lunes, 31 de octubre de 2022

La desesperación

 

 

 Me gusta ver el cielo                                            
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar,
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas
la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
e inmóvil en el suelo,
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agita
y rayos mil vomita
y muertos por doquier.

Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer,
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.

La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
y oír como chirrea
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despojada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y sólo se vislumbre
la muerte en derredor.

Allá, en sombrío monte,
solar desmantelado,
me place en sumo grado
la luna al reflejar,
moverse las veletas
con áspero chirrido
igual al alarido
que anuncia el expirar....

José de Espronceda   

domingo, 30 de octubre de 2022

Cancionero de ausencias

Imogen Cunningham
 
 
 
 
 
 
 
 
De aquel querer mío,
¿qué queda en el aire?

 Sólo un traje frío
donde ardió la sangre.

Miguel Hernández

viernes, 28 de octubre de 2022

Recuperar el tiempo de la vida

En esta sociedad hiperproductiva, todas las actividades han quedado supeditadas a los estándares de la productividad. Detenerse sin ningún motivo, hoy, también es rebelarse. 

tiempo
‘Moonrise’ (c. 1908), por Edvard Munch.

 En nuestra sociedad hiperproductiva, en la que cualquier actividad ha quedado supeditada a los estándares de la rentabilidad, la dinámica propia del consumo y a una vertiginosa y anestesiante rapidez, pasear o deambular sin ningún tipo de finalidad puede parecer una rareza. Nos desplazamos para ir al trabajo o a nuestro centro de estudios, para acudir a terapia o para reunirnos con nuestros amigos. El «para» –es decir, la utilidad y el provecho– es el nuevo ídolo de nuestro tiempo: nada se hace sin que eso que se hace encierre un beneficio determinado.

Esta percepción de la realidad como un escenario en el que siempre se gana o se pierde lo ha convertido, a su vez, en un lugar inhóspito y hostil, en el que todos somos enemigos y donde las circunstancias se presentan como una oportunidad para lograr el éxito y el progreso esperados del sujeto, amenazado por las voraces y acechantes fauces del continuo rendimiento. O visto desde el prisma complementario, donde todos estamos a un paso del fracaso –considerado este como una no adaptación a lo exigible–, a las expectativas depositadas en el individuo contemporáneo: eficacia, fama, dinero.

A este respecto, el filósofo Byung-Chul Han se ha mostrado contundente. Como defiende en Psicopolítica, Somos conscientes prisioneros que, bajo una entusiasta ilusión de libertad, se autoexplotan: «Se explota todo aquello que pertenece a prácticas y formas de libertad, como la emoción, el juego y la comunicación. […] La explotación de la libertad genera el mayor rendimiento». Fundamentalmente, porque es una esclavitud libremente asumida: un sometimiento aceptado del que no nos podemos liberar salvo que queramos quedar atrás: «Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona». Ya antes que Han lo había denunciado el alemán Peter Sloterdijk en su breve ensayo, Estrés y libertad, donde se refiere a un malestar «que impregna nuestro ser en la civilización técnica de un sentimiento de fugacidad cada vez más intenso. Este sentimiento es indisociable de que nuestra sociedad está estresada a causa de su autoconservación, que exige de nosotros un rendimiento insólito».

Incluso la felicidad, como ha señalado con mucho acierto la investigadora Sara Ahmed en La promesa de la felicidad (Caja Negra), ha quedado transformada en un instrumento: «Nos hacemos felices como si se tratara de una adquisición de capital que nos permite, por su parte, ser o hacer esto o aquello, e incluso conseguir esto o aquello». De este modo, apunta Ahmed, la felicidad «afectiviza normas e ideales sociales, generando la idea de que la proximidad relativa a estas normas e ideales contribuiría a alcanzar la felicidad».

Al tratar de realizar un diagnóstico de nuestra época, siempre recuerdo una emocionante y muy elocuente anotación en el diario –recogida en Diarios (Lumen)– de Alejandra Pizarnik, en la que relata su incursión en una librería cuando apenas tenía 18 años. Merece la pena reproducir por entero sus palabras, que contienen un certero análisis de nuestra época: «Entro en una librería desconocida. Me dirijo a los anaqueles coloreados, llena de curiosidad y tensa de emoción. La esperanza de hallar algo nuevo es quebrada por la voz del empleado que me pregunta qué títulos busco. No sé qué decirle. Al fin, recuerdo uno. No está. Hubiese querido seguir mirando, pero sentía sobre mí el peso de esa mirada comerciante, tan estrecha y desaprobadora ante alguien que no sabe lo que quiere. ¡Siempre lo mismo! ¡Siempre hay que aparentar la posesión de un fin! ¡Siempre el camino rectamente marcado!».

Esa librería representa nuestro mundo. Un mundo que ha quedado desprovisto (porque se ha olvidado) de los valores que trascienden lo puramente pecuniario y productivo. Pizarnik es la resistencia, y debemos apoyarla de manera militante. Al igual que en esa librería en la que la escritora argentina buscaba libertad y sólo encontró la «mirada comerciante», una estrecha visión que todo lo mercantiliza y emplea para extraer un rendimiento, la realidad humana ha sido mediatizada por los engranajes y la retórica del mercado, hasta el punto que incluso nos referimos a nuestra vida anímica con terminología empresarial: «rentabilizar las emociones», «gestionar los afectos» o «maximizar las potencialidades».

No se trata de negar ingenua y puerilmente los beneficios de contar con una –siempre debidamente contenida– libertad de mercado o proclamar la necesidad de una rebelión contra el establishment. De hecho, la existencia de esa librería de la que habla Pizarnik es resultado de ciertas condiciones económicas. Consiste, más bien, en recuperar y reivindicar para nuestra vida unos tiempos que son distintos a los propios de las dinámicas económicas. A este respecto, conviene traer a colación un esclarecedor fragmento de Erich Fromm recogido en El miedo a la libertad muchas décadas antes que los mencionados textos de Han y Sloterdijk: el individuo contemporáneo se ha «transformado en el esclavo de la máquina que él mismo construyó». Y añade: «Las actividades económicas son necesarias; hasta los ricos pueden servir los propósitos divinos, pero toda actividad externa sólo adquiere significado y dignidad en la medida en que favorezca los fines de la vida».

Inmersos en este panorama, caminar sin rumbo se ha convertido en un acto político, en una reivindicación de nuestra libertad y en una reclamación de nuestro espacio de independencia y autonomía. También amar despreocupadamente o, sin más, no hacer nada. En absoluto. Permitirse, como recomendaba Rousseau en Las ensoñaciones del paseante solitario, hacer caso omiso del tumulto exterior y prestar atención a nuestro mundo interior: perdernos en nosotros mismos. 

Y es que las cosas más importantes de la vida suelen discurrir despacio. La generosidad, la amistad, el amor, el paseo o la lectura piden y necesitan tiempos ajenos a la dinámica del consumo y de la inmediatez: exigen de nosotros una lentitud que a veces no permitimos. El reloj y las agendas se han convertido en dos de los fetiches de nuestra época: los miramos o consultamos mientras comemos, en una cita con nuestras amistades, y llegamos a hacer deporte bajo el imperativo de los tiempos (y de la productividad); incluso se charla y hasta se hace el amor midiendo los tiempos. Pero la lectura, el amor, el diálogo o el paseo tienen sus propios tiempos. No dan su fruto si no se da tiempo a que aquel madure. El tiempo del camino, del tránsito, del itinerario o del paso ha sido eclipsado por la tiránica inmediatez, por el presentismo y por una vida vivida en presente continuo, en un no-tiempo en tanto que cualquier instante es un ahora despótico que contiene su propia exigencia: no cabe la dilación, no hay tiempo para la espera. No nos damos el tiempo que la vida exige al tiempo.

El tiempo que los griegos llamaron aión (αἰών, eternidad) materializado en el momento oportuno (καιρός). En ese momento, como apuntó muy bellamente Plotino, la vida (βιοζ) se convierte en el espacio de lo sagrado (τὸ ἱερόν), de todo cuanto no está sujeto al interés y la inmediatez. El cerebro se adapta con plasticidad a los tiempos que le exigimos. Pero algo va mal cuando nos sentimos acelerados, con ansiedad, presas del imperativo por producir incesantemente. Por eso, parar, detenerse, crear espacio para integrar ritmos más pausados… significa rebelarse. Para encontrar tiempo para la eternidad.

Fuente: https://ethic.es/2022/10/recuperar-el-tiempo-de-la-vida/

jueves, 27 de octubre de 2022

La búsqueda del camino

 

Édouard Vuillard. Mujer sentada en una habitación en penumbra, 1895

  Allí donde los enigmas me conducián a nuevos 
enigmas, ellos conocían la verdad con toda exactitud
Franz Grillparzer

... me parece que mi angustia e inquietud, ambición y preocupación no son sino lo mismo que las de miles que vivieron antes que yo, y puedo creer que transcurridos miles de años todavía podrá cumplirse aquello que yo había implorado hace miles de años por vez primera. Ninguna idea germina en mí, que no sea la continuación de la de un ancestro y por lo tanto no es un germen joven, sino el desarrollo predeterminado de un brote del vetusto y sagrado árbol de la vida...

Erwin Schrödinger

miércoles, 26 de octubre de 2022

La desobediencia civil ante la trampa de la sociedad del espectáculo

 Los ataques a cuadros famosos responden a la necesidad de los movimientos por el clima de causar impacto en los medios, que ignoran estas acciones si no le son útiles

Dos activistas de la organización Just Stop Oil frente al cuadro manchado de Van Gogh. EFE

 El verano ha sido histórico: sequías en decenas de países, ola de calor tras ola de calor, países como Pakistán sufriendo inundaciones espantosas, estudios de acreditados científicos que avisan de la inminencia de los temibles puntos de no retorno climáticos… y, de repente, van dos chicas jóvenes, lanzan el contenido de una lata de sopa de tomate al cuadro Los Girasoles de Van Gogh, y se arma la de dios. 

Poco después, un Monet, de la serie Los Almiares, ha sido víctima del puré de patatas del colectivo Letzte Generation y hasta la figura de cera de Carlos III de Inglaterra ha recibido un tartazo. Ya lo avisamos hace meses:  el tiempo de la desobediencia civil ha llegado. Ahora toca analizar qué está pasando para tratar de que esta sea útil a la causa. 

El colectivo Just Stop Oil, que pretende, mediante desobediencia civil no violenta, que no haya nuevas inversiones en combustibles fósiles en el Reino Unido, es el responsable de dos de las acciones, girasoles y tartazos, y con ellas se ha desatado un tsunami de opiniones y artículos sobre la legitimidad de este modus operandi. No recuerdo una acción de ningún movimiento social reciente que haya suscitado tanto debate como la del cuadro de Van Gogh. Un debate que ya querríamos muchos que hubiera sido provocado por los sucesos que apuntan a un desastre en ciernes para buena parte de la humanidad. Pero parece que eso no importa tanto, o quizá es que la concatenación de desastres –y la espectacularización de los mismos– nos tiene ya anestesiados. 

Esa es una razón de peso para defender este tipo de acciones, que al menos permite abrir un paréntesis entre las habituales dosis de anestesia que ofrecen los grandes medios de comunicación. Unos medios que deberían estar informando mucho más y mejor sobre un problema tan crucial. Y seguro que lo harían, claro, si no tuvieran entre sus accionistas y financiadores a muchas de las compañías responsables de generar el problema y beneficiarse de él a corto plazo –a largo no ganará nadie–. 

Por el impacto mediático y el debate generado podría parecer que la acción es un éxito incuestionable. Pero, como casi todo, quizá no sea tan simple: que precisamente unos medios de comunicación que sistemáticamente ignoran el problema, se niegan a profundizar en el estado del mismo y sus causas, o directamente llaman a negacionistas para debatir e “informar” sobre caos climático, presten tanta atención a una acción, debería hacernos reflexionar al respecto de su utilidad.

Muchas personas, incluso desde dentro de los propios colectivos, creen que la táctica no es la más apropiada porque hay quien se quedará con la imagen y no sabrá jamás que el cuadro no fue dañado, ni los porqués de tal acto, explicados maravillosamente por una de las responsables de la acción en un vídeo que en Twitter ha sobrepasado los siete millones de reproducciones

El vídeo de la acción suma más de 50 millones y los hilos más difundidos al principio no eran precisamente favorables. Algunos incluso caían en acusaciones hacia muchas otras formas de activismo medioambiental, mezclándolas con intereses oscuros de la industria fósil. Es una ley no escrita que la cantidad de energía necesaria para desmentir un bulo siempre será mayor que la cantidad necesaria para diseminarlo. 

¿Se ha cortado una oreja el movimiento climático con lo del cuadro de Van Gogh? Esa es la pregunta que hay que responder. La respuesta –si es que existe– no es tan evidente.

Lo que sí es incuestionable es que en ocasiones desde los movimientos sociales caemos en exceso en la espectacularización: como los medios de comunicación son quienes nos dan altavoz, el impacto en los mismos determina el éxito de una acción. “Es lo único que podemos medir”, defenderá una buena cantidad de activistas. Eso hace que, inevitablemente, cuando la práctica habitual deja de ser noticia se tenga que ir un paso más allá, lo cual a veces nos acaba separando de la sociedad que queremos transformar. Esta es una primera parte de la trampa de la sociedad del espectáculo: impacto no siempre equivale a éxito. Y la inercia juega a la contra, ya que tiende a fomentar la espectacularización y el aislamiento.

A medida que el poco tiempo que tenemos para reaccionar transcurre, esto lleva hacia posturas más radicales, incluso a escisiones en los grandes movimientos –denominados flancos– que tienen efectos positivos y negativos ampliamente estudiados. De hecho, un mismo autor, el doctor en sociología Rob Willer, tiene publicaciones que apuntan hacia ambas direcciones, hacia el efecto positivo que las acciones más radicales pueden producir al ensanchar la Ventana de Overton –los límites aceptables del discurso– y normalizar posiciones más estándar; y el no tan positivo, ya que pueden generar divisiones internas y menos apoyo externo. De que el primer efecto sea mayor que el segundo, depende el éxito a largo plazo de una acción. 

Tanto los que creen que fue un error, como los que defienden la acción sin fisuras, argumentan razones que podrían considerarse acertadas, y quizá ahí se encuentre la no-respuesta: no es tanto el hecho en sí, la acción, sino la capacidad posterior de defenderla. Un acto como el de Los Girasoles puede no ser un éxito instantáneo y comprenderse mejor a posteriori (o al revés) gracias a la labor de las personas que la ejecutaron, de los apoyos que hayan recabado, de cómo los medios traten a la acción o de si la realidad acaba dándoles la razón a los perpetradores. Desgraciadamente esta última cuestión el movimiento climático la tiene asegurada.

La segunda parte de la trampa de la sociedad del espectáculo radica en la falsa sensación de libertad. Los mismos medios que están amplificando el contenido de esta protesta, mezclándolo en ocasiones con burdas teorías de la conspiración, no hicieron apenas caso a protestas que probablemente tendrían mucha más aceptación. Just Stop Oil lleva meses haciendo de las suyas, y otros movimientos, mucho más tiempo. No es casualidad que las huelgas, como la reciente paralización de parte del transporte y las refinerías en Francia, o la de los trabajadores del metal en Cádiz se traten principalmente en los grandes medios para enfatizar los disturbios y emborronar la imagen que se hace la sociedad de estas protestas –señal del miedo que le tiene el poder a esta herramienta– o que a procesos que son una innovación social tremenda y que tendrían que haber tenido un impacto inmediato en los medios, como la Asamblea Ciudadana por el Clima –defendida tanto por Extinction Rebellion como por Rebelión Científica–, no se le haya hecho ni puñetero caso. Algo que también dice mucho y muy bueno del potencial de esa herramienta de democratización. 

Mientras escribo esto, compañeros y compañeras del movimiento Rebelión Científica están intentando que en Alemania se tomen medidas adecuadas para hacer frente al enorme problema que enfrentamos, pero no se les hará tanto caso como al pobre e intacto cuadro de Los Girasoles. A pesar de que haya autoras del propio IPCC, como Julia Steinberger, pasando a la desobediencia civil ante la falta de alternativas, mejor nos preocupemos de unos girasoles que no han sufrido daño alguno. Igual cuando nos queramos dar cuenta de que son los girasoles de verdad los que están en peligro, ya es tarde.  

En su visionaria La sociedad del espectáculo, Guy Debord alertó ya en los sesenta sobre cómo el espectáculo nos aparta de la actividad, nos mantiene pasivos ante una catástrofe cuyas ruinas y retos se van acumulando. Y los medios de incomunicación profundizan ese mecanismo ideal de separación mediante el cual eligen qué amplificar para mantener el status quo. No cabe pensar que las redes sociales puedan ayudar a escapar de esta trampa, ya que el algoritmo suele fomentar y nutrirse de la polarización, cerrando el círculo vicioso.

Los grandes medios intentan configurar un imaginario en el cual cualquier acción disruptiva es ignorada salvo cuando sirve para legitimar sus posiciones. Eso es lo que hay que desvelar para poder darle la vuelta. Debord hablaba del détournement, o desvío, como la posibilidad de distorsionar el significado de un evento o un objeto para producir un efecto crítico. Esto es lo que acciones como estas últimas tratan de lograr, con más o menos acierto. Tomar conciencia es la única manera de abolir el efecto negativo del espectáculo. Ser conscientes de la manipulación para que no sea tan fácil tolerarla, ayuda a combatirla. 

No tengo ninguna duda de que estamos ante el principio de una ola de acciones de desobediencia civil al respecto de la cuestión climática. Y en un mundo que no reacciona ante el abismo que tiene delante y cuya vigesimoséptima Cumbre del Clima será patrocinada por Coca Cola, no hay duda, es lo que nos merecemos. 

Acciones de este tipo deben abrir un debate del que las mismas acciones no deberían estar exentas. ¿Es casualidad que en la sociedad individualista del espectáculo tendamos hacia acciones más individuales? ¿Deberíamos estar llevando el tomate y el puré de patatas a Iberdrola o a Repsol más que a los museos? Sin duda, y sobre todo tratando de que estas protestas vuelvan a ser masivas. Tiempo al tiempo.

Fuente: https://ctxt.es/es/20221001/Firmas/41110/desobediencia-civil-juan-bordera-movimientos-por-el-clima-girasoles-activistas-espectaculo-just-stop-oil.htm

martes, 25 de octubre de 2022

Estudio con algo de tedio

 

Peter Vilhelm Ilsted
 ...
Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear. No hay 
  nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.
Está uno y su cara. Uno y su cara
de santón farsante.
 
Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,
el gesto que escondemos todo el día,
el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos
el día en que lo sepan todo las buenas gentes
y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros. ..

Roque Dalton

lunes, 24 de octubre de 2022

“Nuestro tiempo se caracteriza por un desequilibrio muy grande entre el miedo y la esperanza”

 Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y ha intervenido esta semana en la primera Universidad Popular de los Movimientos Sociales que se ha organizado en Euskadi. 

Boaventura de Sousa Santos
David F. Sabadell

 Hilvana cada frase sin que se le escape un verbo de más o un sustantivo de menos, y no se detiene hasta terminar la idea que quiere exponer. Se nota que es profesor —doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale, catedrático en su ciudad natal, la Universidad de Coímbra (Portugal)—. Pero en Boaventura de Sousa Santos (1940) también se aprecia que está acostumbrado a escuchar y que le gustan las preguntas. Vivió en Estados Unidos durante la Guerra del Vietman y en Berlin antes de que cayera el muro. Ha participado en varias ocasiones en el Foro Social Mundial y, esta semana, ha intervenido en la primera Universidad Popular de los Movimientos Sociales que se ha organizado en Euskadi, un proyecto en el que participa Emaús desde hace tres años y en el que ha acompañado a De Sousa a su paso por Bilbao y Donostia.

Vamos a morir todos. Contágieme de su optimismo.
Mi optimismo siempre ha sido trágico. Quizá no vemos las alternativas o quizá no las valoramos cuando las vemos, pero hay alternativas. La dificultad es grande y cada año aumenta, de ahí lo trágico. Pero nunca he sido pesimista. Trabajo con movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil para las cuales es imposible pensar que no hay alternativas, porque entonces tendrían que dejar de existir. Y la alternativa es fundamental para los de abajo, que cada vez son más vulnerables y más precarios.

Me gusta su actitud.
Es que necesitamos un poco de esperanza. Sé que hoy es difícil formular alternativas, pero hay que creer que las tenemos porque la historia no se detiene. Lo que caracteriza a nuestro tiempo es un desequilibrio muy grande entre el miedo y la esperanza: las grandes mayorías tienen mucho miedo del futuro y poca esperanza de que pueda mejorar, y las pequeñas minorías parecen no tener miedo de nada. Ni siquiera al colapso, porque se imaginan viviendo en ciudades espaciales. Tienen demasiada esperanza en que tecnológicamente obtendrán soluciones.
Están henchidos y dominan el mundo. 
Después de caída muro Berlin, el sistema capitalista consideró que esos enemigos —la posibilidad de una alternativa socialista— fueron derrotados y creyeron que esa derrota era definitiva, por eso el capitalismo se volvió más salvaje y agresivo. La socialdemocracia, es decir, la posibilidad de compatibilizar capitalismo con algún bienestar para las mayorías a través de derechos sociales, económicos, ecológicos, pensiones, educación y sanidad pública, permitió crear la idea de que la democracia podía controlar el capitalismo o hacerlo menos agresivo. La socialdemocracia terminó en el neoliberalismo, que pretende privatizarlo todo, disminuyendo la presencia del Estado en la sociedad y entregándolo todo a los mercados. Este es el modelo en el que hemos vivido y la tragedia es que gran parte de los partidos de la izquierda acabaron por aceptar que no había alternativa al capitalismo —la tercera vía al socialismo—, y el resultado fue desacreditar en el imaginario popular la alternativa, algo que benefició al capitalismo y a las fuerzas que le sostienen por detrás, la derecha.

¿Y ahora, qué?
Ahora es momento de saber por qué el neoliberalismo ha destruido el bienestar. En Europa se notaba menos, pero cada vez es más evidente, sobre todo con guerra Ucrania, por ejemplo. Hemos pasado de una idea que seguramente era una ilusión —que la democracia podía controlar el capitalismo— a una democracia controlada por el capitalismo y que solo funciona en la medida en que sirve al capitalismo. Es algo que también vemos en el aumento de la extrema derecha, que es el brazo político del capitalismo y ahora ya ataca derechos cívicos, políticos, de prensa, de cátedra y de opinión pública con discursos de odios y regresos a la dictadura. Lo ves en Brasil o aquí con Vox.

¿Por qué el momento para ver estas cosas es ahora?
Los estudios del FMI muestran que después de las grandes pandemias del mundo hay una crisis social y económica muy fuerte y, en el caso actual, hay un agravante: la guerra de Ucrania. La guerra es permanente en el mundo, desde Corea a Vietnam, África y Oriente. Pero la idea importante es que la crisis económica y social a largo plazo provocará disturbios y protestas, porque la gente se quedará insatisfecha e intentará derrocar las instituciones, y la respuesta del Estado será represiva, una represión que no es compatible con un mínimo de democracia, y esto da impulso a la extrema derecha, que simultáneamente es producto y productor de esta situación, creando divisiones brutales, desacreditando la democracia, proponiendo un regreso a un pasado que nunca existió. Era un pasado de violencia y exclusión y desapariciones de personas.

El 8 de marzo de 2018 fue uno de los días más felices de mi vida. Pensé que así debían sentirse los hombres blancos todos los días, dueños de sus vidas, sin miedo, sin preocupaciones de más. Pensé que la emancipación de la humanidad debía ser eso: caminar con ligereza acompañada de agradables sentimientos, pero hasta ese día yo misma desconocía esa sensación, ¿cómo se puede luchar con firmeza por alcanzar algo que desconoces? ¿Cómo podemos pensar que el mundo puede ser nuestro?
Es una gran pregunta. Cuando conoces el mundo y lo representas como propio es cuando puedes transformarlo con tus aspiraciones. El problema es que desde el siglo XVI creamos un sistema de conocimiento que no posibilita que todas las personas representen el mundo como suyo. El colonialismo europeo interrumpió el conocimiento propio. Y ese colonialismo dio pie a otros tres opresiones: colonialismo, capitalismo y patriarcado. Si quieres, heteropatriarcado. El trabajo “libre” no se sostiene sin un trabajo altamente devaluado y un trabajo no pagado, que realizan los cuerpos racializados y sexualizados. El colonialismo y el patriarcado son las otras dos caras del capitalismo. Mismamente el marxismo no lo vio claramente, pero no hay capitalismo sin colonialismo y patriarcado. Lo que tú viviste fue una liberación, que el mundo se representara como tuyo y, por tanto, que pueda transformarse con tus aspiraciones de emancipación. De repente estabas en la calle con mucha gente y viste que era posible apropiarse del mundo, sin tener que esperar a las representaciones masculinas o patriarcales, porque tú ya tienes la tuya y no estás sola. Ese es el inicio de una emancipación epistémica, que es política obviamente. Por eso hoy se habla de una filosofía feminista, una sociología feminista, una política feminista. Y por eso no imagino un capitalismo feminista ni un capitalismo antirracista. Hay quien piensa que su lucha es suficiente para cambiar la sociedad, pero como acostumbro a decir: la dominación está articulada, pero la resistencia está fragmentada. No salimos de este infierno, cuando se mejora un poco por aquí se empeora por otro lado. Muchos movimientos, como sindicatos, eran racistas y sexistas.

Tras un movimiento emancipador como el feminismo, movimientos reaccionarios como la extrema derecha, o simplemente señores de izquierda señoreando, han cogido impulso. Hábleme de los vaivenes sociológicos.
Estamos en un ciclo conservador de luchas defensivas. En general no se lucha por más derechos, sino por no perder los que ya teníamos y pensábamos que eran irrenunciables. Con el crecimiento de la extrema derecha estamos llegando al fondo de este ciclo. Pero debemos ser conscientes de que cuando logramos elegir a un gobierno progresista, este gobernará en un ciclo conservador, como Gustavo Petro o Lula si gana. Este ciclo empezó en los 90 como reacción al avance de las luchas de los trabajadores y de las mujeres, después de la segunda guerra mundial, que dejó un ciclo de 30-40 años en el que se obtuvieron más derechos, con menos horas de trabajo y más horas de cuidado público para las criaturas. Todo ello supuso un avance enorme y el neoliberalismo fue la reacción. En Chile tuvo una matriz política, pero en Europa fue económica y ahora se le ha añadido la política con la extrema derecha, que siempre es neoliberal, desde el Reino Unido a la India, pasando por España, Suecia, Portugal, Italia y Francia. Aunque a veces no lo afirmen con la intención de intentar obtener alguna ventaja electoral. Dicen que no están en contra de los derechos sociales, pero los quieren restringir a los blancos, por ejemplo. Es decir, están en contra de los derechos sociales.

El capitalismo robó la democracia, si es que alguna vez existió. Usted defiende que los movimientos sociales fiscalizan la democracia, como así ocurre. Pero el capitalismo trata de adueñarse de la educación. ¿Vivimos y morimos más sumisamente?
La educación tiene un doble papel: legitimar el conformismo o el inconformismo. Cuando luchamos por una educación popular y la pedagogía oprimido, lo hacíamos desde la óptica de que la educación puede ser un instrumento de liberación y emancipación. Y aquello fue el resultado de una victoria. Pero al transformarse en política pública, la educación depende de la naturaleza política del Estado, que es capitalista, colonialista y patriarcal, además de burócrata, monocultural, sexista, entre otros. La educación es un campo de disputa y las luchas sociales muchas veces han logrado abrir brechas, que es lo que hacen los movimientos sociales. El problema de la sociedad y de las organizaciones es que cuando se abre una brecha, piensan que ya se queda abierta para siempre, y no es así. Somos hijos e hijas dominados por la idea de que el progreso nunca vuelve atrás. Claro que puede retroceder, por eso estamos en un ciclo conservador, que también tiene su vida: nace, crece y muere. Por eso estoy seguro de que este ciclo terminará un día. No es cuestión de fe, sino análisis histórico.

Usted tiene 81 años y ha visto cambios importantes.
Los sociólogos somos muy buenos previendo el pasado, pero no el futuro. Y nunca prevemos el peor escenario, porque duele demasiado. La mejoría de derechos en el norte global vino tras 70 millones de muertes en las dos guerras mundiales. No es poco. El capitalismo norteamericano fue menos agresivo tras la crisis de 1929, con una tasa de suicidios nunca vista. ¿Qué pasará ahora? Desde las izquierdas luchamos para que el tránsito del ciclo conservador al progresista sea pacífico, sin lucha armada, y que no incluya el sufrimiento de mucha gente. Pero hay tres amenazas que pueden llevar a un fin trágico: la catástrofe ecológica inminente, cada vez más grave por todos los lados pero que aquí se caracteriza por su invisibilidad; una desigualdad social en el mundo sin precedentes —la concentración de riqueza nunca ha sido tan grande y nos hace preguntarnos cómo será la reacción cuando surja una oportunidad—, y que estamos más cerca de una tercera guerra mundial, que puede incluir guerra nuclear. En este último caso ya no podría dar lugar a un ciclo progresista, porque igual estamos todos muertos, o muchos. Conviene recordar que los físicos teóricos hablan de ciclos de bifurcación: un pequeño cambio en un sistema que ya está muy desequilibrado puede producir una transformación enorme. Por ejemplo, si estamos en una guerra, pequeños actos de provocación pueden llevar a la otra parte a atacar con una bomba atómica.

En octubre de 2022, ¿qué alternativas tenemos?
Hay tres escenarios: el primero es que la pandemia termina su fase aguda y entra en una fase crónica, con otras variedades de coronavirus u otros virus que salten de animales a humanos porque desestabilizamos sus hábitats. Pero mientras, volvemos a los cafés si tenemos dinero. Eso es lo que estamos viviendo de alguna manera en Europa. El segundo escenario es el del gatopardismo: que nada cambie pero vamos a cambiar algunas cosas. La salud tendría una inversión pública mucho más grandes, ya que sabemos que los hospitales privados no han combatido el virus. El tercer escenario es el de alternativa. Esta es la ocasión para hacer un modo alternativo de vivir, producir y consumir en nuestras sociedades. Esto implica transformar las sociedades, y el urbanismo, porque cuanto más grande es una ciudad, recordemos que más mortalidad hubo en la pandemia. Tenemos que crear otro tipo de vivir. En el edificio de viviendas que tenemos enfrente, con un trozo de hierba que están segando, podría haber huertas, por ejemplo, porque ya sabemos que la agricultura y ganadería industrial son venenosas y están íntimamente relacionadas con el cambio climático y la pandemia.

¿Y qué escenario ve más probable?
Estamos en el primero, el más distópico. Hay una crisis y no se hará nada. La sanidad seguirá privatizándose y quizá la democracia no aguante en muchos países. Pensaba que Europa entraría en el segundo escenario, que íbamos a cambiar algunas cositas, pero tras la guerra llegó la hipocresía y la transición energética saltó por los aires. Y si no hay transición, transferiremos los costes a la periferia, buscando por ejemplo crear energía eólica destruyendo el territorio de otros países, como en México. Hemos llegado al colonialismo energético

Entonces, ¿vamos a morir todos?
Algún día, pero la sociedad no muere y la esperanza, tampoco. Tus hijos, los míos y mis nietos morirán de forma escalonada, según el orden natural de la vida, a menos que haya un colapso total ecológico. Y espero que tengan un tiempo mejor que el nuestro en términos de justicia social, histórica, sexual y de relaciones norte y sur.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/entrevista-boaventura-sousa-nuestro-tiempo-caracteriza-desequilibrio-muy-grande-entre-miedo-esperanza

sábado, 22 de octubre de 2022

Amar el mar...

Ana Yael
 Amar el mar
y quedarme
con la herida

Elvira Sastre

La liberación de la mujer como desafío a un impuesto sistema de creencias

Están presentes en los cuentos tradicionales como un modelo más de monstruos. A los niños se les asusta con la presencia de brujas desde que tienen uso de razón. Pueden vivir escondidas en rincones oscuros y casas abandonadas, o llegar volando por la noche. Es algo interiorizado y asimilado en la cultura popular. Sin embargo, según explica Grace Morales en Mágicas. Brujas, magas y sacerdotisas del amor (La Felguera, 2022), el estereotipo que define al personaje de ficción procede de los intentos de demonizar a las mujeres que se salían de la norma.

A las claras: la inmensa mayoría de mujeres a las que se declaró brujas en realidad estaban reivindicando posiciones feministas. Sigue siendo frecuente hoy. Cuando una mujer vive sola por propia voluntad, sin un marido al lado, siempre hay alguien que la considera una bruja. La tradición cristiana y patriarcal en la sociedad tiene una posición clara hacia la mujer, cualquiera de ellas que la haya desafiado o se haya desviado ha sido y es sospechosa. La autora lo explica con su propia experiencia. En los años ochenta, cuando estudiaba, estaba inmersa en la moda que en España se llamó «siniestra» (ahora es más conocida como «gótica»), vestía de negro y escuchaba grupos en los que cantaban mujeres caracterizadas con una estética como la de las brujas de cualquier cuento. Esta tribu urbana siempre despertó recelos, posiblemente porque era la que más mujeres contaba entre sus adeptos. Morales recuerda que muchas veces la insultaban por su forma de vestir y actitud, y no había ocasión en la que no se colaba un «bruja» entre los improperios.

Sin embargo, un siglo atrás, las brujas eran las mujeres que luchaban por el aborto, por la anticoncepción, si eran médicas trataban a las prostitutas, si hablaban de religión se preguntaban por qué había que contar con Padre, Hijo y Espíritu Santo cuando lo evidente es que fuesen Padre, Hijo y Mujer. Pero cuando destacaban no era por su dedicación principal. Por ejemplo, Constance Mary Lloyd fue defensora de los derechos de la mujer, sufragista y autora de cuentos infantiles, pero pasó a la historia por ser pareja de Oscar Wilde hasta que saltó el escándalo por la identidad sexual del escritor. En otros casos sí había una vertiente paranormal en el universo de las logias y las sociedades secretas. Dion Fortune participó en la «batalla mágica» entre Inglaterra y Alemania en la Segunda Guerra Mundial, un conjuro realizado conjuntamente por magos británicos para repeler al ejército nazi, aunque su figura fue eclipsada por Aleister Crowley.

En estos submundos de creencias adornadas de satanismo llaman la atención los ritos de María de Naglowska, una ocultista de París que difundía los poderes de su «magia sexual». En su Templo del Tercer Término realizaba rituales sexuales que no eran otra cosa que asfixia erótica, y escribió un libro sobre la técnica: Le mistere de la pendaison (El misterio del ahorcamiento). Como era de esperar, en búsqueda del éxtasis sexual sucedieron varios accidentes. El periodista coetáneo Pierre Mariel escribió sobre estos ritos: «Todos los que han obtenido durante la estrangulación iniciática el goce muy especial que proviene de la precipitación de arriba abajo en el cuerpo del suspendido, de aquel al que se llama Satán, y que es la fuerza contraria a la manifestación de Dios (la vida), declaran que en el momento en que no queda nada por experimentar en las cosas de la vida cotidiana, este último tiene la impresión muy clara de encontrarse, de repente, cara a cara, con lo que muy impropiamente podría llamarse el infinito».

Una imagen del interior del libro de Grace Morales. / Foto: La Felguera.

A Naglowska, pese a la parafernalia oscurantista, había que entenderla en términos de libertad y exploración sexual. También se pone de relieve en esta obra su trabajo como traductora de la obra Magia sexualis, cuyo contenido modificó incluyendo sus propios puntos de vista, que no era más que un compendio de propuestas de posturas sexuales que rompían la monotonía tradicional del «misionero».

Algo similar ocurre con Florence Farr en Londres. Aunque fuera ocultista, lo destacable de su biografía es que era una auténtica profesional de las artes escénicas, ya fuese como actriz, productora, escritora, compositora, directora teatral o profesora. Respondía al ideal de «nueva mujer», la que surgiría como consecuencia de la revolución feminista incipiente, que era una «mujer independiente, con una carrera profesional propia, ilustrada y con estudios y que no temía mostrar su sexualidad». Nada de lo que defendía (sufragio femenino, igualdad de la mujer en el trabajo y ante la ley) se diferenciaba de las demandas actuales del feminismo que siguen sin satisfacerse. Eso sí, luego Crowley admiraba sus rituales, aunque por lo que más destacó Farr en este campo fue por su interés en la cultura egipcia.

Lo que subyace, finalmente, es que las mujeres que ansiaban la igualdad y sacudirse los corsés y ataduras sociales —mucho más agobiantes que la citada asfixia erótica— acababan interesadas en el ocultismo como desafío al esquema de creencias impuesto durante siglos. Es un fenómeno que se podría calificar incluso de natural, aunque la naturaleza imitase al arte en los sesenta con el grupo estadounidense W.I.T.C.H., que se apropiaba del cliché para defender un feminismo radical.

Fuente: https://www.revistamercurio.es/2022/10/22/magicas/

viernes, 21 de octubre de 2022

¿Serás amor?

Elise Wehle
¿Serás, amor,
un largo adiós que no se acaba?...
 

Pedro Salinas

Los científicos europeos dejan sus laboratorios para salir a la calle ante la inacción climática

 El grupo "Rebelión Científica" suma cada vez más adhesiones. Académicos e investigadores realizan por estos días "acciones de desobediencia civil" en Alemania. El movimiento crece en España

Un grupo de científicos durante una protesta en el museo del automóvil Volkswagen, en Berlín.
Un grupo de científicos durante una protesta en el museo del automóvil Volkswagen, en Berlín.

 Elena González (30 años) es doctora en astrofísica. Con ese título académico -obtenido el año pasado en Londres- empezó a ser realidad el sueño de su vida: ser astrónoma para poder investigar la vida en otros planetas.

Pero esta joven científica está convencida de que hoy su papel en un observatorio es secundario e irrelevante. De nada sirve estudiar la física del universo -dice- si nuestro mundo, el planeta Tierra, está al borde del precipicio como consecuencia del cambio climático.

Movilizada por esta asfixiante realidad, dejó el Reino Unido y volvió a España para sumarse a la "rebelión de los científicos", un movimiento global de acción y protesta que cada vez suma más adhesiones. 

En España, la "desobediencia civil" cuenta con el apoyo de más de 1.200 profesionales. Sus caras visibles son tres eminencias: Fernando Valladares (científico del CSIC), Marta Rivera Ferre (científica y coautora de uno de los últimos informes del IPCC) y Jorge Riechmann (filósofo y ecologista).

El objetivo de este movimiento pasa por instar a los gobiernos y empresas a actuar "con urgencia" para mitigar los efectos de un colapso climático que, entienden, está en puerta. Respaldan su diagnóstico en el conocimiento científico. En sus saberes, en sus investigaciones, en sus años de estudio.

"Scientist Rebellion" (nombre global) es una ramificación de lo que se conoció como "Extinction Rebellion", un movimiento de activistas nacido en Londres en 2018. Este subgrupo tiene un sello diferencial: son los propios científicos e investigadores los que "ponen el cuerpo" para protestar.

La primera aparición pública fue en abril de este año tras la publicación del sexto informe de evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Se realizó una "acción coordinada" en 25 países. Participaron un millar de científicos, según los organizadores.

Queremos ser los catalizadores de la comunidad científica como Greta Thunberg lo ha sido de la juventud. El tiempo urge. Necesitamos una reacción más amplia

En Madrid, los científicos se sentaron frente a la fachada principal del Congreso gritando consignas como "No hay planeta B" o Alerta Roja. Escuchad a la Ciencia". Algunos manifestantes mancharon con tinta roja biodegradable (zumo de remolacha) las escaleras del Hemiciclo. En junio, 14 científicos fueron detenidos por la Brigada Antiterrorista de la Policía Nacional. Se les inició una causa por "daños al mobiliario público".

Por estos días, la desobediencia civil se centra en Alemania, epicentro de las nuevas protestas. Se trata, a juicio de los científicos, de un "país clave" en la Unión Europea, cuya economía se ha beneficiado más que otras de la quema de combustibles fósiles y de la explotación de recursos.

La industria del automóvil, que domina nuestra forma de organizar la movilidad, nos empuja hacia una Tierra inhabitable. Compañeros de@EsRebelCientif han llevado la protesta hasta una de sus sedes principales, en Alemania. ¡Ánimo! https://t.co/6fgYSwRxW0— Jorge Riechmann (@JorgeRiechmann) October 20, 2022 El objetivo de este movimiento pasa por instar a los gobiernos y empresas a actuar "con urgencia" para mitigar los efectos de un colapso climático que, entienden, está en puerta. Respaldan su diagnóstico en el conocimiento científico. En sus saberes, en sus investigaciones, en sus años de estudio."Scientist Rebellion" (nombre global) es una ramificación de lo que se conoció como "Extinction Rebellion", un movimiento de activistas nacido en Londres en 2018. Este subgrupo tiene un sello diferencial: son los propios científicos e investigadores los que "ponen el cuerpo" para protestar.La primera aparición pública fue en abril de este año tras la publicación del sexto informe de evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Se realizó una "acción coordinada" en 25 países. Participaron un millar de científicos, según los organizadores.Queremos ser los catalizadores de la comunidad científica como Greta Thunberg lo ha sido de la juventud. El tiempo urge. Necesitamos una reacción más ampliaEn Madrid, los científicos se sentaron frente a la fachada principal del Congreso gritando consignas como "No hay planeta B" o Alerta Roja. Escuchad a la Ciencia". Algunos manifestantes mancharon con tinta roja biodegradable (zumo de remolacha) las escaleras del Hemiciclo.  En junio, 14 científicos fueron detenidos por la Brigada Antiterrorista de la Policía Nacional. Se les inició una causa por "daños al mobiliario público". "A España le interesa la transición energética: va a reindustrializarse como nunca desde su ingreso a la UE"Por estos días, la desobediencia civil se centra en Alemania, epicentro de las nuevas protestas. Se trata, a juicio de los científicos, de un "país clave" en la Unión Europea, cuya economía se ha beneficiado más que otras de la quema de combustibles fósiles y de la explotación de recursos.Científicos de toda Europa está realizando acciones de protesta en Alemania

Las acciones empezaron esta semana en Berlín y durarán hasta el inicio de la 27 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP27) que se desarrollará en Sharm el Sheij (Egipto) entre el 6 y el 18 de noviembre.

El ambientólogo español Víctor de Santos Herranz viajó a Alemania para participar de la protesta. "El Gobierno de Scholz puede reajustar toda la conversación internacional sobre la crisis climática y desbloquear las resistencias actuales para tomar medidas que garantizarían la supervivencia humana. Nunca la cuestión de nuestra supervivencia colectiva ha sido tan apremiante", explica.

Una de las protestas consistió, por ejemplo, en la ocupación del "Porsche Pavillon" del museo del automóvil Volkswagen durante más de 2O horas. Los científicos enviaron sus demandas al CEO de esta multinacional, "un símbolo global de la industria fósil". 

Por estos días, la desobediencia civil se centra en Alemania, epicentro de las nuevas protestas. Se trata, a juicio de los científicos, de un "país clave" en la Unión Europea, cuya economía se ha beneficiado más que otras de la quema de combustibles fósiles y de la explotación de recursos

En paralelo a las protestas callejeras, el movimiento lanzó la firma de un documento titulado "Una academia unida puede luchar contra el fracaso climático". La carta ya tiene la adhesión de más de 500 académicos de 42 países.

"La respuesta de los científicos de todo el mundo debe ser decisiva. ¿Cómo honramos la creciente confianza del público en nuestra comunidad de expertos frente a las inminentes catástrofes del cambio climático y ecológico? Es simple: los académicos deben compartir con el público lo que comparten entre ellos sobre la respuesta mundial al cambio climático y la pérdida de biodiversidad", explica este colectivo en su página web.

Los académicos sostienen que "continuar diciendo públicamente que limitar el calentamiento a 1,5°C todavía está vivo ya no es defendible", pese a que los políticos y muchos movimientos ambientalistas persisten en hacerlo. La respuesta -lamentan- es que "las industrias contaminantes y los formuladores de políticas se ven inadvertidamente alentados a resistir la rápida descarbonización".

"No es la primera vez en nuestra historia que la comunidad científica ha ejercido su responsabilidad de decir la verdad a la sociedad sobre la posibilidad real de un cataclismo global, y exigir que los que están en el poder actúen en consecuencia. Recordemos que el peligro de una guerra nuclear fue motivo de una movilización masiva y sin precedentes de la comunidad científica en el siglo XX", ponen de ejemplo.

Eva González (centro) durante la protesta que Rebelión Científica España llevó a cabo en abril en el Congreso.

Elena González le cuenta a LPO que, en España, son cada vez más los científicos y académicos interpelados por el movimiento. Algunos, como ella, han dejado su carrera para luchar en las calles. Otros, ante la necesidad de subsistencia, compatibilizan sus trabajos -universidades, organismos públicos- con una "rebeldía obligada por la catástrofe climática".

No es la primera vez en nuestra historia que la comunidad científica ha ejercido su responsabilidad de decir la verdad a la sociedad sobre la posibilidad real de un cataclismo global, y exigir que los que están en el poder actúen en consecuencia

"Somos un grupo horizontal, sin líderes. Tenemos reuniones semanales y distintas áreas de trabajo. La participación está abierta a toda la ciudadanía, pero las acciones de desobediencia las hacemos los científicos. Creemos que son más potentes y contundentes", explica.

Y agrega: "Necesitamos que la élite científica diga en público lo que dice en privado: que ya no es posible alcanzar ese límite del 1,5°C, hagamos lo que hagamos. Estamos en un punto de no retorno. En nada muchos países no van a ser habitables".

González admite un "debate interno" sobre cuáles son las acciones más efectivas para convencer a la ciudadanía de la urgencia y gravedad de la problemática. "La única premisa es que no tienen que ser violentas. Sabemos que a lo largo de la historia los grupos desobedientes han sido odiados y estigmatizados. Pero también sabemos que muchas transformaciones han sido posible gracias a esta desobediencia", dice.

Un contrapeso, admite, es interno: las universidades no apoyan estas acciones. "La élite académica nos da la espalda. Tienen muchos intereses en la industria fósil y en instituciones financiadas por esta enorme economía".

La astrofísica aclara que "no van a volver a los laboratorios hasta que el poder político y económico no asuma las transformaciones estructurales necesarias para evitar una catástrofe": "Queremos ser los catalizadores de la comunidad científica como Greta Thunberg lo ha sido de la juventud. El tiempo urge. Necesitamos una reacción más amplia".

"Salimos de nuestros laboratorios, de nuestra profesión, y nos rebelamos. Todas y todos debemos salir. Si las científicas seguimos actuando como si nada pasara lanzamos el mensaje de que, en realidad, las cosas no están tan mal", concluye.

 Más información: https://www.lapoliticaonline.com/espana/europa-es/los-cientificos-europeos-dejan-sus-laboratorios-para-salir-a-la-calle-ante-la-inaccion-climatica/

La educación en la actualidad | por Noam Chomsky

 "Si no hay demanda en el mercado, ¿por qué la gente debería estudiar e investigar la literatura griega clásica? Esa es la máxima vulgarización hemos llegado, que puede resultar de imponer los principios capitalistas de estado de las clases empresariales a toda la sociedad.." Noam Chomsky 

 A lo largo de la mayor parte del período moderno, comenzando con la era conocida como la Ilustración, la educación fue ampliamente considerada como el activo más importante para la construcción de una sociedad decente. Sin embargo, este valor parece haber caído en desgracia en el período contemporáneo, tal vez como un reflejo del dominio de la ideología neoliberal, creando en el proceso un contexto en el que la educación se ha reducido cada vez más al logro de habilidades profesionales y especializadas que atienden a las necesidades del mundo empresarial.

¿Cuál es el papel real de la educación y su vínculo con la democracia, con las relaciones humanas dignas y con una sociedad digna? ¿Qué define a una sociedad culta y decente? El lingüista, crítico social y activista de renombre mundial Noam Chomsky comparte sus puntos de vista sobre la educación y la cultura en esta entrevista exclusiva para Truthout.

Al menos desde la Ilustración, la educación ha sido vista como una de las pocas oportunidades para que la humanidad levante el velo de la ignorancia y cree un mundo mejor. ¿Cuáles son las conexiones reales entre la democracia y la educación, o esos vínculos se basan principalmente en un mito, como argumentó Neil Postman en The End of Education?

Noam Chomsky : No creo que haya una respuesta simple. El estado actual de la educación tiene elementos tanto positivos como negativos, en este sentido. Un público educado es sin duda un requisito previo para el funcionamiento de una democracia, donde “educado” significa no solo estar informado, sino estar capacitado para investigar libre y productivamente, el fin principal de la educación. Ese objetivo a veces se avanza, a veces se obstaculiza, en la práctica real, y cambiar el equilibrio en la dirección correcta es una tarea importante, una tarea de importancia inusual en los Estados Unidos, en parte debido a su poder único, en parte debido a las formas en lo que se diferencia de otras sociedades desarrolladas.

Es importante recordar que, aunque el país más rico del mundo durante mucho tiempo, hasta la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. era una especie de remanso cultural. Si uno quisiera estudiar ciencias avanzadas o matemáticas, o convertirse en escritor y artista, a menudo se sentiría atraído por Europa. 

Gran parte de lo que prevalece en el mundo actual es una educación impulsada por el mercado, que en realidad está destruyendo los valores públicos y socavando la cultura de la democracia con su énfasis en la competencia, la privatización y la obtención de ganancias. Como tal, ¿qué modelo de educación cree que es la mejor promesa para un mundo mejor y en paz?

En los primeros días del sistema educativo moderno, a veces se contraponían dos modelos. La educación podría concebirse como un recipiente en el que se vierte agua, y un recipiente muy agujereado, como todos sabemos. O podría pensarse como un hilo, trazado por el instructor, a lo largo del cual los estudiantes avanzan a su manera, desarrollando sus capacidades para “indagar y crear”, el modelo defendido por Wilhelm von Humboldt, el fundador del sistema universitario moderno.

Creo que las filosofías educativas de John Dewey, Paulo Freire y otros defensores de la pedagogía crítica y progresista pueden considerarse desarrollos adicionales de la concepción humboldtiana, que a menudo se implementa como algo natural en las universidades de investigación, porque es tan esencial a la enseñanza avanzada y la investigación, particularmente en las ciencias. Un famoso físico del MIT era conocido por decirle a sus cursos de primer año que no importa lo que cubrimos, importa lo que descubras.

Las mismas ideas se han desarrollado con bastante imaginación hasta el nivel de jardín de infancia, y son muy apropiadas en todo el sistema educativo y, por supuesto, no solo en las ciencias. Personalmente, tuve la suerte de haber estado en una escuela experimental de Deweyite hasta los 12 años, una experiencia muy gratificante, muy diferente de la escuela secundaria académica a la que asistí, que tendía hacia el modelo de agua en un recipiente, como lo hacen los programas de moda actualmente. de enseñar a probar. Los alternativos son el tipo de modelos que se deben seguir si se quiere tener alguna esperanza de que una población verdaderamente educada, en todas las dimensiones del término, pueda enfrentar las cuestiones muy críticas que están ahora mismo en la agenda.

Lamentablemente, las tendencias educativas impulsadas por el mercado que usted menciona son muy reales y dañinas. Deberían, creo, ser considerados como parte del ataque neoliberal general contra el público. El modelo empresarial busca la “eficiencia”, lo que significa imponer la “flexibilidad laboral” y lo que Alan Greenspan calificó de “creciente inseguridad de los trabajadores” cuando elogiaba la gran economía que dirigía (antes de que colapsara). Eso se traduce en medidas tales como socavar los compromisos a largo plazo con el profesorado y depender de mano de obra temporal barata y fácilmente explotable (adjuntos, estudiantes de posgrado). Las consecuencias son perjudiciales para la fuerza laboral, los estudiantes, la investigación y la indagación, de hecho, todos los objetivos. que la educación superior debe tratar de lograr.

A veces, tales intentos de impulsar el sistema de educación superior hacia el servicio al sector privado toman formas que son casi cómicas. En el estado de Wisconsin, por ejemplo, el gobernador Scott Walker y otros reaccionarios han estado intentando socavar lo que alguna vez fue la gran Universidad de Wisconsin, transformándola en una institución que satisfaga las necesidades de la comunidad empresarial de Wisconsin, al mismo tiempo que recorta la presupuesto y una mayor dependencia del personal temporal ("flexibilidad"). En un momento, el gobierno estatal incluso quiso cambiar la misión tradicional de la universidad, eliminando el compromiso de "buscar la verdad", una pérdida de tiempo para una institución que produce personas que serán útiles para las empresas de Wisconsin. Eso fue tan escandaloso que llegó a los periódicos, y tuvieron que afirmar que fue un error administrativo y retirarlo.

Sin embargo, es ilustrativo de lo que está sucediendo, no solo en los Estados Unidos sino también en muchos otros lugares. Al comentar sobre estos desarrollos en el Reino Unido, Stefan Collini concluyó de manera muy plausible que el gobierno Tory está intentando convertir universidades de primera clase en instituciones comerciales de tercera clase. Así, por ejemplo, el Departamento de Clásicos de Oxford tendrá que demostrar que puede venderse en el mercado. Si no hay demanda en el mercado, ¿por qué la gente debería estudiar e investigar la literatura griega clásica? Esa es la máxima vulgarización hemos llegado, que puede resultar de imponer los principios capitalistas de estado de las clases empresariales a toda la sociedad.

¿Qué se necesita hacer para proporcionar un sistema de educación superior gratuita en los Estados Unidos y, por extensión, desviar fondos del complejo militar-industrial y del complejo penitenciario-industrial hacia la educación? ¿Requeriría esto una crisis de identidad nacional por parte de una nación históricamente expansionista, intervencionista y racista?

No siento que el problema sea tan profundo. Estados Unidos no fue menos expansionista, intervencionista y racista en años anteriores, pero sin embargo estuvo a la vanguardia del desarrollo de la educación pública masiva. Y aunque los motivos eran a veces cínicos (convertir a los agricultores independientes [en] engranajes de la industria de producción en masa, algo que les molestaba amargamente), sin embargo, hubo muchos aspectos positivos en estos desarrollos. En años más recientes, la educación superior era prácticamente gratuita. Después de la Segunda Guerra Mundial, el proyecto de ley GI proporcionó matrícula e incluso subsidios a millones de personas que probablemente nunca habrían ido a la universidad, lo que fue muy beneficioso para ellos y contribuyó al gran período de crecimiento de la posguerra. Incluso las universidades privadas tenían tarifas muy bajas para los estándares contemporáneos. Y el país entonces era mucho más pobre de lo que es hoy. En otros lugares, la educación superior es gratuita o casi gratuita en países ricos como Alemania (el país más respetado del mundo según las encuestas) y Finlandia (que constantemente ocupa un lugar destacado en el rendimiento) y países mucho más pobres como México, que tiene una educación superior de alta calidad. sistema educativo. La educación superior gratuita podría instituirse sin mayores dificultades económicas o culturales, al parecer. Lo mismo ocurre con un sistema de salud pública racional como el de países comparables.

Durante la era industrial, muchas personas de clase trabajadora en todo el mundo capitalista se sumergieron en el estudio de la política, la historia y la economía política a través de un proceso de educación informal como parte de su esfuerzo por comprender y cambiar el mundo a través de la lucha de clases. Hoy en día, la situación se ve muy diferente, con gran parte de la población de la clase trabajadora abrazando el consumismo vacío y la indiferencia política, o peor aún, apoyando con bastante frecuencia a partidos políticos y candidatos que de hecho son partidarios acérrimos del capitalismo corporativo y financiero y promueven un movimiento anti -Agenda de la clase obrera. ¿Cómo explicamos este cambio radical en la conciencia de la clase trabajadora?

 El cambio es tan claro como lamentable. Con bastante frecuencia, estos esfuerzos se basaron en sindicatos y otras organizaciones de la clase trabajadora, con participación de intelectuales en partidos de izquierda, todos víctimas de la represión y la propaganda de la Guerra Fría y del amargo conflicto de clases librado por las clases empresariales contra la organización obrera y popular, que aumentó particularmente durante el período neoliberal.

Vale la pena recordar los primeros años de la revolución industrial. La cultura obrera de la época estaba viva y floreciente. Hay un gran libro sobre el tema de Jonathan Rose, llamado The Intellectual Life of the British Working Class.. Es un estudio monumental de los hábitos de lectura de la clase trabajadora de la época. Contrasta "la búsqueda apasionada del conocimiento por parte de los autodidactas proletarios" con el "filisteísmo generalizado de la aristocracia británica". Más o menos lo mismo sucedía en las nuevas ciudades de clase trabajadora de los Estados Unidos, como el este de Massachusetts, donde un herrero irlandés podía contratar a un niño para que le leyera los clásicos mientras trabajaba. Las chicas de la fábrica estaban leyendo la mejor literatura contemporánea del momento, lo que estudiamos como clásicos. Condenaron al sistema industrial por privarlos de su libertad y cultura. Esto continuó durante mucho tiempo.

Tengo la edad suficiente para recordar la atmósfera de la década de 1930. Una gran parte de mi familia provenía de la clase trabajadora desempleada. Muchos apenas habían ido a la escuela. Pero participaban de la alta cultura de la época. Hablarían de las últimas obras de teatro, conciertos del Cuarteto de Cuerdas de Budapest, diferentes variedades de psicoanálisis y todos los movimientos políticos imaginables. También había un sistema de educación obrera muy activo en el que estaban directamente involucrados destacados científicos y matemáticos. Mucho de esto se ha perdido… pero se puede recuperar y no se pierde para siempre.

Fuente: https://www.bloghemia.com/2022/11/la-educacion-en-la-actualidad-por-noam.html

jueves, 20 de octubre de 2022

El temblor de la falsificación

Ana Juan

 Lo que pasa es que uno proyecta un montón de emociones desagradables en una persona y te encuentras odiando a alguien o algo.

Patricia Highsmith

“Es importante que la sociedad haga caso a la ciencia”

https://elasombrario.publico.es/es-importante-que-la-sociedad-haga-caso-a-la-ciencia/?utm_medium=social&utm_campaign=Publico&utm_source=Twitter#Echobox=1666258744

Si hay alguien que conoce bien los ‘entresijos’ de la ciencia antártica es, sin duda, el científico, geólogo, profesor y escalador Jerónimo López. Recién jubilado en la Universidad Autónoma de Madrid, pero casi tan activo como antes, son muchos los hitos que acumula en su trayectoria, tanto personal como profesional. En 1988, fue de los primeros españoles en subir al Everest sin oxígeno y en 1990, el primero de este país en llegar a la cima del Monte Vinsen de la Antártida, continente al que ido una docena de veces liderando proyectos dentro de la campaña polar española. Hoy responde a nuestra ‘entrevista circular’.

Con casi 400 artículos científicos publicados, hoy es presidente honorario del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR), organismo que presidió en el pasado y que fue Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación en 2002. Si algo es intrínseco a su biografía, es su afán de poner el foco sobre la imperiosa necesidad de seguir en la Antártida diagnosticando su estado y las transformaciones que está experimentando por la acción humana sobre el clima planetario.

Este verano no sólo hemos tenido intensas y largas olas de calor en el hemisferio norte. En la Antártida, donde era invierno, también ha habido mucho menos hielo marino. ¿Somos conscientes de cómo lo que pasa allí afecta a nuestra vida?

Creo que la sociedad, en general, tiene un conocimiento y preocupación crecientes por el cambio climático. La Antártida está muy lejos y la gente desconecta, en su vida cotidiana, de lo que pasa allí. Afortunadamente, la mayor difusión de la ciencia en los medios de comunicación ha contribuido a difundir los datos. Creo que hoy se sabe que lo que ocurre allí, a 13.000 kilómetros, no sólo repercute en el aumento del nivel del mar, también en otros aspectos climáticos. Pero también que lo que hacemos nosotros aquí llega a ese continente, me refiero a contaminantes emergentes, fármacos, microplásticos… Antes pensábamos que por su aislamiento la Antártida estaba libre de esas sustancias, pero hoy la ciencia constata que llegan y están en organismos vivos y en sus aguas continentales, porque llegan aerosoles. Por tanto, hay concienciación, pero falta para presionar lo suficiente a los políticos ante la realidad que la ciencia evidencia, aunque estamos en un camino en mejoría.

¿Cree que ese avance en el conocimiento lleva aparejado un cambio en el comportamiento para evitar los impactos que generamos?

Aumenta el número de personas preocupadas por los temas ambientales y es porque ya se sufren las consecuencias. Pasa con la contaminación del aire en las ciudades: había ciudades en China donde ya no se podía respirar. Y también con la propia alteración del clima, como las olas de calor de este verano o las danas. El cambio climático y la contaminación están ya en las conversaciones comunes y sí que hay más personas que tienen coches eléctricos o que reciclan más; pero lo que hacemos los ciudadanos es una parte pequeña, apenas un tercio de lo necesario, respecto a lo que hacen la industria energética, las grandes empresas o los gobiernos. Ahí hay más asignaturas pendientes. Se pueden hacer más. No hay que centrarlo todo en la responsabilidad de la población.

¿Qué es para usted la economía circular?

Una dinámica en la adquisición y uso de productos que permiten que, una vez utilizados, tenga una reutilización para otros fines, que los desechos puedan ser puestos en marcha de nuevo para generar energía o nuevos productos, algo que es muy necesario.

La Antártida, comentaba, sufre las consecuencias de la mala gestión de los residuos en el resto del mundo, ¿podrán frenarse esos impactos?

Espero que sí, que la utilización de productos y envases que generen la menor cantidad posible de residuos, aumente. Hay avances y ya se tratan de utilizar materiales en los productos que generen menos CO2 o se reciclen. Por ejemplo, el uso de poliespán era antes muy común como embalaje hasta en la Antártida. Hoy tenemos muchas sustancias que está prohibido llevar allí. Ese continente es un modelo, porque todos los que vamos somos muy conscientes de la importancia de no generar residuos y llevar lo menos posible. Es un símbolo, un emblema de la importancia de mantener limpio el medio ambiente. Allá donde vamos los humanos generamos impactos, pero en la Antártida se han tomado muchas medidas antes que en el resto del mundo.

¿Qué prácticas ambientales tiene incorporadas en su vida?

Para empezar, tengo un coche híbrido, que será eléctrico cuando haya más infraestructura para recargarlo, y procuro usar lo más posible el transporte público. Por supuesto, en casa reciclamos toda la basura y nos abrigamos en invierno y no ponemos aire acondicionado en verano. De hecho, ni lo tengo. Es ahorro energético. Procuro también hacer consumo local. Vivimos en un país que ofrece muchas opciones en alimentación, tenemos gran diversidad de frutas y verduras. Yo creo que en mi entorno todo el mundo va en esta dirección. El problema es que a veces es más barato lo que viene de Sudáfrica que lo que se cultiva aquí y el consumidor, si no se fija, acaba cayendo. Por ello son necesarias decisiones políticas, no dejarlo todo en manos de las personas.

¿Cree que el negacionismo climático puede resurgir?

No lo creo, pero sí es verdad que ciertas personas encuentran medios de difusión que les dan acogida y que hay sectores socio-políticos a los que les viene bien. Ahora bien, lo que había hace pocos años, cuando algunos gobiernos negaban el cambio climático, ya no es así. Las evidencias que palpamos son innegables. Y ya no es que lo diga la ciencia. Lo importante es que la sociedad haga caso a la ciencia y a medios acreditados que saben de estas cuestiones. La cuestión es que los hay que quieren espectáculo y que hay gente para creerse cualquier cosa. ¡Pero si se juntaron cientos en un congreso de terraplanistas!

¿Y qué diría a los escépticos de reciclaje?

Que se fijen en los datos, en lo que cuesta producir un nuevo envase y lo que nos ahorramos si hace el esfuerzo de reciclar, que es mínimo. Pero también les diría a los ayuntamientos y las empresas que faciliten que se recicle. Hace poco, estuve varios días con unas pilas en el bolsillo porque no encontraba dónde echarlas, ni siquiera en grandes almacenes donde se venden esas pilas. Alguien poco concienciado las habría acabado tirando a la basura.

Fuente: https://elasombrario.publico.es/es-importante-que-la-sociedad-haga-caso-a-la-ciencia/?utm_medium=social&utm_campaign=Publico&utm_source=Twitter#Echobox=1666258744

lunes, 17 de octubre de 2022

“La guerra de clases nunca termina, los amos nunca ceden”

Noam Chomsky. Foto: EUROPA PRESS

 Noam Chomsky reflexiona sobre los actuales ‘cuatro jinetes del apocalipsis’: la pandemia, la catástrofe climática, el exterminio nuclear –siempre al acecho– y la destrucción de la democracia estadounidense. Y reivindica “el optimismo de la voluntad”

David Barsamian: La situación que estamos afrontando se describe a menudo como sin precedentes: una pandemia, una catástrofe climática y, siempre al acecho, el exterminio nuclear. Tres de los cuatro jinetes del apocalipsis.

Noam Chomsky: Puedo añadir un cuarto: la inminente destrucción de lo que queda de la democracia estadounidense y el giro de Estados Unidos hacia un Estado profundamente autoritario, también protofascista, cuando los republicanos vuelvan a gobernar, lo que parece probable. Así que son cuatro caballos.

Y recuerda que los republicanos son el partido negacionista, empeñado en precipitarse hacia la catástrofe climática de la mano del principal destructor al que ahora adoran como a un semidiós. Son malas noticias para Estados Unidos y para el mundo, teniendo en cuenta el poder de este país.

Barsamian: El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral acaba de publicar el Informe sobre el Estado de la Democracia en el Mundo en 2021. Dice que Estados Unidos es un país donde la democracia está “retrocediendo”.

Chomsky: Drásticamente. El Partido Republicano se dedica abiertamente –ni siquiera lo disimula– a socavar lo que queda de la democracia estadounidense. Están trabajando arduamente en ello. Desde la época de Richard Nixon, los republicanos saben desde hace tiempo que son fundamentalmente un partido minoritario y que no van a conseguir votos anunciando su compromiso cada vez más manifiesto por el bienestar de los ultrarricos y del sector empresarial. Así que llevan mucho tiempo desviando la atención hacia las llamadas cuestiones culturales.

Comenzó con la estrategia sureña de Nixon. Este se dio cuenta de que el apoyo del Partido Demócrata a la legislación por los derechos civiles, aunque limitado, les haría perder a los demócratas del sur, que eran abierta y claramente racistas radicales. El gobierno de Nixon sacó provecho de ello con su estrategia sureña, al insinuar, abiertamente, que los republicanos se convertirían en el partido de la supremacía blanca.

En los años siguientes retomaron otros temas. Ahora es la definición implícita del partido: así que, ¡apresurémonos a atacar la Teoría Crítica de la Raza, signifique lo que signifique! Como han explicado sus principales portavoces, se trata de un término genérico para todo, por lo que pueden aglutinar al público: la supremacía blanca, el racismo, la misoginia, el cristianismo, los derechos antiabortistas.

Entretanto, la dirección, con la ayuda de la derechista Sociedad Federalista, ha estado desarrollando vías legales –si se puede llamar así– para que los republicanos se aseguren de que, incluso como partido minoritario, puedan controlar los mecanismos de votación y el resultado de las elecciones. Están explotando ciertos aspectos radicalmente antidemocráticos que están incorporados en el sistema constitucional y las ventajas estructurales que tienen los republicanos como partido que representa a las poblaciones rurales más dispersas y a la población tradicionalmente cristiana y nacionalista blanca. Aprovechando esas ventajas, incluso con una minoría de votos, podrían mantener algo así como un poder casi permanente.

En realidad, esa permanencia podría no durar mucho si Donald Trump, o un clon de Trump, llega a la presidencia en 2024. No es probable entonces que Estados Unidos, por no hablar del mundo, pueda escapar al impacto de la destrucción climática y medioambiental que se han encomendado a acelerar.

Barsamian: Todos vimos lo que ocurrió en Washington el 6 de enero. ¿Hay posibilidades de que aumente el malestar social? Hay múltiples milicias en todo el país. El representante Paul Gosar, del gran estado de Arizona, y la representante Lauren Boebert, del gran estado de Colorado, entre otros, han hecho declaraciones amenazadoras incitando a la violencia y al odio. En Internet abundan las teorías conspirativas. ¿Qué debemos hacer?

Chomsky: Es muy grave. De hecho, tal vez un tercio, aproximadamente, de los republicanos piensa que quizá sea necesario utilizar la fuerza para “salvar a nuestro país”, como dicen ellos. “Salvar a nuestro país” tiene un significado claro. Por si alguien no lo entendiera, Trump hizo un llamamiento a la gente para que se movilizara para evitar que los demócratas inundaran este país con criminales salidos de las cárceles de otras tierras, para que no “sustituyeran” a los estadounidenses blancos y destruyeran los Estados Unidos. La teoría del “gran reemplazo”: eso es lo que significa “quitarnos el país” y es lo que están utilizando de un modo eficaz los elementos protofascistas, de entre los cuales Trump es el más radical y el más notorio.

¿Qué podemos hacer al respecto? Las únicas herramientas disponibles, nos guste o no, son la educación y la organización. No hay otro camino. Eso supone tratar de revivir un auténtico movimiento obrero del tipo que, en el pasado, estuvo a la vanguardia de los movimientos encaminados a la justicia social. También supone organizar otros movimientos populares y realizar una labor educativa para combatir las letales campañas antivacunas que se están llevando a cabo, asegurarse de que se hacen verdaderos esfuerzos para lidiar con la crisis climática, movilizarse contra el compromiso bipartidista de aumentar el peligroso gasto militar y las provocaciones a China, que podrían llevar a un conflicto que nadie quiere y acabar en una guerra funesta

Hay que seguir trabajando en esto. No hay otro camino.

Barsamian: En un segundo plano tenemos la desigualdad extrema, que está disparada. ¿Por qué Estados Unidos es tan desigual?

Chomsky: Mucho de esto ha sucedido en los últimos 40 años como parte del asalto neoliberal a Estados Unidos en el que también han participado los demócratas, aunque no tanto como los republicanos.

Hay un cálculo bastante minucioso de lo que se llama la transferencia de riqueza del 90% de la población más pobre al 1% más rica (en realidad, una parte de ellos) durante estas cuatro décadas de asalto. Un estudio de la RAND Corporation calculó que era de casi 50 billones de dólares. No estamos hablando de calderilla, y sigue en marcha.

Durante la pandemia, las medidas que se tomaron para evitar que la economía se desplomara derivaron en un mayor enriquecimiento de unos pocos. También, en cierto modo, lograron que muchos otros subsistieran, pero los republicanos están ocupados tratando de desmantelar esa parte del acuerdo para dejar únicamente la parte que enriquece a unos pocos. Es a lo que se dedican.

Pongamos como ejemplo el Consejo de Intercambio Legislativo Americano (ALEC, por sus siglas en inglés). Esto se remonta a hace años. Es una organización financiada por casi todo el sector empresarial que se dedica a tocar el punto débil del sistema constitucional, los estados. Es muy fácil. No es muy difícil comprar o incitar a los representantes legislativos a nivel estatal, así que ALEC ha trabajado allí para imponer una legislación que fomente la labor a largo plazo de aquellos que buscan acabar con la democracia, aumentar la desigualdad radical y destruir el medio ambiente.

Y uno de las labores más importantes es conseguir que los estados legislen de modo que ni siquiera puedan investigar –y desde luego no castigar– el saqueo de salarios, que roba miles de millones de dólares a los trabajadores cada año al negarse a pagar las horas extras, así como mediante otros mecanismos. Se han hecho esfuerzos para investigarlo, pero el sector empresarial quiere detenerlos.

Una analogía en el ámbito nacional es tratar de que el IRS (la Agencia Tributaria de EE.UU.) no persiga a las empresas ricas que hacen trampas fiscales. A todos los niveles imaginables, esta guerra de clases por parte de los patronos, del sector empresarial, de los superricos está haciendo estragos. Y van a utilizar todos los medios que puedan para asegurarse de que continúe hasta que hayan conseguido destruir no sólo la democracia estadounidense, sino la posibilidad misma de supervivencia como sociedad organizada.

Barsamian: El poder corporativo parece imparable. La clase supermillonaria –Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk– ahora vuela al espacio exterior. Pero me acuerdo de algo que dijo la novelista Ursula K. Le Guin hace unos años: “Vivimos en el capitalismo, su poder parece ineludible”. Y luego añadió: “También lo era el derecho divino de los reyes”.

Chomsky: También la esclavitud. También lo era el principio de que las mujeres son una propiedad, que perduró en Estados Unidos hasta la década de 1970. También las leyes contra el mestizaje, tan radicales que ni siquiera los nazis las aceptaban, que perduraron en Estados Unidos hasta los años sesenta.

Han existido todo tipo de horrores. Con el tiempo, su poder se ha erosionado, pero nunca se ha eliminado por completo. La esclavitud fue abolida, pero su huella permanece en nuevas y agresivas formas. No es la esclavitud, pero es suficientemente horrible. La idea de que las mujeres no son personas no solo se ha superado oficialmente, sino también en gran medida en la práctica. Aun así, queda mucho por hacer. El sistema constitucional fue un paso adelante en el siglo XVIII. Incluso la frase “Nosotros, el pueblo” aterrorizaba a los gobernantes autocráticos de Europa que estaban tremendamente preocupados de que los males de la democracia (lo que entonces se llamaba republicanismo) pudieran extenderse y socavar la vida civilizada. Pues bien, se extendió, y la vida civilizada continuó, incluso mejoró.

Así que, sí, hay periodos de retroceso y de progreso, pero la guerra de clases nunca termina, los amos nunca ceden. Siempre aprovechan todas las oportunidades y, si son los únicos partícipes en la lucha de clases, efectivamente habrá una regresión. Pero no tienen por qué serlo, no más que en el pasado.

Barsamian: En tu libro Masters of Mankind (Maestros de la humanidad) hay un artículo, “¿Puede la civilización sobrevivir al capitalismo que realmente existe?”. Escribes que “la democracia capitalista que realmente existe” (DCRE para abreviar) es “radicalmente incompatible” con la democracia y añades: “Me parece poco probable que la civilización pueda sobrevivir al capitalismo que realmente existe y a la democracia claramente debilitada que lo acompaña. ¿Podría una democracia operativa cambiar la situación? Pensar en sistemas inexistentes es una labor meramente especulativa, pero creo que hay algunas razones para pensar que sí”. Explícame los motivos.

Chomsky: En primer lugar, vivimos en este mundo, no en el mundo que nos gustaría imaginar. Y en este mundo, si únicamente se piensa en el marco temporal para lidiar con la destrucción del medio ambiente, es mucho más corto que el tiempo que sería necesario para llevar a cabo una remodelación significativa de nuestras instituciones básicas. Eso no significa que no haya que intentarlo. Hay que intentarlo todo el tiempo: trabajar en formas de aumentar la conciencia, aumentar la reflexión y construir los rudimentos de las instituciones futuras en la sociedad actual.

Al mismo tiempo, las medidas para salvarnos de la autodestrucción tendrán que darse dentro del marco básico de las instituciones existentes –con alguna modificación sin un cambio fundamental–. Y se puede hacer. Sabemos cómo se puede hacer.

Entretanto hay que seguir trabajando en la superación del problema de la DCRE, la democracia capitalista que realmente existe, que en su naturaleza esencial es una sentencia de muerte, además de profundamente inhumana en sus cualidades fundamentales. Por lo tanto, trabajemos en eso y, al mismo tiempo, asegurémonos de salvar la posibilidad de lograrlo superando la crisis inmediata y urgente a la que nos enfrentamos.

Barsamian: Habla de la importancia de los medios de comunicación progresistas independientes como Democracy Now! y Fairness & Accuracy in Reporting. ¿Y puedo añadir a Alternative Radio? Editoriales como Verso, Haymarket, Monthly Review, City Lights y The New Press. Revistas como Jacobin, The Nation, The Progressive e In These Times. Revistas digitales como TomDispatch, The Intercept y ScheerPost. Emisoras de radio comunitarias como KGNU, WMNF y KPFK. ¿Qué importancia tienen para contrarrestar la narrativa corporativa dominante?

Chomsky: ¿Y qué si no va a contrarrestarla? Ellos son los que mantienen la esperanza de que seamos capaces de encontrar formas de contrarrestar estas tendencias tan dañinas y destructivas de las que hablamos.

El método principal es, por supuesto, la educación. La gente tiene que llegar a entender lo que está pasando en el mundo. Eso requiere medios para difundir información y análisis que abran espacios para debates que no vas a encontrar, en su gran mayoría, en los medios de comunicación dominantes. Quizá a veces de un modo puntual. Mucho de lo que hemos estado hablando no se discute en absoluto, o únicamente de forma marginal dentro de los principales medios de comunicación. De modo que estas conversaciones tienen que llegar al público a través de estos canales. No hay otra manera.

En realidad, hay otra manera: la organización. Es posible y, de hecho, fácil llevar a cabo programas educativos y culturales dentro de las organizaciones. Esa fue una de las principales contribuciones del movimiento obrero cuando era una institución dinámica, viva, y una de las principales razones por las que el presidente Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher estaban tan decididos a destruir a los trabajadores, tal y como hicieron ambos. Sus primeros movimientos fueron ataques al movimiento obrero.

Había programas educativos y culturales que reunían a la gente para reflexionar sobre el mundo, entenderlo y desarrollar ideas. Para hacerlo se necesita organización. Hacerlo solo, una persona en solitario, es extremadamente difícil.

A pesar de los esfuerzos de las empresas por hacer retroceder a los sindicatos, ya en la década de 1950 existía en Estados Unidos una prensa obrera viva e independiente que llegaba a mucha gente y que condenaba al “sacerdocio comprado”, como lo llamaban, de la prensa dominante. Se necesitó mucho tiempo para acabar con ella.

En Estados Unidos existía una prensa obrera dinámica y progresista que se remonta al siglo XIX, cuando era un fenómeno importante. Eso puede y debe recuperarse como parte del renacimiento de un movimiento obrero militante y funcional a la vanguardia del progreso hacia la justicia social. Sucedió antes y puede volver a suceder. Y los medios de comunicación independientes son un elemento fundamental para ello.

Cuando era niño, en la década de 1930 y principios de la de 1940, leía a Izzy Stone en el Philadelphia Record. No era el principal periódico de Filadelfia, pero estaba ahí. A finales de la década de 1940, lo leía en el periódico neoyorquino PM, que era un diario independiente. Supuso un cambio crucial.

Posteriormente, la única forma de leer a Stone era suscribirse a su boletín. Esos eran los medios independientes en la década de 1950. En la década de 1960 empezó a repuntar un poco con la revista Ramparts, programas de radio como el de Danny Schechter en la WBCN de Boston y otros similares.

Y hoy, esto continúa sucediendo en todo el país. Los que has mencionado luchan por la independencia, por el pensamiento.

Barsamian: En dos de tus libros más recientes, Consecuencias del capitalismo y Crisis climática y el Green New Deal, menciona en varias ocasiones a Antonio Gramsci, concretamente a este comentario: “La crisis consiste precisamente en que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer; en este interregno aparece una gran variedad de síntomas malsanos”. Sin embargo, en estos momentos, la cita que me gustaría que comentara es “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”. Hable de su relevancia en la actualidad y del significado de esta cita.

Chomsky: Gramsci fue un destacado activista obrero de izquierdas en Italia a finales de la década de 1910 y principios de la de 1920. Fue muy activo en la organización de colectivos de trabajadores de izquierda. En Italia, el gobierno fascista tomó el poder a principios de la década de 1920. Una de sus primeras actuaciones fue enviar a Gramsci a la cárcel. Durante su juicio el fiscal declaró: tenemos que silenciar esta voz. (Esto nos lleva a la importancia de los medios de comunicación independientes, por supuesto). Así que lo metieron en la cárcel.

Mientras estuvo allí escribió sus Cuadernos de la Cárcel. No fue silenciado, aunque el público no podía leerlo. Continuó el trabajo que había comenzado y de esos escritos proceden las citas que mencionas.

A principios de la década de 1930 escribió que el viejo mundo se estaba derrumbando, mientras que el nuevo mundo aún no se había levantado y que, en el ínterin, se enfrentaban a síntomas malsanos. Mussolini era uno, Hitler otro. La Alemania nazi estuvo a punto de conquistar gran parte del mundo. Estuvimos muy cerca de ello. Los rusos derrotaron a Hitler. De lo contrario, la mitad del mundo probablemente habría sido gobernada por la Alemania nazi. Pero estuvieron muy cerca. Los síntomas malsanos eran visibles en todas partes.

La máxima que ha citado, “Frente al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad", que se hizo famosa, procede de la época en que Gramsci aún podía publicar. Según este debemos mirar el mundo con sensatez, sin ilusiones, comprenderlo, decidir cómo actuar y reconocer la existencia de presagios desalentadores. Están ocurriendo cosas muy peligrosas. Eso es pesimismo intelectual. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que hay salidas, oportunidades reales. Y ahí tenemos el optimismo de la voluntad, es decir, nos empleamos en aprovechar todas las oportunidades disponibles – y las hay–  mientras trabajamos para superar los síntomas malsanos y avanzar hacia un mundo más justo y decente.

Barsamian: En estos tiempos oscuros es difícil para muchos sentir que hay un futuro prometedor. Siempre te preguntan: ¿qué te da esperanza? Y yo te hago la misma pregunta.

Chomsky: Una cosa que me da esperanza es que la gente lucha duramente en circunstancias muy difíciles, mucho más difíciles de lo que podamos imaginar, en todo el mundo, para conseguir derechos y justicia. No pierden la esperanza, así que nosotros tampoco podemos perderla.

La otra es que simplemente no hay opción. La alternativa es decir, vale, colaboraré para que ocurra lo peor. Esa es una opción. La otra es decir: intentaré hacer lo que esté en mis manos, lo que hacen los agricultores de la India, lo que hacen los pobres y miserables campesinos de Honduras, y muchos otros como ellos en todo el mundo. Haré todo lo que pueda. Y quizás logremos un mundo decente en el que la gente sienta que puede vivir sin vergüenza. Un mundo mejor.

No hay mucho donde escoger, así que deberíamos ser capaces de escoger fácilmente.

Fuente: https://ctxt.es/es/20221001/Politica/41052/noam-chomsky-optimismo-de-la-voluntad-pandemia-guerra-nuclear.htm