Un día de caza por los Alpes, acompañado de su perro, observó como el pelaje de éste y su propio pantalón tenían incrustados cientos de semillas de bardana (Arctium lappa), una planta corriente en aquella zona. Al observarlas con detenimiento constató el porqué de la capacidad de sujeción de estas semillas, sus puntas eran en realidad unos ganchos diminutos.
Inmediatamente pensó en replicarlo en un sistema de cierre con dos cintas; una de ganchos y otra de un tejido donde estos pudieran anclarse. La palabra "velcro" proviene del francés por la contracción de "velours" (terciopelo) y de "crochet" (gancho). En un principio decidió emplear el algodón pero la escasa vida útil del material le hizo decidirse por el nylon. Replicar la otra mitad del tejido era una tarea más complicada ya que debía emplear un material resistente y que no se desgastara rápidamente con los tirones de los ganchos.
Ocho años de trabajo le permitieron encontrar los ganchos necesarios y otro año adicional para decidir que el poliéster sería el tejido de la otra parte de su invento. En 1951 presentó la solicitud de patente en su país, que le fue otorgada cuatro años después. En ese intervalo hizo lo propio en e resto de Europa y Estados Unidos, dando a conocer su invento bajo el nombre de "cierre sin cierre". La industria textil fue poco receptiva en un primer momento porque entendía que el cierre estaba hecho de material sobrante.
En los años sesenta la industria espacial norteamericana empieza a aplicarlo, de ahí la confusión de que fueran ingenieros norteamericanos los responsables del invento. Su empleo en uniformes militares, que requerían comodidad al tiempo que resistencia, popularizó de forma inmediata su uso.
(Flores secas de bardana) |
Enrique José Díaz León
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