De Guindos es un tipo peculiar. Introducido en el Gobierno como sicario económico por los bancos centrales internacionales, parece no haber solicitado ninguna ayuda a su asesor de imagen para establecer una reforma laboral "extremadamente agresiva " con la marca de sol de las gafas de ir a esquiar tatuada en la cara.
Tan dura es la reforma, que en el aparato central del PP le aconsejaron utilizar la estrategia del micrófono cerrado pero abierto, algo que empieza a estar más visto que los dientes de Ana Botella... Exclusiva para Telecirco, y posterior venta a los demás medios: que los derechos de la gente salten por los aires es un gran negocio, y más todavía si nos obligan a actuar como un voyeur, forzando el oído para escuchar algo así como "se lo voy a quitar todo, nos vemos en Baqueira".
En estas estamos cuando, mientras San Francisco Camps va a hablar sobre leyes a una Universidad, Garzón es condenado por el Supremo. Juristas de todo el mundo, artículos en unos cuantos idiomas y hasta la ONU, parecen no dar crédito a la disfunción patológica de nuestra justicia. Así es como el presidente del Consejo Jurídico Consultivo de la Comunidad Valenciana y asesor de Camps, Vicente Garrido, se pone cachondo y dice aquello de que "el juez Garzón es un delincuente" (nos vemos en Baqueira).
A pesar de todo, a buena parte del electorado del PP le ha calado hondo eso de "estamos en crisis, y tenemos que quitaros derechos, dinero y propiedades". Por una parte, a muchos de esos jubilados que nunca estuvieron peor que cuando los años 40, todo esto les parece fenomenal, pues como ya decía Sócrates, la juventud se estaba desfasando demasiado y eso no puede ser. Nada como unas décadas de hierro y plomo para hacer del niño un hombre. Quizá por eso, por la crisis, digo, Florentino Pérez vuelve a pegar otro pelotazo y se embolsa 500 milloncejos de nada gracias a sus contactos en el Ministerio de Industria, que lo dicen, en Baqueira se comenta.
Por otra parte, algo hay de conjuro religioso en todo esto. Nunca las tres virtudes teologales del catolicismo, fe, esperanza y caridad, encontraron un eco tan profundo en esa parte de la humanidad que vota devota al popular partido cada vez que es reclamada por los sacerdotes en sus homilías durante la campaña electoral.
Tres grandes motivos para creer en lo increíble, esperar lo que no existe y cederle algo al pobre para que siga siendo pobre. Son tiempos de piedad y recogimiento, templanza y abstinencia. Gracias a las papeletas que le asignaron el poder absoluto al PP, volveremos a apreciar en su justa medida lo que es calentarse las manos con el aliento, trabajar por amor al trabajo, la sana resignación del mal de muchos, que va en aumento, y los últimos pelotazos que las familias mejor posicionadas rumorean en los acogedores refugios de la nieve de Baqueira.
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