domingo, 18 de diciembre de 2022
Seis voces
sábado, 17 de diciembre de 2022
¿Por qué es tan estable el sistema neoliberal de dominación? | Byun Chul Han
"La ideología de "comunidad" o "bienes comunes de colaboración" conduce a la capitalización total de la existencia. Hace que sea imposible ser amigable sin un propósito. En una sociedad de retroalimentación mutua y continua, la amistad también se comercializa."
Hace un año, respondí a la presentación de Antonio Negri en el Berliner Schaubühne, donde chocaron dos críticas al capitalismo. Negri se había entusiasmado con la resistencia global al "Imperio", el sistema neoliberal de dominación. Se presentó como un revolucionario comunista y se refirió a mí como un académico escéptico.
Celosamente, invocó a la "Multitud", la masa en red de protesta y revolución en la que claramente confiaba para llevar al Imperio a una caída. El punto de vista del revolucionario comunista me pareció demasiado ingenuo y alejado de la realidad.
En consecuencia, traté de decir por qué la revolución ya no es posible hoy.
¿Por qué es tan estable el sistema neoliberal de dominación? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué la resistencia que ocurre tan rápidamente queda en nada? ¿Por qué, a pesar de la división cada vez mayor entre ricos y pobres, la revolución ya no es posible? Para explicar este estado de cosas, necesitamos una comprensión precisa de cómo funcionan hoy el poder y la dominación.
Cualquiera que desee instalar un nuevo sistema de reglas debe eliminar la resistencia. Lo mismo vale para el orden neoliberal. Implementar un nuevo sistema de dominio requiere una instancia de poder que postula; a menudo, esto implica el uso de la fuerza. Sin embargo, la potencia que plantea un sistema no es idéntica a la potencia que estabiliza un sistema internamente. Como es bien sabido, Margaret Thatcher, la abanderada del neoliberalismo, trató a los sindicatos como "enemigos internos" y los combatió violentamente. Por todo eso, usar la fuerza para establecer la agenda neoliberal no equivale a un poder para preservar el sistema.
El poder de preservación del sistema no es represivo, sino seductor.
En la sociedad disciplinaria e industrial, el poder de preservación del sistema era represivo. Los trabajadores de las fábricas fueron brutalmente explotados por los dueños de las fábricas. Tal explotación violenta del trabajo de otros implicaba actos de protesta y resistencia. Allí, fue posible que una revolución derribara las relaciones permanentes de producción. En ese sistema de represión, tanto los opresores como los oprimidos eran visibles. Había un oponente concreto, un enemigo visible, y uno podía ofrecer resistencia.
El sistema de dominación neoliberal tiene una estructura completamente diferente. Ahora, el poder de preservación del sistema ya no funciona a través de la represión, sino a través de la seducción, es decir, nos lleva por mal camino. Ya no es visible, como fue el caso bajo el régimen de disciplina. Ahora, ya no hay un oponente concreto, ningún enemigo suprime la libertad que uno pueda resistir.
El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un contratista libre, un empresario de sí mismo. Hoy, todos son trabajadores autoexplotadores en su propia empresa. Cada individuo es maestro y esclavo en uno. Esto también significa que la lucha de clases se ha convertido en una lucha interna con uno mismo. Hoy, cualquiera que no tenga éxito se culpa a sí mismo y se siente avergonzado. La gente se ve a sí misma, no a la sociedad, como el problema.
El sujeto subyugado ni siquiera es consciente de su subyugación.
Cualquier poder disciplinario que gaste esfuerzos para forzar a los seres humanos a entrar en una camisa de fuerza de mandamientos y prohibiciones resulta ineficiente. Es significativamente más eficiente asegurar que las personas se subordinen a la dominación por sí mismas. La eficacia que define el sistema hoy en día se debe al hecho de que, en lugar de operar a través de la prohibición y la privación, su objetivo es complacer y cumplir. En lugar de hacer que las personas cumplan, se esfuerza por hacerlas dependientes. Esta lógica de eficiencia neoliberal también es válida para la vigilancia. En la década de 1980, por citar un ejemplo, hubo protestas vehementes contra el censo nacional alemán. Incluso los escolares salieron a las calles.
Desde la perspectiva de hoy, la información solicitada en ella (profesión, niveles de educación y distancia del lugar de trabajo) parece casi ridícula. En ese momento, las personas creían que se enfrentaban al estado como una instancia de dominación que arrebataba los datos de los ciudadanos contra su voluntad. Ese tiempo ya pasó. Hoy, las personas se exponen voluntariamente. Precisamente esta sensación de libertad es lo que hace imposible la protesta. En contraste con los días del censo, casi nadie protesta contra la vigilancia. La libre revelación y la autoexposición siguen la misma lógica de eficiencia que la libre explotación. ¿Contra qué hay que protestar? ¿Uno mismo? La artista conceptual Jenny Holzer ha formulado la paradoja de la situación actual: "Protégeme de lo que quiero".
Es importante distinguir entre el poder que postula y el poder que preserva. Hoy, el poder que mantiene el sistema asume una apariencia "inteligente" y amigable. Al hacerlo, se vuelve invisible e inexpugnable. El sujeto subyugado ni siquiera reconoce que ha sido subyugado. El sujeto piensa que ella es libre. Este modo de dominación neutraliza la resistencia con bastante eficacia. La dominación que reprime y ataca la libertad no es estable. El régimen neoliberal se muestra estable al inmunizarse contra toda resistencia, porque hace uso de la libertad en lugar de reprimirla. Suprimir la libertad rápidamente provoca resistencia; explotar la libertad no.
Después de la crisis financiera asiática, Corea del Sur quedó paralizada y conmocionada. El FMI intervino y otorgó crédito. A cambio, el gobierno tuvo que hacer valer su agenda neoliberal por la fuerza. Este era un poder represivo que postulaba, del tipo que a menudo resulta violento y difiere del poder de preservación del sistema, que logra hacerse pasar por libertad.
Según Naomi Klein, el estado de conmoción social tras catástrofes como la crisis financiera en Corea del Sur, o la crisis actual en Grecia, ofrece la oportunidad de reprogramar radicalmente a la sociedad por la fuerza. Hoy, apenas hay resistencia en Corea del Sur. Todo lo contrario: prevalece un vasto consenso, así como depresión y agotamiento. Corea del Sur ahora tiene la tasa de suicidios más alta del mundo. Las personas ejercen violencia sobre sí mismas en lugar de buscar cambiar la sociedad. La agresión dirigida hacia afuera, que implicaría la revolución, ha dado lugar a la agresión dirigida hacia adentro, contra uno mismo.
Hoy en día, no existe una multitud colaborativa en red que pueda surgir en una masa global de protesta y revolución. En cambio, el modo de producción predominante se basa en autoemprendimientos solitarios y aislados, que también están separados de sí mismos. Las empresas solían competir entre sí. Dentro de cada empresa, sin embargo, podría ocurrir solidaridad. Hoy, todos compiten contra todos los demás, y también dentro de la misma empresa. Aunque tal competencia aumenta la productividad a pasos agigantados, destruye la solidaridad y el espíritu comunitario. Ninguna masa revolucionaria puede surgir de individuos agotados, depresivos y aislados.
El neoliberalismo no puede explicarse en términos marxistas. La famosa "alienación" del trabajo ni siquiera ocurre. Hoy, nos sumergimos ansiosamente en el trabajo, hasta que nos agotamos. La primera etapa del síndrome de burnout, después de todo, es la euforia. El agotamiento y la revolución son mutuamente excluyentes. En consecuencia, es un error creer que la Multitud desechará el parásito del Imperio para inaugurar una sociedad comunista.
La economía compartida conduce a la comercialización total de la vida.
¿Cómo están las cosas con el comunismo hoy? "Compartir" y "comunidad" se invocan constantemente. Se supone que la economía compartida reemplaza la economía de la propiedad y la posesión. Compartir es cuidar es la máxima de los "Circlers" en la reciente novela de Dave Eggers: compartir es curar, por así decirlo. La acera que conduce a la oficina corporativa de Circle está adornada con lemas como Community First y Humans Work Here. Un lema más honesto sería, Caring is Killing.
Los centros de viajes compartidos digitales, que nos convierten a todos en taxistas, también publicitan con atractivos para la comunidad. Pero se equivoca al afirmar, como Jeremy Rifkin en su último libro, The Zero Marginal Cost Society, que la economía compartida ha sonado el fin del capitalismo e inauguró una sociedad orientada a la comunidad en la que se valora más el compartir que el poseer. Lo opuesto es el caso: la economía colaborativa conduce finalmente a la comercialización total de la vida.
El cambio que celebra Rifkin, de poseer a "acceso", no nos ha liberado del capitalismo. Las personas sin dinero todavía no tienen acceso a compartir. Incluso en la era del acceso, todavía vivimos dentro de lo que Didier Bigo ha denominado el "Ban-opticon", y aquellos sin medios permanecen excluidos. "Airbnb", el mercado computarizado que convierte cada hogar en un hotel, incluso ha convertido la hospitalidad en una mercancía.
La ideología de "comunidad" o "bienes comunes de colaboración" conduce a la capitalización total de la existencia. Hace que sea imposible ser amigable sin un propósito. En una sociedad de retroalimentación mutua y continua, la amistad también se comercializa. Las personas son amigables para obtener mejores calificaciones.
La lógica dura del capitalismo prevalece incluso en el corazón de la economía colaborativa. Por agradable que sea compartir, nadie regala nada gratis. El capitalismo alcanza su plenitud cuando vende el comunismo como una mercancía. El comunismo como mercancía marca el fin de la revolución.
Fuente: https://www.bloghemia.com/2022/12/por-que-es-tan-estable-el-sistema.html?m=1
jueves, 15 de diciembre de 2022
El activismo medioambiental en los museos
Las colecciones de estas instituciones son un instrumento clave de poder simbólico para las autoridades políticas, las mismas a las que se dirigen estas reivindicaciones medioambientales a través de actos de resistencia civil
A continuación ofrecemos un análisis de la forma en que estas acciones se instauran, como parte de una estrategia destinada a atraer la atención de los medios de comunicación, con el objetivo de crear conciencia en torno a los efectos adversos del cambio climático y, sobre todo, de presionar a las autoridades públicas para que venzan su pasividad. Es interesante observar el modo en que se están utilizando, tanto el modus operandi de estos activistas como las nuevas interpretaciones de las obras que provocan a través de estas acciones, para apoyar peticiones concretas acordes a las recomendaciones científicas a fin de reducir las emisiones de CO2. Estas reivindicaciones se expresan explícitamente en las propias acciones de los activistas o en las notas de prensa que suelen originar: el cierre de las centrales eléctricas que utilizan combustibles fósiles y el paso gradual a las energías renovables en un plazo determinado.
Estrategia y organización de la red
En las últimas décadas, de forma regular, ha habido casos aislados de acciones de protesta en torno a obras de arte expuestas en museos. Por ejemplo, en 2012, el artista Uriel Landeros utilizó pintura en espray y una plantilla para pintar un toro y la palabra “conquista” en la obra Mujer en sillón rojo, de Pablo Picasso, en la Colección Menil de Houston. Describió su acción como una performance por la justicia social, un acto de rebeldía cargado de contenido político. En 1985, la famosa Dánae de Rembrandt fue rociada con ácido sulfúrico y acuchillada en el Museo del Hermitage de San Petersburgo. El autor declaró que había actuado con el propósito de recordar al público que su país de origen, Lituania, en aquel momento llevaba cuarenta y cinco años bajo ocupación soviética. Los autores de estos actos de vandalismo, motivados por fines políticos o sociales, a menudo han tenido como objetivo cuadros famosos cuya degradación probablemente podía “causar sensación” y, de este modo, amplificar su mensaje, como el joven que, también en 1985, prendió fuego a un cuadro de Felipe IV de Rubens en la Kunsthaus de Zúrich para protestar contra la contaminación medioambiental. En estos casos, el vandalismo artístico se utiliza para llamar la atención sobre una causa y dar visibilidad a ideas alternativas. De este modo, la obra en cuestión es el instrumento de la acción; el acto de destrucción sirve de vehículo para la expresión de agravios que parecen tener poco que ver con la obra en sí.
Los casos que analizamos aquí difieren de estos actos anteriores de vandalismo artístico por varias razones. En primer lugar, en los casos que vamos a analizar no parece apropiado hablar de vandalismo en absoluto, aunque a menudo se describan así en la prensa. Los activistas en cuestión actúan de forma no violenta. No llevan a cabo “ataques” contra obras de arte. En la mayoría de las ocasiones sus blancos son obras que están protegidas por cristales y suelen intervenir fuera del perímetro de protección de una obra (barreras, pedestales, muros circundantes[1]), procurando no dañar la integridad física de la obra –aunque es importante señalar que las acciones recientes sugieren que probablemente el fenómeno evolucione a partir de ahí[2]–. En cualquier caso, estas obras de arte no se atacan del mismo modo destructivo que caracteriza a muchos ejemplos históricos de vandalismo artístico (arrojar ácido, quemar, cortar, etc.). En segundo lugar, la selección de las obras de arte atacadas parece estar directamente relacionada con la atención mediática que puedan generar, además de a su capacidad para apoyar un determinado discurso. Como veremos, los activistas ecologistas utilizan estas obras específicamente para dar forma a sus reivindicaciones ecológicas.
Por último, estas acciones no son iniciativas individuales ni actos aislados, a diferencia de los casos de vandalismo del pasado ya mencionados. Se llevan a cabo dentro de un marco más amplio y organizado de movimientos de resistencia civil y, en su mayor parte, tienen su origen en la red internacional A22, una coalición de grupos ecologistas que actúan de forma concertada mediante una visión, una organización, una estrategia y un modus operandi compartidos.
Estos grupos están financiados en su mayoría por el Fondo de Emergencia Climática y se organizan eficazmente en torno a una base específica de actuaciones (comunicación, estrategia, etc.) que lleva a cabo una amplia gama de acciones como el bloqueo de autopistas y la interrupción de eventos deportivos. Su motivación común es causar un trastorno imposible de ignorar para obligar a los ciudadanos a reaccionar y presionar a los gobiernos para que tomen medidas concretas contra la degradación climática. Entre estas acciones, las que tienen lugar en museos se benefician de una intensa cobertura mediática.
El museo como escenario central
“Estas acciones... son eficaces porque son contraintuitivas”, explica Michele Giuli, cofundador de A22 y Ultima Generazione, el colectivo italiano que está detrás de varias de ellas. A diferencia de otras acciones más perjudiciales desde el punto de vista material –por ejemplo, el bloqueo de infraestructuras petrolíferas–, estas pretenden desmontar la ilusión de que existe un mundo armonioso a escala global. Pretenden subrayar la idea de que “el problema de la crisis climática no es únicamente la crisis climática en sí, sino la inmoralidad de nuestras sociedades en general, que se ahogan fácilmente ante cualquier cosa que perturbe su tranquilidad, aunque solo sea por un momento”. En otras palabras, las reacciones desproporcionadas que provocan estas acciones están en el centro mismo de la cuestión que los activistas intentan poner de relieve. Su retórica se basa en la discrepancia entre la indignación del público ante los falsos “daños” causados a estas obras de arte, por un lado, y la indiferencia general ante la destrucción muy real de la vida en la Tierra. La presunta violencia de estas acciones sirve para poner de relieve la violencia real de nuestras sociedades: la indiferencia y la inercia, por no hablar del cinismo.
Los museos, y las obras de arte que se encargan de conservar, están destinados a ofrecer un espectáculo escenificado. De hecho, este escenario particular es propicio para la creación de imágenes impactantes que rápidamente se han difundido por todo el mundo. “Dos personas, sin dinero, fotos en periódicos rusos, es increíble”, dice Michele Giuli. El contexto de una exposición en un museo se utiliza como base para la creación de un nuevo retablo viviente compuesto por activistas que posan de cara a los medios de comunicación junto a la obra u obras de arte elegidas. El retablo a menudo se adorna con otros elementos –etiquetas, pancartas y salpicaduras diversas, como comida– que aumentan el impacto visual de la escena.
No estamos acostumbrados a este tipo de imágenes. De hecho, no hay precedentes. Hasta ahora, cuando las obras de arte habían sido atacadas en los museos, los registros visuales de estos actos vandálicos –cuando existían– eran de mala calidad, pues mostraban solo una parte dañada del cuadro o, en raras ocasiones, la obra y su agresor. La documentación de estas acciones nunca se había realizado de forma tan elaborada, con perfectas vistas frontales de la escena.
En este sentido es interesante examinar la forma en que se organizan estas acciones en torno a las obras de arte expuestas en los museos. Imitan un tipo de activismo medioambiental no violento en el que la inmovilización y los bloqueos son los modos clásicos de operar, aunque ahora con el novedoso uso de pegamento instantáneo. Verdadero símbolo del activismo medioambiental actual, el pegamento instantáneo es una herramienta que da a los activistas tiempo suficiente para ofrecer las imágenes icónicas que han dado la vuelta al mundo. El personal de seguridad no se muestra dispuesto a “arrancar” a los activistas de los marcos, ventanas o paredes en los que se han adherido y, de este modo, les dan el tiempo que necesitan para pronunciar un discurso frente a la obra de arte y facilitar la fotografía de la escena.
Cada elemento del modus operandi de los activistas tiene como objetivo la creación y difusión de imágenes impactantes. La elección de la(s) obra(s) de arte se hace en función de lo que la obra representa, tanto social como figurativamente, a través de una asociación lógica que se integra en los discursos de los activistas.
Obras de arte palimpsesto
Los cuadros y esculturas elegidas suelen ser de artistas famosos o son en sí mismas obras muy conocidas y arraigadas en nuestro imaginario cultural. Esta notoriedad ayuda a despertar el interés de los periodistas que transmiten la información y, al mismo tiempo, intensifican la reacción emocional del público. Los activistas también pretenden trastocar la forma habitual en que se perciben estas obras ofreciendo nuevas interpretaciones, todo ello al servicio de la difusión pública de sus reivindicaciones.
En ocasiones, las nuevas narrativas que surgen de estas obras también pueden estar directamente relacionadas con la escena representada en la obra de arte. Este es el caso de varios paisajes en los que se pone de relieve la cuestión del impacto de la actividad humana en la naturaleza. Por ejemplo: Melocotoneros en flor, de Van Gogh, un óleo sobre lienzo a cuyo marco pegaron sus manos dos miembros de Just Stop Oil en la Courtauld Gallery de Londres el 30 de junio de 2022. Fue elegido por su representación de la Provenza francesa, que en la actualidad está expuesta a sequías extremas debido al cambio climático. Este paisaje, pintado en 1889, puede compararse ahora con el verano de 2022, durante el cual se registraron niveles de precipitaciones un 45% inferiores a la media histórica en la región, lo que obligó a aplicar restricciones de agua. Otro paisaje, Arpa eólica de Thomson (1809) de William Turner, ilustra una vista del Támesis en las afueras de Londres, una zona amenazada ahora por la subida del nivel del agua. En una acción llevada a cabo el 31 de julio de 2022 en la Manchester Art Gallery, dos activistas colocaron sus manos cubiertas de pegamento sobre su marco después de pintar en el suelo frente a la obra el lema “No New Oil”.
La representación de la naturaleza rural se invoca a veces de forma más simbólica, como ocurrió con la obra de John Constable La carreta de heno (1821), que fue el blanco de una acción ecologista que tuvo lugar en la National Gallery de Londres el 4 de julio de 2022. Antes de pegar una de sus manos al marco, dos activistas colocaron sobre la superficie de la obra de arte una imagen impresa actualizada del mismo paisaje asolado por las actividades humanas dependientes de los combustibles fósiles (un avión que pasa por el cielo, un río seco, etc.). En esta visión contemporánea de la decadencia, la destrucción de la escena no se produce por efecto del tiempo, sino debido a la frenética y violenta actividad humana. Cuando el colectivo Ultima Generazione organizó una acción en torno a La Primavera (1478-82) de Sandro Botticelli en el Museo Uffizi de Florencia el 22 de julio de 2022, la referencia a la naturaleza se hizo más metafórica: “Tenía siete años cuando, tras un día de absoluto aburrimiento en el museo, me quedé extasiada ante la belleza, la armonía y la paz que transmite este cuadro”, comentó Laura, una de las activistas que participaron en la acción después de pegar una de sus manos al cristal protector del cuadro. Esta vez no hubo ninguna referencia a la actividad humana, solo la enumeración de valores que sugiere la frondosidad de la naturaleza en este cuadro alegórico: “Considero que mi presencia hoy aquí es una forma de honrar este primer amor que experimenté por el arte al convertirlo en el instrumento de un despertar colectivo que, en última instancia, nos llevará a darnos cuenta del poder que tenemos cuando decidimos utilizar nuestro cuerpo como vector de presión política”.
Los dos activistas de Just Stop Oil que el 11 de noviembre de 2022 intentaron pegarse con las manos en El grito (1893) de Edvard Munch en Oslo, aprovecharon el estatus de esta obra que simboliza la angustia existencial humana: “Grito cuando los políticos ignoran la ciencia”, “grito cuando veo morir a la naturaleza delante de mí”, “grito cuando la gente muere en inundaciones, olas de calor y de hambre”, “grito de miedo”, exclamaron a su vez. Noruega es el mayor productor de petróleo de Europa. A través de estas acciones, a veces puede inferirse la idea de un pánico apocalíptico que cuestiona el apego a los bienes terrenales.
Apropiaciones simbólicas
Entre estos activistas, que parecen dominar los códigos de la cultura museística, se observa una voluntad subyacente de desacralizar estas obras de arte en favor de nuevas ideas y acciones proactivas. Una de las activistas que participó en una acción en torno a Laocoonte y sus hijos, que tuvo lugar el 18 de agosto de 2022 en los Museos Vaticanos, acababa de licenciarse en Historia del Arte. Con el propósito de desbaratar la perspectiva cultural de que únicamente podemos contemplar pasivamente las obras de los museos, destacó un enfoque más sacrificado: “Nunca he deseado exponerme públicamente de esta manera, perturbar el silencio de un museo y pegarme a una obra de arte icónica. ¡Pero no tenemos muchas opciones cuando se trata de obligar a las instituciones a atender la alarma!”.
El hecho de que el tema del Laocoonte y la crisis climática se hagan eco mutuamente es de especial importancia en este caso. Esta antigua copia romana de un original griego representa un episodio de la mitología en el que unas serpientes asesinan a Laocoonte, un sacerdote troyano, junto a sus dos hijos después de que este intentara advertir a los troyanos del peligro de dejar meter el caballo de Troya en su ciudad. Estas serpientes, enviadas por Poseidón para silenciar al sacerdote, son las que finalmente aseguran la victoria del otro bando. Para Ultima Generazione, el clima y la crisis energética son los factores históricos que pueden llevar a la caída no sólo de una ciudad, sino de toda la vida en la Tierra. El comunicado de prensa de Ultima Generazione declara:
“Al igual que Laocoonte en el mundo antiguo, en la actualidad, nuestros científicos y activistas intentan advertir a nuestras comunidades de las catastróficas consecuencias de la pasividad frente a la mitigación de la crisis climática. Al igual que Laocoonte... los científicos y activistas son desatendidos o, lo que es peor, son silenciados una y otra vez por los gobiernos”.
Los activistas medioambientales se han apropiado de esta historia fundamental y se han erigido en figuras de la resistencia civil, solo que esta vez no de forma mítica, sino real.
Entre el conjunto de obras objeto de las acciones medioambientales, la escultura Formas únicas de continuidad en el espacio (1913) de Umberto Boccioni, faro del movimiento futurista italiano –unos activistas de Ultima Generazione se pegaron con las manos a ella el 30 de julio de 2022 en el Museo del Novecento de Milán–, representa un caso especialmente interesante. En esta ocasión se planteaba un discurso crítico contra lo que la obra representa. Esta figura esculpida, lanzada de cabeza hacia el progreso, y cuyos bordes parecen disolverse en su dinámico movimiento hacia delante, es una metáfora del modo de vida asociado a la modernidad industrial, así como de la ideología que fomentaba este movimiento vanguardista. El comunicado de prensa explica: “Nos pegamos al bronce de Boccioni porque ya no podemos permitirnos precipitarnos hacia el progreso económico. El progreso que esperaban los futuristas es el mismo que ahora nos conduce a la extinción masiva”. Con más de un siglo de diferencia, los artistas futuristas y los activistas medioambientales contemporáneos plantean la cuestión del futuro, pero ofrecen respuestas antitéticas.
Aparte de esta escultura de Boccioni, los activistas suelen mostrar un apego sincero a las obras que utilizan como blanco. Michele Giuli lo explica:
“Cuando elegimos una obra de arte es porque realmente nos gusta, nos encanta. La mayoría de las veces se trata de uno de los cuadros o estatuas favoritos de las personas implicadas. Utilizan una obra de arte sin dañarla para alertar a la humanidad sobre los peligros que corre: creo que a Van Gogh le habría entusiasmado”.
¿Quién conseguirá que estas obras de arte hablen?
El 9 de noviembre de 2022, durante la COP27 celebrada en Egipto, noventa y dos directores de museos emitieron un comunicado conjunto en respuesta a estas acciones, en el que advertían a los activistas de que estaban subestimando en gran medida la fragilidad de las obras de arte objeto de estas acciones[3]. Unos días más tarde, el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés) adoptó una postura más conciliadora y reconoció la preocupación en materia de conservación, pero ratificó su deseo de que “los museos sean considerados aliados para hacer frente a la amenaza común del cambio climático”. Esta declaración apoya a los activistas medioambientales y a la idea de que no están confrontando cultura y activismo, sino que intentan atraer a toda la sociedad al mismo movimiento. En este tenso contexto, el ICOM se cuestiona ahora lúcidamente el papel que pueden desempeñar los museos “en la configuración y creación de un futuro sostenible”. La reacción del ICOM es significativa en el sentido de que uno de los objetivos de las acciones de resistencia civil es obligar a diferentes instituciones y actores sociales a tomar partido. Aunque el ICOM no fomenta estos actos, el hecho de que la única organización internacional dedicada a los museos y sus profesionales no los condene, a pesar de su ilegalidad, es notable. Será interesante ver cómo reaccionan los sistemas judiciales de los distintos países cuando se vean obligados, en caso de que haya procedimientos legales, a pronunciarse acerca de la legitimidad de estas acciones.
Para estos activistas, apropiarse del espacio del museo y proponer nuevas formas de ver las obras de arte –símbolos de la herencia intergeneracional cuya realidad se ve cuestionada por la era del Antropoceno– es quizá también una forma de expresar la imperecedera esperanza de que aún puede haber un futuro que proyectar y soñar. Como señala Caspar Hughes, activista de Just Stop Oil: “La cultura en la que se inscribe el mundo del arte suele provocar cambios positivos en la sociedad”[4]. En un momento en que la mayoría de los profesionales de los museos luchan por atraer a un “público joven” e intentan que estos espacios sean inclusivos, ¿no deberían reflexionar sobre formas constructivas de acoger estos actos simbólicos de apropiación pacífica que sitúan sus colecciones en el centro de un debate público y de una concienciación urgentemente necesarios?
En la reacción frente a estas acciones es frecuente encontrar una retórica de la instrumentalización de las obras de arte que se alimenta de la idea de que éstas tienen vida estética propia. Según esta perspectiva, la apropiación de las obras de arte por parte de los activistas va en contra de su propia naturaleza, que es la de ser contempladas en silencio. Otros discursos parecen fomentar la idea de que únicamente los historiadores del arte o los conservadores de museos tienen autoridad para ofrecer interpretaciones artísticas. Sin embargo, los gobiernos suelen situar estas mismas obras en el centro de las cuestiones políticas y diplomáticas. De hecho, las colecciones de los museos son un instrumento clave de poder simbólico para las autoridades políticas, las mismas a las que se dirigen estas reivindicaciones medioambientales a través de actos de resistencia civil. Consideramos que las acciones que hemos descrito son apropiaciones ciudadanas de nuestro patrimonio colectivo en favor de cuestiones políticas y sociales cuya extrema urgencia no puede subestimarse.
miércoles, 14 de diciembre de 2022
Cuatro motivos para tomarse el anuncio de la energía de fusión con más calma
Estos son algunos “peros” que los propios científicos ponen al anuncio triunfalista del Laboratorio Livermore y el gobierno de EE.UU. sobre la fusión nuclear.
Instalaciones del Laboratorio Lawrence Livermore donde se ha hecho el experimento | Lawrence Livermore National Security |
El Departamento de Energía de EE. UU. y la Administración Nacional de Seguridad Nuclear han anunciado este martes oficialmente que han conseguido por primera vez la ignición por fusión en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, un gran avance científico que lleva décadas en desarrollo y allanará el camino para el futuro de la energía limpia.
Según han asegurado sus responsables en rueda de prensa, el primer experimento de fusión controlada de la historia ha conseguido producir más energía a partir de la fusión que la energía láser utilizada para impulsarla. “La búsqueda de la ignición por fusión en el laboratorio es uno de los desafíos científicos más importantes jamás abordados por la humanidad, y lograrlo es un triunfo de la ciencia, la ingeniería y, sobre todo, de las personas”, ha asegurado Kim Budil, directora del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore.
Este logro histórico confirma la viabilidad del concepto y refuerza la posibilidad de lograr en un futuro una energía limpia de fusión, como la que se produce en las estrellas. Pero a pesar de los titulares triunfalistas y las afirmaciones del tipo “con una botella de agua se obtendrá la energía de un hogar durante un año”, conviene poner los matices necesarios para entender que se trata de una prueba de concepto y que aún queda un largo camino.
Estos son algunos de los matices que ponen los propios expertos para entender este logro en su justa medida:
Lo ha resaltado la propia directora del Laboratorio Livermore. “Hay obstáculos muy significativos, no solo en la ciencia, sino en la tecnología”, ha recalcado Kim Budil en la rueda de prensa del anuncio oficial. “Esto es una sola cápsula de ignición y se ha producido una vez, y para hacer energía de fusión comercial tienes que hacer muchas cosas, tienes que hacer muchos eventos de fusión por minuto”. De modo, que llevará “décadas”. “No cinco décadas, como solíamos decir”, ha resaltado divertida, “pero requerirá grandes esfuerzos de inversión y unas cuantas décadas de investigación”.
"Para convertir la fusión en una fuente de energía, necesitaremos aumentar aún más la ganancia de energía”, asegura Jeremy Chittenden, profesor de Física de Plasma del Imperial College de Londres en declaraciones al Science Media Centre. “También tendremos que encontrar una manera de reproducir el mismo efecto con mucha más frecuencia y mucho más barato antes de que podamos convertir esto de manera realista en una planta de energía".
“Este es un paso clave en un posible camino hacia la fusión comercial”, asegura el físico de materiales Robin Grimes. “Sin embargo, extraer esta energía para que pueda aprovecharse y desarrollar los materiales que puedan resistir la operación continua son desafíos enormes”. “Es probable que este anuncio tenga más importancia científica que práctica”, señala Mark Wenman, experto en física de materiales, “pero como prueba de concepto debería ayudar a que más fondos fluyan hacia la investigación de la fusión nuclear”.
“Este es un gran resultado científico, pero todavía estamos lejos de la fusión comercial”, subraya la investigadora Aneeqa Khan, de la Universidad de Manchester. “Necesitamos una ganancia de energía neta de ingeniería de todo el dispositivo que tenga en cuenta todas las ineficiencias de la planta. La construcción de un plan de energía de fusión también tiene muchos desafíos de ingeniería y materiales […] Necesitamos capacitar a una gran cantidad de personas con las habilidades para trabajar en el campo y espero que la tecnología se utilice en la segunda mitad del siglo".
2. Aún falta la revisión por paresTal y como ha señalado Kim Budil, sus equipos han pasado una semana contrastando los datos para asegurarse de que son correctos e incluso invitaron a "un equipo externo de expertos para hacer una revisión por pares”, ha anunciado. Eso no les exime de pasar el proceso de revisión habitual que requerirá la publicación en una revista científica de primer nivel, donde aún se pueden detectar errores, como sucedió con otros grandes anuncios anteriores.
“Me gustaría poder leer los detalles de este nuevo hito, pero supongo que habrá que esperar varios meses hasta que el artículo esté escrito y enviado a publicación”, asegura el físico y divulgador Francis Villatoro a Vozpópuli. “La gran duda actual es la estimación de la energía producida por la ignición del combustible”, añade. “La medida es indirecta. Si han observado 3.5 MJ es una medida dudosa porque podría estar por encima de lo que los detectores estaban capacitados para medir. Quizás incluso alguno haya sido dañado. Así que esta estimación habría que cogerla con alfileres”.
“En cualquier caso, para ellos es algo muy relevante, pues su financiación peligraba”, agrega. Su hito de lograr un 72% de la energía inyectada, en agosto de 2022, no había podido ser repetido, destaca el investigador. Y tras muchos intentos a principios de este año se publicó una noticia en Nature sobre posibles problemas de financiación. “Antes de diciembre de 2022 tenían que lograr repetir y superar el logro anterior si querían más financiación. Lo han logrado in extremis”, asegura. “Esto también puede generar dudas en ciertos sectores. ¿Cómo es posible que hayan hecho a principios de diciembre lo que parecía en noviembre que no podrían lograr este año tras múltiples fracasos?”.
3. Los cálculos tienen un “punto débil”Abundando en el argumento anterior, algunos expertos creen que el punto débil puede estar en los datos sobre el imput de energía. “Aunque es una noticia positiva, este resultado todavía está muy lejos de la ganancia de energía real requerida para la producción de electricidad", asegura Tony Roulstone, especialista en energía nuclear de la Universidad de Cambridge al Science Media Centre. En resumen, insiste, lo obtenido todavía es mucho menos que la energía que necesitaban para los láseres en primer lugar. "La producción de energía (principalmente energía térmica) seguía siendo solo el 0,5% de la entrada”.
En el mismo sentido se manifiesta Enrique Borja, doctor en Física y divulgador científico. “[El anuncio] no considera la energía que hemos de suministrar a los propios láseres para su funcionamiento”, señala. “Es decir, hemos visto que podemos sacar energía de la fusión, pero aún estamos muy lejos de poder hacerlo de forma eficiente como para poder ser usada a nivel "industrial". ¿Qué pasaran? ¿Dos años? ¿Cinco? ¿Veinte? No lo sé. Pero lo que sí sé seguro es que lo conseguiremos”.
"Otro punto clave es que nadie sabe cómo extraer energía eléctrica útil de la fusión inercial mediante láser", añade Villatoro. "No solo es pulsada, sino que cada pulso tiene una duración muy corta (decenas de nanosegundos como mucho) con lo que el método usual de extracción de electricidad, que es el calentamiento de un material que a través de un intercambiador de calor genere vapor de agua que mueva una turbina, es completamente inviable. Nadie sabe cómo en el futuro se podrá extraer energía eléctrica útil de este tipo de instalaciones", sentencia.
4. No nos salva de la crisis climática
El último 'pero' tiene que ver con las implicaciones sociales y políticas de este anuncio, porque la sociedad puede interpretar que la crisis climática ya tiene solución y rebajar la presión para adoptar políticas que reduzcan el consumo de combustibles fósiles, lo que sería un grave error.
“La fusión ya llega demasiado tarde para hacer frente a la crisis climática, ya nos enfrentamos a la devastación del cambio climático a escala mundial, observando las inundaciones en Pakistán, las sequías en China y Europa solo este verano”, señala Aneeqa Khan. "A corto plazo, debemos utilizar tecnologías bajas en carbono existentes, como la fisión y las energías renovables, mientras invertimos en fusión a largo plazo, para ser parte de una combinación energética diversa baja en carbono. Tenemos que utilizar todo lo que tenemos en la crisis climática. Es importante tener estrategias tanto a corto como a largo plazo”.
Fuente: https://www.vozpopuli.com/next/fusion-nuclear-livermore-anuncio.html
martes, 13 de diciembre de 2022
La revista científica Nature también se hace eco del decrecimiento: "Puede funcionar"
Un grupo de ocho científicos líderes en economía ecológica publican en la prestigiosa revista "un marco político estratégico" para que los gobiernos de los países ricos dejan atrás la era del crecimiento.
Europa Press |
La Teoría del Decrecimiento, una corriente de pensamiento económico y social que cuestiona una de las premisas básicas del capitalismo global -el anclaje entre el crecimiento del PIB y el bienestar de los países- empieza a tener cada vez más eco en la agenda científica y política de Europa.
LPO adelantó días atrás que la Unión Europea financiará por primera vez investigaciones científicas sobre la viabilidad del decrecimiento. El European Research Council (ERC) otorgó una subvención de 10 millones de euros a un proyecto del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) que, básicamente, estudiará cómo hacer para desterrar la economía del crecimiento de los países desarrollados.
Este lunes, la prestigiosa revista científica Nature publicó un artículo titulado "El decrecimiento puede funcionar: así es como la ciencia puede ayudar" firmado por un grupo de ocho científicos líderes en economía ecológica.
La publicación explica por qué las economías más avanzadas deben reducir el uso de energía y materiales para avanzar en la descarbonización y detener el deterioro ecológico. Ofrece, además, un marco estratégico para que los gobiernos de los países más desarrollados puedan plasmar políticas decrecentistas.
"La economía global está estructurada en torno al crecimiento: la idea de que las empresas, las industrias y las naciones deben aumentar la producción cada año, independientemente de si es necesario. Esta dinámica está impulsando el cambio climático y el colapso ecológico. Las economías de altos ingresos, y las corporaciones y clases adineradas que las dominan, son las principales responsables de este problema y consumen energía y materiales a tasas insostenibles", introduce el artículo.
Las "economías ricas" -agrega- deben abandonar el crecimiento del producto interno bruto (PIB) como objetivo, "reducir las formas de producción destructivas e innecesarias" (los aviones privados, por ejemplo) para disminuir el uso de energía y materiales, y centrar la actividad económica en "la satisfacción de las necesidades y el bienestar humano".
El decrecimiento de las regiones más desarrollas podría, a juicios de estos investigadores, "liberar energía y materiales para los países de ingresos bajos y medianos en los que el crecimiento aún podría ser necesario para el desarrollo".
"El decrecimiento es una estrategia decidida para estabilizar las economías y lograr objetivos sociales y ecológicos, a diferencia de la recesión, que es caótica y socialmente desestabilizadora y ocurre cuando las economías dependientes del crecimiento no logran crecer", aclara el artículo firmado por Jason Hickel, Giorgos Kallis, Tim Jackson, Daniel W. O'Neill, Juliet B. Schor, Julia K. Steinberger, Peter A. Victor y Diana Ürge-Vorsatz.
Las políticas de decrecimiento, necesarias en "la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad", tienen que "reducir la producción menos necesaria" (reducir sectores destructivos como los combustibles fósiles, la carne y los productos lácteos producidos en masa, la moda rápida, la publicidad, los automóviles) y "el tiempo de trabajo" (reducir la edad de jubilación, fomentar el trabajo a tiempo parcial o adoptar una semana laboral de cuatro día, por ejemplo), entre otras estrategias.
Sobre el "cómo", el texto remarca que "se necesitarán nuevas formas de financiación para financiar los servicios públicos sin crecimiento": "Los gobiernos deben detener los subsidios para la extracción de combustibles fósiles. Deberían gravar industrias ecológicamente dañinas como los viajes aéreos y la producción de carne. Los impuestos sobre el patrimonio también se pueden utilizar para aumentar los recursos públicos y reducir la desigualdad".
Europa Press |
"Algunos países, regiones y ciudades ya han introducido elementos de estas políticas. Muchas naciones europeas garantizan atención médica y educación gratuitas; Viena y Singapur son famosos por sus viviendas públicas de alta calidad; y casi 100 ciudades en todo el mundo ofrecen transporte público gratuito. Muchas naciones han utilizado esquemas de garantía de empleo en el pasado, y se están realizando experimentos con ingresos básicos y jornadas laborales más cortas en Finlandia, Suecia y Nueva Zelanda", aclara la publicación.
El artículo pone al gobierno de Barcelona como ejemplo de los Ejecutivos que están "alineados con los valores del decrecimiento".https://twitter.com/Nature/status/1602278586731356165?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1602278586731356165%7Ctwgr%5Ef72ba62b703bee1cc1aad22f61ef737f1e55b8ff%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.lapoliticaonline.com%2Fespana%2Feconomia-es%2Fla-revista-cientifica-nature-tambien-pone-el-decrecimiento-en-agenda-puede-funcionar%2F
"Hay que estudiar los movimientos y gobiernos municipalistas y comunales en ciudades progresistas como Barcelona o Zagreb, que promueven políticas que favorecen la justicia social y los bienes comunes". También se citan casos latinoamericanos: "Se necesita una mejor comprensión de los obstáculos que enfrentan los gobiernos que tienen ambiciones ecológicas, como los elegidos este año en Chile y Colombia".
Los científicos que firman este ensayo reconocen que "el crecimiento a menudo se trata como un árbitro del éxito político" y que "pocos líderes se atreven a desafiar el crecimiento del PIB". Por tal motivo, "la acción de los gobiernos es crucial".
"Este es un desafío, porque quienes están en el poder tienen ideologías arraigadas en la economía neoclásica convencional y tienden a tener una exposición limitada a los investigadores que exploran la economía desde otros ángulos. Se necesitará espacio político para debatir y comprender las alternativas y desarrollar respuestas políticas".
Lograr economías prósperas "sin crecimiento" requerirá de "movimientos sociales fuertes" (las tomas de decisiones de pequeña escala y directas, como las asambleas de ciudadanos, pueden ayudar a resaltar las opiniones públicas sobre economías más equitativa) y de "una movilización masiva de investigadores en todas las disciplinas, incluidos economistas de mente abierta, científicos sociales y políticos, modeladores y estadísticos".
"La investigación sobre el decrecimiento y la economía ecológica necesita más financiación para aumentar la capacidad de abordar las cuestiones necesarias. Y la agenda necesita atención y debate en los principales foros económicos, ambientales y climáticos, como las conferencias de las Naciones Unidas", concluye el artículo.
lunes, 12 de diciembre de 2022
Adela Cortina: «Más vale pensar en el sentido de la vida que en prolongarla eternamente»
Hace tres décadas lanzó al ruedo el término aporofobia (rechazo a los pobres), y durante la pandemia volvió a la carga con la gerontofobia. Dice que discriminar por motivos de edad es una barbaridad. También que la tercera edad es una mina de oro. Y que la inmortalidad es un engaño del transhumanismo para ganar dinero. Ella nos explica los misterios del tiempo
A Adela Cortina (Valencia, 1947) no le gustan las fotos, pero después de una hora de conversación dice: «Yo soy mucho más joven que mi abuela a su edad, es que no hay color». La edad, insiste, cambia con las épocas. Ella ha sido catedrática de Ética y ahora preside la Fundación Etnor. En los noventa popularizó el término aporofobia, es decir, el rechazo a los pobres, un término que acabó entrando en el Diccionario de la RAE. Durante la pandemia lanzó al debate público otro neologismo, la gerontofobia, porque sentía que estábamos haciendo lo mismo con los ancianos. No cree en la eternidad, pero sí en el sentido de la vida.
Pregunta. La ONU defiende que la tercera edad empieza a los 60 años, pero hay quien sostiene que el límite lo marca la jubilación, esto es, los 65 años, por ahora. ¿Cuándo entramos en la ancianidad?
Respuesta. Es una pregunta muy difícil de contestar, porque cambia con la época. Hasta los setenta, por ejemplo, no se hablaba de la tercera edad, solo de la vejez. Y fue una muy buena noticia, porque fue una forma de decir que las gentes podían estar oficialmente jubiladas y sin embargo estar maravillosamente bien para desarrollar todo tipo de actividades vitales. Al final lo importante siempre es la edad personal. Y la edad personal se compone de la edad cronológica, de la edad biológica y de la edad social. Hay personas que a los 60 años están perfectamente bien. Hay personas que a los 40 años están realmente destrozadas. Hay personas que a los 20 años se suicidan. Y hay personas que a los 80 años empiezan a aprender a patinar, como hizo Tolstoi. Se suele afirmar que el gran cambio se produce en la edad de jubilación, y se entiende que ahí empieza de alguna manera la vejez. Pero yo creo que la vejez no se puede determinar en ningún momento. Que depende de cada uno.
P. La sociedad cada vez está más envejecida, pero a la vez los ancianos son más jóvenes que nunca, y pueden llevar una vida activa 15 o 20 años después de la jubilación. O incluso más.
R. Es que las sociedades no envejecen. Lo que ocurre es que cada vez se prolonga más la vida, somos más longevos. Y hay que hacer una distinción entre longevidad y envejecimiento. Si ahora comparamos la edad que tenía mi abuela, su aspecto cuando tenía mi edad con el mío… no hay color. Yo soy mucho más joven que mi abuela a mi edad. Y esto es general.
P. En 'Ética cosmopolita' defiende la ancianidad como una edad productiva y rentable para la economía.
R. Hace algún tiempo, no tantos años, una persona de 65 parecía que ya tenía que prepararse para morir y nada más. Sin embargo, ahora… ¿De qué vive el turismo? De las gentes, que precisamente porque no tienen otras obligaciones vitales, pueden dedicarse a viajar. ¿Y de qué viven las industrias farmacéuticas? De las personas mayores que tienen una buena calidad de vida pero que necesitan medicarse. Cada vez el oído funciona peor, y nos ponemos audífonos. Cada vez la dentadura la tenemos más estropeada, así que vamos al dentista y nos ponen implantes. Todo esto es una industria de muchísimo dinero.
R. Eso es una barbaridad, es una barbarie. Y además encima es una tontería. La vejez es un proceso lógico y normal. Hay personas que van perdiendo facultades antes, otras que las pierden después, pero eso es un proceso de deterioro que acaba con la muerte, algo biológico y normal. Las enfermedades son otra cosa, son afecciones que podrían haberse evitado porque no pertenecen a un proceso normal. Los transhumanistas están prometiendo lo que no pueden prometer, porque con eso consiguen que les paguen unas inversiones tremendas para sus investigaciones… Lograr la eterna juventud y vencer a la muerte es un mito que está en todas las culturas. Es un sueño antiguo.
P. ¿A usted le gustaría ser eterna?
R. Yo no tengo ilusión en vivir doscientos años. Una de las cosas más dolorosas que pueden pasarle a uno es lo que decía Unamuno: que se te van muriendo las gentes con las que has hecho la vida. Y si la gente se te va muriendo y no los tienes a tu lado, ¿para qué durar tantos años? Más vale tener una vida razonable y tenerla muy llena. Vamos a ver si nos organizamos bien nuestra vida de tal manera que le encontremos un sentido y que le saquemos todo el fruto que podamos. Más vale pensar en eso que en prolongar la vida eternamente.
P. ¿Cómo se llena una vida larga?
R. De la misma manera que hay estudiantes debería haber felicitantes, que es una palabra que a mí me gusta mucho, pero no está en el Diccionario de la RAE. Hay actividades que son felicitantes y que llenan la vida, y son las que decía Aristóteles: las que valen por sí mismas, las que tienen que ver con la belleza, con la educación, con el estudio, pero también con la solidaridad y con el vivir conjuntamente la vida. Eso es para lo que nos hemos de preparar, no para durar mucho.
P. Otra palabra que no está en el diccionario, pero que usted ha popularizado, es gerontofobia. ¿Cuándo empezó a pensar en la fobia a los mayores?
R. Empecé a percibir el tema sobre todo a raíz del covid. En la televisión se decía que habían muerto miles de personas, pero que tenían más de 80 años, y el que oía respiraba aliviado. Eran personas que contaban menos… Ese tipo de discriminación existe, ese desprecio, ese rechazo. Y eso, evidentemente, es un atentado contra la dignidad humana, porque todos somos iguales en dignidad. La gerontofobia se tradujo en que se defendió que no se podía llevar a determinadas personas a los hospitales, y esto se hizo por razón de edad, algo que desde el punto de vista de la bioética es atroz.
P. ¿Cuál era la alternativa?
R. La edad no puede ser un criterio, hay que investigar cada caso y ver si esa persona tiene posibilidades de sobrevivir o no. Tiene que ser algo individual. Nunca puede ser un criterio en que toma un colectivo y se le rechaza en su conjunto.
P. Otro tema que puso de relieve la pandemia fue el de las residencias de ancianos, que no estuvieron a la altura de la situación.
R. Lo que hay que hacer es plantearse en serio estos asuntos, ir viendo punto a punto lo que necesitan las personas y qué se les puede ofrecer. Y se está haciendo una gran cantidad de estudios en este sentido. La gente, en primer lugar, suele preferir vivir en su domicilio y no ir a una residencia. Por eso hay que organizar bien los servicios de atención domiciliaria. Por otra parte, necesitamos crear residencias, esto nos lo ha enseñado la pandemia. Residencias que no solo sean privadas, sino también públicas, y que además no solo sean grandes residencias, sino también pequeñas residencias de proximidad, para facilitar las visitas de los familiares.
P. Después de la pandemia, en España aprobamos la eutanasia, aunque no se produjo un verdadero debate profundo sobre este asunto...
R. En España, y esto es una verdadera maldición, todos los grandes problemas y las grandes cuestiones estén partidizadas. No politizadas, no, partidizadas. Que las gentes, ante temas como la eutanasia, se posicionen según los partidos políticos, de tal manera que si una persona dice que está de acuerdo con la eutanasia o en contra ya te parece que se está poniendo del lado de la izquierda o de la derecha.
P. ¿Y usted qué piensa?
R. Todo el mundo desea morir en paz. Todos, todos. Nadie dice que le gustaría morir entre estertores y con dolores tremendos.
sábado, 10 de diciembre de 2022
Corsés apretados, sillines sicalípticos: bicicletas y sexualidad femenina en el siglo XIX
Nos pasa a todos. Es ver una bicicleta y… ufff, escalofríos recorriendo la espalda. Esa sonrisa tontorrona que se te pone, ese querer rozar con las yemas de tus dedos, ese embolingarse con las palabritas, ese qué ganas de quedarnos los dos solitos.
Sí, amigos, es que la bici provoca deseos de lo más primarios. Yo he visto de todo con el tema, desde antiguos crápulas que abandonan para siempre el ejercicio del canalleo «para no estar cansado mañana, tío, que hay salida con la grupeta», hasta parejas de mediana edad que han cesado temporalmente su convivencia porque una de las dos partes pasaba olímpicamente de la otra, reservando todo el fin de semana para esa amante con ruedas. Como escuchan, lo juro.
Pero yo les voy a contar una historia más cañera. Porque lo otro… en fin, todos tenemos algún caso cerca, y da hasta penuca, ay, qué penuca me da. Pero esto… En pocas palabras, hablemos de cómo la bici fue considerada, allá en la época victoriana, un peligrosísimo corruptor de la moralidad femenina. Como lo oyen.
A ver, advertencia. Todo esto lo narra divinamente Kate Lister en su (muy recomendable) libro Una curiosa historia del sexo (Capitán Swing, 2022). Allí, entre consoladores, sinónimos de la palabra «vagina» a cual más chisposo o recorridos cuchufleteros sobre la profilaxis poco eficiente encontramos todo esto de la bici y su erotización, además de algunas fotografías victorianas que muestran a mujeres de carnes regordetas montando máquinas bastante incómodas. A mí no me van estas filias, pero si alguno tiene el hábito de pecar quede advertido.
La cosa es que bicis y similares siempre han tenido papel potente en asuntos de paridad. Es casi lugar común la frase de Susan B. Anthony sobre el velocípedo, esa de “ha hecho más por la emancipación de la mujer que cualquier otra cosa en el mundo”. Bueno, mira, pues igual. Sobre dos ruedas las mozucas podían dar largos paseos, establecer vínculos sociales y, en fin, alcanzar arbustos lo suficientemente altos, lo suficientemente apartados, como para gozar de un sano desenfreno premarital (o postmarital, que aquí no pedimos papeles).
Ya únicamente eso… pues escándalo, porque las mujeres deben estar en la cocina, y no enseñar más que un leve tobillo, que ya con un tobillo vas que chutas, que un tobillo es alfa y omega de la sensualidad. Solo que había más cosas. Sí, esa que todos (y todas) ustedes piensan. El tema del sillín, la zona perianal, apoyos y etcéteras. Cuando la bicicleta comienza a popularizarse a fines del siglo XIX se desata un debate médico al respecto. Sumen al asunto que quienes antes pudieron disfrutar del suave y sicalíptico roce velocipédico fueron las clases más acomodadas (por aquello del coste), lo que resultaba un más aquelárrico, pues comprensible puede ser que arrieras y buhoneras disfruten de la vil carne, pero se nos complica el asunto cuando hablamos de finas Ladys con apellido compuesto.
Inciso necesario: según estudios de la Universidad de California las mujeres que practican regularmente ciclismo tienen «mejor funcionamiento sexual» (signifique eso lo que signifique) que quienes no hozan por sillines y manillares. Así que, si me permiten consejo… corran a comprar coulottes.
La llegada de féminas al mundo-bici fue bastante tardía. Causas técnicas, éticas y estéticas. O, dicho de otra forma, entre que las primeras máquinas eran artefactos potencialmente mortales con peligros evidentes, y que no estaban visualmente preparadas para faldas, enaguas y corpiños pues. Sucede que en la década de 1880 se inventa algo llamado «bicicleta de seguridad». Vamos, artilugio muy similar al que tenemos ahora entre las piernas (cuando montamos en bici, se entiende). Dos ruedas, neumáticos, frenos, alta maniobrabilidad, alta posibilidad de no morirte de la hostia si caes al suelo (no lo prueben en uno de esos biciclos con rueda delantera enorme, por favor).
Así que se multiplican las ciclistas mujeres y, con ello, el pecado. El pecado potencial, incluso el pecado lleno de involuntareidad, si quieren, pero el pecado. Vamos, que hay doctores (a quienes debemos imaginar con gafas muy gordas, o con monóculo, siempre carraspeando, gesto de sorpresa y constricción al ver cómo es una muchacha desnuda, no, qué he hecho, iré al Hades) preocupadetes por el tema este del sillín. El roce del sillín, el efecto de los baches sobre el sillín (había un montón de baches entonces, incluso adoquines, que es aun peor), la fina estimulación que puede nacer en el sillín. No solo por el tema del placer (que ya de por sí es inicuo, porque gozar con la coyunda y similar solo es propio de bestias salvajes, y debe ser objeto de discurso censor) sino, incluso, por el interior de las damas. Que son los hombres seres bien dotados por Natura para aguantar meneos (pese a apoyarse, en el acto ciclista, sobre sendas partes muy delicadas de su anatomía), pero las mujeres pueden acabar descoyuntadas en su interior. Y, ¿qué nos preocupa de las damas en aquellos años sino su interior? Su interior reproductivo, se entiende, que sentimientos y pe(n)sares son cosas de rojos, seguramente… Ya lo dijo el periódico South Wales Echo en 1897… “la bicicleta fue inventada por los hombres y sigue siendo un vehículo masculino”, las mujeres “deberían tener cuidado con los peligros del ciclismo”.
(Años más tarde, y como para insistir en la idea de que la bici es para mozos fuertes, Luis Puig le dijo a Federico Martín Bahamontes que “si te pones los pantalones largos” tras haber abandonado un Tour de Francia “el pecho se te habrá hinchado y tendrás leche en las mamarias”. Leche en las mamarias, ojo. Cuidado con Luis Puig, buen franquista y mejor escritor de novela erótica).
Pero, decíamos, ¿qué peligros? Pues todos. Todos, porque quien pecados sueña, potencialmente pecaminoso ve el mundo. Se decía que entre la bici y el no llevar corsé (habrase visto, no llevar corsé) las muchachas podían sufrir sacudidas en sus partes reproductoras hasta, en casos extremos, soltarse. En Norteamérica se contempla con preocupación ese demonio con manillar que ataca a los «órganos matrimoniales» de las jóvenes incautas. Observen la, poco sutil, expresión de «órganos matrimoniales», y saquen conclusiones sobre importancias y prioridad. El St. Louis Medical Review señala, año 1895, que esa ocupación «extremadamente poco elegante e indecorosa» (y dicen esto sin haberme visto a mí con maillot) podía provocar «inflamación ovárica, sangrado del riñón o el útero, desplazamiento y aborto». El Iowa State Register va más allá, afirmando que la bici lograba «suprimir o volver irregular y terriblemente dolorosa la menstruación, y quizá sembrar la semilla de futuras dolencias». Ese «quizá» es tranquilizador, al menos. Y The Cincinnati Lancet-Clinic se mostraba a favor del ciclismo, pero expresa dudas sobre el sillín, al que denomina, muy feamente, «agente friccional».
La ciencia opinaba que la bicicleta era un medio pecaminoso para las mujeres |
Y es que aquí está el meollo, colegas. Lo otro, lo de la salud… bueno, pues asumible. Llevamos medio siglo ciscándonos las costillas de núbiles y damas, así que no vamos a ir ahora de paladines físicos. Pero el agente friccional… ay, el agente friccional, eso sí que no. Fricciones las justas, y siempre dentro del matrimonio, no vaya usted, joven súcubo, a pasarse un rato agradable sin mi consentimiento.,
Porque, en fin, todos esos problemas, las hinchazones, los desprendimientos, las enfermedades por venir, todos, absolutamente todos eran provocados por ansiedad sublimada en materia erótica. Vamos, que otra vez los sillines. Que te dan cosquillas, los sillines, y ya pierdes el oremus. Una revista canadiense, la Dominion Medical Monthly, llega a afirmar muy ufana, allá por 1896, que «el consenso está aumentando masivamente día a día: montar en bicicleta provoca en la mujer un orgasmo diferente». Al menos hablan de orgasmo, oiga, pero es que se busca lo que se busca. Y eso acarrea problemas. Problemas gordísimos, porque, decíamos, el pecadillo de Onán tiene connotaciones maléficas, satánicas, antinatura. Ese mismo año el Canadian Medical Practioner afirmaba que «comparadas con Canadá, o al menos con Toronto, Sodoma y Gomorra serían puras como los refugios del ejército de Salvación. Parece ser que el ciclismo, que tanto aporta a la salud, la belleza y el encanto de nuestras mujeres, es en Canadá, o por lo menos en Toronto, un medio para gratificar un deseo impío y bestial».
En fin, si ustedes no están deseando salir a dar una vueltita en bici, yo ya no sé.
Ah, que les parece poco. Poco peligro, pocos perjuicios, poco «mira, tú verás, pero la bici es mala, malísima». Pues, oigan, que se les queda cara de tonto. De tonta, en este caso. Sí, sí, como lo oyen, cara de tonta. Hay algunos (y algunas) que la traen de serie, pero es que el ciclismo te va deformando faz hasta transformarte en candidato perfecto para realitys y similares. Lo llamaban «cara de bicicleta», era una enfermedad que afectaba a ambos sexos pero resultaba más enojosa en las mujeres (en fin… ¿qué otra cosa sino un bonito cutis tienen ellas para ofrecer?) y resultaba estremecedora. En 1897 el doctor Shadwell describía esas caras como «rostros rígidos, ojos fijos hacia delante, una expresión ya sea de angustia o de irascibilidad o, en el mejor de los casos, pétrea». Vamos, lo que he visto yo muchas veces arriba de los puertos, tampoco es para volverse locos. Nadie se tomaba muy en serio estos rolletes (no las caras, sino que dicha expresión quedase fija para siempre en los rasgos de quien andaba en bici), pero, por si acaso, el Harper´s Magazine recomendaba en 1897 a las mujeres que masticasen chicle mientras pedaleaban, porque eso «mantiene la cara en movimiento y previene esa expresión de ansiedad que los médicos dicen que puede evolucionar hasta ser parte esencial de las características de la dama ciclista». Ay, las damas ciclistas, todo en su contra.
No vayan a pensarse que semejantes arrebatos de sicalipsis sobre ruedas ocurrían únicamente en las Islas Británicas y sus antiguas colonias. No, no, qué va. En los años veinte del siglo anterior hasta veinticinco chiflados se presentaron a la salida en una de las primeras carreras de siempre por Colombia. Bogotá, especificamos. Uno de ellos, el italiano Carlo Pastore, mantuvo en vilo a los comisarios al extraviarse en mitad de esa carretera asesina, despiadada, que une las capitales de Cundinamarca y Boyacá. La misma que va por bosques, la que se adentra en los más profundos vericuetos de un océano verde y marrón y gris. ¿Qué le habrá pasado al transalpino? No tendremos que lamentar otra muerte, ¿verdad? Ese mismo recorrido cargaba ya con dos víctimas ciclistas en el pasado, así que pilló fama fea. Hasta que lo hallan. Está en una cuneta, escondido, posición horizontal. Pero sano y salvo. Y con cara de satisfacción, por demás, desnudo junto a una bonita campesina, también desprovista de toda ropa. Ambos sonríen, azorados. Beso de despedida, el ciclista se vuelve a vestir, retoma su bicicleta, deja atrás al amor fugaz. Acabará octavo, lo que, después de lo ocurrido, es a todas luces un gran puesto.
Apenas una anécdota, ya ven.
¿Existe solución para semejante escándalo? Porque a mí, querido escritor golferas, me encanta montar en bici, pero soy casta, pura, pía, no quiero caer en esa espiral de impulsos y provocaciones que solamente conduce a la cárcel, el reformatorio o los retozares sin anillo. Pues bien, querida ficticia, está usted de suerte, porque podemos mitigar los efectos sicalípticos que sobre su cuerpo ejerce el velocípedo. Desde sillines con agujero para aliviar el frotis-frotis, hasta bicis que llevan rejilla externa, hurtando así al obseso la visión de unos tobillos carnosos y apetecibles. O lo que coño fuesen los tobillos a fines del XIX, a mí no me miren…
Ya ven, así estaban las cosas hace un siglo. Y más historietas que podría contarles, solo que ahora no me da tiempo.
Me han entrado unas ganas loquísimas de salir a andar en bici…
viernes, 9 de diciembre de 2022
Reclaman que el racismo y la discriminación sean declarados riesgos universales para la salud
El racismo, la xenofobia y la discriminación tienen un profundo impacto en la salud, pero en muchas ocasiones se pasan por alto y se descartan, debido a los prejuicios que aún persisten en ciencia. Esta es una de las conclusiones de una serie de artículos publicados en The Lancet. Los expertos ponen como ejemplo las grandes disparidades observadas durante la pandemia de la covid-19 para ilustrar la necesidad de un cambio significativo que ayude a combatir las desigualdades sanitarias.
E 70 % de la población europea ha recibido al menos una vacuna contra la covid-19, mientras que en África esta cifra sigue siendo solo el 32 %. / Adobe Stock |
El racismo, la xenofobia y la discriminación ocurren en todas partes del mundo y tienen un impacto crítico en la salud de las personas. Esta es una de las principales conclusiones de una serie de cuatro artículos que publica esta semana The Lancet, en la que un grupo internacional de científicos analiza cómo afectan estos determinantes a la vida de las minorías sociales.
A través de una revisión de la literatura científica actual, los autores describen las diversas formas a través de las cuales la discriminación daña la salud, incluido el impacto directo en el cuerpo a través de las respuestas al estrés, la caracterización de los entornos del día a día y la limitación de las oportunidades individuales de las personas para mejorar su salud.
“El racismo, la xenofobia y la discriminación son determinantes importantes que han sido relativamente ignorados en el ámbito de la salud. Son procesos que ocurren en todas partes del mundo, con resultados similares para la salud. ”, explica a SINC Delan Devakumar, autor principal de la serie y profesor en la University College London.
Comprender la discriminación en saludEl racismo y la xenofobia son problemáticas globales con particularidades en cada territorio. Si bien los contextos y las historias difieren, las consecuencias para la salud que tiene la discriminación basada en características como la pertenencia a una casta, una etnia, a grupos indígenas, el estatus migratorio, la raza, la religión y el color de piel, son similares en todo el mundo.
Para comprender el impacto de estas problemáticas en la salud, los autores estudiaron las causas que producen el racismo y la xenofobia. “Describimos dos conceptos centrales, la separación y el poder jerárquico. La separación se da cuando los individuos se ven a sí mismos como diferentes de los demás. Después aparece una jerarquía, en la que se considera que algunas personas son mejores que otras. Las personas en la parte inferior de esta jerarquía tienen las peores condiciones de salud física y mental”, explica Devakumar.
La jerarquía puede plasmarse en barreras de acceso al sistema de salud para los inmigrantes. “La pandemia de la covid-19 propició un ejemplo real. En Reino Unido vimos un aumento de la mortalidad entre hombres y mujeres según el origen étnico. La Oficina de Estadísticas Nacionales encontró que, en la segunda ola en el Reino Unido, las mujeres procedentes de Bangladesh tenían un riesgo 4,11 veces mayor de morir y los hombres bangladesíes un riesgo 4,96 veces mayor en comparación con la población británica blanca. Otras etnias también tuvieron mayores tasas de mortalidad”, argumenta Devakumar.
Sesgos raciales de la cienciaLos autores advierten también que las suposiciones inexactas e infundadas sobre diferencias genéticas entre las razas continúan dando forma a los resultados de salud a través de la investigación, la política y la práctica.
“El racismo puede afectar muchos aspectos en ciencia, desde la elección de qué investigación se realiza en primer lugar, qué poblaciones se incluyen o excluyen, quién realiza la investigación, a cómo se interpretan los resultados. Hay pocos estudios sobre este tema, especialmente fuera de Estados Unidos”, explica el autor principal.
La ciencia ha demostrado con el tiempo que la raza humana es una de las especies más similares genéticamente, explican los autores. La variación genética y fisiológica se asocia a las categorías raciales y étnicas, que son construcciones sociopolíticas. Aun así, persiste el mito de que las razas son biológicamente distintas, lo que se manifiesta en la investigación y la práctica médica de diversas formas.
Estereotipos racialesA menudo, la raza y el origen étnico se cuentan como factores de riesgo para la salud. Por ejemplo, al diagnosticar la enfermedad renal crónica, la raza y el origen étnico se han utilizado como variables para calificar la función renal de los pacientes en varios países, incluidos EE UU y Reino Unido. En este caso, el uso de una puntuación basada en la raza sobre la función renal podría contribuir a los estereotipos raciales y las desigualdades entre los pacientes negros con enfermedad renal crónica.
Sin embargo, las razones por las que las personas que pertenecen a las minorías tienen un mayor riesgo de enfermedad no han sido tan estudiadas por los profesionales de la salud y los investigadores. Existe una tendencia a asumir que estas desigualdades están determinadas genéticamente y son inmutables.
Los autores argumentan que estas desigualdades no deben explicarse solo por patrones de privación socioeconómica entre grupos raciales y étnicos y destacan el papel significativo de las respuestas fisiológicas, causadas por la discriminación pasada y presente, en la explicación de las desigualdades raciales en salud.
Según los expertos, a nivel individual, la discriminación puede activar las respuestas hormonales y de estrés del cuerpo, lo que podría causar cambios biológicos a corto y largo plazo.
La discriminación afecta a los entornos en los que viven las personas y sienta las bases para muchos de los factores de riesgo asociados con la mala salud, como las viviendas en mal estado, la pobreza, la violencia en los vecindarios, la contaminación del aire y el acceso limitado a espacios verdes y alimentos nutritivos. Además, la discriminación limita las oportunidades a través de las cuales las personas pueden mejorar su salud y bienestar, a través de la educación formal, la recreación, el trabajo y la atención médica.
Estos procesos complejos afectan a las personas en las minorías durante toda su vida. La evidencia confirma las consecuencias intergeneracionales de la discriminación, a través de cambios en la salud mental materna y cambios epigenéticos, es decir, la forma en que los factores ambientales influyen en el funcionamiento de los genes de una persona.
“La discriminación afecta la salud maneras que a menudo han sido difíciles de medir, porque sus efectos pueden aparecer durante largos períodos de tiempo. La evidencia existente sugiere que los impactos biológicos de la discriminación son un factor importante de las desigualdades raciales en la salud en todo el mundo, en lugar de la diferencia genética, como a menudo se ha asumido debido a las nociones erróneas de la diferencia racial”, explica la doctora Sujitha Selvarajah, coautora del trabajo y profesora de la University College of London.
Según Selvarajah, desde una perspectiva social, “la discriminación es costosa e inflige un trauma colectivo. Hacemos un llamamiento para que se considere el racismo, la xenofobia y la discriminación como determinantes fundamentales de la salud, como ya ocurre con los factores políticos, sociales y económicos”.
Intervenciones de salud pública antirracistasLos autores argumentan que son necesarias acciones amplias y profundas para transformar los sistemas existentes, caracterizados por racismo y xenofobia estructurales. Sugieren que dicho cambio se puede lograr mediante la implementación de intervenciones de salud pública antirracistas. Por ejemplo, programas de educación temprana que reduzcan los prejuicios hacia los grupos discriminados, mejoren la sensibilidad cultural entre los proveedores de atención médica y fortalezcan la provisión de seguridad social.
“Debemos centrarnos en las políticas y leyes preliminares que tienen el mayor efecto. Es el ejemplo de las batallas judiciales para mejorar los derechos de las personas con VIH o las leyes para reducir la discriminación basada en castas en la India. También debemos tener una visión a largo plazo y centrarnos en los niños, para mejorar su salud ahora y en el futuro”, explica a SINC Delan Devakumar.
Por otro lado, los autores indican que las medidas deben contemplar otras formas de opresión, como el sexismo y el capacitismo. También teniendo en cuenta la historia y la colonización de los territorios.
“En los últimos años, hemos sido testigos de la persistencia del colonialismo y en la pandemia de la covid-19, por ejemplo, vimos como el acceso a vacunas se perpetuaban los privilegios coloniales y raciales. Las últimas estimaciones sugieren que, si bien el 70 % de las personas en Europa han recibido al menos una vacuna, esta cifra sigue siendo solo el 32 % en África”, afirma Gideon Lasco, coautor del estudio y profesor de la Universidad de Filipinas.
Lasco
señala que “se está produciendo una situación demasiado familiar en el
contexto de la crisis climática, con poblaciones minoritarias que ya se
ven afectadas negativamente por los impactos del cambio climático en la salud,
a pesar de que a menudo son los que menos contribuyen a las emisiones
históricas de dióxido de carbono. A menos que tomemos medidas para
transformar los sistemas que perpetúan el racismo y la xenofobia,
seremos incapaces de abordar las desigualdades raciales en salud en su
totalidad o, de hecho, los mayores desafíos de salud de nuestros días”.