lunes, 25 de enero de 2021

El futuro en nuestras manos

 

 En el año 2001, miles de personas se emocionaron con la historia de Norma, Rafael y Nino Belvedere. Norma regentó durante muchos años un restaurante junto a su marido, Nino. Ella atendía a los clientes con tal amabilidad, que, según Nino, el trato al comensal era la especialidad de la casa. Años después, el restaurante pasó a manos de su hijo, Rafael, quien lo gestionó con extrema dedicación y eficacia, tanto que desatendió por completo a su entorno más cercano.

Puede que el argumento de esta historia resuene entre las memorias del lector. Solo he resumido la parte estructural de la historia, pero aún falta el componente principal que ha hecho de esta historia una emotiva y recordada película. Norma, la madre de Rafael y mujer de Nino, padece la enfermedad de Alzheimer. Se trata de parte del argumento de El hijo de la novia, película de Juan José Campanella, que es, sin duda, una de las obras que mejor representa la compleja dimensión de la enfermedad del olvido.

Hace poco volví a verla, y quizá por todo lo que está ocurriendo en este 2020, tuvo en mí un impacto mucho mayor que el que generó cuando la vi por primera vez. Me produjo una profunda reflexión sobre cómo afrontamos la vejez y la enfermedad, y las conclusiones que obtuve no fueron positivas.

Vivimos y crecemos creyendo que nunca envejeceremos. A nivel práctico tiene cierto sentido, porque diluye el sentimiento existencialista que de otra forma puede dejar a uno más de una noche sin dormir, pero a la larga tiene un impacto terrible. Lo hemos visto estos meses, nuestro sistema de atención y cuidado de las personas mayores es débil, está en parte regulado por las leyes del mercado y siempre el perjudicado es aquel que está en los últimos años de la vida. Pero si lo analizamos más detenidamente, descuidar la atención de nuestros mayores es algo tremendamente estúpido. Un fallo más en una estructura social dañada.

Y es estúpido por varios motivos. El primero de todos, porque descuidamos a una parte de la población muy importante, a aquellos que nos cuidaron y que dieron todo para que vivamos en la cómoda sociedad actual. Otro motivo, no menos importante, es que nosotros mismos formaremos parte del sistema que estamos construyendo y cuyas leyes regulan políticos y burócratas a los que votamos. Nosotros mismos estamos atacando a nuestro futuro, precisamente cuando vamos a ser más vulnerables. ¿Por qué, entonces, si sabemos que vamos a envejecer (y por ende que vamos a morir), no invertimos en los cimientos del sistema que haga de nuestras últimas décadas unos años con calidad de vida? ¿Tiene esto sentido? ¿Tiene solución? Sentido, no tiene ninguno, pero sí muchas posibles soluciones. La principal solución pasa por un cambio del modelo social, donde se ponga en valor a las personas mayores, un sistema que garantice unos últimos años (que pueden llegar a representar más de un cuarto del tiempo sobre la tierra) de calidad y dignos. Otra medida que se debe poner ya en marcha es fortalecer el sistema de salud pública que ayude a evitar algunas de las enfermedades que asedian al ser humano durante el envejecimiento.

Y es en este aspecto donde retomamos la historia de Norma. El drama real es que casi dos décadas tras el estreno de la película, la situación de Norma hoy en día no cambiaría mucho. La enfermedad de Alzheimer progresaría de forma muy similar ¿Se podría haber evitado que Norma perdiera todos sus recuerdos en sus últimos años de vida? ¿Podríamos haber visto una película totalmente diferente? Para responder a estas preguntas, debemos profundizar en la causa de todo: el alzhéimer.

Actualmente, hay más cincuenta millones de personas en el mundo que sufren algún tipo de demencia, siendo la mayoría de los casos pacientes con enfermedad de Alzheimer. Se estima que en 2030 esta cifra superará los ochenta millones y que en 2050 afectará a más de ciento treinta y dos millones de personas.

Podemos describir a esta enfermedad como un poderoso titán que nos acechará a todos conforme envejezcamos, ya sea de forma directa o indirecta. Como si de un ser mitológico se tratara, devora nuestros recuerdos como preámbulo de nuestra muerte, nos va absorbiendo todo lo que nos hace más humanos, arranca nuestra personalidad y termina llevándose hasta nuestras propias emociones. A pesar del esfuerzo de décadas de investigación, no contamos con tratamientos eficientes contra esta monstruosa enfermedad. Puede que el problema sea que no hemos elaborado una buena estrategia para enfrentarnos y blindarnos contra ella. A día de hoy, desde diferentes puntos del mundo se ataca al titán con flechas en forma de posibles tratamientos, algunos hacen más daño que otros, pero ninguno logra vencer a la bestia. El hecho de que no se haya conseguido un gran avance nos indica claramente que debemos cambiar nuestra estrategia. Las flechas individuales serán eficaces en algún momento, estoy completamente seguro, y lo serán cuando una de ellas encuentre el punto débil del titán, ese talón de Aquiles que abra la puerta hacia un tratamiento eficaz. Pero, de momento, no hemos encontrado dicho punto débil. Una esperanza emerge si cambiamos la estrategia, pasando del ataque a la defensa.

En el año 2020 todos hemos aprendido cómo podemos protegernos de una enfermedad causada por un patógeno. Desde medidas sencillas, como mantener cierta distancia, a las medidas más drásticas tomadas hasta la fecha, que nos encerraron a todos durante meses. Pero ¿cómo podemos protegernos frente a una enfermedad de la cual desconocemos la causa? La estrategia que está emergiendo frente al alzhéimer es, en realidad, una estrategia de gran utilidad para muchas de las enfermedades que nos afectan durante el envejecimiento: la prevención. En todos estos años de lucha contra el titán, hemos aprendido muchas cosas sobre él, información valiosa sobre cómo actúa y a quién ataca. Se han identificado una serie de factores de riesgo modificables que están detrás de más del 40% de los casos de demencia y enfermedad de Alzheimer.

La comisión «Lancet para la prevención de la demencia» estudia cada año todas las investigaciones sobre prevención y causas de la demencia. Con toda esta información elabora una lista de factores de riesgo modificables, que según sus estimaciones podrían prevenir la aparición de la enfermedad (o retrasar) en millones de personas. En su último informe incluyeron tres nuevos factores de riesgo modificables, lo que engrosó la lista hasta los doce actuales, que son los siguientes: hipertensión, tabaquismo, menor nivel educativo, deterioro en la audición, depresión, inactividad física, diabetes, poco contacto social, consumo excesivo de alcohol, daño cerebral severo (como el traumatismo craneoencefálico) y contaminación del aire (estos tres últimos son los añadidos en el informe del 2020). Se trata de factores de riesgo que pueden ser modificados a través de políticas de salud pública y acción individual.

Pero para entender mejor el impacto que pueden tener estas medidas debemos viajar en el tiempo y en el espacio. Nos encontramos en el año 2009, en Finlandia, donde se inicia el que será el primer gran estudio sobre prevención del alzhéimer a través de la modificación de hábitos la vida diaria. Este estudio se conoce como FINGER, el acrónimo de Finnish Geriatric Intervention Study to Prevent Cognitive Impairment and Disability. Los investigadores reclutaron a más de mil doscientas personas entre los sesenta y setenta y siete años, todas ellas con riesgo de padecer demencia, pero con una capacidad cognitiva adecuada para su edad. Como marca este tipo de estudios, los pacientes se mezclaron y dividieron en diferentes grupos. Sobre el grupo principal se realizó una intervención de dos años, que consistió en ejercicio físico, entrenamiento cognitivo, actividades sociales, consejos alimenticios y un control de la salud cardiovascular. Tras la intervención se observó cómo el deterioro cognitivo se redujo en más de una cuarta parte de los pacientes tratados con la mejora de los hábitos de vida diaria. Incluso se observó mejora en los pacientes que tenían predisposición genética a padecer la enfermedad de Alzheimer.

La demencia y el alzhéimer son unas patología heterogéneas y multifactoriales causadas por una combinación de factores genéticos, vasculares, metabólicos, estilo de vida y —sobre todo— un factor de riesgo principal e inherente a la propia vida, el envejecimiento. Por lo que es realmente complejo obtener resultados generalizados con intervenciones de cualquier tipo. Pero estos resultados supusieron una ventana a la esperanza, ya que arrojaron pistas sobre el potencial preventivo de este tipo de intervenciones.

En los últimos años, los estudios de este tipo se han multiplicado y están surgiendo por todo el mundo. En este punto, todo indica que es posible que, si todos nos protegemos frente al titán, algunos de nosotros podríamos salvarnos. Pero se requiere de una respuesta coordinada para entender cómo debe ser esta defensa. Y eso es lo que se está haciendo. Hace poco más de tres años se creó la iniciativa World-Wide FINGERS (WW-FINGERS) que busca englobar todos los estudios sobre prevención de la demencia y alzhéimer a través de intervenciones sobre factores de riesgo modificables.

Actualmente, la red WW-FINGERS está compuesta por iniciativas que engloban a más de veinticinco países, que a su vez representan una gran proporción de la población mundial. Entre ellos varios países europeos, EE. UU., China, Singapur, India, Canadá, Australia, países de América Central y Sudamérica, como México, Argentina o Brasil. Además, la red está trabajando para incorporar otras iniciativas de países como Rusia, Irán, Israel, Camerún o Sudáfrica, entre otros. Lo cual supone que miles de personas de todo el mundo están formando parte de una gran investigación de investigaciones.

Como se ha mencionado, se trata de patologías heterogéneas y complejas. Hay múltiples factores a tener en cuenta que un solo estudio no puede abordar. Sin embargo, el trabajo en común por todo el mundo sí que puede aportar las piezas necesarias para completar el puzle. Los diferentes FINGER engloban condiciones de todo tipo, con rangos de edad que en algunos casos comienzan a los cuarenta y cinco años, personas que viven en ciudades o en el entorno rural, con diferente nivel educativo, diferente nivel económico, diferentes estilos de vida, desde personas sedentarias con fuerte riesgo de enfermedad cardiovascular a poblaciones rurales con un estado físico envidiable para su edad. Personas en riesgo de padecer la enfermedad o que ya la padecen, con condicionantes genéticos o sin ellos.

Aún estamos haciendo los planos para defendernos del titán y el desafío es grande. Se requiere de una gran interacción entre los proyectos, de un constante intercambio de información y de una coordinación global que integre todas las casuísticas de cada región y sociedad. Pero sin duda es una ventana a la esperanza.

El titán siempre vencerá, eso está claro. El envejecimiento y la muerte forman parte de la vida, y le dan el sentido necesario para que sepamos disfrutarla. Pero como sociedad, como humanidad, no debemos olvidarnos de aquellos que nos ayudaron a ser como somos ni a aquellos que algún día seremos.

Fuente: https://principia.io/2021/01/25/el-futuro-en-nuestras-manos.IjEzNDgi/

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