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Noam Chomsky. Foto: EUROPA PRESS |
Noam Chomsky reflexiona sobre los actuales ‘cuatro jinetes del
apocalipsis’: la pandemia, la catástrofe climática, el exterminio
nuclear –siempre al acecho– y la destrucción de la democracia
estadounidense. Y reivindica “el optimismo de la voluntad”
David Barsamian: La situación que estamos
afrontando se describe a menudo como sin precedentes: una pandemia, una
catástrofe climática y, siempre al acecho, el exterminio nuclear. Tres
de los cuatro jinetes del apocalipsis.
Noam Chomsky: Puedo añadir un cuarto: la inminente
destrucción de lo que queda de la democracia estadounidense y el giro de
Estados Unidos hacia un Estado profundamente autoritario, también
protofascista, cuando los republicanos vuelvan a gobernar, lo que parece
probable. Así que son cuatro caballos.
Y recuerda que los republicanos son el partido negacionista, empeñado
en precipitarse hacia la catástrofe climática de la mano del principal
destructor al que ahora adoran como a un semidiós. Son malas noticias
para Estados Unidos y para el mundo, teniendo en cuenta el poder de este
país.
Barsamian: El Instituto Internacional para la
Democracia y la Asistencia Electoral acaba de publicar el Informe sobre
el Estado de la Democracia en el Mundo en 2021. Dice que Estados Unidos
es un país donde la democracia está “retrocediendo”.
Chomsky: Drásticamente. El Partido Republicano se
dedica abiertamente –ni siquiera lo disimula– a socavar lo que queda de
la democracia estadounidense. Están trabajando arduamente en ello. Desde
la época de Richard Nixon, los republicanos saben desde hace tiempo que
son fundamentalmente un partido minoritario y que no van a conseguir
votos anunciando su compromiso cada vez más manifiesto por el bienestar
de los ultrarricos y del sector empresarial. Así que llevan mucho tiempo
desviando la atención hacia las llamadas cuestiones culturales.
Comenzó con la estrategia sureña de Nixon. Este se dio cuenta de que
el apoyo del Partido Demócrata a la legislación por los derechos
civiles, aunque limitado, les haría perder a los demócratas del sur, que
eran abierta y claramente racistas radicales. El gobierno de Nixon sacó
provecho de ello con su estrategia sureña, al insinuar, abiertamente,
que los republicanos se convertirían en el partido de la supremacía
blanca.
En los años siguientes retomaron otros temas. Ahora es la definición
implícita del partido: así que, ¡apresurémonos a atacar la Teoría
Crítica de la Raza, signifique lo que signifique! Como han explicado sus
principales portavoces, se trata de un término genérico para todo, por
lo que pueden aglutinar al público: la supremacía blanca, el racismo, la
misoginia, el cristianismo, los derechos antiabortistas.
Entretanto, la dirección, con la ayuda de la derechista Sociedad
Federalista, ha estado desarrollando vías legales –si se puede llamar
así– para que los republicanos se aseguren de que, incluso como partido
minoritario, puedan controlar los mecanismos de votación y el resultado
de las elecciones. Están explotando ciertos aspectos radicalmente
antidemocráticos que están incorporados en el sistema constitucional y
las ventajas estructurales que tienen los republicanos como partido que
representa a las poblaciones rurales más dispersas y a la población
tradicionalmente cristiana y nacionalista blanca. Aprovechando esas
ventajas, incluso con una minoría de votos, podrían mantener algo así
como un poder casi permanente.
En realidad, esa permanencia podría no durar mucho si Donald Trump, o
un clon de Trump, llega a la presidencia en 2024. No es probable
entonces que Estados Unidos, por no hablar del mundo, pueda escapar al
impacto de la destrucción climática y medioambiental que se han
encomendado a acelerar.
Barsamian: Todos vimos lo que ocurrió en Washington
el 6 de enero. ¿Hay posibilidades de que aumente el malestar social? Hay
múltiples milicias en todo el país. El representante Paul Gosar, del
gran estado de Arizona, y la representante Lauren Boebert, del gran
estado de Colorado, entre otros, han hecho declaraciones amenazadoras
incitando a la violencia y al odio. En Internet abundan las teorías
conspirativas. ¿Qué debemos hacer?
Chomsky: Es muy grave. De hecho, tal vez un tercio,
aproximadamente, de los republicanos piensa que quizá sea necesario
utilizar la fuerza para “salvar a nuestro país”, como dicen ellos.
“Salvar a nuestro país” tiene un significado claro. Por si alguien no lo
entendiera, Trump hizo un llamamiento a la gente para que se movilizara
para evitar que los demócratas inundaran este país con criminales
salidos de las cárceles de otras tierras, para que no “sustituyeran” a
los estadounidenses blancos y destruyeran los Estados Unidos. La teoría
del “gran reemplazo”: eso es lo que significa “quitarnos el país” y es
lo que están utilizando de un modo eficaz los elementos protofascistas,
de entre los cuales Trump es el más radical y el más notorio.
¿Qué podemos hacer al respecto? Las únicas herramientas disponibles,
nos guste o no, son la educación y la organización. No hay otro camino.
Eso supone tratar de revivir un auténtico movimiento obrero del tipo
que, en el pasado, estuvo a la vanguardia de los movimientos encaminados
a la justicia social. También supone organizar otros movimientos
populares y realizar una labor educativa para combatir las letales
campañas antivacunas que se están llevando a cabo, asegurarse de que se
hacen verdaderos esfuerzos para lidiar con la crisis climática,
movilizarse contra el compromiso bipartidista de aumentar el peligroso
gasto militar y las provocaciones a China, que podrían llevar a un
conflicto que nadie quiere y acabar en una guerra funesta
Hay que seguir trabajando en esto. No hay otro camino.
Barsamian: En un segundo plano tenemos la desigualdad extrema, que está disparada. ¿Por qué Estados Unidos es tan desigual?
Chomsky: Mucho de esto ha sucedido en los últimos 40
años como parte del asalto neoliberal a Estados Unidos en el que
también han participado los demócratas, aunque no tanto como los
republicanos.
Hay un cálculo bastante minucioso de lo que se llama la transferencia
de riqueza del 90% de la población más pobre al 1% más rica (en
realidad, una parte de ellos) durante estas cuatro décadas de asalto. Un
estudio de la RAND Corporation calculó que era de casi 50 billones de
dólares. No estamos hablando de calderilla, y sigue en marcha.
Durante la pandemia, las medidas que se tomaron para evitar que la
economía se desplomara derivaron en un mayor enriquecimiento de unos
pocos. También, en cierto modo, lograron que muchos otros subsistieran,
pero los republicanos están ocupados tratando de desmantelar esa parte
del acuerdo para dejar únicamente la parte que enriquece a unos pocos.
Es a lo que se dedican.
Pongamos como ejemplo el Consejo de Intercambio Legislativo Americano
(ALEC, por sus siglas en inglés). Esto se remonta a hace años. Es una
organización financiada por casi todo el sector empresarial que se
dedica a tocar el punto débil del sistema constitucional, los estados.
Es muy fácil. No es muy difícil comprar o incitar a los representantes
legislativos a nivel estatal, así que ALEC ha trabajado allí para
imponer una legislación que fomente la labor a largo plazo de aquellos
que buscan acabar con la democracia, aumentar la desigualdad radical y
destruir el medio ambiente.
Y uno de las labores más importantes es conseguir que los estados
legislen de modo que ni siquiera puedan investigar –y desde luego no
castigar– el saqueo de salarios, que roba miles de millones de dólares a
los trabajadores cada año al negarse a pagar las horas extras, así como
mediante otros mecanismos. Se han hecho esfuerzos para investigarlo,
pero el sector empresarial quiere detenerlos.
Una analogía en el ámbito nacional es tratar de que el IRS (la
Agencia Tributaria de EE.UU.) no persiga a las empresas ricas que hacen
trampas fiscales. A todos los niveles imaginables, esta guerra de clases
por parte de los patronos, del sector empresarial, de los superricos
está haciendo estragos. Y van a utilizar todos los medios que puedan
para asegurarse de que continúe hasta que hayan conseguido destruir no
sólo la democracia estadounidense, sino la posibilidad misma de
supervivencia como sociedad organizada.
Barsamian: El poder corporativo parece imparable. La
clase supermillonaria –Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk– ahora
vuela al espacio exterior. Pero me acuerdo de algo que dijo la novelista
Ursula K. Le Guin hace unos años: “Vivimos en el capitalismo, su poder
parece ineludible”. Y luego añadió: “También lo era el derecho divino de
los reyes”.
Chomsky: También la esclavitud. También lo era el
principio de que las mujeres son una propiedad, que perduró en Estados
Unidos hasta la década de 1970. También las leyes contra el mestizaje,
tan radicales que ni siquiera los nazis las aceptaban, que perduraron en
Estados Unidos hasta los años sesenta.
Han existido todo tipo de horrores. Con el tiempo, su poder se ha
erosionado, pero nunca se ha eliminado por completo. La esclavitud fue
abolida, pero su huella permanece en nuevas y agresivas formas. No es la
esclavitud, pero es suficientemente horrible. La idea de que las
mujeres no son personas no solo se ha superado oficialmente, sino
también en gran medida en la práctica. Aun así, queda mucho por hacer.
El sistema constitucional fue un paso adelante en el siglo XVIII.
Incluso la frase “Nosotros, el pueblo” aterrorizaba a los gobernantes
autocráticos de Europa que estaban tremendamente preocupados de que los
males de la democracia (lo que entonces se llamaba republicanismo)
pudieran extenderse y socavar la vida civilizada. Pues bien, se
extendió, y la vida civilizada continuó, incluso mejoró.
Así que, sí, hay periodos de retroceso y de progreso, pero la guerra
de clases nunca termina, los amos nunca ceden. Siempre aprovechan todas
las oportunidades y, si son los únicos partícipes en la lucha de clases,
efectivamente habrá una regresión. Pero no tienen por qué serlo, no más
que en el pasado.
Barsamian: En tu libro Masters of Mankind
(Maestros de la humanidad) hay un artículo, “¿Puede la civilización
sobrevivir al capitalismo que realmente existe?”. Escribes que “la
democracia capitalista que realmente existe” (DCRE para abreviar) es
“radicalmente incompatible” con la democracia y añades: “Me parece poco
probable que la civilización pueda sobrevivir al capitalismo que
realmente existe y a la democracia claramente debilitada que lo
acompaña. ¿Podría una democracia operativa cambiar la situación? Pensar
en sistemas inexistentes es una labor meramente especulativa, pero creo
que hay algunas razones para pensar que sí”. Explícame los motivos.
Chomsky: En primer lugar, vivimos en este mundo, no
en el mundo que nos gustaría imaginar. Y en este mundo, si únicamente se
piensa en el marco temporal para lidiar con la destrucción del medio
ambiente, es mucho más corto que el tiempo que sería necesario para
llevar a cabo una remodelación significativa de nuestras instituciones
básicas. Eso no significa que no haya que intentarlo. Hay que intentarlo
todo el tiempo: trabajar en formas de aumentar la conciencia, aumentar
la reflexión y construir los rudimentos de las instituciones futuras en
la sociedad actual.
Al mismo tiempo, las medidas para salvarnos de la autodestrucción
tendrán que darse dentro del marco básico de las instituciones
existentes –con alguna modificación sin un cambio fundamental–. Y se
puede hacer. Sabemos cómo se puede hacer.
Entretanto hay que seguir trabajando en la superación del problema de
la DCRE, la democracia capitalista que realmente existe, que en su
naturaleza esencial es una sentencia de muerte, además de profundamente
inhumana en sus cualidades fundamentales. Por lo tanto, trabajemos en
eso y, al mismo tiempo, asegurémonos de salvar la posibilidad de
lograrlo superando la crisis inmediata y urgente a la que nos
enfrentamos.
Barsamian: Habla de la importancia de los medios de comunicación progresistas independientes como Democracy Now! y Fairness & Accuracy in Reporting. ¿Y puedo añadir a Alternative Radio? Editoriales como Verso, Haymarket, Monthly Review, City Lights y The New Press. Revistas como Jacobin, The Nation, The Progressive e In These Times. Revistas digitales como TomDispatch, The Intercept y ScheerPost. Emisoras de radio comunitarias como KGNU, WMNF y KPFK. ¿Qué importancia tienen para contrarrestar la narrativa corporativa dominante?
Chomsky: ¿Y qué si no va a contrarrestarla? Ellos
son los que mantienen la esperanza de que seamos capaces de encontrar
formas de contrarrestar estas tendencias tan dañinas y destructivas de
las que hablamos.
El método principal es, por supuesto, la educación. La gente tiene
que llegar a entender lo que está pasando en el mundo. Eso requiere
medios para difundir información y análisis que abran espacios para
debates que no vas a encontrar, en su gran mayoría, en los medios de
comunicación dominantes. Quizá a veces de un modo puntual. Mucho de lo
que hemos estado hablando no se discute en absoluto, o únicamente de
forma marginal dentro de los principales medios de comunicación. De modo
que estas conversaciones tienen que llegar al público a través de estos
canales. No hay otra manera.
En realidad, hay otra manera: la organización. Es posible y, de
hecho, fácil llevar a cabo programas educativos y culturales dentro de
las organizaciones. Esa fue una de las principales contribuciones del
movimiento obrero cuando era una institución dinámica, viva, y una de
las principales razones por las que el presidente Ronald Reagan y la
primera ministra británica Margaret Thatcher estaban tan decididos a
destruir a los trabajadores, tal y como hicieron ambos. Sus primeros
movimientos fueron ataques al movimiento obrero.
Había programas educativos y culturales que reunían a la gente para
reflexionar sobre el mundo, entenderlo y desarrollar ideas. Para hacerlo
se necesita organización. Hacerlo solo, una persona en solitario, es
extremadamente difícil.
A pesar de los esfuerzos de las empresas por hacer retroceder a los
sindicatos, ya en la década de 1950 existía en Estados Unidos una prensa
obrera viva e independiente que llegaba a mucha gente y que condenaba
al “sacerdocio comprado”, como lo llamaban, de la prensa dominante. Se
necesitó mucho tiempo para acabar con ella.
En Estados Unidos existía una prensa obrera dinámica y progresista
que se remonta al siglo XIX, cuando era un fenómeno importante. Eso
puede y debe recuperarse como parte del renacimiento de un movimiento
obrero militante y funcional a la vanguardia del progreso hacia la
justicia social. Sucedió antes y puede volver a suceder. Y los medios de
comunicación independientes son un elemento fundamental para ello.
Cuando era niño, en la década de 1930 y principios de la de 1940, leía a Izzy Stone en el Philadelphia Record.
No era el principal periódico de Filadelfia, pero estaba ahí. A finales
de la década de 1940, lo leía en el periódico neoyorquino PM, que era un diario independiente. Supuso un cambio crucial.
Posteriormente, la única forma de leer a Stone era suscribirse a su
boletín. Esos eran los medios independientes en la década de 1950. En la
década de 1960 empezó a repuntar un poco con la revista Ramparts, programas de radio como el de Danny Schechter en la WBCN de Boston y otros similares.
Y hoy, esto continúa sucediendo en todo el país. Los que has mencionado luchan por la independencia, por el pensamiento.
Barsamian: En dos de tus libros más recientes, Consecuencias del capitalismo y Crisis climática y el Green New Deal,
menciona en varias ocasiones a Antonio Gramsci, concretamente a este
comentario: “La crisis consiste precisamente en que lo viejo está
muriendo y lo nuevo no puede nacer; en este interregno aparece una gran
variedad de síntomas malsanos”. Sin embargo, en estos momentos, la cita
que me gustaría que comentara es “Frente al pesimismo de la
inteligencia, el optimismo de la voluntad”. Hable de su relevancia en la
actualidad y del significado de esta cita.
Chomsky: Gramsci fue un destacado activista obrero
de izquierdas en Italia a finales de la década de 1910 y principios de
la de 1920. Fue muy activo en la organización de colectivos de
trabajadores de izquierda. En Italia, el gobierno fascista tomó el poder
a principios de la década de 1920. Una de sus primeras actuaciones fue
enviar a Gramsci a la cárcel. Durante su juicio el fiscal declaró:
tenemos que silenciar esta voz. (Esto nos lleva a la importancia de los
medios de comunicación independientes, por supuesto). Así que lo
metieron en la cárcel.
Mientras estuvo allí escribió sus Cuadernos de la Cárcel. No
fue silenciado, aunque el público no podía leerlo. Continuó el trabajo
que había comenzado y de esos escritos proceden las citas que mencionas.
A principios de la década de 1930 escribió que el viejo mundo se
estaba derrumbando, mientras que el nuevo mundo aún no se había
levantado y que, en el ínterin, se enfrentaban a síntomas malsanos.
Mussolini era uno, Hitler otro. La Alemania nazi estuvo a punto de
conquistar gran parte del mundo. Estuvimos muy cerca de ello. Los rusos
derrotaron a Hitler. De lo contrario, la mitad del mundo probablemente
habría sido gobernada por la Alemania nazi. Pero estuvieron muy cerca.
Los síntomas malsanos eran visibles en todas partes.
La máxima que ha citado, “Frente al pesimismo de la inteligencia, el
optimismo de la voluntad", que se hizo famosa, procede de la época en
que Gramsci aún podía publicar. Según este debemos mirar el mundo con
sensatez, sin ilusiones, comprenderlo, decidir cómo actuar y reconocer
la existencia de presagios desalentadores. Están ocurriendo cosas muy
peligrosas. Eso es pesimismo intelectual. Al mismo tiempo, tenemos que
reconocer que hay salidas, oportunidades reales. Y ahí tenemos el
optimismo de la voluntad, es decir, nos empleamos en aprovechar todas
las oportunidades disponibles – y las hay– mientras trabajamos para
superar los síntomas malsanos y avanzar hacia un mundo más justo y
decente.
Barsamian: En estos tiempos oscuros es difícil para
muchos sentir que hay un futuro prometedor. Siempre te preguntan: ¿qué
te da esperanza? Y yo te hago la misma pregunta.
Chomsky: Una cosa que me da esperanza es que la
gente lucha duramente en circunstancias muy difíciles, mucho más
difíciles de lo que podamos imaginar, en todo el mundo, para conseguir
derechos y justicia. No pierden la esperanza, así que nosotros tampoco
podemos perderla.
La otra es que simplemente no hay opción. La alternativa es decir,
vale, colaboraré para que ocurra lo peor. Esa es una opción. La otra es
decir: intentaré hacer lo que esté en mis manos, lo que hacen los
agricultores de la India, lo que hacen los pobres y miserables
campesinos de Honduras, y muchos otros como ellos en todo el mundo. Haré
todo lo que pueda. Y quizás logremos un mundo decente en el que la
gente sienta que puede vivir sin vergüenza. Un mundo mejor.
No hay mucho donde escoger, así que deberíamos ser capaces de escoger fácilmente.
Fuente: https://ctxt.es/es/20221001/Politica/41052/noam-chomsky-optimismo-de-la-voluntad-pandemia-guerra-nuclear.htm