jueves, 1 de diciembre de 2022

¿Está el humo de los coches alterando nuestra forma de medir la historia?

Los mismos gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento del planeta están dejando inservible la principal herramienta de la que disponemos para ponerle edad a las cosas. 

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Foto: The New York Public Library.

 543 piezas de marfil escondidas entre las maletas, desde pequeños objetos hasta colmillos completos de elefante. En junio de 2019, en una operación en el aeropuerto de El Prat, Barcelona, la Guardia Civil interceptó esta mercancía junto a muchos otros objetos procedentes del presunto tráfico ilegal de plantas y animales en peligro de extinción, incluyendo 2.296 especímenes de 70 especies de fauna protegidas. Pero, ¿era el marfil incautado realmente ilegal?

El comercio internacional de marfil está prohibido desde 1990. Ese año, los elefantes africanos obtuvieron la máxima protección bajo la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES). En buena parte del mundo, es legal vender los objetos de marfil anteriores a esa fecha. Por eso, poder datar con precisión los colmillos de los elefantes y hacerlo rápido es clave en este tipo de operaciones contra el tráfico ilegal de fauna y flora. Pero, a partir de ahora, el humo de nuestros coches y fábricas podría ponérselo un poco más fácil a los furtivos.

Aquel junio de 2019, la Guardia Civil acudió a la datación por carbono-14 para saber la edad del marfil. Este método, utilizado habitualmente, mide la proporción de carbono-14 (un isótopo radiactivo del carbono) en el objeto para deducir su edad. Cuanto más radiocarbono, más joven. Los test nucleares de los años 50 y 60 del siglo aumentaron artificialmente la proporción de carbono-14 en la atmósfera en poco tiempo. Sin querer, ayudaron a simplificar este método de datación: si hay mucho radiocarbono, el objeto es de los últimos 60 años. Aplicado al caso del marfil, si la proporción es alta, es más probable que los elefantes hayan sido cazados después de la entrada en vigor de la prohibición.

Sin embargo, la quema intensiva de combustibles fósiles está cambiando a gran velocidad la composición de la atmósfera, compensando el efecto de los test nucleares del siglo pasado y complicando la labor de los científicos encargados de ponerle edad a las cosas. “Las aplicaciones que se basaban en el aumento de carbono-14 desde los años 50, como la detección rápida de marfil ilegal, pronto serán imposibles”, explica Heather Graven, investigadora del Imperial College London y autora de una carta publicada en Nature que señala que las emisiones de gases de efecto invernadero no solo están cambiando el clima, sino también nuestra forma de medir la historia.

La historia en la radiactividad de nuestros huesos

El carbono es uno de los elementos químicos básicos para la vida y uno de los más habituales en la Tierra. En nuestro entorno, existe de forma natural en tres isótopos distintos (los átomos de cada isótopo tienen el mismo número de protones en el núcleo, pero diferente número de neutrones alrededor). Dos de estos isótopos son estables y abundantes, pero el tercero, el carbono-14, es inestable y menos habitual. Este isótopo radiactivo tiene un periodo de semidesintegración de 5.730 años, lo que quiere decir que cada 5.730 años reduce su presencia a la mitad. Hace tiempo que habría dejado de existir en la atmósfera si no fuese porque en ella se produce de forma natural.

El carbono-14 está mezclado de forma homogénea con el resto de carbonos del planeta. Y todos los seres vivos de la Tierra lo absorben, de una forma u otra, mientras están vivos y se alimentan. Al morir, dejan de hacerlo y el carbono-14 en sus huesos y sus tejidos empieza a desintegrarse lentamente. Esto quiere decir que si sabemos cuál es la cantidad de carbono-14 que tienen los restos, podemos deducir su edad. Este método de datación es muy usado por su precisión, y puede utilizarse para medir la edad de objetos que tienen hasta unos 55.000 años (en los vestigios anteriores, el carbono-14 ha desaparecido por completo).

La datación por radiocarbono es habitual en arqueología, pero también se usa en disciplinas como la criminología (para saber con precisión la edad concreta de restos humanos recientes, por ejemplo) o en la persecución de las redes de tráfico ilegal de especies o materiales como el marfil. En estos casos, es habitual utilizar como referencia el aumento repentino del carbono-14 provocado por los test nucleares de mitad del siglo pasado. Desde entonces, la proporción de este isótopo en la atmósfera debería haber ido descendiendo poco a poco. Pero los combustibles fósiles han entrado con fuerza en escena.

La cara B de las emisiones que cambian el clima

280 partes por millón (ppm). Durante unos 10.000 años, esa fue la proporción de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera terrestre. Pero en algún momento a mediados del siglo XVIII empezamos a quemar combustibles fósiles. Sus humos, además de partículas contaminantes de todo tipo, estaban cargados de dióxido de carbono y metano. Desde entonces, no hemos parado, y los últimos datos señalan que el nivel de CO2 es ya alcanza las 418 ppm. Es decir, un 50% más que hace 250 años. Este incremento está teniendo una consecuencia clara y cada vez más palpable: el cambio climático. Pero tiene una cara B que hasta ahora estaba pasando desapercibida.

“Cualquier combustible fósil que utilicemos tiene millones de años de antigüedad. Es decir, no contiene ya ningún rastro de carbono-14”, explica Heather Graven. “Esto significa que a medida que aumentamos la cantidad de carbono en la atmósfera procedente de la quema de combustibles fósiles, la proporción de carbono-14 va a ir descendiendo. El ratio de radiocarbono en la atmósfera es ya cercano al que había antes de la revolución industrial y está compensando con rapidez el efecto de la bomba de radiocarbono generada por los test nucleares el siglo pasado. Y seguirá bajando”.

Si se cumplen los escenarios más pesimistas de emisiones, esos en los que en el futuro seguimos consumiendo combustibles fósiles como hasta ahora y no hacemos nada por mitigar el cambio climático, Graven calcula que la proporción de radioacarbono en la atmósfera a mediados de siglo podría ser similar a la de la atmósfera de hace 1.000 o 2.000 años. Claro que, señala, son solo predicciones. “De cara al futuro, existe un rango muy amplio de posibilidades. Lo que pase dependerá de nosotros, de cuántos combustibles fósiles sigamos quemando”, añade.

Las emisiones de dióxido de carbono de origen humano están cambiando el clima, causando sequías más pronunciadas y extensas, huracanes más extremos, lluvias torrenciales más abundantes o incendios forestales más difíciles de apagar. A partir de ahora, también empezarán a alterar la forma en que interpretamos la historia, resolvemos un crimen o intentamos detener la caza furtiva de elefantes.

 Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/carbono-14-combustibles-fosiles-historia/

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