sábado, 3 de septiembre de 2022

La guerra por la Luna

El Artemis I. Imagen NASA. Luna
El Artemis I, a la espera de partir a la Luna. Imagen: NASA.

 Según un estudio publicado este verano por el Instituto de Ciencia y Tecnología de Japón, China ya es el líder mundial en investigación científica. Los papers más citados son chinos, dos puntos más que los estadounidenses, que siempre habían estado en cabeza. Así que ya no solo publican más cantidad, sino de más calidad. Parece una consecuencia lógica de las decisiones de su gobierno, y de su programa de inversiones en ciencia y tecnología, con el que quiere alcanzar el liderazgo mundial para 2050.

Estados Unidos está preocupado, y no son pocas las voces avisando que muy pronto se verán superados por el gigante asiático. El antiguo jefe de software del Pentágono Nicolas Chaillan aseguró en una entrevista al Financial Times que el ejército de EE. UU. ya no tiene ninguna posibilidad de competir con el chino en tecnologías claves como la inteligencia artificial, aprendizaje automático y ciberseguridad. Chaillan de hecho había dimitido, totalmente frustrado por no poder cumplir con ese plan de defensa, trazado en 1992, que los presidentes estadounidenses siguen al pie de la letra, consistente en impedir a toda costa el éxito de las potencias emergentes.

Y en esta situación ha llegado el lanzamiento de Artemis I, la primera de las misiones con las que la NASA quiere, oficialmente, volver a poner un hombre —negro— y una mujer en la Luna. Pero en realidad es el proyecto para construir una base espacial lunar que permita tanto servir de puerto para misiones a Marte y al resto del Sistema Solar, como explorar las posibilidades de la minería espacial.

No están solos en esto. China quiere llegar casi a la vez, a la misma región lunar, el polo sur en la cara oculta. Bienvenidos a la nueva carrera espacial.

A quién pertenecerá la Luna

Uno de los aspectos de Artemis que más ha enfadado a los chinos, al menos oficialmente, son los lugares de aterrizaje. Esta semana, y con motivo del posible lanzamiento del primer Artemis, la agencia espacial china, CNSA, publicaba un tuit afirmando que los lugares elegidos por la NASA estaban copiados de una investigación publicada en 2019 por la Academia China de Tecnología Espacial, CAST. Y mostraban un mapa comparativo de lugares seguros para el aterrizaje.

Los estadounidenses también mantienen la política de comunicar su cabreo con China en esta carrera espacial. Bill Nelson, máximo administrador de la NASA, no se cansa de repetir que Artemis es un modo de impedir a China apropiarse de la Luna. Desde allí dicen más o menos lo mismo, que los objetivos de la misión no son científicos sino para dominar territorialmente la Luna.

Detrás de este teatrillo político para tener a la opinión pública a favor del multimillonario gasto en proyectos espaciales hay una guerra de dominio geoestratégico, y otra por las materias primas lunares.

La NASA coopera con la ESA europea, y la JAXA japonesa, y espera poner humanos en la Luna en 2025 o 2026. La CNSA, cooperando con Roscosmos, espera conseguirlo en 2030. En términos de misión espacial son fechas muy próximas, y un retraso, un fallo, o un avance por cualquiera de las dos partes podría hacer que las primeras palabras de un humano pisando la Luna de nuevo sean en chino y no en inglés. Eso no significaría necesariamente que un país fuera más fuerte que el otro en ciencia y tecnología, pero sí un mensaje muy potente, evidenciando que Estados Unidos ya no es la primera potencia mundial. Algo que los estadounidenses quieren impedir a toda costa.

En cuanto al polo sur lunar, la afirmación china no es totalmente correcta. El diseño de Artemis, a diferencia de las misiones Apolo, permitirá a cada nave aterrizar en cualquier punto de la Luna. Un satélite en órbita, con una nave de transporte a la superficie lunar, recibirá a las naves que lleguen de la Tierra y bajará al satélite equipos y personas. El polo sur es importante porque se ha comprobado que la temperatura en sus cráteres es más estable que en la superficie, y menos fría, lo que los convierte en lugares idóneos para los hábitats que la NASA quiere construir, y candidatos a tener agua. El hielo será un recurso fundamental para la estación espacial lunar, porque es una buena materia prima para producir oxígeno e hidrógeno, para la respiración humana y para combustible.

A más largo plazo el polo sur puede albergar también minerales críticos para la energía que cambiará el curso de la historia. El proyecto ITER tiene por objetivo conseguir una fusión nuclear estable, que generará una fuente de energía verde y casi ilimitada que acabaría con nuestros problemas actuales. Gas, petróleo, inflación, guerra en Ucrania, etcétera. En el ITER colaboran potencias enemigas en lo político, China, EE. UU., también Rusia, además de Japón, la Unión Europea y Reino Unido. No solo porque su objetivo es extraordinariamente difícil, sino porque una vez logrado no importará tanto tener el conocimiento de cómo se hace como las materias primas para ponerlo en funcionamiento. Las dos más importantes, el helio 3 y el tritio.

Hoy la fusión nuclear se hace uniendo átomos de deuterio y tritio. El tritio se obtiene a partir del litio, y China es quien más reservas de ese mineral tiene del mundo, lo que nos llevaría a una dependencia crítica de este país, análoga al gas y petróleo rusos, con las consecuencias que estamos viendo. Además este proceso de fusión genera residuos radiactivos. La solución es emplear helio 3, un elemento que se genera en el Sol y que el viento solar traslada hasta los planetas. Nuestra atmósfera lo frena, por lo que en la Tierra hay muy poco. Pero en la Luna puede haber en abundancia, lo mismo que tritio, y traerlo hasta aquí con el sistema de transporte de Artemis sería, aunque caro y difícil, posible y muy rentable. Dando además la supremacía energética a la potencia que tenga el dominio de la fusión y el de extracción de helio 3 lunar.

Así que detrás de la misión Artemis I y de los planes chinos para llegar allí en 2030 hay también una guerra por el dominio territorial de la Luna, o de parte de ella.

Qué pasa con el cohete

Termino este boletín sin saber si finalmente hoy sábado despegará el Artemis I. El motivo del retraso no solo es que ir a la Luna sea muy difícil, y que mejor asegurarse de que nada falla, sino que la NASA solo tiene una oportunidad. Y es que mientras las empresas privadas y el gobierno chino se han centrado en crear cohetes reutilizables —la base empresarial de SpaceX—, Artemis ha decidido ser primitiva y hacerlo como con los Apolo. Y no es exactamente porque ya funcionara en el pasado.

El presupuesto de la NASA tiene que ser aprobado por el congreso, formado por senadores, que representan a un estado, y congresistas, elegidos en distritos. Se calcula que la misión Artemis al completo acabe costando 93 000 000.000 millones de euros, y de hecho la agencia espacial ha rebasado el presupuesto original en un 43 %. De aquí al final seguramente los costes sigan aumentando. Así que cuando el Congreso tuvo que elegir entre un cohete reutilizable o uno de único uso, se decidió por aquel que más dinero y empleo llevaría a sus estados y distritos territoriales. De ese modo el dinero público beneficiaría a empresas establecidas en los territorios que ellos representan como políticos. Lo cual no significa que el cohete no sea un prodigio de la ingeniería, la tecnología y la ciencia aplicada, pero sí que hay un solo intento, y si falla, se cae, o explota, dará una ventaja temporal a los chinos. Quienes, por cierto, de momento mantienen su apuesta por los cohetes reutilizables, más económicos.

China ya ha logrado enviar dos sondas a la Luna, siendo además la primera nación que consigue aterrizarlas a la primera en su cara oculta. También tiene a su rover Zhurong circulando por Marte, que además ha llevado a la superficie con una técnica diferente a la empleada por la NASA. Los rovers son fundamentales en la misión Artemis, y lo serán para las estaciones lunares, por eso son un punto importante de la carrera espacial. China tendrá además operando su propia estación espacial, la Tiangong —Palacio Celestial—, en cuya construcción sigue avanzando, mientras que la Estación Espacial Internacional va a destruirse dejándola caer a la Tierra. Para 2031 impactará en el Pacífico, alrededor del Punto Nemo. Sus muchos años y el abandono de la cooperación por parte de Rusia a raíz de las sanciones por la guerra de Ucrania la han condenado.

Así que, en resumen, los chinos parten en buena posición en la carrera espacial, y Artemis, aunque es un proyecto espectacular que empezó a gestarse en el gobierno de George W. Bush, en 2005, tiene todavía muchos retos por delante. Posiblemente durante las siguientes décadas veamos una carrera espacial similar a la que sostuvieron Estados Unidos y la Unión Soviética. Lo que deja muchas preguntas en el aire. Como qué frase pronunciará el astronauta o la astronauta que pise de nuevo el suelo lunar, en qué idioma lo hará, y si se equivocará, o no al decirla. La guerra por la Luna está servida.

Bola extra y posdata: un chiste de ingenieros

En la época de la primera misión Apolo, 1969, corría una historia entre los ingenieros y militares españoles encargados de las estaciones de seguimiento Deep Space. Según ellos, las primeras palabras de Neil Amstrong no fueron «un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad» sino «buena suerte, señor Smith». La NASA las silenció, dado que no eran las pactadas, sin saber a qué venía ese deseo de buena suerte. Al parecer el astronauta, de niño, jugando en su jardín, había oído discutir a sus vecinos. La mujer le gritaba al marido que se la chuparía el día que el hombre pisara la Luna. Esta anécdota apócrifa ocurrió alrededor de 1942, y veintisiete años después aquel niño pisaba, efectivamente, el satélite terrestre. Cabe suponer que la señora Smith abrazara el negacionismo. Nunca pisamos la Luna, querido. Todo fue un montaje.

Fuente: https://www.jotdown.es/2022/09/futuro-imperfecto-11-la-guerra-por-la-luna/

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