lunes, 12 de septiembre de 2016

Un nuevo espíritu de pesadez

  
Pájaro azul - Palacio Cnosos , Creta

    Vivimos en una civilización donde la estética del cuerpo reviste una importancia creciente y está en condiciones de generar dramas personales grandes y pequeños. Mientras ganar peso produce horror, casi todas las mujeres se ven demasiado gordas, incluso cuando su peso es normal. Los inalcanzables ideales de delgadez que impulsan a muchas mujeres a observarse continuamente las inducen a juzgar negativamente su aspecto, a no verse guapas, a detestar su cuerpo. Nuestra cultura no escatima medios para celebrar el cuerpo con talante narcisista, pero lo que triunfa no es tanto el amor a él como sus infravaloraciones estéticas. Continuamente se nos invita a gozar del cuerpo de un modo narcisista: a hacerlo más bello y más firme, a mimarlo, a masajearlo, a tonificarlo. Pero detrás de los encendidos cantos al cuerpo y a los goces destinados en teoría a reconciliar a los individuos consigo mismos hay, paradójicamente, un narcisismo negativo, insatisfecho, siempre en lucha consigo mismo. Civilización de lo ligero no significa existencia ligera.
    En este contexto se difunden los regímenes para obtener un cuerpo libre de tejidos adiposos. La ironía del fenómeno, ya se sabe, es que casi todos los regímenes se saldan, cuando se detienen, con una recuperación del peso perdido, la vuelta al peso inicial. Fracaso de los regímenes que no quedan sin efecto negativo en el plano psicológico: como la recuperación del peso se vive como falta de voluntad, las esperanzas se transforman en sentimiento de fracaso, culpabilidad, pérdida de autoestima. Lo que debiera aligerar el peso del cuerpo sobrecarga el peso de la existencia.
    El imperativo de lo ligero aplicado al cuerpo no resulta sólo deprimente: se ha vuelto peligroso para el ciclo vital. Son incontables los libros y artículos que describen la abundancia de desórdenes de la conducta alimentaria y el aumento de la anorexia que se producen, en particular en los países más desarrollados, donde la delgadez se impone como un imperativo categórico. 
    En un plano más trivial, los regímenes para adelgazar requieren información, restricciones gastronómicas, autovigilancia cotidiana: el ideal de ligereza necesita ejercicios y esfuerzos continuos, el control permanente de uno mismo, todo lo contrario del diletantismo espontáneo. En nombre de la salud y la delgadez conviene renunciar a los placeres inmediatos, controlarse, vigilarse continuamente. Cada vez menos equivalente a la alegre despreocupación, la ligereza hipermoderna se encuentra paradójicamente asociada a la obsesión por las medidas, a la disciplina de las dietas, a la "depre" de los kilos de más. Asimilábamos la ligereza a la frivolidad: hela aquí trayendo inseguridad psicológica y ansiedad estética, lesionando la autoestima, degradando la autoconfianza. Nos gobierna una ligereza perversa que crea una nueva imagen del espíritu de pesadez. Sufimiento causado por el ridículo: con la dictadura de la delgadez, la civilización de lo ligero no deja de generar pequeños dramas subjetivos, desarrollando el arte de envenenarnos la vida por nada o casi nada. En este aspecto, la ligereza es enemiga de la ligereza.
    Nietzsche vinculaba el "espíritu de la pesadez" a la carga de la trascendencia de los trasmundos, a los ideales de la religión, la moral, el Estado, que impedían al hombre vivir con ligereza. Es innegable que, con la hipermodernidad, se ha disipado la fuerza apremiante de los grandes valores idealistas, aunque el espíritu de la pesadez no ha desaparecido, dado que continúa bajo la forma del autodesprecio, la depresión y la ansiedad. En realidad, nuestra época apenas ha avanzado en la dirección de la vida ligera, si es que ésta significa, como quería Nietzsche, "amarse a uno mismo"*: la vida es todavía muy pesada de sobrellevar. Lo notable es que sea una cultura de la ligereza lo que contribuya a cambiar el rumbo del nihilismo del "espíritu de la pesadez". La pesadez no proviene ya del mundo suprasensible, sino de las nomas de una cultura narcisista que debe favorecer la ligereza. Las llamadas insistentes a la ligereza obran ya contra la ligereza de vivir.



* Nietsche decía: "Quien quiera hacerse ligero y transformarse en un pájaro tiene que amarse a sí mismo"



Gilles Lipovetsky
   

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