El régimen militar argelino busca recuperar influencia en el norte de África y frenar los anhelos expansionistas de su vecino y rival.
El pasado 24 de agosto, en plena vorágine informativa por la apresurada y caótica salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, Argelia rompió las relaciones diplomáticas con Marruecos, su vecino y rival, y zamarreó aún más con ello el ya de por sí convulso tablero internacional. Fruto de una decisión meditada —todas las razones y excusas aducidas estaban ya sobre el tapete hacía meses—, dos parecen, a priori, las ambiciones geoestratégicas que desencadenaron el órdago argelino: la primera, recuperar la influencia en el Magreb y en particular en el Sahel, en gran parte perdida durante los años que se prolongó la enfermedad del expresidente Abdelaziz Bouteflika, fallecido a mediados de septiembre; la segunda, aprovechar el cambio geopolítico que se está produciendo en la región para trancar la puerta al anhelo expansionista de Rabat, que ha aprovechado estos años de introspección argelina y de lucha intestina en el seno del régimen militar para atirantar sus tentáculos en una zona trascendental para la política de seguridad y de energía de la Unión Europea.
Sahel, territorio clave
Histórico cruce de caminos, el Sahel es hoy un territorio sumido en múltiples crisis, víctima de la merma de sus tradicionales modelos de vida —arruinados por la imposición acelerada de la modernidad, la avidez capitalista, el fracaso comunista y el imparable cambio climático—, pero también del neocolonialismo pancista emprendido por los Estados europeos, que en la última década han desplegado miles de tropas y han urdido un lucrativo negocio de venta de armas y equipos de seguridad que mueve miles de millones de euros anuales. Estas condiciones han favorecido tanto el florecimiento de un entramado económico corsario transnacional, sostenido en el contrabando de productos pero también de personas migrantes, como la consolidación de poderosas heterarquías adscritas al wahabismo, la interpretación herética más radical y violenta del islam.
Pugna por el Sáhara Occidental Marruecos pretende anexionarse la excolonia española, mientras que Argelia da protección al Frente Polisario |
"Estados Unidos y la UE son cada vez más conscientes de la gran importancia que tiene Argelia, único país con acceso directo a regiones conflictivas como el norte de Mali y Níger y del suroeste de Libia", explica un alto funcionario europeo destinado en el norte de África. Y el régimen argelino, necesitado de salvavidas para minimizar la aguda crisis económica y social que padece el país, “entiende que eso le ofrece ventaja estratégica frente a otros actores regionales y, en particular, sobre su rival marroquí", agrega.
Cambio geoestratégico
El momento elegido parece apuntar igualmente en la misma dirección. El anuncio de la ruptura de relaciones se produjo en vísperas de la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de los países vecinos de Libia, un nueva iniciativa impulsada por Argelia que ha sido aplaudida tanto por Washington —principal aliado de Rabat— como por Bruselas y la ONU. Según fuentes de Inteligencia, el jefe de la diplomacia argelina, Ramtan Lamamra, informó de la decisión al embajador especial de EE UU para Libia, Richard Nolan, durante el encuentro preparatorio mantenido con su homólogo tunecino 24 horas antes de hacerse pública. Integrado por Túnez, Níger, Chad y Egipto, el foro —que tenía previsto celebrar su primera cumbre en septiembre— excluye hábilmente de la ecuación regional a Rabat y busca construir una alternativa a viejas alianzas como la exangüe Unión del Magreb Árabe (UMA).
“La decisión de colocar a Lamamra (un diplomático sagaz con numerosos contactos) es un mensaje con el que Argelia quiere mostrar que está de vuelta”, subraya el periodista argelino Makhlouf Mehenni. No tanto para acercarse a Washington como para protegerse y debilitar a su rival marroquí, que había multiplicado en el último lustro su presencia diplomática y económica en el Sahel y el África Occidental. Argelia también percibe el evidente reverso de la tendencia que se ha producido en la región tras la salida de la Casa Blanca de Donald Trump, quien apostaba por Marruecos y dejaba manos libres a Rusia en Libia. Y cree que la decisión de su sucesor de ignorar la orden presidencial que reconocía la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental a cambio de la normalización de relaciones con Israel, su inclinación a recuperar el diálogo con el Polisario a través de la ONU y el fracaso del pulso diplomático con España y Alemania son elementos que inducen a pensar en ese supuesto declive de la influencia marroquí.
Yihadismo y migración
La ruptura se anunció, asimismo, dos días después de que el jefe del Ejército argelino, el general Said Chengriha, el hombre más influyente del país, azuzara el miedo ante una posible nueva oleada de atentados en Mali, Níger, Burkina Faso y la propia Libia, con los que Argelia comparte una larga e inestable frontera, que, sin embargo, no controla en su totalidad.
Desde 2011, fecha del inicio de las marchitadas primaveras árabes, en el sur del Sáhara han surgido nuevas organizaciones transversales de ideología wahabí —como Jama’a al Nusrat ul-Islam wal Muslimin (JNIM)— que no solo han hecho evolucionar el yihadismo global inspirado por la red Al Qaeda, sino que han logrado obliterar las anacrónicas fronteras coloniales y establecer protoestados espurios al estilo del que edificó el Estado Islámico en el norte de Irak y el este de Siria, sostenidos en el contrabando y la economía corsaria.
Es una amenaza a la que se suman organizaciones como Boko Haram, que domina amplias zonas de Nigeria y Camerún, y que con toda probabilidad se extremará a corto plazo aguzada por el ascenso talibán en Afganistán.
Según la organización internacional Oxfam, en 2017, año de la creación de JNIM, la cifra de "migrantes irregulares” y demandantes de asilo procedentes de África suponía apenas ell 1% de la población europea, cifra que no evitaba que distintos gobiernos los presentarán como una amenaza vital para el viejo continente. Aun así, desde entonces la UE ha destinado miles de millones de euros a frenar esta tragedia —en un negocio que repercute en las empresas europeas— y muy escasos recursos a extirpar sus raíces: desigualdad, crisis climática, autoritarismo, incultura, brecha tecnológica, patriarcado, corrupción y ausencia de futuro, nutrientes que alimentan el radicalismo sustentan esa economía corsaria, azuzan el miedo y contribuyen a justificar la necesidad de invertir en seguridad.
“El Sahel supone un gran negocio para las empresas de seguridad privadas, pero también para la Unión Europea, que ha creado la suya propia bajo el nombre de Frontex”, explica un diplomático africano. “Argelia no solo quiere su trozo de esa tarta, también quiere sentarse con los que la reparten, con sus propias condiciones y un cuchillo más grande que el de su vecino”, concluye el diplomático, que por seguridad prefiere no ser identificado.
Wahabismo
La interpretación herética más radical y violenta del islam gana terreno en la región del Sahel gracias a protoestados sostenidos por el contrabando e inspirados en Al Qaeda y Estado Islámico
Fuente: https://alternativaseconomicas.coop/articulo/actualidad/los-porques-de-la-ruptura-argelia-marruecos
No hay comentarios:
Publicar un comentario