Otra forma de inmortalidad: Busto de Nefertiti, de 50 centímetros, elaborado en piedra caliza, yeso, cristal y cera, hacia el año 1.340 antes de Cristo. Localizado en 1.912 en Amarna, se encuentra en la sala 2.10 del Museo Egipcio de Berlín. |
Dice la leyenda de Osiris que fue asesinado por su envidioso hermano
Seth, y que su cuerpo fue arrojado en un ataúd al Nilo. Enterado Seth de
que el cadáver había sido localizado por su esposa Isis, lo descuartizó
en 14 pedazos que fueron desperdigados por todo Egipto. Tras recuperar
casi todos los miembros, Isis fue capaz de engendrar, desde el cuerpo
inerte de su marido, a su hijo Horus, quien acabaría vengando a su
padre.
Como toda buena historia mitológica, más allá de los distintos matices que nos han legado las fuentes helenísticas o egipcias, la de Osiris e Isis, además de ser bellísima, tiene sus dosis de drama, envidia, parejas consanguíneas, asesinatos, misterio y magia.
El mito de Isis y Osiris es además la esencia de la cosmogonía egipcia y representa, de distintas formas, el triunfo de la vida sobre la muerte.
Lo interesante de la historia de Osiris, entre otras cosas, es que de alguna manera plasma el deseo humano del más allá, y su esfuerzo por lograr trascender de lo cotidiano y tangible, incluso luchando contra todo poder terrenal.
El embalsamado Osiris se convirtió además en un modelo para el resto de individuos, inspirando ceremonias fúnebres con la esperanza de replicar en los seres queridos la promesa de inmortalidad que representaba su fábula.
De confirmarse los hallazgos de una reciente investigación arqueológica publicada en PLOS ONE, a la que no le falta ni siquiera un Jones (una en este caso), sería posible retrasar las momificaciones intencionadas en el antiguo Egipto hasta la prehistoria.
Según afirma la doctora Jana Jones, hasta la fecha nadie había propuesto que los envoltorios funerarios anteriores al año 3.350 A.C. contuvieran compuestos orgánicos que ayudarían en el proceso de momificación, ni que tales prácticas alcanzasen fechas tan tempranas como el quinto milenio antes de la era común.
Jones, investigadora en el departamento de historia antigua de la Universidad Macquarie, donde lleva a cabo un trabajo sobre los orígenes y el desarrollo de la momificación, se mostraba sorprendida de que “los egipcios prehistóricos, que vivían en una sociedad tribal 1.000 años antes de la invención de la escritura, ya estaban en posesión de la ciencia empírica que luego se convertiría en la verdadera momificación“.
Hasta ahora se había asumido que la conservación de tejidos blandos en épocas anteriores al reino antiguo (hacia el 2.500 A.C.) se debía fundamentalmente a procesos naturales asociados con las buenas condiciones de los lugares de enterramiento, más que a una compleja y deliberada intervención de procesos físico-químicos, y que no fue hasta el reino medio (2.000- 1.600 A.C.) cuando empezó extenderse el uso de resinas con características conservantes.
El estudio de Jones abarca el análisis de las resinas (consideradas
en sentido amplio) de los envoltorios funerarios de lino de varios
yacimientos del neolítico tardío y del periodo pre-dinástico, fechados
entre el 4.500 y el 3.350 A.C.. Estas resinas son el componente
principal de los primeros intentos de preservación corporal en la época
faraónica, previos a la introducción del natrón como desecante y a la
evisceración.
Utilizando una combinación de cromatografía de gases/espectrometría de masas y de desorción térmica/pirólisis, es decir, haciendo que el lino “sude” aquellos compuestos que había absorbido previamente mediante la acción del calor los investigadores han identificado que las prendas funerarias estaban rociadas con una combinación de resina de pino, un extracto de plantas aromáticas, una resina o azúcar de plantas, un tipo de petróleo natural y un aceite vegetal o grasa animal.
Esta combinación de sustancias, en complejos procedimientos, constituye una autentica receta del embalsamamiento, que según Jones “antecede en más de un milenio a la anterior evidencia científica del uso de estos agentes momificadores, que son los mismos, y en las mismas proporciones, que los que se encuentran 3.000 años más tarde, en el cenit de la momificación, dentro del periodo faraónico”.
Los científicos concluyen, basándose en las propiedades antibacterianas de algunos de estos ingredientes y en la preservación de los tejidos blandos localizados en su interior, que las muestras analizadas representan los inicios de la experimentación en momificación, que se convertiría en la conocida práctica de la época faraónica.
La necesidad de trascender es, sin embargo, casi tan antigua como el propio ser humano. Aunque con algunas reticencias, lógicas si tenemos en cuenta que se trata de un hallazgo único, y por lo tanto no repetido en otros contextos, los co-directores de Atapuerca interpretan la presencia de Excalibur, un bifaz de cuarcita roja, único instrumento de piedra recuperado en la Sima de los Huesos junto con 4.000 fósiles humanos, de unos 500.000 años de antigüedad, como el comportamiento simbólico más antiguo conocido hasta hoy.
Fuente: http://culturacientifica.com/2014/09/04/el-balsamo-de-la-inmortalidad/
Como toda buena historia mitológica, más allá de los distintos matices que nos han legado las fuentes helenísticas o egipcias, la de Osiris e Isis, además de ser bellísima, tiene sus dosis de drama, envidia, parejas consanguíneas, asesinatos, misterio y magia.
El mito de Isis y Osiris es además la esencia de la cosmogonía egipcia y representa, de distintas formas, el triunfo de la vida sobre la muerte.
Lo interesante de la historia de Osiris, entre otras cosas, es que de alguna manera plasma el deseo humano del más allá, y su esfuerzo por lograr trascender de lo cotidiano y tangible, incluso luchando contra todo poder terrenal.
El embalsamado Osiris se convirtió además en un modelo para el resto de individuos, inspirando ceremonias fúnebres con la esperanza de replicar en los seres queridos la promesa de inmortalidad que representaba su fábula.
De confirmarse los hallazgos de una reciente investigación arqueológica publicada en PLOS ONE, a la que no le falta ni siquiera un Jones (una en este caso), sería posible retrasar las momificaciones intencionadas en el antiguo Egipto hasta la prehistoria.
Según afirma la doctora Jana Jones, hasta la fecha nadie había propuesto que los envoltorios funerarios anteriores al año 3.350 A.C. contuvieran compuestos orgánicos que ayudarían en el proceso de momificación, ni que tales prácticas alcanzasen fechas tan tempranas como el quinto milenio antes de la era común.
Jones, investigadora en el departamento de historia antigua de la Universidad Macquarie, donde lleva a cabo un trabajo sobre los orígenes y el desarrollo de la momificación, se mostraba sorprendida de que “los egipcios prehistóricos, que vivían en una sociedad tribal 1.000 años antes de la invención de la escritura, ya estaban en posesión de la ciencia empírica que luego se convertiría en la verdadera momificación“.
Hasta ahora se había asumido que la conservación de tejidos blandos en épocas anteriores al reino antiguo (hacia el 2.500 A.C.) se debía fundamentalmente a procesos naturales asociados con las buenas condiciones de los lugares de enterramiento, más que a una compleja y deliberada intervención de procesos físico-químicos, y que no fue hasta el reino medio (2.000- 1.600 A.C.) cuando empezó extenderse el uso de resinas con características conservantes.
Fotografía de la exposición “Momias del Mundo”. Foto: Mathew Imaging. |
Utilizando una combinación de cromatografía de gases/espectrometría de masas y de desorción térmica/pirólisis, es decir, haciendo que el lino “sude” aquellos compuestos que había absorbido previamente mediante la acción del calor los investigadores han identificado que las prendas funerarias estaban rociadas con una combinación de resina de pino, un extracto de plantas aromáticas, una resina o azúcar de plantas, un tipo de petróleo natural y un aceite vegetal o grasa animal.
Esta combinación de sustancias, en complejos procedimientos, constituye una autentica receta del embalsamamiento, que según Jones “antecede en más de un milenio a la anterior evidencia científica del uso de estos agentes momificadores, que son los mismos, y en las mismas proporciones, que los que se encuentran 3.000 años más tarde, en el cenit de la momificación, dentro del periodo faraónico”.
Los científicos concluyen, basándose en las propiedades antibacterianas de algunos de estos ingredientes y en la preservación de los tejidos blandos localizados en su interior, que las muestras analizadas representan los inicios de la experimentación en momificación, que se convertiría en la conocida práctica de la época faraónica.
La necesidad de trascender es, sin embargo, casi tan antigua como el propio ser humano. Aunque con algunas reticencias, lógicas si tenemos en cuenta que se trata de un hallazgo único, y por lo tanto no repetido en otros contextos, los co-directores de Atapuerca interpretan la presencia de Excalibur, un bifaz de cuarcita roja, único instrumento de piedra recuperado en la Sima de los Huesos junto con 4.000 fósiles humanos, de unos 500.000 años de antigüedad, como el comportamiento simbólico más antiguo conocido hasta hoy.
Fuente: http://culturacientifica.com/2014/09/04/el-balsamo-de-la-inmortalidad/
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