No vino el mar a recogernos,
nosotros recibimos el mar con los brazos abiertos.
Caídos del altiplano, quemados por las guerras y no por el sol,
atravesamos los desiertos del trópico de Cáncer.
Cuando desde las alturas vimos el mar
era una línea de llegada, un abrazo de olas en los pies.
Se había terminado la suela de hormigas de África
de la que las caravanas aprenden a pisotear.
En una columna, bajo un látigo de polvo,
sólo el primero tiene la obligación de levantar los ojos.
Los demás siguen el talón que precede,
el viaje a pie es un pista de espaldas.
Erri De Luca
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