jueves, 20 de octubre de 2022

“Es importante que la sociedad haga caso a la ciencia”

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Si hay alguien que conoce bien los ‘entresijos’ de la ciencia antártica es, sin duda, el científico, geólogo, profesor y escalador Jerónimo López. Recién jubilado en la Universidad Autónoma de Madrid, pero casi tan activo como antes, son muchos los hitos que acumula en su trayectoria, tanto personal como profesional. En 1988, fue de los primeros españoles en subir al Everest sin oxígeno y en 1990, el primero de este país en llegar a la cima del Monte Vinsen de la Antártida, continente al que ido una docena de veces liderando proyectos dentro de la campaña polar española. Hoy responde a nuestra ‘entrevista circular’.

Con casi 400 artículos científicos publicados, hoy es presidente honorario del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR), organismo que presidió en el pasado y que fue Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación en 2002. Si algo es intrínseco a su biografía, es su afán de poner el foco sobre la imperiosa necesidad de seguir en la Antártida diagnosticando su estado y las transformaciones que está experimentando por la acción humana sobre el clima planetario.

Este verano no sólo hemos tenido intensas y largas olas de calor en el hemisferio norte. En la Antártida, donde era invierno, también ha habido mucho menos hielo marino. ¿Somos conscientes de cómo lo que pasa allí afecta a nuestra vida?

Creo que la sociedad, en general, tiene un conocimiento y preocupación crecientes por el cambio climático. La Antártida está muy lejos y la gente desconecta, en su vida cotidiana, de lo que pasa allí. Afortunadamente, la mayor difusión de la ciencia en los medios de comunicación ha contribuido a difundir los datos. Creo que hoy se sabe que lo que ocurre allí, a 13.000 kilómetros, no sólo repercute en el aumento del nivel del mar, también en otros aspectos climáticos. Pero también que lo que hacemos nosotros aquí llega a ese continente, me refiero a contaminantes emergentes, fármacos, microplásticos… Antes pensábamos que por su aislamiento la Antártida estaba libre de esas sustancias, pero hoy la ciencia constata que llegan y están en organismos vivos y en sus aguas continentales, porque llegan aerosoles. Por tanto, hay concienciación, pero falta para presionar lo suficiente a los políticos ante la realidad que la ciencia evidencia, aunque estamos en un camino en mejoría.

¿Cree que ese avance en el conocimiento lleva aparejado un cambio en el comportamiento para evitar los impactos que generamos?

Aumenta el número de personas preocupadas por los temas ambientales y es porque ya se sufren las consecuencias. Pasa con la contaminación del aire en las ciudades: había ciudades en China donde ya no se podía respirar. Y también con la propia alteración del clima, como las olas de calor de este verano o las danas. El cambio climático y la contaminación están ya en las conversaciones comunes y sí que hay más personas que tienen coches eléctricos o que reciclan más; pero lo que hacemos los ciudadanos es una parte pequeña, apenas un tercio de lo necesario, respecto a lo que hacen la industria energética, las grandes empresas o los gobiernos. Ahí hay más asignaturas pendientes. Se pueden hacer más. No hay que centrarlo todo en la responsabilidad de la población.

¿Qué es para usted la economía circular?

Una dinámica en la adquisición y uso de productos que permiten que, una vez utilizados, tenga una reutilización para otros fines, que los desechos puedan ser puestos en marcha de nuevo para generar energía o nuevos productos, algo que es muy necesario.

La Antártida, comentaba, sufre las consecuencias de la mala gestión de los residuos en el resto del mundo, ¿podrán frenarse esos impactos?

Espero que sí, que la utilización de productos y envases que generen la menor cantidad posible de residuos, aumente. Hay avances y ya se tratan de utilizar materiales en los productos que generen menos CO2 o se reciclen. Por ejemplo, el uso de poliespán era antes muy común como embalaje hasta en la Antártida. Hoy tenemos muchas sustancias que está prohibido llevar allí. Ese continente es un modelo, porque todos los que vamos somos muy conscientes de la importancia de no generar residuos y llevar lo menos posible. Es un símbolo, un emblema de la importancia de mantener limpio el medio ambiente. Allá donde vamos los humanos generamos impactos, pero en la Antártida se han tomado muchas medidas antes que en el resto del mundo.

¿Qué prácticas ambientales tiene incorporadas en su vida?

Para empezar, tengo un coche híbrido, que será eléctrico cuando haya más infraestructura para recargarlo, y procuro usar lo más posible el transporte público. Por supuesto, en casa reciclamos toda la basura y nos abrigamos en invierno y no ponemos aire acondicionado en verano. De hecho, ni lo tengo. Es ahorro energético. Procuro también hacer consumo local. Vivimos en un país que ofrece muchas opciones en alimentación, tenemos gran diversidad de frutas y verduras. Yo creo que en mi entorno todo el mundo va en esta dirección. El problema es que a veces es más barato lo que viene de Sudáfrica que lo que se cultiva aquí y el consumidor, si no se fija, acaba cayendo. Por ello son necesarias decisiones políticas, no dejarlo todo en manos de las personas.

¿Cree que el negacionismo climático puede resurgir?

No lo creo, pero sí es verdad que ciertas personas encuentran medios de difusión que les dan acogida y que hay sectores socio-políticos a los que les viene bien. Ahora bien, lo que había hace pocos años, cuando algunos gobiernos negaban el cambio climático, ya no es así. Las evidencias que palpamos son innegables. Y ya no es que lo diga la ciencia. Lo importante es que la sociedad haga caso a la ciencia y a medios acreditados que saben de estas cuestiones. La cuestión es que los hay que quieren espectáculo y que hay gente para creerse cualquier cosa. ¡Pero si se juntaron cientos en un congreso de terraplanistas!

¿Y qué diría a los escépticos de reciclaje?

Que se fijen en los datos, en lo que cuesta producir un nuevo envase y lo que nos ahorramos si hace el esfuerzo de reciclar, que es mínimo. Pero también les diría a los ayuntamientos y las empresas que faciliten que se recicle. Hace poco, estuve varios días con unas pilas en el bolsillo porque no encontraba dónde echarlas, ni siquiera en grandes almacenes donde se venden esas pilas. Alguien poco concienciado las habría acabado tirando a la basura.

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