Fuente:http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2012/10/22/habermas-y-el-nobel-de-la-paz-para-la-ue/
Como era de esperar, el artículo de Jürgen Habermas publicado en Le Monde (y
más tarde en varios rotativos europeos, incluso en España) sobre la
crisis europea, titulado “Ahora más que nunca, Europa”, ha tenido gran
impacto en los mayores círculos políticos, intelectuales y mediáticos
del continente europeo. Y no es extraño que lo tuviera, no sólo por el
gran renombre y prestigio del autor –el filósofo más conocido en
Alemania- sino por su crítica fuerte y contundente al gobierno alemán
presidido por la canciller Merkel, responsabilizándola, en parte, de no
haber promovido las políticas que él cree que deben adoptarse para
salvar a Europa que -según él- corre el peligro de desmembrarse.
Pero antes de centrarnos en sus propuestas analicemos sus críticas al
gobierno Merkel y a los otros gobiernos de la Unión Europea,
acusándoles de paralizar el desarrollo de la Europa democrática de tipo
federal que él considera urgente y necesaria que se establezca. Al
gobierno alemán le critica, con razón, por adoptar una postura moral
hacia los países del Sur, intentando penalizarlos por su indisciplina
fiscal dando la imagen de la dueña de la casa que castiga a los miembros
de la vivienda que se han gastado demasiado. Para Habermas, el problema
no es éste y la actitud del gobierno alemán está generando unos
sentimientos de clara hostilidad que están anulando el intento de
conciliación con Alemania que se había conseguido después de la derrota
del nazismo. Tampoco en esto le falta razón a Habermas. Basta leer la
prensa de mayor tiraje en Alemania para ver el carácter ofensivo y
arrogante que tales medios (con honrosas excepciones) están adoptando
hacia los países llamados en la literatura anglosajona PIGS (cerdos) y
que incluyen Grecia, Portugal, España e Irlanda, categoría a la que más
recientemente se ha añadido a Italia (pasando de PIGS a GIPSI).
Hay que agradecer que un intelectual alemán de su talla critique y
denuncie esta postura arraigada en el establishment alemán, que es
profundamente equivocada pues las clases populares del Sur son víctimas,
en lugar de responsables de la crisis del euro, como he señalado y
documentado repetidamente (ver sección economía política de mi blog www.vnavarro.org).
Pero además de injusta, esta postura moral del gobierno alemán es
profundamente ofensiva, y está despertando agravios y recuerdos que
hubieran sido mejor silenciar para el propio beneficio de Alemania. Como
bien señala Habermas, esta arrogancia del gobierno alemán, que da pie
al renacimiento del nacionalismo alemán, está despertando durísimas
memorias en los países que derrotaron al nazismo. Grecia es un caso
claro de esta situación. Brutalmente ocupada por las fuerzas nazis en la
II Guerra Mundial, nunca ha recibido reparaciones del gobierno alemán
desde el fin de aquel conflicto.
Habermas también tiene razón cuando añade que el problema es la falta
de una estructura federal que termine con la situación actual en la que
cada gobierno parece ir por su cuenta, reproduciendo una situación en
la que los fuertes tiran hacia adelante, a costa de que los otros vayan
para atrás. Hay que establecer, dice Habermas, una “Europa federal” y
añade “democrática”, lo cual quiere decir, según él, una Europa con
plena participación de la población a través de instituciones
representativas que sean las que gobiernen esta nueva entidad política.
Sólo así –afirma Habermas- se puede justificar una política fiscal y
financiera europea, pues el principio que guió el establecimiento de
Estados Unidos de América fue precisamente el de “no imposición de
impuestos sin representación”. De ahí que la unión política sea un paso
necesario para desarrollar la serie de medidas –desde la unión bancaria a
la política fiscal- que deberían desarrollarse con mayor rapidez.
Termina Habermas criticando al gobierno alemán y otros países por
desatender tal urgente necesidad. Hasta aquí es difícil que un
europeísta comprometido con el establecimiento de una Europa unida,
justa y democrática, no esté de acuerdo con el filósofo alemán.
Ahora bien, dicho esto, hay un problema grave en su artículo que peca
de excesivo formalismo. En otras palabras, no aclara el camino hacia el
establecimiento de la Europa justa, federal y democrática. Asume, -a mi
manera de ver erróneamente- que las instituciones ahora existentes nos
permitirán alcanzar aquel objetivo. Y ahí está la enorme limitación del
artículo de Habermas. Parece creer que las instituciones actuales
tienen el potencial para convertirse en las necesarias para alcanzar
este sueño futuro. Y es ahí donde tengo enormes dudas de que ello sea
así. En realidad, el hecho de que las instituciones actuales sean
profundamente no-democráticas, cuando no antidemocráticas, no es por
casualidad. Que la única instancia de representatividad –el Parlamento
Europeo- tenga un papel secundario, ajeno a las mayores decisiones que
se toman en la UE y en la Eurozona, no es por casualidad. Ocurre
siguiendo un diseño que se llama neoliberalismo, promovido por el
capital financiero que hoy domina las instituciones europeas que
“mandan” (y utilizo esta expresión deliberadamente) en la eurozona.
Un ejemplo de este mandar aparece cuando el director (el Sr. Draghi)
de la institución europea más poderosa en la UE, el Banco Central
Europeo, llama al presidente de España y le dice (o se lo escribe por
carta) qué es lo que debe hacer, incluido el desmantelamiento del Estado
del Bienestar español. Y el Sr. Rajoy lo hace. Y hoy estamos viendo el
ataque frontal más duro que ha existido en España desde que se
estableció la democracia en contra de su estado del bienestar.
Lo cual me lleva a otro tema, el de la Agencia de Cambio. En otras
palabras, quién hará el cambio. El gobierno alemán representa el
establishment alemán, en el cual el Bundesbank tiene enorme poder. No
hay duda de que este establishment jugaría un papel importantísimo en
configurar aquel proyecto supuestamente democrático.
Y ahí mi otra crítica a Habermas. Parece no ser consciente de que las
clases populares de los distintos países de la Eurozona tendrán poca
influencia en este desarrollo. De ahí deriva el excesivo formalismo de
Habermas. Hoy los países de la Eurozona están en llamas. Más y más gente
está saliendo a la calle. Y una enorme agitación (en gran parte
silenciada en los grandes medios) está ocurriendo en la Unión Europea.
No sabemos dónde llevará esta energía popular. Pero lo que sí debería
estar claro es que las instituciones actuales, desde la Comisión Europea
al Consejo Europeo y al Banco Central Europeo (que hoy gobiernan la
Eurozona) son parte del problema y no pueden utilizarse para lograr la
solución. Una nueva Europa se necesita con otras instituciones que desde
el principio estén democráticamente gobernadas y que se vayan
construyendo de arriba abajo, y que no sea un producto, una vez más, de
las élites antidemocráticas que la están gobernando. Al lema de que
“there is no taxation without representation” de la Revolución en EEUU
hay que añadirle otro que lo guió “government of the people and for the
people can not exist unless is by the people” (el gobierno para el
pueblo no puede existir sin que haya un gobierno del pueblo). A no ser
que la nueva Europa esté diseñada y gobernada por los pueblos de los
países de la UE, esta nueva Europa no será de uso y servicio para ellos.
Y lo que está ocurriendo es un claro ejemplo de esto. Es, en este
sentido, una farsa que el Premio Nobel de la Paz se haya dado a la UE
por su dedicación a la paz y a la democracia. La patética lista de
Nobeles de la Paz (con honorables excepciones) es un ejemplo de la
utilización abusiva de tal premio para fines políticos. Cualquier
persona mínimamente objetiva puede ver que la Unión Europea se está
construyendo a las espaldas de la población. Habermas así lo denuncia,
pero se equivoca creyendo que las instituciones que hoy la gobiernan
serán las bases para alcanzar la Europa justa, y democrática que todos
queremos.
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