allí se decidió que iban a producir sus
propios medicamentos, no iban a importarlos. Tailandia también decidió
hacerlo así. Y gobiernos que en ese momento se sintieron con fuerza
decidieron que, o bien las farmacéuticas daban los tratamientos a un
precio más bajo, o bien los producirían de forma nacional. Es una de las
medidas que se pueden tomar. Los gobiernos tienen esa capacidad. Si hay
voluntad política puede hacerse. Brasil lo hizo y obtuvo buenos
resultados. Y no solo para el VIH, cuando decidieron hacer genéricos
para asegurar el tratamiento para todos los enfermos del país, sino que
ahora se está formando a médicos, se están distribuyendo
antirretrovirales por África, y no solo esto, sino que su propio modelo
de innovación es distinto al del resto de países europeos o EEUU. Y todo
este modelo distinto y más sano, se basa en que hay voluntad política.
También Argentina es algo diferente, la India es completamente
diferente, la llaman la farmacia de África porque es donde están la
mayoría de empresas de genéricos. Brasil y Argentina están incluso
reformando sus directrices de patentes para definir de forma más
restrictiva, entre otros, los conceptos de novedad y actividad
inventive para asegurarse que solo se patenta la verdadera innovación.
El problema es que se están firmando acuerdos entre la Unión Europea y
la India, entre EE.UU. y los países de la ribera del Pacífico, como es
el caso del TTP, que va a limitar la capacidad de esos países para hacer
lo que han estado haciendo hasta ahora por las reglas de propiedad
intelectual. EE.UU. y Europa, que son las sedes de las grandes
farmacéuticas están buscándole las vueltas a la situación para que estos
países que tienen otro modelo, dejen de operar como están operando.
Entiendo entonces, por los casos de Brasil, Tailandia o la
India que no es excusa para los gobiernos que todo esté globalizado y no
se pueda hacer nada, que hay margen de maniobra en lo local.
Hay margen. Es cierto que hay limitaciones dentro de la OMC, pero a
la hora de negociar individualmente con las farmacéuticas, existe ese
margen para hacer las cosas de otra manera. Dentro de la Unión Europea,
España tendría posibilidades de hacer cambios. Cada vez que se aprueba
qué medicamentos te cubre la Seguridad Social, ahí no te lo marca nadie,
tú puedes decidir qué medicamentos se cubren y cuáles no. Tú no
tendrías que cubrir medicamentos patentados que no aporten valor añadido
ninguno, si ya hay genéricos, libres de patentes. Eso no te lo marca
nadie desde fuera. Pero los políticos se excusan en que es un modelo
global, pero es eso, una excusa, porque realmente, como se ha visto en
otros casos, hay posibilidad de cambio.
¿Qué puede hacer el ciudadano?
Nosotros vemos una oportunidad en el hecho de que el ciudadano
europeo o norteamericano esté empezando a sufrir las consecuencias que
hasta ahora solo sufrían los ciudadanos de países en desarrollo. Es una
pena que tenga que sufrirse aquí, pero esperemos que eso nos haga
despertar y decir, ojo, que hasta ahora nosotros como europeos teníamos
aseguradas nuestras medicinas, y con el caso de la hepatitis C hemos
visto que no es así. Y ese argumento tan extendido, esa justificación
por parte del ciudadano, de que gracias a que las farmacéuticas gastan
mucho en investigación tenemos estas posibilidades, empieza a caerse.
Porque para empezar no gastan tanto en investigación, la mayor parte del
gasto es marketing, y se empieza a percibir que las prácticas no son
como deberían. Creemos que es un buen momento para que las cosas
cambien. Incluso Hillary Clinton en la campaña de Estados Unidos está
reclamando un cambio de modelo, cada vez está más claro que los precios
tienen que bajar. Está habiendo una presión social cada vez mayor para
que el modelo cambie.
Tenemos que pedir más cuentas al gobierno respecto a su relación con
el sector privado y exigirle transparencia al sector farmacéutico.
Tenemos que sospechar más, hacernos más preguntas. Si hay esa demanda
social, que hasta ahora no la ha habido porque el argumentario ha sido
muy bien controlado por la industria, realmente creemos que se pueden
propiciar cambios.
Nos poníamos en situación para ilustrar el estado del asunto con el caso de los antibióticos...
Los antibióticos que tenemos vienen desde hace décadas. Y como son
tratamientos que duran 3 o 4 días, las farmacéuticas no tienen prioridad
en invertir en ellos, no son tan rentables, por ejemplo, como la
diabetes, que es una enfermedad crónica en la que la persona va a tener
que estar el resto de su vida en tratamiento, es decir, pagando, de su
bolsillo o mediante los impuestos que financian el sistema público de
salud, depende del país. Entonces, ante la falta de innovación en
antibióticos, lo que nos encontramos es que estos medicamentos están
generando resistencias, hacen falta nuevos antibióticos. Desde hace 20
años sólo han salido dos nuevos a la luz, porque a la industria no le
parece interesante, pero los virus se van haciendo resistentes a los
tratamientos que tenemos. Hay un riesgo altísimo, hay informes de la OMS
que dicen que de aquí a 30 años no tendremos antibióticos para
tratarnos. Porque si lo seguimos dejando en manos de la industria, ellos
no lo van a hacer, porque no les resulta interesante comercialmente. No
podemos dejar que el sistema de innovación dependa de intereses
comerciales, porque entonces, no va a funcionar. No basta con que
subvencionemos la investigación, si no que haya investigación pública.
Todo esto da bastante miedo, la verdad.
No queremos alarmar, pero creemos que la gente debe ser consciente de
a lo que se enfrenta. Los políticos, la ciudadanía y los medios han de
ser conscientes del problema al que nos enfrentamos y de los riesgos que
conlleva no cambiar este modelo. Es un tema desconocido porque es
complejo y eso hace que los medios no lo traten, porque es difícil
tratar algo tan complicado en poco espacio, pero es necesario.
Fuente:
http://ctxt.es/es/20160427/Politica/5714/industria-farmaceutica-medicamentos-negocio-investigacion-Espa%C3%B1a.htm