Hablamos con el profesor judío estadounidense Norman Finkelstein,
que ha pagado un precio muy alto por su posicionamiento contrario a la
ocupación israelí.
“En 2011 la ciudadanía de Oriente
Medio y Norte de África intentó el cambio por medios pacíficos y fue
brutalmente reprimida, así que a nadie le puede sorprender que los
deseos de cambio tomen una deriva violenta o irracional”.
"La
resistencia armada se ha intentado una y otra vez y a pesar de la
nobleza, de lo heroico de esta resistencia, Israel permanece inamovible"
El profesor judío estadounidense Norman Finkelstein, imagen facilitada a Eldiario.es |
En el apartado profesional de su perfil en redes sociales, el profesor judío estadounidense Norman Finkelstein
aparece como “desempleado”. Este activista y politólogo que perdió a la
mayor parte de su familia en campos de concentración, ha pagado un
precio muy alto por su posicionamiento contrario a la ocupación israelí y
sus investigaciones en torno a las políticas del holocausto. Recibe
acusaciones de antisemitismo por parte de los sectores más favorables a
las políticas de Israel, lo que lo ha condenado al ostracismo
profesional en EEUU.
También se le critica desde movimientos como el de Boicot, Desinversiones y Sanciones
y de otros promotores de la solución de un solo Estado para palestinos e
israelíes. Esta solución se basa en la noción de ciudadanía y no en el
carácter étnico o religioso, frente a la defensa de intelectuales como
Finkelstein de la solución de dos estados distintos.
Desde que nos conocimos en Líbano hace cinco años, ha habido muchos
cambios en Oriente Medio y el Norte de África. ¿Cómo definiría el punto
en que se encuentra la región hoy?
Todo
parece ir siempre a peor. Diría que todo ha ido a peor en el mundo en
general, con excepción de algunas partes de América Latina. Después de
décadas de desgobierno, de desigualdades, de injusticia
institucionalizada a manos de regímenes corruptos, no se puede decir que
sea sorprendente lo que sucede hoy. En 2011 la ciudadanía de Oriente
Medio y Norte de África intentó el cambio por medios pacíficos y fue
brutalmente reprimida, así que a nadie le puede sorprender que los
deseos de cambio tomen una deriva violenta o irracional en muchos casos.
Tras los últimos ataques israelíes a Gaza, ¿cuál es el balance para israelíes y palestinos?
La parte israelí no ha logrado ninguno de sus objetivos, pero los
palestinos tampoco. Se puede decir que la situación está estancada. La
diferencia es que Israel puede seguir viviendo en esa situación de
estancamiento, mientras que los palestinos no. Israel puede vivir con
una Gaza controlada por Hamás, pero ¿pueden los palestinos vivir con una
Gaza reducida a escombros, miles de asesinados, bajo un asedio que se
mantiene, una ocupación que continúa? El statu quo era insoportable para
los palestinos y lo sigue siendo. Ninguna de las dos partes ha ganado, y
aún así los palestinos pierden. La voluntad indomable de los gazatíes
es admirable, pero su victoria no lo es si no se traduce en una mejora
de sus condiciones de vida, que empeora tras cada operación israelí.
¿Puede haber una solución justa para los palestinos en el contexto de injusticia y convulsión del resto de la región?
Creo que sí. Los palestinos tienen mucho a favor para acabar con la
ocupación. La resistencia civil no violenta, en coordinación con el
movimiento de solidaridad internacional, que incluye un apoyo valiente,
casi heroico por parte de algunos países de Latinoamérica, tiene un
potencial enorme. Por desgracia, ni la Autoridad Palestina ni Hamás
hacen uso de toda esa opinión pública favorable, de esa solidaridad
internacional, de la población palestina como fuerza. Hamás sigue
empantanado en un discurso mitológico de lucha armada, del mismo modo
que Israel se mantiene en el discurso mitológico del proceso de paz.
Se refiere usted en su libro Knowing Too Much: Why the American Jewish Romance is Coming to an End al cambio en la opinión pública estadounidense con respecto a Israel. ¿A qué se debe ese cambio?
Principalmente a la labor de organizaciones israelíes como B'Tselem y
grupos de derechos humanos como Human Rights Watch y Amnistía
Internacional, que han hecho que los argumentos de apoyo a la ocupación
se perciban cada vez más como tendenciosos e indefendibles. Este cambio
es importante, después de décadas de aceptación de políticas que
promueven el sufrimiento y la injusticia en la región.
No menciona usted la labor de referentes palestinos como Edward Said o
la organización palestina Al-Haq en ese cambio de percepción, punto por
el que ha sido criticado su análisis.
El
trabajo de organizaciones palestinas como Al-Haq es muy valioso y ha
tenido impacto en otros ámbitos, pero por desgracia su influencia en la
opinión pública judía estadounidense ha sido mínima.
También recibe numerosas críticas por defender la solución de dos
estados, frente a la de un solo Estado de coexistencia que promueven
intelectuales como Azmi Bichara o Omar Barghouti. ¿No es más justo
plantear una, digamos, república democrática israelo-palestina?
La creación de un Estado palestino me parece la única solución viable.
La solución de un solo Estado para ambos pueblos requeriría que Israel
renunciase a su carácter judío. Si no logramos que Israel devuelva el
territorio robado a los palestinos, ¿podemos pensar que va a renunciar a
la esencia misma de su existencia? Lo veo una fantasía.
Hay especialistas en la región que defienden lo contrario. Afirman que
es la solución de dos estados, uno israelí y otro palestino, la que se
ha convertido en una fantasía que en la práctica sólo reforzaría el
Estado de apartheid.
El retorno a las
fronteras del 67 y la división en dos estados es algo que prácticamente
todo el mundo acepta, incluido el derecho internacional. La solución de
un solo Estado es un bello sueño, pero si queremos mejorar la vida de la
gente aquí y ahora, no podemos agarrarnos a sueños, necesitamos
soluciones realistas. Y un Estado palestino lo es.
En su último libro, que será publicado en los próximos días, hace un
repaso de las agresiones israelíes a Gaza, y plantea la imposibilidad de
vencer a Israel mediante la lucha armada.
Los palestinos no tienen la obligación, ni moral ni legal, de desistir
de usar la fuerza armada contra Israel. Sin embargo, como desarrollo en
el libro, tanto en Gaza como de cara a quienes los apoyan desde el
exterior la resistencia no violenta masiva ofrece la mejor alternativa
para acabar con el asedio y la ocupación ilegal. La resistencia armada
se ha intentado una y otra vez y a pesar de la nobleza, de lo heroico de
esta resistencia, Israel permanece inamovible. Si la fuerza de la
resistencia palestina se canaliza a través de una campaña masiva de
resistencia civil, y quienes la apoyan en todo el mundo movilizan a la
opinión pública para un cambio de políticas, Israel se verá obligado a
poner fin a la ocupación, y se perderán muchas menos vidas que en la
resistencia armada.
Fuente: http://www.eldiario.es/
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