lunes, 30 de julio de 2012

El tío de Pacios


  En la barbería de Beloso, el sábado en la noche, quien llevaba la voz cantante era Romualdo do Pereno, un medio jorobado que tenía un bigote triste y lacio y prendía en las tes, tartamudeando algo. Presumía de conocer el nombre y apellido de todos sus atepasados.
  - En la escuela- decía-, debían enseñarles a los niños todo su ramo familiar, padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, hasta donde hubiese memoria o papel.
  Este era su tema favorito, y lo ampliaba contando de su familia materna, especialmente de sus tíos de Pacios. Por ejemplo, de su tío Domingo, que era tío trisabuelo, según sus cuentas.
  - Mi tío Domingo de Pacios fue el primer hombre de la provincia de Lugo que fumó - dijo un sábado en la babería, mostrando a los presentes una cachimba vieja, roída en la pipa-. ¡ Casi doscientos años de antigüedad! ¡ Del tiempo de Carlos III!.
  Los presentes curiosearon la cachimba y uno dijo que le parecía que era de palo santo.
  -Mi tío Domingo se sentó en Lugo, en la plaza mayor, junto a la fuente, sacó la cachimba, cebó con el pulgar tras llenar el cazo de tabasco, y encendió. Echaba humo que parecía que ardía un pajar. Se juntó el público alrededor, y mi tío, sin decir palabra, echando humo por la boca y por las narices. Un policía corrió a dar parte al gobernador, quien mandó llamar a mi tío Domingo. Vino un alguacil a buscarlo, e iba apartado de mi tío, porque el humo le hacía toser. Mi tío, en el salón del trono del Gobierno civil, fumó media hora larga delante del gobernador y de todo el personal. Mi tío Domingo explicó que había tomado la costumbre de fumar en Puerto Rico, y que le había enseñado la técnica un jefe indio que se llamaba Cristóbal, que se tapaba las partes con un paño en el que estaba bordada la figura de su santo patrono. Mi tío tenía, además, un diente de oro. El gobernador de Lugo le preguntó si el diente tenía algo que ver con el poder fumar. ¡Ignorancia que había en aquellos tiempos! Mi tío fue felicitado y el gobernador le pagó la comida. Creo que dieron parte del suceso a Madrid.
  Otro sábado, Romualdo explicó que otro tío suyo, este por parte de los Meiregos de San Covade, estaba de asistente del general Weiler cuando llegó la fotografía a Cuba. El general quiso retratarse, pero antes mandó que un pirotécnico de la Real Maestranza de Artillería comprobase lo que había dentro de la máquina, que la manejaba un inglés. Para que saliese bien el retrato, el general tenía que estarse quieto media hora, y que nadie se moviese a su alrededor, no temblase el piso. El general salió muy favorecido, más alto de lo que era, y vista a la izquierda. La fotografía, rodeada con un ramo de laurel, la pusieron en un escaparate de una tienda, en la calle de Santa Clara, y le daban guardia constante dos soldados de caballería.
  Romualdo do Pereno terminaba la historia, silbaba por su perro Colás, y se marchaba calle abajo, dejando estupefacta a la clientela del sábado de la barbería de Beloso.



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