En enero de 1986 se llevó a cabo un experimento en Rusia donde 11 hombres seleccionados debían ir a la cama, acostarse y quedarse en ella un año entero. 370 días y noches en la misma posición sin poder levantarse ni sentarse. Esta es su historia.
Foto: Boris Morukov / NASA |
La propuesta de Morukov se hizo realidad debido a
que no hay ninguna posibilidad en la Tierra para mantener un cuerpo en
tales condiciones durante un período prolongado. Por tanto, debía ser
simulado, y el método más simple que encontró fue el de colocar a los
sujetos de prueba en una cama con una cabecera ligeramente inclinada en
un ángulo de seis grados.
Viviendo en la cama 370 días
Si bien los primeros experimentos y estudios de
este tipo fueron de tan sólo unos días, los posteriores iban aumentando
el tiempo hasta semanas o incluso meses, nunca antes los 370 días que 11
sujetos estaban a punto de experimentar. La idea ya estaba en marcha y
su propósito también, aunque con un nuevo añadido a la ciencia:
experimentar nuevas formas de prevención ante la degeneración del cuerpo
humano en un estado de continuo reposo.
Para convencer a los “aspirantes” se les habló de
lo importante que sería el experimento en el futuro y de la gran
contribución a la ciencia que supondría. Además, se les condecoraría y
les prometían un coche a cada uno.
De los 11 hombres rusos que comenzarían el
experimento, sólo uno no lo terminó, renunciando al mismo después de
tres meses. Una vez en la cama, los sujetos llevaban a cabo ejercicios
de entrenamiento de peso acostados. Aunque sólo a cinco de ellos se les
permitió hacer estos ejercicios tras cuatro meses en la cama. El resto
de tareas ordinarias que haríamos en la Tierra, lo harían en la cama:
lavarse, comer, leer, escribir o “ir al baño”.
Tras el cuarto mes, el octavo mes y el final del
estudio, a los sujetos se les introducía en una centrifugadora que les
sometía desde la cama a ocho veces la fuerza “G”, lo que supondría una
experiencia similar a la llegada a la Tierra. Un tipo de aceleración que
se encuentra al final de un vuelo espacial cuando la cápsula vuelve a
entrar en la atmósfera de la Tierra. Tras el fin del proyecto, todos
pasaron a un período de dos meses de rehabilitación donde debían volver a
aprender a sentarse o caminar.
Aún así, el resultado final del experimentó indicó
que peor que la tensión en los cuerpos fue el estrés psicológico al que
fueron sometidos. Los hombre fueron seleccionados en grupos de tres
habitaciones diferentes, cuartos donde pasaron la mayor parte del tiempo
viendo la televisión o leyendo, aunque también existieron programas que
luego se pararon como la posibilidad de aprender un idioma durante la
“estancia”. La comida servida estaba racionada y en latas al igual que
la de un astronauta. El aburrimiento y los continuos exámenes médicos
también produjeron tensiones entre los sujetos, donde Morukov llegó a
explicar que tuvo que separar a algunos de ellos porque ya no se
soportaban.
En cuanto a los sujetos en sí, los participantes
tenían entre 27 y 42 años e incluso varios de ellos fueron los propios
médicos implicados en el proyecto. La gran mayoría tenían familia,
esposa e hijos, a los que se les permitía verla el domingo de cada
semana. Para Morukov, según diría meses después, el resultado arrojaba
luz sobre el estudio de la mejora del metabolismo del calcio, lo que
beneficiaría a los futuros vuelos al espacio prolongados.
Boris Morukov moriría este año de muerte súbita, el 1 de enero, a los 64 años de edad.
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