Joan Miró
Personnage et oiseaux [Personaje y pájaros], 1969 |
Vivo en una España plana, en un tramo de vulgaridad histórica inalterada y que se juzga inalterable. No hay violencia primaria evidente, pero yo advierto que, acrecentadas, permanecen las mismas estructuras de "entonces" y, en las estructuras, las mismas causas y resultados (la misma infelicidad). España está gobernada por los mismos intereses que triunfaron y se establecieron con la guerra y la posguerra, se consolidaron en la duración de la dictadura y permanecen y gobiernan. Permanecen y gobiernan concertados en una que, acríticamente, se entiende democracia. Extraña y aclamada reinvención de una paradoja institucionalizada: la Democracia (política) habitada por la Dictadura (económica). La democracia ha resultado no ser otra cosa que un nombre y una ficción establecidos para acoger, legitimar, legislar y encubrir situaciones totalitarias de propiedad de gestión de la riqueza. En España y no sólo en España.
Recapitulando: al día de hoy, democracia es igual a capitalismo. Las desigualdades y sufrimientos se articulan con unos derechos formales que pueden estar vacíos de realidad o, de otra forma, que son tan sólo
enunciado.
Releo el documento y considero derechos constitucionales españoles. Encuentro, por ejemplo, los que garantizan "liertad de culto". O la constancia de que todos los españoles tienen "derecho al trabajo" y "derecho a una vivienda digna". Artículos que, no hay duda, incluyen a todos los españoles que no tienen trabajo y no tienen una vivienda digna ni indigna.
Puesto en este discurso, creo que puedo hacer algunas consideraciones más personales. Ocurre que la democracia es un convenio político, una "cima ideológica" prácticamente universal que incluye a España. Dándolo por hecho, yo entiendo los siguiente:
Dentro de la democracia, la existencia de una izquierda o una derecha y la actividad concreta de los partidos no tienen ningún valor relativo a la transformación decisiva de las estructuras sociales. Todo y todos están en el sistema, se acogen al sistema, lo confirman y lo respetan. Y el sistema es injusto y crea sufrimiento.
Fuera de la democracia (fuera o dentro son estimaciones abstractas), las fórmulas históricas del comunismo, supuestas alternativas al capitalismo, tampoco son válidas. No porque estén fracasadas o hayan sido cureles: su invalidez mayor reside en que no pueden realizarse si no es en espacios totalitarios, con lo cual apenas diferen de sus oponentes históricos.
Otras revoluciones clásicas tampoco sirven; no sólo son rechazables por su violencia de origen. Si triunfan, han de establecer una segunda violencia para mantener los resultados frente a la resistencia interna y la presión externa, lo cual equivale a fracasar antes de ser. Bien se puede verificar todo esto repasando un siglo de historia de las revoluciones.
No obstante, el descrédito revolucionario absoluto será un error. Existen indicios, pequeñas primeras muestras de una revolución posible. No es violenta ni política, está dirigida a sustituir progresivamente las formas de gestión y de propiedad de los bienes, creando, también progresivamente, un régimen humanista y comunitario, basado en el reconocimiento de la persona y en la determinación de necesidades, tanto subsistenciales como subjetivas....
La pobreza
Antonio Gamoneda
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