“Hace un mes, pensaba que tenía buena salud, incluso que estaba fuerte. A los 81 años, aún nado una milla cada día. Pero mi suerte se ha acabado: hace unas semanas descubrí que tengo una metástasis múltiple en el hígado”. De esta manera comienza el escritor Oliver Sacks la carta remitida a The New York Times en la que explica que apenas le quedan unos meses de vida.
El londinense Sacks es uno de los neurólogos más importantes de la segunda mitad del siglo XX gracias a obras como Despertares (que fue adaptada en una película protagonizada por Robin Williams y Robert de Niro), El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (en el que narraba 20 insólitos casos de enfermedades neurológicas) o el más reciente Alucinaciones (Anagrama). Sus libros no son descripciones clínicas, sino que ayudan al lector a entender la peculiaridad de las enfermedades neurológicas a través de la perspectiva de sus pacientes.
Ahora, Sacks se enfrenta con templanza al último gran reto que le ha deparado su vida. “Es decisión mía cómo vivir los meses que me faltan”, explica en la misiva. “Tengo que vivir de la forma más rica, profunda y productiva que pueda”. El escritor forma parte del “desafortunado 2% de personas” que han sufrido metástasis después de superar un melanoma ocular que le dejó parcialmente ciego. Ahora se enfrenta a un cáncer que ocupa la tercera parte de su hígado y cuyo proceso no tiene vuelta atrás.
La vida a contrarreloj
Sacks cita al pensador inglés David Hume, que escribió una breve autobiografía cuando tenía 65 años, llamada Mi propia vida, para explicar sus propios sentimientos: “Ahora reconozco una rápida disolución. He sufrido muy poco dolor por mi trastorno; y lo que es más extraño, nunca, a pesar del gran declive de mi persona, he sufrido un momento de abatimiento. Poseo el mismo ardor por el estudio y la misma alegría por la compañía”.
El neurólogo ha superado en 16 años la longitud de la vida de Hume, un período que le ha servido para terminar cinco libros y su propia autobiografía, que será publicada esta primavera. En el año 2001, Sacks ya publicó El tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz, en la que relataba su niñez en la Inglaterra asolada por la Segunda Guerra Mundial. Además, aún le quedan pendientes un puñado de libros que espera completar en los meses que le quedan.
“Durante los últimos días, he sido capaz de ver mi propia vida desde una gran altura, como una especie de paisaje, y con un sentido cada vez más profundo de la conexión de todas sus partes”, reconoce. “Pero eso no significa que no me quede nada por hacer”.
Miedo y entusiasmo ante la despedida“Por el contrario, me siento intensamente vivo, y quiero y espero que en el tiempo que me queda profundice en mis amistades, decir adiós a las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerzas y alcanzar nuevos niveles de entendimiento y comprensión”, reconoce el autor. Audacia, claridad y hablar sin rodeos son las tres herramientas que le permitirán aprovechar el tiempo que le queda, en el que por supuesto, “habrá tiempo para la diversión (e incluso para las tonterías)”
Ello se traduce en dejar de ver las noticias cada noche y de interesarse por el estado del mundo –como él dice, “no es indiferencia, sino desapego”– y centrarse más en sí mismo, en su trabajo y en sus amigos. “No me queda tiempo para lo superfluo”, reconoce, lo que le ha permitido tener una visión más clara de las cosas. El calentamiento global, las guerras en Oriente Medio y la desigualdad pertenecen al futuro, y eso Sacks afirma que ya no le atañe.
Cuando la gente muere, no puede ser reemplazada. Dejan huecos que no pueden ser llenados, porque el destino (genético y neural) de todo ser humano es ser un individuo único
Su carta es también una despedida generacional: “He sido cada vez más consciente, durante los últimos 10 años o así, de las muertes de mi contemporáneos”, explica. “Mi generación está en el camino de salida, y he sentido cada muerte como una escisión de parte de mi ser. No habrá nadie como nosotros cuando nos marchemos, pero nunca hay nadie como otra persona. Cuando la gente muere, no puede ser reemplazada. Dejan huecos que no pueden ser llenados, porque el destino (genético y neural) de todo ser humano es ser un individuo único, encontrar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte”. Desde luego, nunca habrá nadie como Oliver Sacks.
“No puedo fingir que no tengo miedo. Pero mi sentimiento predominante es la gratitud. He amado y sido amado; he dado mucho y me han dado cosas en retorno; he leído y he viajado y pensado y escrito”, concluye. “Sobre todo, he sido un ser consciente, un animal pensante en este bello planeta, y eso un enorme privilegio y aventura”.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-02-19/no-me-queda-tiempo-para-lo-superfluo-oliver-sacks-desvela-que-va-a-morir_714975/
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