Los huesos largos siguen creciendo a lo largo y a lo ancho hasta que llegamos al final de la puebertad, pero, si algo ralentiza el desarrollo, esa interrupción nomalmente se puede ver en su estructura interna. La materia ósea se añade en sentido longitudinal. Los huesos en crecimiento tienen una cabeza en los extremos; cuando esa cabeza se sella, el hueso deja de crecer. Si algo obstaculiza ese proceso, el hueso no se deposita de manera normal, sino que se añade en forma de líneas o franjas cada vez más densas en paralelo a la placa de crecimiento. Ese "balbuceo", que se ve en las radiografías, indica que algo ha afectado temporalmente al crecimiento de los huesos largos, aunque no nos dicce qué ha sido. Puede tratarse de algo tan simple como una infección, por ejemplo varicela o sarampión, o incluso una época de desnutrición. Esas marcas son conocidas como líneas de Harris. Una vez termina el episodio, el crecimiento vuelve a ser nomal y, con el tiempo, el cuerpo reabsorbe esas líneas paralelas blancas como si nunca hubieran existido.
Una vez, en un depósito de cadáveres, examinaba una mezcla de huesos que había que investigar. Estaba bastante claro que todos eran animales y, después de confirmarlo, me dispuse a salir enseguida de la sala, donde se estaba haciendo otra autopsia. El cuerpo era de un niño de no más de diez u once años que, según me confió el patólogo, casi seguro que se había ahorcado él mismo. Rara vez se ven suicidios en niños tan pequeños, afortunadamente, y, por lo visto, a su familia y amigos les estaba resultando dificilísimo aceptar esa explicación, porque no había indicios de ninguna enfermedad o preocupación que pudiera estar agobiándolo. Parecía normal, parecía feliz y tenía toda la vida por delante. La policía había dicho que era de "buena" familia y que no había señales de maltrato de ningún tipo, ya fuera psicológico, físico o sexual.
El forense puso en la pantalla una radiografía de las extremidades superiores del chico y luego una de las inferiores. Buscaba fracturas, actuales o reparadas, para ver si era posible que existiera un historial de maltrato físico. Recuerdo que, sin que nadie me lo pidiera, dije "qué interesante" al distinguir tres o cuatro líneas de Harris muy claras en los extremos inferiores tanto del radio como de la tibia. El espacio entre las líneas, que indicaba que el crecimiento había vuelto a ser normal durante un tiempo antes de interrumpirse de nuevo, parecía sugerir que se había producido algún tipo de alteración repetida a intervalos. El forense me preguntó qué creía yo que podía sigificar aquello. No puede aportar mucho, salvo quizá la idea de que podía deberse a una enfermedad recurrente. Nunca imaginé el rumbo que acabaría tomando el caso y, de hecho, jamás lo habría sabido de no ser porque el forense me lo contó mas adelante en un bar durante un congreso.
La policía habló con la familia y con su médico de cabeera, y determinó que el niño había sufrido episodios repetidos de enfermedad o agitación que no fueron detectados ni documentados. Se había suicidado justo antes de que su madre y su padre se fueran de vacaciones y surgió la duda de si eso podía ser relevante. Los progenitores explicaron que, como regentaban un hotel en la costa, normalmente no podían descansar durante las vacaciones escolares, así que, desde hacía cinco años, se iban unos días de vacaciones ellos solos durante el curso mientras el abuelo paterno cuidaba del niño. Entonces el padre se desmoronó y confesó que su propio padre había abusado de él cuando era pequeño. Creía que era cosa del pasado, pero ahora temía que la historia se hubiera repetido y que el abuelo hubiera abusado del nieto. La policía interrogó al abuelo y, después de encontrar en su casa imágenes de abusos sexuales infantiles, finalmente reconoció que eso era lo que había pasado.
Las líneas que se veían en la radiografía podían ser la respuesta del cuerpo del chico al miedo y la tensión que sentía ante la inminente visita del abuelo y lo que tendría que soportar cuando sus padres no estuvieran. Puede que esa última vez estuviera tan angustiado que prefiriese quitarse la vida con un trozo de cuerda antes que volver a enfrentarse al trauma o revelar a alguien su oscuro secreto. La horrible historia del chico salió a la luz demasiado tarde como para ayudarlo, y solo pudo aclararse gracias a unas pequeñas líneas blancas en las radiografías de los huesos largos.
El tiempo y la edad nos otorgan cierta perspectiva para reflexionar de forma más lúcida sobre nuestras vidas y sobre los posibles recuerdos traumáticos infantiles que pueden haber quedado plasmados en nuestros huesos. La reparación y la remodelación biológicas pueden hacer desaparecer la huella física, pero las cicatrices psicológicas son mucho más difíciles de borrar...
Escrito en los huesos
Los recuerdos que custodia nuestro esqueleto
Sue Black
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