Dos filas de centrifugadoras conectadas en la planta nuclear de Natanz, en Irán. |
Esta vez, no fue necesario que fuentes anónimas de inteligencia de EEUU apuntaran a Israel como probable responsable de un ataque contra el programa nuclear iraní. La censura militar israelí no se ocupó de comunicar a los medios de comunicación del país que no podían aportar información propia sobre el incidente o que si acaso sólo podían citar artículos de medios extranjeros. La inteligencia israelí se ocupó de informar, a través de fuentes anónimas, que el Mossad era el autor de lo que al principio se denominó como un ciberataque contra la red eléctrica de las instalaciones de la central iraní de Natanz. La censura militar permitió la publicación de la noticia.
Sobre la intencionalidad política de un hecho sin precedentes, Efraim Halevy, director del Mossad desde 1998 a 2002, tenía pocas dudas. «Aparentemente, aquellos interesados en este asunto (el programa nuclear iraní) en el Estado de Israel, en el liderazgo político del país, están interesados en que se atribuya a Israel», dijo el lunes. «No hace mucho tiempo, Israel no asumía la responsabilidad de estas acciones». Halevy no tuvo inconveniente en señalar al primer ministro, Binyamín Netanyahu, como responsable de estas decisiones. No cabía hablar de una filtración sin control.
Israel lleva años realizando ciberataques y atentados contra instalaciones y personas relacionadas en el programa nuclear de Irán. El sabotaje de este domingo se produce en un momento singular, cuando EEUU reanuda los contactos con Teherán con vistas a negociar la recuperación del acuerdo nuclear que la Administración de Donald Trump decidió boicotear. El Gobierno de Netanyahu confía en que una represalia iraní impida a Biden recuperar un acuerdo que fue el mayor éxito internacional del Gobierno de Barack Obama cuando Biden era su vicepresidente.
El atentado coincidió con la presencia en Israel del secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin. No hay confirmación sobre si el Gobierno de EEUU estaba informado previamente del ataque.
No pasó mucho tiempo hasta que se supieron otros datos del ataque ocurrido a las cuatro de la madrugada del domingo. Israel necesitaba que la situación fuera aun más humillante para Irán. No había sido un ciberataque, según una televisión israelí, sino un atentado con explosivos que destruyó la red eléctrica que alimenta la central de Natanz, el lugar donde las centrifugadoras realizan el enriquecimiento del uranio. No está conectada por razones de seguridad a la red nacional. Es autosuficiente y cuenta con un sistema de reserva. Alguien colocó una bomba en una instalación que goza de la máxima seguridad controlada por los Guardias Republicanos Islámicos (IRGC).
Las autoridades iraníes ofrecieron más datos sobre los daños causados por la explosión a la que calificaron de terrorismo nuclear. Varios miles de centrifugadoras habían quedado «completamente destruidas», según un diputado que dirigió la agencia nuclear iraní. El cálculo que hacen los servicios de inteligencia israelíes y norteamericanos es que se tardará varios meses, quizá hasta nueve, en reparar los destrozos.
La respuesta de Irán fue anunciar el martes que aumentará el proceso de enriquecimiento de uranio hasta el 60%. Cuenta con la planta de Fordo con un millar de centrifugadoras con capacidad de hacerlo. El mayor umbral tecnológico consiste en llegar al 4% de enriquecimiento (a partir del cual ese combustible puede emplearse en una central nuclear civil) y pasar de ahí al 20%. A partir de ese punto, sólo hay que poner más centrifugadoras en funcionamiento.
Cuando Trump dio por cancelado el acuerdo nuclear, Irán se sintió liberada de respetar sus términos. Esa actitud se hizo más firme cuando Washington le aplicó sanciones que han tenido un efecto evidente en la economía del país.
Después de las últimas elecciones, las cuartas en dos años, Israel tiene un Gobierno en funciones. Los ataques en suelo extranjero deben contar con la autorización de todo el Gabinete o del Gabinete de Seguridad, con el primer ministro y un número reducido de miembros del Gobierno. El exjefe de inteligencia militar, Amos Yadlin, duda de que se hayan respetado estos procedimientos: «Incluso siendo cauteloso, dudo de que no estemos ante un calendario político que ha iniciado una crisis de seguridad con el objetivo de facilitar que Netanyahu forme otro Gobierno bajo su liderazgo». El periodo electoral ha hecho que el Gabinete de Seguridad no se haya reunido desde febrero. Netanyahu ha tenido las manos libres para dar vía libre al ataque contra Irán.
Las negociaciones de Viena en las que participan EEUU, Irán y otros actores del proceso cobran ahora una mayor importancia. No es sólo el ayatolá Jamenéi, la cúpula militar y los diputados conservadores los que ven con escepticismo la posible reanudación de las conversaciones. El Gobierno israelí hará todo lo posible para que no concluyan con una vuelta al anterior acuerdo nuclear. El sabotaje del domingo plantea serias dudas sobre la capacidad de Biden de controlar los planes de Netanyahu. No sería la primera vez que Israel desafía a una Administración demócrata en su intento de poner fin a la confrontación histórica con Irán.
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