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miércoles, 30 de noviembre de 2022
Sola
Las caracteristicas del fascismo, según Umberto Eco
"Una de las características más típicas del fascismo histórico fue la apelación a una clase media frustrada, una clase que sufría una crisis económica o sentimientos de humillación política, y atemorizada por la presión de los grupos sociales más bajos. " Umberto Eco
En un ensayo publicado en New York Review of Books, Eco destiló los 14 elementos típicos del “Ur-Fascismo o Fascismo Eterno”, al tiempo que advirtió que, “Estas características no se pueden organizar en un sistema; muchos de ellos se contradicen y son también propios de otras formas de despotismo o fanatismo. Pero basta con que uno de ellos esté presente para permitir que el fascismo se coagule a su alrededor ”.
1- El culto a la tradición. “Uno solo tiene que mirar el plan de estudios de cada movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se nutrió de elementos ocultistas tradicionalistas, sincréticos ”.
2-El rechazo al modernismo. “La Ilustración, la Era de la Razón, se ve como el comienzo de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo se puede definir como irracionalismo ”.
3-El culto de la acción por la acción. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas. Desde la declaración atribuida a Goebbels («cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola») hasta el uso frecuente expresiones como «cerdos intelectuales», «estudiante cabrón, trabaja de peón», «muera la inteligencia», «universidad, guarida de comunistas», la sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. El mayor empeño de los intelectuales fascistas oficiales consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales.
4-El desacuerdo es traición. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Fascismo, el desacuerdo es traición.
5- Miedo a la diferencia. El Fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Fascismo es, pues, racista por definición.
6- Apelar a la frustración social. “[…] Una de las características más típicas del fascismo histórico fue la apelación a una clase media frustrada, una clase que sufría una crisis económica o sentimientos de humillación política, y atemorizada por la presión de los grupos sociales más bajos.
7-La obsesión por una trama. “Los seguidores deben sentirse sitiados. La forma más sencilla de resolver la trama es apelar a la xenofobia ”. El Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país. Es éste el origen del «nacionalismo».
8- El enemigo es a la vez débil y fuerte. “[…] Los seguidores deben estar convencidos de que pueden vencer a los enemigos. Por lo tanto, mediante un cambio continuo de enfoque retórico, los enemigos son al mismo tiempo demasiado fuertes y demasiado débiles ".
9-El pacifismo es pactar con el enemigo. “Para el Ur-Fascismo no hay lucha por la vida, sino que la vida se vive para luchar”.
10- Desprecio por los débiles. El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrático. En el curso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas han implicado el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede evitar predicar un «elitismo popular». Cada ciudadano pertenece al mejor pueblo del mundo, los miembros del partido son los ciudadanos mejores, cada ciudadano puede (o debería) convertirse en miembro del partido pero no puede haber patricios sin plebeyos. El líder, que sabe perfectamente que su poder no lo ha obtenido por mandato, sino que lo ha conquistado con la fuerza, sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, tan débiles que necesitan y se merecen un «dominador». Puesto que el grupo está organizado jerárquicamente (según un modelo militar), todo líder subordinado desprecia a sus subalternos, y cada uno de ellos desprecia a sus inferiores. Todo ello refuerza el sentido de un elitismo de masa.
11-Todo el mundo está educado para convertirse en héroe. “En la ideología fascista, el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo está estrictamente ligado al culto a la muerte ”.
12-Machismo y Armamento. “Este es el origen del machismo (que implica tanto el desprecio por las mujeres como la intolerancia y la condena de los hábitos sexuales no estándar, desde la castidad hasta la homosexualidad). Dado que incluso el sexo es un juego difícil de jugar, el héroe fascista tiende a jugar con armas; hacerlo se convierte en un ejercicio fálico sustituto ".
13-Populismo selectivo. “Existe en nuestro futuro un populismo televisivo o de Internet, en el que la respuesta emocional de un grupo selecto de ciudadanos puede presentarse y aceptarse como la Voz del Pueblo. Para el Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». El pueblo, de esta manera, es sólo una ficción teatral.
14- El Fascismo habla la «neolengua». La «neolengua» fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial
jueves, 24 de noviembre de 2022
Memoria de chica
Ella, 2007 Gerhard Richter |
Hay seres que se ven anegados por la realidad de los otros, su manera de hablar, de cruzar las piernas, de encender un cigarrillo. Atrapados en la presencia de los otros. Un día, más bien una noche, se dejan arrastrar por el deseo y la voluntad de un único Otro. Lo que creían ser se desvanece. Se disuelven y miran cómo obra, cómo obedece, arrastrado por el curso desconocido de las cosas, su reflejo. Van siempre por detrás de la voluntad del Otro. No la alcanzan nunca. Les lleva siempre un tiempo de ventaja.
Ni sumisión ni consentimiento, solo el asombro ante la realidad que hace que uno se diga simplemente "qué me sucede"o "me está sucediendo a mí", salvo que en esa circunstancia ya no hay un yo, o ya no es el mismo yo. Únicamente existe el Otro, amo de la situación, de los gestos, del momento siguiente, que solo él conoce.
Luego el Otro se va, has dejado de gustarle, ya no te encuentra el menor interés. Te abandona a la realidad. Solo se ocupa de su propio tiempo. Estás solo con lo que ya es tu costumbre, la de obedecer. Solo en un tiempo sin amo.
A otros les resulta entonces fácil embaucarte, precipitarse en tu vacío, no les niegas nada, apenas los notas. Esperas al Amo, que te conceda la gracia de tocarte al menos una vez. Lo hace, una noche, con los plenos poderes sobre ti que todo tu ser ha implorado. Al día siguiente ya no está. Qué más da, la esperanza de volver a encontrarte con él se ha convertido en tu razón de vivir, de vestirte, de cultivarte, de aprobar los exámenes. Volverá y serás digno de él, más aún, lo dejarás boquiabierto con la diferencia de belleza, sabiduría, seguridad, entre tú y el ser indiferente que eras antes.
Todo lo que haces es para el Amo que has elegido en secreto. Pero, sin darte cuenta, al trabajar para acrecentar tu valor, te alejas inexorablemente de él. Te das cuenta de tu locura, no quieres volver a verlo nunca más. Te juras olvidarlo todo y no contárselo a nadie jamás.
Humanismo contra el consumo (que nos consume)
El enfoque humanístico debe actuar como dique de contención, pensamiento alternativo y voz contra el discurso hegemónico, que es el de seguir la corriente y soportar: necesitamos apelar a la reflexión frente al imperio del consumo rápido.
Ilustración original por Julie de Graag (1877-1924). |
Comencemos por una constatación neurológica: el desarrollo de nuestro cerebro, así como de sus conexiones sinápticas, depende en gran medida de los estímulos que proceden del ambiente en el que ese cerebro se desenvuelve. Si tenemos en cuenta que las principales conexiones neuronales –que después se irán desarrollando a lo largo de la vida– quedan constituidas en la adolescencia, deberíamos hacer mucho hincapié en la cantidad y calidad de estímulos a los que nuestro cerebro está sujeto en edades tempranas: en cómo estamos educando a nuestros niños, niñas y jóvenes.
Se ha recalcado hasta la saciedad que nuestro cerebro se caracteriza por su plasticidad; es decir, por la capacidad para adaptarse a nuevos registros estimulares y contextuales, para adaptarse al cambio. Ahora bien, también es cierto que a nuestro cerebro le cuesta mucho desaprender ciertos hábitos y conductas que ha introducido como recurrentes en su normal funcionamiento. Ya apuntó Aristóteles hace más de dos milenios que el hábito (ἕξις) es el principio configurador de nuestra vida. Por esta razón, en una sociedad dominada por la hipertrofia de nuestra atención, a la que exponemos a una cantidad ingente de estímulos de toda clase, deberíamos plantearnos seriamente qué ventajas e inconvenientes encierra un modo de desarrollo biográfico y social en el que priman la inmediatez y la rapidez en cualquier proceso vital. A nuestro alrededor, todo gira en torno a un consumo desbordado, presentista y constante, que nos introduce en una peligrosa y perversa dinámica devoradora y compulsiva.
De hecho, podríamos postular que los límites y fronteras del tiempo cronológico se han desdibujado. Ya no medimos el tiempo en segundos, minutos u horas, sino en cantidades que, si bien asociadas al tiempo, pueden ponderarse en base a cuántas unidades o porciones de algún producto consumimos: podcasts, películas, series, libros, aprendizaje de idiomas, viajes o incluso relaciones sexuales. La tiranía neoliberal del número, del cuánto, ha eclipsado a la importancia del cómo, es decir, del modo en que se hacen las cosas. No interesa la manera en que se desarrolla la vida, sino cuántas cosas cabe consumir en la vida. En paralelo, se está perdiendo la profundidad de ciertas actividades que exigen un tiempo que no esté sujeto a las prisas para desarrollar todas sus potencialidades: la tiranía de la velocidad encierra la tiranía del continuo consumo y de la permanente producción.
Silenciosamente, los aparatos que empleamos a diario de manera tan inocente como inconsciente han introducido y estandarizado una dinámica de consumo de nosotros mismos. Exponer nuestra atención a una cadena sinfín de estímulos, cada uno de los cuales ha de ser procesado por nuestro cerebro a marchas forzadas, debilita la capacidad no sólo para detenerla, sino también –y sobre todo– para cuestionarla. Algo que, incluso, tiene efectos morales, políticos y éticos en la sociedad: el pensamiento discrepante, crítico o disidente queda condenado o señalado. El sujeto que no se «adapta» a los tiempos y a las cadencias de la vida occidental es tachado de inadaptado, de individuo «incapaz» que no ha logrado introducir en su vida las «necesidades» de «los nuevos tiempos».
Es esta la tiranía de un progreso mal entendido, de un totalitarismo de la estupidez, la superficialidad y la consiguiente imposibilidad para ahondar en nuestras experiencias. Bajo el imperativo de la rapidez y de la inmediatez resulta difícil, cuando no incluso excéntrico y hasta vituperable («no has sido capaz», «no estuviste a la altura», «no alcanzaste los estándares»), intentar hacer esas experiencias más lentas para disfrutarlas y degustarlas; es decir, para encontrar el tiempo propicio para cada una de ellas. El amor, el paseo, la lectura o la escritura, afortunadamente, no exigen el mismo orden temporal que comprobar cuántas notificaciones tenemos en Twitter o Instagram. Y sin embargo, todas las experiencias de la vida que nos alejan de esta mecánica de las prisas corren el riesgo de ser seducidas por –y reducidas al– patrón consumista; con ello, sucumbimos a la dolorosa amenaza de acabar igualmente consumidos en medio del estrés, la angustia y la tristeza por no poder alcanzar «lo exigido» y «lo esperado». Lo realmente preocupante de la imposición de tales velocidades es que hemos introducido la aceleración y la urgencia en procesos que, esencialmente, responden a otras necesidades temporales, como la lectura, la escritura, la escucha de música, la contemplación de un paisaje o las relaciones personales. Y por supuesto, la política: la polarización y los extremismos están servidos cuando no existe tiempo para pensar.
Entonces, aparecen los libros de autoayuda, con sus dulzonas promesas para hacernos «entrar en razón» y adecuar nuestras vidas a lo que se espera (y se exige) de nosotros. La psiquiatra Marta Carmona y el médico Javier Padilla lo han señalado y denunciado de forma contundente y certera en su muy recomendable libro Malestamos. Cuando estar mal es un problema colectivo (Capitán Swing): «Si el sufrimiento psíquico se entiende como desadaptación y se trabaja para que el sujeto pueda volver a adaptarse al mundo, es fácil incurrir en hacerle adaptarse a una situación inadmisible». Aluden, después, a una incómoda y potencialmente insoportable tensión «entre un sistema cada vez más invivible y un planteamiento del sufrimiento (y de la ayuda frente a él) que no es capaz de plantear una enmienda a la totalidad de ese sistema enfermante».
Ya lo había indicado muy apropiadamente Mark Fisher en su fundamental Realismo capitalista (Caja negra): «No hay una cura privada para tus problemas. Ese malestar solo puede tratarse construyendo a su alrededor relaciones más potentes que las fuerzas que lo producen». No seré yo quien caiga en una insuficiente y exclusiva denuncia de las estructuras socioeconómicas: el sujeto también tiene responsabilidad. Ahora bien: responsabilidad, no culpa. El actual estado de nuestras vidas, que se desenvuelve en un incómodo (pero paradójica y dolorosamente soportable) malestar, ha de dar paso a soluciones de carácter social y comunitario auspiciadas por un cambio en la manera en que pensamos y acogemos nuestras vidas a nivel individual.
Para ello, educadores, profesores, familias y profesionales de la cultura debemos tomarnos en serio cuánto nos va en ello. Y nos va, nada más y nada menos, la homogeneidad de pensamiento y la incapacidad para generar opciones divergentes a lo establecido. Lejos de las estrategias mercadotécnicas y económicas, que exigen a la ciudadanía una capacidad de adaptación permanente y lacerante y una competencia de consumo para estar «a la altura de los tiempos», deberíamos remarcar el valor de un humanismo que se ocupa de los asuntos comunes. Y luchar, sin descanso, por que el enfoque humanístico (en la impartición de cualquier asignatura y en cualquier proceso educativo) actúe como dique de contención, como pensamiento alternativo y como voz contra el discurso hegemónico, que es el de seguir la corriente y soportar; es decir, el de consumir mientras somos consumidos y, a la vez, desarrollar una capacidad «resiliente» que nos haga aguantar esa invivible e inhabitable cadena predatoria. Basta de recetas felicifoides, falsas y pervertidoras.
Si de algo carecemos, precisamente, es de alternativas frente al imperio de las prisas y de la inmediatez, del consumo y la producción. El tiempo de «aguantar» y «resistir» ha acabado. Necesitamos un tiempo de construcción (o reconstrucción), de apelar a la reflexión como forma de acción frente al imperio del consumo rápido, que exige que vayamos de deseo en deseo como si de productos se tratara. Podemos y debemos educar nuestro deseo. Y nada habrá jamás más poderoso que una voluntad que no solo desea, sino que sabe por qué y cómo quiere desarrollar y satisfacer su deseo. Nadie habrá más convincente que quien se toma el tiempo para perder el tiempo: para pensar en cómo y por qué actuar.
Fuente: https://ethic.es/2022/10/humanismo-contra-el-consumo-que-nos-consume/
martes, 22 de noviembre de 2022
Amor y exilio
Isaac Bashevis Singer |
... Tuve ocasión de ser testigo del abismo de la degradación humana y de la angustia judía. Una pandilla de gamberros había subido al vagón de tercera clase que iba atestado de pasajeros judíos, pobre gente que viajaba con sacos, bultos y cajas. Los gamberros no tardaron en reparar en ellos. Primero los insultaron empleando toda clase de viles epítetos. Repetían una y otra vez que todo judío era un bolchevique, un troskista, un espía soviético, un asesino de Cristo, un explotador. Yo observaba, a la luz de la pequeña lámpara que colgaba del techo, a aquellos "explotadores", personas rotas y harapientas, la mayoría de las cuales viajaban de pie o bien acuclillados sobre sus bultos. Los gamberros habían empezado por desalojar a los pasajeros judíos de sus asientos y tumbarse en los bancos. Uno de ellos se jactaba de haber sido oficial durante la guerra. Varios jóvenes judíos, que salieron en defensa de los injuriados, manifestaron que también soldados judíos habían luchado en el frente y sufrido muchas bajas, pero los gamberros los acallaron con sus gritos, lanzándoles un aluvión de insultos. Pronto pasaron de las palabras a los actos. Agarraron a los judíos por la barba y los zarandearon. A una anciana judía le arrancaron la peluca, y a continuación se pusieron a pisotear las pertenencias de los pasajeros. Aunque a los jóvenes judíos le habría resultado fácil propinarles una buena paliza, no ignoraban cómo terminaría todo. Había soldados viajando en los demás vagones, y una pelea habría acabado en un baño de sangre.
domingo, 20 de noviembre de 2022
Santiago Beruete: “Todo indica que asistimos al final de un ciclo”
El escritor y filósofo Santiago Beruete |
Santiago Beruete (Pamplona, 1961) es escritor y filósofo. Pero no uno de esos filósofos en su torre de marfil, sino un filósofo que sale a la calle y pulsa el latido de la vida. Profesor en un instituto de Secundaria en Ibiza, tanto en su labor docente e investigadora como literaria lleva tiempo insistiendo en la necesidad de reconectar con la naturaleza, con lo que somos. Sus ensayos Jardinosofía: Una historia filosófica de los jardines, Verdolatría: La naturaleza nos enseña a ser humanos y Aprendívoros: El cultivo de la curiosidad son “fruto de la polinización cruzada entre jardinería, literatura y filosofía”. Este ciclo culmina con una obra narrativa recién publicada, Un trozo de tierra. (Todos ellos en la editorial Turner).
¿Qué es la jardinosofía?
Acuñé el término jardinosofía para designar un género de obras filosófico-literarias que, desde los lejanos tiempos de Epicuro, Lucrecio y Virgilio, celebran el gozo intelectual y sensorial de los jardines, la vivificadora experiencia de cultivar y el contacto benéfico con la naturaleza. En el trasfondo de esos escritos de muy variada intención late el anhelo de una sabiduría genuina, que nos ayude a vivir con más lucidez y serenidad. Esta se reconoce en la felicidad, o al menos en un tipo de felicidad, emparentada con “la tranquila posesión de uno mismo” de la que habla Séneca y la búsqueda de una forma razonable de placer, como pretende Epicuro. La mejor manera de procurar esa salud del alma tal vez sea “cultivar el propio jardín”, siguiendo la propuesta de Voltaire al final de Cándido. Cuidar de las plantas nos reconecta vital y espiritualmente con la tierra que pisamos y favorece la concentración en el presente, el diálogo con uno mismo y la paz interior.
Como profesor de instituto, ¿crees que los jóvenes tienen más o menos conciencia ambiental?
La sensibilidad medioambiental ha aumentado entre las nuevas generaciones, que han crecido oyendo hablar en la escuela y el instituto del efecto invernadero, el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad. Los alumnos son cada vez más conscientes de cómo la deuda climática, que les dejamos en herencia sus mayores, compromete sus expectativas de futuro. Tal vez haya que buscar aquí la causa de la creciente desafección de los jóvenes por la política. No pocos de ellos han perdido la esperanza de que las cosas puedan cambiar y se refugian en un hedonismo nihilista, alentado por una cultura digital y consumista.
¿Cuál crees que es ahora mismo el principal reto ambiental?, ¿el que más te preocupa?
Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos es cómo sacar de la pobreza al mayor número de personas posible sin aumentar la huella ecológica. Cuanta más gente se incorpora a la clase media, mayor resulta el impacto ambiental y el riesgo de ecocidio. Otra pregunta para la que todavía no hemos encontrado una respuesta satisfactoria es cómo persuadir a los ciudadanos de tomar medidas impopulares para revertir la degradación de la biosfera y los estragos del Antropoceno sin allanar el camino al populismo ni agravar la desigualdad. La transición hacia una sociedad descarbonizada, además de energética y digital, debe ser también espiritual o, si se prefiere, ética. Tan cierto como que la crisis ecológica encubre una crisis moral y existencial es que no habrá justicia climática mientras no hagamos nuestros los valores filosóficos de la moderación, la prudencia, el espíritu crítico y la suficiencia racional.
¿Crees que hemos avanzado mucho en la conciencia ambiental ciudadana en las últimas dos/tres décadas?
Me consta que es así, si bien las abrumadoras pruebas del cambio climático no parecen razón suficiente para actuar en coherencia. Que las personas cambien de hábitos y se comprometan con la sostenibilidad, el decrecimiento o el conservacionismo no depende de aportar más evidencias del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad o la contaminación atmosférica, ni tampoco de elaborar argumentos más convincentes sobre la urgencia y la magnitud del problema u ofrecer cifras más preocupantes sobre el aumento de la temperatura, el nivel de los océanos o la concentración de partículas nocivas en el aire o de microplásticos en los mares. Si queremos corregir el rumbo suicida de la civilización tecnocapitalista, urge modificar nuestro sistema de creencias. O para decirlo con más precisión, necesitamos sustituir la lógica del máximo beneficio por la del mínimo impacto medioambiental; y el dogma del crecimiento ilimitado, por la sobriedad feliz. Ese salto evolutivo, giro copernicano, cambio de guion o como quiera que lo llamemos requiere la creación de unas nuevas ficciones colectivas, alternativas a la cultura del despilfarro y la celeridad, capaces de ablandar los corazones de los ciudadanos y purificar su mirada.
¿Qué prácticas ambientales pones en marcha en tu día a día?
Procuro vivir con frugalidad y desapego, disfrutando de aquellas cosas que nos dan mucho y piden poco: una charla con los amigos, un paseo por el bosque, el cultivo de un huerto o un jardín… A mi entender, esas son las riquezas verdaderas. Intento practicar la simplicidad voluntaria y la coherencia vital. La mejor manera, por no decir la única, de defender los valores en que creemos es practicarlos. Estoy convencido de que se necesita poco para tener una buena vida. La dificultad estriba en descubrir qué incluye ese poco y prescindir del resto. No revelo nada nuevo si digo que el crecimiento personal depende irónicamente de decrecer tus expectativas y desprenderte de necesidades superfluas. Ya lo dijeron los filósofos clásicos, “es posible vivir la mejor vida si nuestra alma permanece indiferente ante las cosas indiferentes”.
¿Quién te ha inspirado/inculcado los valores ambientales?
La primera persona que me viene a la mente es mi abuela paterna, una consumada jardinera, que se hizo cargo de mis hermanos y yo tras la prematura muerte de mi madre, cuando todavía éramos unos niños pequeños. De ella aprendí que humanos y plantas crecemos buscando la luz… Como dice un poema de apenas siete palabras, más breve que un haiku, casi un suspiro, de Emily Dickinson:
“Me crie / en el jardín / tú sabes…”.
¿Eres optimista respecto al futuro?
Los sombríos pronósticos sobre el mañana no invitan a ser optimista, pero nadie sabe a ciencia cierta si el experimento de la naturaleza con el primate humano acabará en un colapso medioambiental o en una nueva era de ilustración ecológica. Si hemos de creer a los expertos, contamos con tres décadas para descarbonizar la atmósfera antes de que atravesemos el umbral de un calentamiento irreversible, y esté fuera de nuestro alcance decidir nuestro futuro. En estos tiempos de emergencia ecosocial y celeridad tecnológica, lo único seguro parece el cambio. Si no hacemos nada o lo suficiente para frenar la catástrofe climática en marcha y la desigualdad económica, la situación se precipitará. Y lo mismo podría decirse si afrontamos el reto ecológico. El caso es que, por acción u omisión, nos encontramos en los albores del Gran Salto para unos o del colapso civilizatorio para otros. Todo indica que asistimos al final de un ciclo que comenzó con la revolución industrial.
Fuente: https://elasombrario.publico.es/santiago-beruete-todo-indica-asistimos-final-ciclo/
sábado, 19 de noviembre de 2022
A la sombra de las muchachas en flor
... Cuando se quita del platillo donde está el orgullo una pequeña cantidad de voluntad que tuvimos la debilidad de ir gastando con los años, y se añade al platillo de la pena una enfermedad física adquirida y que dejamos agravarse, entonces, en vez de la resolución valerosa que hubiese triunfado a los veinte años, es la otra, ya muy pesada y sin bastante contrapeso, la que nos humilla a los cincuenta. Además, las situaciones, aunque se repiten, cambian, y hay probabilidades de que al mediar o al finalizar nuestros días tengamos con nosotros la funesta complacencia de complicar con el amor una parte de hábito que para la adolescencia, absorbida por otros deberes y menos libre, es desconocido...
jueves, 17 de noviembre de 2022
La filosofía enseña a hacer, no a decir
No aguanta ningún golpe la felicidad que nunca fue herida; en cambio, quien con constancia luchó contra las adversidades y encalleció a fuerza de golpes, ése no cede ya a mal alguno, o, si cae, hasta de rodillas sigue combatiendo.
Lucio Anneo Séneca
miércoles, 16 de noviembre de 2022
La humillación de los árboles
Gerhard Richter |
La humillación de los árboles: que podamos plantarlos, que crezcan por mandato nuestro allí donde queramos tenerlos.
Elias Canetti
La Cumbre de Alaa
Un preso político en huelga de hambre y agua empaña el intento de lavado de imagen de Egipto en la COP27
“Alaa representa todo lo que el régimen egipcio no es. Alaa representa la libertad, la dignidad, la democracia”. Con esa rotundidad hablaba en 2015 el abogado de derechos humanos Gamal Eid sobre Alaa Abd el-Fatah, un bloguero y activista egipcio que por entonces apenas llevaba un año en prisión. Ocho años después y tras una brevísima libertad condicional, Alaa continúa en la cárcel con nuevos cargos. El régimen parece tener claro la amenaza que representa (muestra sus abusos), y ha quedado patente durante la COP27 que estos días se celebra en un resort de lujo en Sharm el Sheikh, a orillas del mar Rojo egipcio. La COP27 era una oportunidad para Egipto y su rais, Abdelfatah Al Sisi, de mostrarse como uno de los líderes mundiales que pondrá al planeta rumbo al fin de la crisis ecosocial. Pero algo ha salido mal en la perfecta campaña de lavado de cara que el reino de los faraones había preparado en Sharm el Sheikh. Alaa Abd el-Fatah se ha convertido en el centro de la atención mediática que se ha extendido a los más de 60.000 prisioneros políticos que, según organizaciones de derechos de todo el mundo, permanecen encerrados en sus cárceles. Alaa lleva más de 200 días en huelga de hambre y, coincidiendo con el inicio de la COP27 el pasado 6 de noviembre, dejó de consumir agua. Cuatro días después de iniciar esta protesta su familia denunciaba no tener noticias de él ni pruebas de vida. El preso entrega una carta semanal a su familia. En la última anunciaba que no le importaba morir. Este era el último recurso de un hombre y una familia que han hecho todo lo legalmente posible por lograr justicia sin conseguirlo. “Alaa no está en la cárcel por el artículo [difamando a Egipto] que dicen que escribió, está en la cárcel porque nos hace creer que el mundo puede ser un lugar mejor”, afirmaba su hermana menor, Sanaa en un evento en Sharm el Sheikh a donde ha viajado desde su exilio en Reino Unido para hablar sobre la imposibilidad de que haya justicia climática sin que se respeten los derechos humanos, además de presionar para lograr la liberación de su hermano.
Las consecuencias no se hicieron esperar. Sanaa, quien ha pasado en dos ocasiones por las cárceles egipcias, la última vez durante año y medio, sin haber cumplido aún la treintena, fue imprecada durante una de sus alocuciones por un miembro del Parlamento, que fue desalojado por los servicios de seguridad de Naciones Unidas. Más tarde, un abogado prorégimen la denunciaba ante la Fiscalía por difundir noticias falsas, la misma acusación que llevó a Alaa a la cárcel en septiembre de 2019. El caso de Alaa se ha convertido en el epítome de todo lo que está mal en Egipto y ha quedado expuesto ante el mundo gracias a la COP27. “Desde que empezó a hablarse de la Cumbre hubo gente que empezó a decir ‘no’ y que se debería hacer en otra parte y hacer campaña en contra, y dijimos que ‘no’. Otros querían movilizar a los activistas para boicotear y dijimos que ‘no’ porque necesitábamos la atención, la solidaridad y la camaradería…”, señalaba Hossam Bahgat, el director de la Iniciativa Egipcia para los derechos individuales (EIPR, en sus siglas en inglés) durante un acto con Sanaa Seif en la cumbre. El defensor de los derechos humanos en Egipto, que tiene prohibido viajar fuera del país, instó a los asistentes a la cumbre a ponerse camisetas o pañuelos blancos (el color que visten los convictos en las cárceles egipcias, en solidaridad con los presos políticos y con Alaa.
La alocución del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dejó en la estacada a los que confiaban en que el líder pidiera la liberación del activista. Antes de dirigirse a los asistentes a la COP27, se reunió con su homólogo egipcio, que hizo hincapié en que Egipto ha lanzado una estrategia nacional para los derechos humanos y desea desarrollarla.
Alaa Abd el-Fatah es el mejor ejemplo de cómo está funcionando dicho plan. El bloguero, que cumplirá 41 años el próximo 18 de noviembre, ha sido “intervenido médicamente”, lo que su familia entiende como alimentación intravenosa forzada, algo que consideran tortura. Alaa aseguró en su última carta a su familia que estaba dispuesto a morir. “Es cuestión de tiempo que Alaa muera en prisión y esto sólo acelerará el proceso”, afirmaba Sanaa Seif a su llegada a la Cumbre.
Y eso es lo que el Gobierno egipcio no puede permitirse mientras las cámaras sigan enfocando. “Tenemos experiencia en cómo empeoran las cosas después de que haya habido un pequeño éxito”, subraya Mohannad Sabry, periodista experto en el Sinaí y exiliado en el Reino Unido. “Mientras hablamos, se están buscando nuevos cargos contra mí y ni siquiera estoy en el país”, añade el periodista contra el que el régimen tomó represalias por publicar información sobre lo que estaba ocurriendo en la península del Sinaí. Sabry menciona acres de tierra arrasada con bulldozers en el norte del Sinaí donde “cientos de familias han sido desplazadas”. También cómo “las pocas zonas verdes que había en El Cairo, repartidas por la ciudad, están siendo reemplazadas por cemento”. Y habla de “la destrucción del entorno del monasterio de Santa Catalina”, un espacio natural protegido. “Egipto está quedando en evidencia ante el mundo”, dice. A menos de 100 kilómetros del lugar donde se celebra la COP27, el régimen está ejecutando proyectos turísticos que destruyen gran parte del Patrimonio de la Humanidad y el Protectorado del entorno de Santa Catalina. El Gran Proyecto de Transfiguración de Egipto que se está llevando a cabo en el entorno del monasterio “es una clara violación de las leyes y reglamentos nacionales, los tratados ambientales y de biodiversidad, así como las leyes y reglamentos de la UNESCO para los sitios considerados patrimonio mundial”, explica el periodista.
El antiguo Monasterio de Santa Catalina, ubicado en el corazón de esta localización que es patrimonio mundial, afronta unas obras de construcción que están propiciando una involución en años de conservación y una enorme inversión para proteger la frágil naturaleza del monasterio. Además, denuncia Sabry, la comunidad beduina local de Santa Catalina está siendo desplazada forzosamente ya que “sus casas se interponen en el camino de la construcción del gobierno, su cementerio ha sido demolido y sus fuentes tradicionales de vida quedarán bloqueadas por el aumento de los megahoteles y las instalaciones turísticas convencionales”. “Trastornar la vida de esta comunidad es poner en peligro directo toda la riqueza ambiental y patrimonial de la región. Y por eso, no habrá justicia climática sin derechos humanos”, concluye.
Aquellos como Sabry, que ha tenido que exiliarse para evitar la cárcel, o como Alaa Abd el-Fatah, que denuncia esos abusos del régimen, sufren las consecuencias. El periodista Matthew Cassel explicaba en su cuenta de Twitter la sensación de estar constantemente vigilados en la COP27, con policías de paisano en todas partes y haciendo fotos de los pasaportes de los asistentes. Muchos egipcios y extranjeros comparten la sensación, según Cassel, de que “si el régimen hubiera liberado a Alaa hace meses la COP27 sería mucho más exitosa”. En lugar de eso, “los derechos humanos están empezando a hacer sombra a cualquier otra cosa”.
“La situación de Alaa es un reflejo de la sociedad egipcia y la represión actual”, señala Lama Fakih, directora para Oriente Medio de Human Rights Watch (HRW). Lama coincide con Bahgat en que la Cumbre del Clima es una oportunidad para los egipcios, para “hablar y tener una audiencia”, sin embargo subraya que su preocupación es “qué pasará cuando la COP se acabe”. “Los diplomáticos tienen la responsabilidad de asegurarse de que no hay represión de los derechos humanos”, afirma, “no hay modo de que abordemos los grandes desafíos climáticos a los que nos enfrentamos si la sociedad no puede participar”.
Fuente: https://ctxt.es/es/20221101/Politica/41298/cop-27-egipto-alaa-abd-el-fatah-huelga-de-hambre.htm
martes, 15 de noviembre de 2022
Echar de menos...
Los amantes en rosa.Marc Chagall 1916 |
"Echar de menos es echar de más una ausencia"
Elvira Sastre
Ocho mil millones de personas: así amenazan a la salud pública el cambio climático y la superpoblación
Las enfermedades infecciosas como la covid-19 encabezan la lista de preocupaciones sanitarias. Marco Longari / AFP via Getty Images |
Hay cuestiones que me preocupan profundamente como científica de la población y la salud ambiental.
¿Tendremos suficientes alimentos para una población mundial creciente? ¿Cómo atenderemos a más personas en la próxima pandemia? ¿Qué hará el calor con los millones de hipertensos? ¿Los países librarán guerras por el agua a causa de las crecientes sequías?
Todos estos riesgos tienen tres cosas en común: la salud, el cambio climático y una población creciente que, según las previsiones de Naciones Unidas, habrá alcanzado los 8.000 millones de personas en torno al 15 de noviembre de 2022, el doble de la población de hace sólo 48 años.
En mis 40 años de carrera, primero trabajando en la selva amazónica y en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, y luego en el mundo académico, me he encontrado con muchas amenazas para la salud pública, pero ninguna tan inflexible y omnipresente como el cambio climático.
De la multitud de efectos adversos para la salud relacionados con el clima, los cuatro siguientes representan las mayores preocupaciones para la salud pública de una población creciente.
1. Enfermedades infecciosasLos investigadores han descubierto que más de la mitad de las enfermedades infecciosas humanas pueden empeorar con el cambio climático.
Las inundaciones, por ejemplo, pueden afectar a la calidad del agua y a los hábitats donde bacterias y vectores peligrosos como los mosquitos pueden reproducirse y transmitir enfermedades infecciosas a las personas.
El dengue, una dolorosa enfermedad vírica transmitida por los mosquitos que enferma a unos 100 millones de personas al año, es más frecuente en entornos cálidos y húmedos. Su R0, o número básico de reproducción –un indicador de la rapidez con la que se propaga– aumentó alrededor de un 12% desde la década de 1950 hasta la media de 2012-2021. La temporada de la malaria se expandió un 31% en las zonas altas de América Latina y casi un 14% en las tierras altas de África, a medida que las temperaturas aumentaban en el mismo periodo.
Las inundaciones también pueden propagar organismos transmitidos por el agua que causan hepatitis y enfermedades diarreicas, como el cólera, sobre todo cuando un gran número de personas se ven desplazadas por las catástrofes y viven en zonas con agua de mala calidad para beber o lavarse.
También las sequías pueden degradar la calidad del agua potable. Como resultado, más poblaciones de roedores entran en las comunidades humanas en busca de comida, aumentando el potencial de propagación del hantavirus.
2. Calor extremoOtro grave riesgo para la salud es el aumento de las temperaturas.
El calor excesivo puede exacerbar los problemas de salud existentes, como las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Y cuando el estrés por calor se convierte en insolación, puede dañar el corazón, el cerebro y los riñones y llegar a ser letal.
En la actualidad, cerca del 30% de la población mundial está expuesta cada año a un estrés térmico potencialmente mortal. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático estima que ese porcentaje aumentará al menos al 48% y hasta el 76% a finales de este siglo.
Además de las vidas perdidas, se prevé que la exposición al calor haya provocado 470.000 millones de horas de trabajo potencialmente perdidas en todo el mundo en 2021, con pérdidas de ingresos asociadas que ascienden a 669.000 millones de dólares. A medida que la población crezca y el calor aumente, más personas dependerán del aire acondicionado alimentado por combustibles fósiles, lo que contribuye aún más al cambio climático.
3. Seguridad alimentaria y del aguaEl calor también afecta a la seguridad alimentaria y del agua de una población creciente.
Una revisión de The Lancet descubrió que las altas temperaturas en 2021 acortaron la temporada de cultivo en unos 9,3 días de media para el maíz y seis días para el trigo en comparación con la media de 1981-2020.
El calentamiento de los océanos, por su parte, puede matar a los mariscos y desplazar la pesca de la que dependen las comunidades costeras. Las olas de calor sólo en 2020 hicieron que 98 millones de personas más se enfrentaran a la inseguridad alimentaria en comparación con la media de 1981-2010.
El aumento de las temperaturas también afecta al suministro de agua dulce a través de la evaporación y de la reducción de los glaciares de montaña y del manto de nieve que históricamente han mantenido el flujo de agua durante los meses de verano.
La escasez de agua y la sequía tienen el potencial de desplazar a casi 700 millones de personas para 2030, según estimaciones de la ONU. Combinadas con el crecimiento de la población y las crecientes necesidades energéticas, también pueden alimentar conflictos geopolíticos cuando los países se enfrentan a la escasez de alimentos y compiten por el agua.
4. Mala calidad del aireLa contaminación del aire puede verse exacerbada por los factores del cambio climático. El clima cálido y los mismos gases de los combustibles fósiles que calientan el planeta contribuyen al ozono a nivel del suelo, un componente clave de la contaminación. Esto puede agravar las alergias, el asma y otros problemas respiratorios, así como las enfermedades cardiovasculares.
Los incendios forestales alimentados por ambientes cálidos y secos aumentan el riesgo de contaminación del aire para la salud. El humo de los incendios forestales está cargado de partículas diminutas que pueden llegar hasta los pulmones, causando problemas cardíacos y respiratorios.
Muchos grupos y expertos médicos están trabajando para contrarrestar esta cascada de consecuencias climáticas negativas para la salud humana.
Abordar la carga sanitaria de los países de ingresos bajos y medios es fundamental. A menudo, las personas más vulnerables de estos países se enfrentan a los mayores daños del cambio climático sin disponer de los recursos necesarios para proteger su salud y su entorno. El crecimiento demográfico puede agravar estas iniquidades.
Las evaluaciones de adaptación pueden ayudar a los países de alto riesgo a prepararse para los efectos del cambio climático. Los grupos de desarrollo también están liderando proyectos para ampliar los cultivos que puedan prosperar en condiciones de sequía. La Organización Panamericana de la Salud, que se centra en el Caribe, es un ejemplo de cómo los países están trabajando para reducir las enfermedades transmisibles y avanzar en la capacidad regional para contrarrestar el impacto del cambio climático.
En última instancia, para reducir los riesgos para la salud será necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático.
Los países de todo el mundo se comprometieron en 1992 a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Treinta años después, las emisiones mundiales sólo están empezando a desacelerarse, y comunidades de todo el mundo sufren cada vez más olas de calor extremas e inundaciones y sequías devastadoras.
La 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –y que, en mi opinión, no se está centrando lo suficiente en la salud– puede ayudar a llamar la atención sobre los impactos climáticos clave que perjudican la salud. Como señaló el Secretario General de la ONU, António Guterres: Mientras celebramos nuestros avances, “al mismo tiempo, es un recordatorio de nuestra responsabilidad compartida de cuidar de nuestro planeta y un momento para reflexionar sobre los aspectos en los que todavía no cumplimos nuestros compromisos mutuos.”
lunes, 14 de noviembre de 2022
Las pequeñas virtudes
A painting by Zou Yigui, Qing Dynasty |
domingo, 13 de noviembre de 2022
Cada quien lleva un fantasma incómodo
"Engels tomando notas de la realidad".@fbenitezreyes |
Rafael Cadenas.
sábado, 12 de noviembre de 2022
"Los incendios del Ártico confirman que el cambio climático es un monstruo que se alimenta a sí mismo"
El ingeniero forestal es uno de los autores de una impactante investigación científica sobre las consecuencias del calentamiento global en el Ártico: "Esperábamos estos eventos dentro de varias décadas".
LPOJosep Lago |
El cambio climático sigue sumando evidencias reveladoras sobre su innegable y trágico impacto. El último gran aporte a la biblioteca científica lo hizo un grupo de investigadores internacionales, encabezados por los ecólogos españoles del CSIC Josep Peñuelas y Adrià Descals.
El trabajo, publicado días atrás en la prestigiosa revista Science, dimensiona el daño ambiental de los más voraces incendios ocurridos en el Ártico, en el verano de 2020, cuando las temperaturas ascendieron a los 38 grados, un registro nunca alcanzado en ese punto del planeta.
Los científicos analizaron, en detalle, cuatro décadas de datos de satelitales. Esa meticulosa observación reveló que los incendios quemaron tres millones de hectáreas (una superficie similar a la de Bélgica), multiplicando por siete el promedio registrado de 1980 a esta parte.
Las consecuencias de esta anomalía térmica son alarmantes. El incremento de la temperatura provoca, por lo general, un aumento lineal de la superficie quemada. Pero a partir de los 10 grados por encima de lo normal, el efecto es vertiginoso y exponencial, generando un "círculo vicioso": el calentamiento global genera más calentamiento global.
Adrià Descals habló con LPO para, en medio de la COP27 -la confederación sobre el cambio climático que, por estos días, congrega en Egipto a los líderes mundiales-, desmenuzar esta nueva -y muy preocupante- evidencia científica.
¿Por qué el Ártico como objeto de estudio? ¿Cómo surge esta investigación?
El Ártico es uno de los sitios dónde más se nota el calentamiento global. Las temperaturas ya han aumentado dos grados, el doble del aumento promedio global, un efecto que llamamos "amplificación ártica". También hay un tema muy delicado que son las emisiones de metano y gases de efecto invernadero del Permafrost, la capa de suelo bajo la superficie de la Tierra congelada de forma ininterrumpida, durante cientos o miles de años. Estos suelos albergan grandes cantidades de materia orgánica, que han estado absorbiendo durante milenios. El problema aparece cuando las altas temperaturas derriten esta capa de suelo congelado. Se descompone esta materia orgánica, carbón fósil compuesto por residuos vegetales, y libera metano y CO2. Decidimos estudiar los incendios porque es uno de los eventos que más perturba e impacta en el Permafrost. Las grandes emisiones no se producen únicamente por los incendios, como ocurre en otras geografías, sino también después del fuego. Otro motivo que nos llevó a investigar es que no se sabía exactamente cuántas hectáreas se habían quemado. Se sabía que eran muchísimas, pero no había una cuantificación exacta. Nosotros le pusimos un número exacto.
¿Las conclusiones son más graves y alarmantes de las que imaginaban?
Sabíamos que nos íbamos a enfrentar con conclusiones de magnitud. El 2020 fue un año muy cálido en el Ártico con muchísimos incendios y que, por lo tanto, el área quemada iba a ser muy grande. Sí nos sorprendió esa relación tan clara entre la temperatura media de verano del Ártico y el área quemada. Por cada grado de temperatura que aumenta, la superficie incendiada es muchísimo más extensa. No es una relación lineal, es exponencial. Eso nos impactó.
El problema es que ni los países ni los líderes mundiales tienen en cuenta estos eventos. Si incorporamos las emisiones en el Ártico, los acuerdos deberían ser aún más ambiciosos con políticas ambientales más conservadoras. Uno puede pensar: "bueno, es algo que ocurre muy lejos". Pero es otro evento que contribuye al calentamiento global
También aparece con mucha nitidez la retroalimentación del cambio climático.
Tal cual. Es un monstruo que se alimenta a sí mismo. Queda muy clara la idea del cambio climático como un círculo vicioso. Debido al calentamiento del Ártico, hay una temperatura que aumenta la probabilidad de incendios, estos incendios hacen que se degrade el Permafrost, cuando ésto sucede se emiten grandes cantidades de gases invernaderos que contribuyen al calentamiento de la tierra. En síntesis: el calentamiento global genera más calentamiento global.
Las distancias suelen ser enemigas para dimensionar la gravedad de eventos que ocurren a miles de kilómetros donde uno vive. ¿Cómo se le explica a un ciudadano de España que los resultados de esta investigación lo afecta?
Nos hemos comprometido todos los países a reducir las emisiones. El problema es que ni los países ni los líderes mundiales tienen en cuenta estos eventos. Si incorporamos las emisiones en el Ártico, los acuerdos deberían ser aún más ambiciosos con políticas ambientales más conservadoras. Uno puede pensar: "bueno, es algo que ocurre muy lejos". Pero es otro evento que contribuye al calentamiento global, que, como ya sabemos, nos afecta a todos y que va mucho más allá del Ártico.
¿Las políticas ambientales no contemplan estas emisiones? ¿Los gases que emanan del Permafrost no forman parte de la agenda de la COP27?
Exacto. Hay muchas voces que piden que las políticas para mitigar el cambio climático contemplen estos eventos en el Ártico. Las actuales predicciones sobre el calentamiento global no tienen en cuenta este círculo vicioso. En los acuerdos que se firmen se tiene que incorporar este tipo de emisiones que no son humanas, que no son antropogénicas. Pero la causa sí que es antropogénica debido al calentamiento global.
Además no son emisiones menores o insignificantes, según se desprende de vuestra investigación.
Totalmente. Nuestros cálculos, solo en emisiones directas, es decir a la quema del incendio, fue igual a todas las emisiones de CO producidas por España ese año, en 2020. Hubo 423 incendios que quemaron unos 3 millones de hectáreas, casi la extensión de Bélgica .Es como agregar un país más al mapa. No son emisiones menores. Hay que aclarar que el cálculo es solo de emisiones directas. Si contemplamos las indirectas, las que emiten los suelos del Permafrost, la cifra crece muchísimo más.
En España, por poner un ejemplo, los incendios queman la vegetación y las llamas son visibles, las podemos ver desde muy lejos. No tienen nada que ver con los incendios del Ártico, que queman bajo tierra. El Permafrost es un suelo orgánico. Su combustión es sin llamas, lo único que se ve desde arriba es un humo que sale del suelo. De ahí la etiqueta de "incendios zombis"
En estos incendios no hay una "mano" que
inicia el fuego. El negacionismo suele utilizar esta figura como la
única causa de estos fenómenos.
Exactamente. No hay una mano directa que quema. Hay un incremento de tormentas eléctricas y más actividad de rayos, y eso sí es debido al calentamiento del Ártico. Hay varios estudios publicados que dan cuenta de este fenómeno. El calentamiento produce más rayos. Estos incendios son "naturales" porque ocurren por estos rayos.
¿Qué son los "incendios zombis", término que aparece en la investigación?
En España, por poner un ejemplo, los incendios queman la vegetación y las llamas son visibles, las podemos ver desde muy lejos. No tienen nada que ver con los incendios del Ártico, que queman bajo tierra. El Permafrost es un suelo orgánico. Su combustión es sin llamas, lo único que se ve desde arriba es un humo que sale del suelo. De ahí la etiqueta de "incendios zombis". Pueden estar quemando el suelo durante meses. Incluso puede pasar de un verano a otro. Ejemplo gráfico: se produce un "incendio zombi" en verano. Después llega el invierno y la nieve cubre todo. Pero el fuego continúa quemando el suelo por debajo. Entonces, al verano siguiente, cuando se derrite la nieve estos incendios pueden volver a surgir. Por eso el término: parecen que están muertos, pero no, están quemando por debajo.
La complejidad de estos incendios, por dónde se lo mire, es mayúscula en términos de impacto climático.
Totalmente. Uno de los mayores problemas para combatir estos incendios es que ocurren en zonas aisladas, remotas y de poca accesibilidad. El Ártico es una de las zonas menos pobladas del mundo. Estos incendios suelen ocurrir muy separados en distancias. Pueden abrirse focos simultáneos por los rayos, pero separados por centenares de kilómetros. Se expanden y los frentes pueden llegar a ser de decenas de kilómetros. Al haber pocos medios y recursos es muy difícil combatirlos.
Un colega tuyo, autor también del estudio, reconoce que no esperaba ver este fenómeno en 2020, sino dentro de varias décadas. ¿También te sorprendió la variable temporal?
Sí, la misma sensación. El 2020 fue un año con una anomalía de temperatura muy fuerte. Un año muy seco y muy cálido en el Ártico. Ese tipo de verano se esperaba mucho más tarde. Posiblemente no lo volvamos a ver en los próximos años. Pero sí que vemos una tendencia. Fue anómalo, es cierto. Pero es un hecho que en los próximos años vamos a tener un incremento de área quemada. Y si seguimos con esta tendencia a partir de la segunda mitad del siglo, sí que tendremos incendios muy recurrentes. Además, el permafrost va más allá del Ártico, abarca también bosques boreales. La tendencia, según otros estudios, es la misma: incendios cada vez más grandes. La tendencia es generalizada en toda la Siberia.
En el centro del debate. Si tenemos que decrecer o si tenemos que apostar por energía renovables. El capitalismo va más por esta segunda opción, por mantener los niveles de producción y consumo de manera más eficiente. Sin una economía verde fenómenos como los del Ártico van a ser normales
Además del CO2 y del metano, en estas masas de hielo hay virus y bacterias congeladas. ¿Estamos ante una bomba biológica?
Desconozco
si en términos sanitarios es un tema muy preocupante. Hace algunos
años, en l tundra siberiana, hubo una pequeña epidemia por ántrax (NdeR:
en agosto de 2016, en otra ola de calor, en la Península de Yamal, en
el Círculo Polar Ártico, un niño de 12 años murió y al menos veinte
personas fueron hospitalizadas después de haber sido infectadas por esta
bacteria). No sé hasta qué punto es algo puntual o que puede
extenderse. Lo que sí está claro es que hay virus y bacterias enterradas
bajo estas capas de hielo. No solo eso: se están encontrando muchos
mamuts. Hasta qué punto la siguiente epidemia mundial puede salir del
permafrost, lo desconozco.
Josep Peñuela, otro autor de la investigación, una eminencia mundial en el campo científico de la ecología, hace una autocrítica y dice que todos los investigadores deberían estar en la calle, en alusión al movimiento de desobediencia civil, alertando de lo grave de la situación. ¿Esta angustiante interpelación es al ciudadano de a pie o al sistema?
Tenemos que exigirle a la clase política que se mojen un poco más y que cumpla con todos los acuerdos vigentes y los que se van a firmar en el corto plazo. Hay una responsabilidad clara de los gobiernos. Tiene que haber un poco de activismo, de los ciudadanos y de los científicos, claro, como lo estamos viendo. Todos tenemos que reclamar y protestar por la inacción climática.
¿Se puede frenar el cambio climático sin romper la matriz del capitalismo global: la búsqueda permanente de un crecimiento que genere más consumo y producción?
Esto está en el centro del debate. Si tenemos que decrecer o si tenemos que apostar por energía renovables. El capitalismo va más por esta segunda opción, por mantener los niveles de producción y consumo de manera más eficiente. Sin una economía verde fenómenos como los del Ártico van a ser normales. Eso lo tengo claro.
viernes, 11 de noviembre de 2022
Derrota
Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo que creí
que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo ("Ud. es muy quedado, avíspese, despierte")
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada en cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas estas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi
flotación, mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí hasta el día del juicio final.
Rafael Cadenas
La epopeya de llegar vivo a Santiago (y volver)
Lázaro esperando en la puerta del rico. Fresco románico de la iglesia de Taüll. (DP) |
Florent Boullier hizo un par de nudos al hato en el que había metido unos mendrugos y las pocas prendas que se llevaría, se ajustó las correas de los borceguíes con sumo cuidado para no dañar la piel de los tobillos que ya apenas sentía, cerró la puerta del cobertizo que tenía como vivienda y echó a andar. No dejaba a nadie detrás: sus padres habían fallecido con dos días de diferencia y había perdido a su esposa, quemada en la hoguera, después de que fuera acusada de brujería en el juicio sumarísimo al que fue sometida junto a las monjas ursulinas del convento en el que servía.
Desde que se casaron, ella había preñado en cinco ocasiones, pero había abortado en cuatro de ellas; no pudo amamantar a la única niña que parió viva porque de sus pechos no brotó ni una gota de leche y, a falta de alimento, la pequeña murió a las pocas semanas de nacer. Sus espasmos, trances y bailes descontrolados junto a la incapacidad de tener hijos sanos eran pruebas evidentes de posesión demoníaca, y por ello el dominico que la sentenció al fuego no se anduvo con contemplaciones.
Florent había decidido emprender el camino a la abadía de Sant Antoine-en Viennois, cerca de Grenoble, desde su Loudun natal —a unas doce jornadas hacia el sureste— donde se encontraban los restos de san Antonio Abad, el santo milagroso que curaba el fuego sagrado o fuego de san Antonio que ya afectaba a sus piernas. Corría el año 1634 y albergaba pocas esperanzas de llegar con vida al hospital de los Hermanos Antoninos, cuya fundación se atribuía a la promesa hecha por Gaston de la Valloire después de que su hijo Guérin se curase de lo que hoy se conoce como ergotismo, un mal que producía gangrena, fuertes dolores similares a los de las quemaduras y la pérdida de los miembros afectados.
Los antoninos se especializaron en el tratamiento de estos enfermos y llegaron a fundar más de trescientos setenta hospitales, conocidos como hôpitaux des démembrés por la manera en la que se presentaban los que buscaban amparo y curación, y por los exvotos naturales que cubrían sus paredes siguiendo la costumbre de colgar de ellas las extremidades caídas, ya secas o amojamadas, que componían las estampas gore o cuadro de los horrores que el viajero encontraba al llegar. Los hermanos hospitalarios y la imagen del propio santo lucían una tau griega en sus hábitos, quizá en referencia a las muletas usadas por los tullidos aquejados de este morbo a los que atendían.
Todavía más espectaculares que las de las tierras francesas regadas por el Ródano eran las curaciones de los peregrinos a Santiago cuando consumían los cereales de la meseta castellana, y eso hizo que, a lo largo del Camino francés, se fundaran hospicios a los que venían a parar los desesperados de Centroeuropa o los que podían permitirse medios de transporte que no fueran sus propios pies; en España los más conocidos fueron los de Castrojeriz (Burgos) y Olite (Navarra) que tuvieron jurisdicción sobre tierras y hombres hasta que el rey Carlos III mandó disolverlos en 1791 e integrarlos en la Orden de Malta.
Hoy sabemos que el ergotismo es consecuencia de la infección por el hongo Claviceps purpurea o cornezuelo del centeno, que parasita los cereales y que se reproduce con mucha facilidad en ambientes muy húmedos. Los peregrinos a Sant-Antoine-en-Viennois mejoraban o curaban al ser tratados con buenos alimentos, verduras frescas y pan de trigo limpio, además de las consabidas sangrías, oraciones y ofrendas.
Los afectados que presentaban convulsiones, delirios, alucinaciones y espasmos (ergotismo convulsivo) tenían peor pronóstico, porque eran condenados a la hoguera sin el menor atisbo de clemencia o se les dejaba morir en cualquier barrizal, abandonados hasta de la mano de Dios. Si había una imagen nítida de posesión luciferina, esta era, sin duda: un enfermo de ergotismo en fase avanzada o terminal.
La infección tocaba más a los pobres que a los ricos, a cuyas mesas llegaban los panes de trigo candeal que no se veían contaminados por el cornezuelo, del que ya se tenían sospechas en el siglo XVI. En 1670, un médico francés, llamado Thullier, atribuyó este padecimiento al consumo de centeno ennegrecido por la humedad y describió las dos maneras en las que se manifestaba, tanto la gangrenosa (más extendida en tierras francesas) como la convulsiva, propia de tierras germanas y eslavas. Las epidemias remitieron en el siglo XIX, cuando se extendieron los cultivos de trigo y se afianzó el consumo de la patata como sustitutivo del pan.
A principios del siglo XX se aislaron los alcaloides del Claviceps purpurea para usos medicinales por su potencia como vasoconstrictor y como remedio para las migrañas, aunque pronto trascendería de los laboratorios y, convertido en LSD o ácido lisergénico por obra y gracia de Albert Hoffman, llegaría al mundo de la noche y de la creación artística con un éxito arrollador en la generación beat y sucesivas de la misma cuerda psicodélica.
Entre un buen tripi y el consumo habitual de centeno contaminado mediaron siglos de diferencia y creencias religiosas, hospitales especializados, remedios anafilácticos y poco más, porque si los efectos del alcaloide natural conducían a la hoguera, los del sintético lo harían y lo siguen haciendo a la pira de la locura y el desvarío mental, otra forma de arder que tan magistralmente relatara Tito Davison en la película de 1969 The Big Cube (traducida en España como El terrón de azúcar), con Lana Turner en el papel principal.
Otros peligros contagiosos
El ergotismo fue una más de las enfermedades infecciosas de las que tenemos noticia gracias a la profusión de textos que refieren las más comunes, sus síntomas y remedios. O, dicho de otra manera, la enfermedad era el gran peligro de una aventura que podía tener como objetivo la curación o la prevención y que en la práctica podía comportar también su adquisición, ocasionando imprevistos que harían bueno el verso de Machado de «se hace camino al andar», sin más opción para los romeros que vivir el día a día.
Contagiarse de cualquier plaga era una de las circunstancias que podían alterar el plan de viaje junto a hechos violentos, accidentes, muertes repentinas o incluso enamoramientos que detenían las caminatas allí donde el peregrino a Santiago encontraba un hogar. También las conversiones e ingresos en conventos y las vocaciones podían poner punto final a la expedición fijando al peregrino de por vida o temporalmente a un lugar o a una institución. Terminar en Santiago era una hazaña en ocasiones improbable, dados los peligros que acechaban al caminante; se llegaba o no se llegaba y se cumplía el propósito o se dejaba a medias, pues era muy difícil determinar si lo que acababa siendo una carrera de obstáculos encontraría su meta en la sonrisa divina del profeta Daniel.
Los achaques de la salud fueron el común denominador de las gentes que marchaban y prueba de ello son los numerosos hospitales que jalonaron las vías, las recetas de sus boticas o algunos rituales que todavía hoy se recuerdan. En Zubiri, a mitad de camino entre Roncesvalles y Pamplona, los peregrinos daban tres vueltas alrededor del pilar central del puente sobre el río Arga —llamado puente de la Rabia— porque, según la tradición, se construyó sobre los restos de santa Quiteria, abogada de perrillos y personas contagiados de Lyssavirus.
Muy frecuentes también eran la sarna (escabiosis), las ladillas (pediculosis pubis) y los piojos (pediculosis capiti), tres padecimientos generados por parásitos con una habilidad extraordinaria para multiplicarse y saltar de un cuerpo a otro, aunque el oro lo ganaban siempre las pulgas, capaces de lanzarse a un blanco situado a un metro de distancia portando en sus intestinos un buen catálogo de bacterias para repartir.
El amontonamiento y lo que ahora describiríamos como clamorosa falta de higiene eran el estadio ideal para estos ácaros, cuya presencia era delatada por los rasquijones de los caminantes a la entrada de monasterios y hospederías; allí se llevaba a cabo una selección de los recién llegados y, una vez examinados sus cuerpos desnudos, se les separaba en función de su grado de afectación y de su sexo. Los remedios monacales prescribían frotaciones con vinagre y ungüentos con azufre, así como la sacudida o la quema de ropas y tejidos que hubieran estado en contacto con los infectados.
La proximidad de los cuerpos y la consiguiente promiscuidad de las carnes favoreció la recurrencia de contagios que se extendían entre los transeúntes a través del aliento, los humores corpóreos o las coyuntas vaginales y anales que debían de ser corrientes, a juzgar por lo que se muestra en los canecillos de algunos templos como la Colegiata de San Pedro de Cervatos en Cantabria.
Ya en la antigüedad se daba el nombre genérico de peste a cualquier dolencia periódica que se llevara por delante a un número considerable de personas; la palabra procedía del latín pestis, que significaba ruina, destrucción o azote, unida casi siempre a la griega epidemia que, según el diccionario etimológico de Joan Corominas, aludía a la residencia en un lugar o país extranjero.
A pesar de la generalidad con la que nació, el término peste se asocia todavía con la más letal de las infecciones. Causada por la Yersinia pestis y transmitida por la pulga de la rata Rattus rattus, la peste negra o bubónica asoló el continente europeo llevándose por delante a un tercio de la población, unos sesenta millones de habitantes, en 1348, aunque san Isidoro y su contemporáneo el rey visigodo Sisebuto habían dado noticia en el siglo VII de los estragos en sus reinos de una pestilencia contra la que lucharon piadosamente convirtiendo a los arrianos al catolicismo, lo que debió resultar un remedio mágico; a lo largo de los siglos posteriores las noticias periódicas sobre las oleadas de peste confinaban a la población y aislaban a los afectados en iglesias u otros edificios que se declaraban en cuarentena y en cuyas puertas se depositaban misericordiosos odres de agua y algunos comistrajos, como refiere el doctor José Fernández Arienza en sus interesantes escritos sobre la medicina en la ciudad de León.
La más conocida de sus manifestaciones era la infección de los ganglios linfáticos, comúnmente llamados bubones, que reventaban de podredumbre y fetidez; los enfermos, desasistidos, morían de cualquier manera, aunque había otras formas de entregar el alma al Altísimo provocadas por la Yersinia y que afectaban a los pulmones (peste neumónica) o a la sangre (peste septicémica).
El segundo lugar en el ranking de mortíferas lo ocupaban las epidemias de paludismo. Las temidas hembras del mosquito Anopheles camparon a sus anchas transportando Plasmodium malariae en todas sus variantes allí donde había lagunas o aguas estancadas, especialmente en las zonas más llanas de la meseta. El paludismo o malaria —llamada así por los romanos que atribuían el trastorno al mal aire de los pantanos— cursaba con fiebres pútridas y solía ser mortal. Los remedios a base de plantas no dieron fruto hasta que empezó a utilizarse la quinina que aplacaba los síntomas, pero no evitaba las recidivas.
El paludismo cursaba con fiebre y mucho malestar, escalofríos, dolores de cabeza, dolores musculares, cansancio, náuseas, vómitos y diarrea, síntomas igualmente atribuibles a las fiebres tifoideas o tabardillo de las tripas, causadas por la Salmonella typhi que se encontraba en aguas contaminadas y que afectaba tanto a las personas como a los animales, especialmente a la caballería; otro tipo de tifus, también muy extendido era el llamado tabardillo pintado, causado por la Rickettsia typhi, una bacteria transmitida por las pulgas y los piojos, que generaba exantemas en toda la piel del cuerpo.
La lepra, llamada gafedad o elefancia, las tuberculosis y otras enfermedades infecciosas se trataban en hospitales especializados denominados lazaretos en honor del protagonista de la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro del Evangelio de Lucas (16,19-31), a cuya advocación se encomendó la Orden de San Lázaro —creada en el siglo XI, cuando Godofredo de Bouillon tomó Jerusalén en la primera Cruzada (1099)— a partir de una orden monacal que, bajo la regla de san Agustín, cuidaba leprosos. Este Lázaro no era el hermano de Marta y María al que Jesús resucitó, aunque, con el tiempo, sus figuras han llegado a confundirse.
La lepra se considera originaria del lejano oriente y se tienen noticias de su existencia en el antiguo Egipto y en los pueblos que habitaron el Mediterráneo oriental, desde donde se expandió por Europa posiblemente a partir de las Cruzadas; hay autores que afirman que había llegado antes a la península en las naves fenicias y más tarde en las de los entonces llamados «moros».
Era una dolencia sin cura de la que se tenía la certeza de que se contagiaba simplemente por la cercanía a un afectado; por ello, la solución primera consistía en el aislamiento de por vida de los enfermos, lo que suponía en la práctica su desaparición social. Se les obligaba a vestir de color ceniza, salir en grupo y siempre precedidos de un fraile que «tocaba una campanilla avisando de lo que llevaba detrás» para que las buenas gentes se escondieran o desaparecieran, tal como relata el Fuero de Viguera y Val de Funes, dado por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y de Pamplona, en el siglo XII.
En dicho fuero se establecía que los afectados debían estar completamente aislados en un «cercado de chozas» y se les obligaba a no contestar a quienes les preguntasen, no comer ni beber sino en compañía de otros leprosos y no tocar nada a no ser con un cayado. Una vez declarado un caso nuevo, se oficiaba una misa votiva pro infirmis (por los débiles) en la leprosería en la que se les encerraba. Las más conocidas fueron las de Estella (Navarra), la de Villamartín, en Palencia, la de Sahagún y la iglesia de San Lázaro en León.
Instituciones de cuidados
La amplia red asistencial se fue configurando a lo largo de los siglos y esa misma infraestructura fue instituyendo las rutas a Compostela desde el Camino primitivo al francés. En el siglo XI, gracias al patrocinio de los reyes, la nobleza y las órdenes monásticas, especialmente la de los benedictinos de Cluny, había hospitales en todas las etapas del Camino: Jaca, Pamplona, Estella, Nájera, Burgos, Frómista, Carrión, Sahagún, León, Foncebadón, Villafranca del Bierzo, Portomarín y Santiago. En los siglos posteriores aparecieron otras órdenes tanto monásticas como militares que abrieron hospitales en los núcleos urbanos en los que se asentaron, como fue el caso de la orden de San Juan de Jerusalén establecida en Navarrete o la de los Templarios en Ponferrada.
Se mantenían con las donaciones que recibían, con los impuestos que cobraban, oblaciones, limosnas y diezmos. Cuando eran fundaciones reales, recibían cuantiosas dotaciones en forma de tierras de cuya explotación obtenían los réditos fijados por su fundador.
La asistencia era tanto sanitaria como alimentaria y espiritual. Los contagiados que ingresaban en una institución debían someterse a las reglas de la misma y si esta era de carácter religioso, se les hacía cumplir con los oficios de la orden que la gobernaba. Debían confesar, comulgar y hacer testamento de sus bienes en beneficio del monasterio, de la cofradía o del hospital y si fallecía allí, se le enterraba como a uno más de sus habitantes. Rara vez se reclamaban sus restos a no ser que el difunto fuera un noble o un caballero y sus allegados tuvieran interés en darle sepultura en sus tierras.
Y el maestro Mateo lo sabía
El trayecto que hoy día se concibe como lineal, de ida y vuelta, no ha sido la tónica hasta bien entrado el siglo XX. Lo habitual era iniciar la marcha con un propósito que podía quedar tan abierto como vulnerable según los acontecimientos que iban sucediendo: el recorrido se fijaba en etapas y se iba haciendo camino sin las pautas temporales que ahora establecemos para hacer una de las cosas que todos tenemos pendiente en la vida —según las encuestas de la revista Pronto—.
Ajenos a lo que ocurre en el mundo, resistiendo los embates del demonio y entrenadas las carnes, aquellos que se proponen recorrer el Camino de Santiago, en todo o por partes, salen a caminar seguros de que sus pasos los llevarán hasta el Pórtico sin más incidencias que los escasos imprevistos, casi siempre remediables.
¿Cómo no estarlo? La web contiene tantas páginas y consejos sobre indumentarias, recorridos, avituallamientos, épocas adecuadas y actividades alternativas que, de hacer caso a tanta información, uno puede peregrinar con la sensación de hacerlo a un lugar de sobra conocido al que llegará cansado, satisfecho y reseteado para volver a vida de la que ha estado ausente por un tiempo. El viaje es una línea recta de doble sentido, no cabe otra concepción porque estamos en el siglo XXI.
Cada uno hace su camino, obviamente, y con ello se justifica que se pueda dormir en un hotel de cinco estrellas, ir en bicicleta o echar mano de las comodísimas empresas de transporte de mochilas por la módica cantidad de cinco euros, aliviando así la espalda del peso de lo necesario. Existen otras ofertas lenitivas: los servicios de podología que ofrecen algunos albergues, y los taxis y VTC si no se puede resistir la dureza del trayecto. Las comodidades de la civilización nos han reblandecido el cuerpo, pero para eso sirve la civilización, para ponernos las cosas tan cómodas que podamos llegar a Santiago habiendo hecho un itinerario cerrado de antemano y sin los peligros que acechaban tradicionalmente a los que se aventuraban a pedir ayuda y consuelo al apóstol taumaturgo.
¿Conocía el maestro Mateo las penalidades del Camino? Aquellos que, a pesar de todo, conseguían llegar, merecían un recibimiento extraordinario: esa debió de ser una de las razones por las que Mateo (si es que existió de verdad) o el conjunto de artesanos que agrupamos bajo ese nombre, decidió dotar de tanta vida y alegría al Pórtico de la Gloria. Una vez allí, besarían el parteluz como primera muestra de agradecimiento, cumplirían con el resto de rituales, comprarían la piedra de azabache y rogarían al santo para que la vuelta fuera tan exitosa como lo había sido la llegada, suplicando por la supervivencia en el camino de regreso a casa.
Fuente: https://www.jotdown.es/2022/11/epopeya-de-llegar-vivo-a-santiago-y-volver/