viernes, 20 de mayo de 2022

Pedro Páramo

Fotografía: Juan Rulfo

   Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas: hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo guardé. Era el único. Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosa de brujería. Y así parecía ser; porque el suyo estaba lleno de agujeros como de aguja, y en dirección del corazón tenía uno muy grande donde bien podía caber el dedo del corazón.

Pedro Páramo
Juan Rulfo

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jueves, 19 de mayo de 2022

Imperialismos y prensa

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 La invasión de Irak, en 2003, fue tan inmoral como lo es la agresión de Rusia a Ucrania en pleno 2022. Un solo bando, un solo discurso, un solo patriotismo: eso es lo que pretendía Estados Unidos con las enormes restricciones que impuso a la prensa durante la contienda, principalmente al inicio de la invasión terrestre. En aquel entonces, la única vez que el imperialismo estadounidense invocó la Convención de Ginebra fue para hablar de sus prisioneros de guerra en el país, pero jamás mencionaron que la misma Convención prohíbe disparar contra civiles desarmados, lo que incluye a periodistas, y asesinaron a unos cuantos. Los llamados “incorporados” o "empotrados" eran periodistas a los que se les permitió acompañar a los soldados estadounidenses a condición de que “observaran” la guerra desde el interior de los tanques o vehículos blindados, es decir, desde el punto de vista del bando invasor. Ese grupo de periodistas no puso voz al dolor de los iraquíes ni mostró imágenes de la destrucción causada por los misiles estadounidenses. La ausencia de corresponsales de guerra sobre el terreno no nos permitió ver el drama que se vivió en las calles y plazas, en los mercados callejeros, en los colegios destruidos, en los hospitales y centros de salud arrasados por las bombas y en los edificios y residencias en los que vivían los ciudadanos iraquíes. Al contrario, se acuñó el término “daños colaterales” para blanquear los crímenes del trío Bush-Cheney-Rumsfeld. ¿Dónde se ha visto una guerra en la que no mueran inocentes? Es la historia, es la vida, nos dirán. En un alarde de soberbia y para no dar muchas explicaciones acerca de las bajas causadas entre sus marines por el experimentado ejército iraquí, los portavoces del ejército estadounidense también se inventaron aquello del “fuego amigo”, otro eufemismo que encubrió multitud de muertes.

Saddam Hussein, el sanguinario dictador, poseía alrededor de 60 palacios en Irak. Recibimos muchas noticias que informaban con emoción y detalle de la destrucción de algunos de ellos, como si su demolición significase el advenimiento de la democracia en Irak, pero un teletipo de Reuters fechado el 3 de abril de 2003 dio cuenta de que los misiles que alcanzaron el complejo presidencial Al Radwaniya, un palacio al suroeste de Bagdad, habían matado a doce niños y seis adultos que vivían en una granja cercana. El resto de la prensa apenas comentó la noticia. Doce niños y seis adultos. Daños colaterales, por supuesto. Tampoco, naturalmente, se podía decir abiertamente que la razón de invadir Irak no era encontrar las armas de destrucción masiva, que nunca aparecieron, sino implementar un superproyecto neoliberal con el fin de privatizar toda la economía iraquí (no solo el sector petrolero). Para esta misión se eligió a Paul Bremer, nombrado jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA), que se esmeró en privatizar el sector público, liberalizar todos los sectores de la economía iraquí y favorecer los negocios de las empresas estadounidenses en Irak. Ya en mayo de 2003, el Wall Street Journal había revelado que se había encargado al gabinete BearingPoint Inc. la ejecución de un plan que llevaba por título "Para que la economía iraquí pase del renacimiento al crecimiento sostenido". “Renacimiento” y “crecimiento sostenido”, más eufemismos. Posteriormente, el secretario de Estado, Colin Powell, reconoció que los datos aportados durante su discurso en la Asamblea de la ONU para demostrar la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, el 5 de febrero de 2003, eran falsos.

Sin ir más lejos, los llamados "contratos para luchar contra el fuego en los pozos petrolíferos" fueron concedidos en secreto a una filial de Halliburton, la compañía que dirigió el vicepresidente norteamericano, Dick Cheney, entre 1995 y 2000. Kellogg Brown & Root obtuvo esta licitación sin concurso previo y sin limitaciones en lo referente a la duración y las sumas implicadas. Por cierto, que esta empresa fue investigada en el Congreso de Estados Unidos por el "patrón de fraude, abuso y despilfarro" en contratas en Irak por valor de 8.200 millones de dólares. La “guerra global contra el terrorismo” admitía esto y mucho más. ¿Qué no tragamos entonces? Cuando las principales televisiones de Estados Unidos se mostraron partidarias de difundir el vídeo de los prisioneros de guerra estadounidenses en poder del ejército de Irak, que ya había sido emitido por la televisión nacional iraquí, el secretario de defensa, Donald Rumsfeld, declaró que eso estaba prohibido por la Convención de Ginebra, pero que, incluso así, los medios podían hacer lo que desearan. Y, al menos en primera instancia, esos medios se abstuvieron de mostrarlos porque todos sabían que ese “lo que desearan” era una amenaza en boca de Rumsfeld y sabían también cómo se las gastaban tanto él como Cheney y cuántas herramientas pueden tener a su disposición un secretario de Defensa y un vicepresidente de Estados Unidos a la hora de hacer el mal a conciencia.

El propio Rumsfeld cuestionó públicamente la relevancia de las Convenciones de Ginebra y puso sobre la mesa métodos criminales de interrogación como el uso de perros guardianes para aterrorizar a los detenidos (constan en los informes de abuso durante los interrogatorios de la prisión de Abu Ghraib) o técnicas de inmersión en agua. Las entrevistas realizadas por Human Rights Watch a veteranos del ejército estadounidense revelaron que algunos soldados u oficiales que intentaron quejarse a la cadena de mando preocupados por el trato inhumano y las torturas a los prisioneros fueron presionados por oficiales de rango superior o incluso por abogados militares de la oficina de la fiscalía militar para que guardaran silencio. Se les aseguró que los mandos aprobaban los métodos de los interrogatorios y que eran legales. Incluso, a uno de los oficiales se le recordó el "honor de la unidad" como una razón para guardar silencio. El poder prostituye las palabras para defender lo inaceptable y apela a mitos y entelequias varias con tal de justificar su barbarie. Por lo visto, preservar el “honor” (el buen nombre) de una unidad es compatible con los crímenes de guerra y las violaciones de los derechos humanos. Las torturas y malos tratos no se produjeron únicamente en la prisión de Abu Ghraib, sino en centros como el Campo Cropper, en el Aeropuerto de Bagdad, donde se hallaban recluidos los máximos dirigentes del régimen iraquí y algunos miembros de la resistencia; en los centros secretos de interrogación como el Campo Nama, cerca de Bagdad, y el Campo Diamonback, en el aeropuerto de Mosul; en los campos de prisión improvisados en varias localidades; y también en las bases operativas de avanzadilla, como la de Tigre, en Al-Qaim, y la de Mercurio, en Faluya.

Fue el presidente Bush, en realidad, quien dio la autorización a la CIA para entregar a presos y detener a otros en lugares secretos. Varios países europeos colaboraron. Nadie como nosotros para tapar nuestras miserias. El Pentágono ordenó nueve investigaciones diferentes, dos de ellas demostraron que las políticas de interrogación de Rumsfeld contribuyeron a la tortura y abuso en Irak y Afganistán. Pero los investigadores no disponían de las facultades legales necesarias para procesar a Bush, Rumsfeld y Cheney. En algunos aspectos, todos lo sabemos, vivimos una ficción de democracia, y lo ocultamos con engaños que todos aceptamos. En caso contrario y si las fuerzas no fueran tan desiguales, multitud de prohombres de la política estadounidense estarían en prisión hasta sus últimos días. En ocasiones, el respeto sagrado por la democracia, los derechos humanos, la libertad de expresión y la información parecen quedarse en nada cuando están en juego los intereses económicos de Occidente. Al Jazeera fue uno de los pocos medios que mostró la guerra de Irak tal cual fue, una espeluznante fiesta de muerte, abyección y destrucción. Mientras, la mayor parte de las televisiones estadounidenses contrataron a militares retirados que mantenían estrechos vínculos con el Gobierno, y su forma de hablar de la guerra era extremadamente belicista y muy similar a la que hoy utilizan los medios rusos. Con frecuencia, hablaban con emoción y entusiasmo de “nuestro ejército”, “nuestros tanques”, “atacaremos”, etcétera.

También existe una extraña consonancia en nuestros medios cuando nos hablan de la “guerra de Putin”, cuando antes jamás escuchamos “la guerra de Bush-Cheney-Rumsfeld”, como tampoco fueron calificados como "oligarcas" los empresarios afines al Partido Republicano que más se lucraron con la guerra por medio de la prestación de servicios en Irak, que fueron desde las operaciones militares en las que participaron mercenarios hasta la construcción de infraestructuras (minuciosamente destruidas por los estadounidenses), pasando por la formidable operación logística que dio cobertura completa a las tropas. Esos empresarios recibieron más de 138.000 millones de dólares y diez de ellos acapararon el 52% de los fondos, de acuerdo con un informe del Financial Times. Muchos de los contratos fueron otorgados directamente a personas próximas al Gobierno de Bush sin que se permitiera la competencia con otras empresas del sector. El análisis del Financial Times demostró que dos empresas se beneficiaron del conflicto bélico con contratos por valor de, al menos, 72.000 millones de dólares y ¿acaso es una sorpresa? La que más beneficios obtuvo fue Kellogg Brown & Root, la filial de Halliburton vinculada al vicepresidente Cheney. Todos ellos fueron y son tratados como empresarios respetables, no como "oligarcas", y no han visto restricción alguna en sus cuentas bancarias o tarjetas de crédito. La protección y predilección que la Administración Bush mostró por estos empresarios no difería en casi nada de la que muestra el Kremlin por los llamados “oligarcas”.

Las guerras de todas las épocas han tenido un fortísimo componente económico que incluye el robo, el saqueo y la obtención de recursos de todo tipo en poder del enemigo, y eso es muy difícil de defender en el mundo de hoy. En Irak murieron entre uno y un millón y medio de personas a causa de la guerra. Todo indica que, en el mejor de los casos, nos dirigimos a una guerra de desgaste en el conflicto entre Rusia y Ucrania, con consecuencias imprevisibles para la humanidad si tuviera lugar el peor de los escenarios de utilización de armas nucleares tácticas o estratégicas. 

Fuente: https://www.infolibre.es/opinion/plaza-publica/imperialismos-prensa_129_1231965.html

miércoles, 18 de mayo de 2022

El siniestro Proyecto Tuskegee, un atroz experimento que engañó y condenó a muerte a pacientes durante 40 años

En 1932 se inició en una zona muy pobre de Alabama un estudio médico para seguir el avance de la sífilis. Fueron elegidos 600 trabajadores rurales de color. Las mentiras de los médicos. Cómo se los dejó morir. Por qué no les proporcionaron penicilina cuando apareció. El escandaloso final 

Un médico le da una inyección con un placebo a uno de los participantes del Proyecto Tukesgee. De fondo se ve a Eunice Rivers, la enfermera que permaneció los cuarenta años en el programa.
National Archives Atlanta, GA (U.S. government)
Un médico le da una inyección con un placebo a uno de los participantes del Proyecto Tukesgee. De fondo se ve a Eunice Rivers, la enfermera que permaneció los cuarenta años en el programa. National Archives Atlanta, GA (U.S. government)

 Esta es la historia de un experimento médico. Es, también, la historia de un engaño criminal que se cobró muchas vidas. Es una historia sobre los límites éticos pulverizados.

En 1932 la sífilis era incurable y se expandía a gran velocidad. Un grupo de médicos decidió llevar a cabo un experimento, un estudio con trabajadores rurales de raza negra de un pequeño pueblo muy pobre de Alabama, en el sur de Estados Unidos. La gran mayoría de ellos nunca había visitado a un médico. Serían 600: 399 contagiados y 201 sanos que funcionarían como grupo de control. La idea era estudiar el avance de la enfermedad, comprobar cómo iba afectando al organismo etapa por etapa. Los tratamientos disponibles en el momento eran muy tóxicos y de eficacia improbable: derivados del mercurio, del bismuto y del arsénico. Por eso los investigadores, al principio, pretendían averiguar si valía la pena someter al paciente a ese riesgo y a los efectos casi de envenenamiento de esas terapias.

Por otro lado, los estudios disponibles hasta el momento hablaban de la enfermedad ya avanzada, de los efectos de la sífilis ya desatados sus peores síntomas. Lo que pretendían los de Tuskegee era seguir de cerca su progresión. El verdadero fin del proyecto, entonces, era poder trazar la historia de la sífilis y su desenvolvimiento natural sin ser tratada.

Los creadores del experimento partieron de una suposición que no necesitaron comprobar en la realidad, de un prejuicio: la gente de color, de cualquier modo, no habría recibido tratamiento médico. Al principio les costó reclutar participantes porque temían que fuera un engaño para luego hacerlos ingresar a la fuerza al ejército. Diseñaron una estrategia para derribar esa reticencia: revisaron a mujeres y niños y les dieron medicinas y les curaron afecciones menores, como intentando demostrar sus buenas intenciones. Se debe tener en cuenta que esos trabajadores negros eran segregados, las condiciones laborales eran pésimas, cercanas a la esclavitud, carecían de cualquier beneficio social y no estaban escolarizados. Su situación de vulnerabilidad era evidente y extrema. Una vez rota la desconfianza inicial, se pusieron en manos de sus doctores. Se les prometió tratamiento médico, una cura, el pago de algunos gastos, comida y hasta un seguro de sepelio.

El engaño se montó desde el principio. A los elegidos se les ocultó su propio diagnóstico. Se les dijo que se los trataría por Mala Sangre, un genérico que en la época podía referirse a la anemia, sífilis, fatiga o hasta leucemia. Al momento de realizarles una punción lumbar, por ejemplo, se les dijo que era un medicamento que se les estaba inoculando. En la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos fueron llamados a filas pero no fueron alistados por tener sífilis. Los directores del experimento consiguieron que no se los tratara con la excusa de que ellos lo estaban haciendo.

Según los cálculos de ese momento, alrededor de un tercio de la población masculina de la zona había contraído sífilis.

En la historia hay un solo personaje que, además de los pacientes que no murieron en el camino, atravesó los cuarenta años en que el proyecto se mantuvo. Eunice Rivers era una enfermera afroamericana que estuvo desde el inicio. Ella convenció a varios de participar y fue el enlace entre los médicos y los trabajadores rurales utilizados para el experimento.

Una aclaración necesaria: en ese tiempo, principios de la década del treinta, los protocolos de estos estudios médicos no tenían el rigor actual. Había algunas cuestiones éticas que no se consideraban primordiales. La información que recibían los pacientes era muy limitada. El concepto de consentimiento informado de los pacientes no se había instalado. Algunos médicos retaceaban datos sobre su condición a los pacientes. Se creía que era más importante el avance de la ciencia que la salud o el bienestar de algunos pacientes particulares. Todo eso cambió tras la Segunda Guerra Mundial. Los experimentos crueles de Mengele y del resto de los médicos nazis hicieron tomar conciencia de que debían reglarse. La toma de conciencia fue casi inmediato. Se instrumentó a través del Código de Nuremberg en 1947; allí se establecieron las normas a seguir para proteger los derechos de los sujetos sometidos a ensayos clínicos.

Pero, al parecer, estas noticias nunca llegaron a Alabama. Porque no modificaron la manera de actuar. Después de la guerra el tratamiento con penicilina era usual y eficaz. Sin embargo, los médicos del experimento Tuskegee no permitieron que los pacientes que estaban dentro de su estudio la recibieran. Continuaron durante un cuarto de siglo más utilizándolos como conejillos de indias. Pudieron haber interrumpido y dar por terminado el experimento ante la llegada de la penicilina y curar a sus participantes; o continuarlo suministrándole la penicilina y tomarlos a esos hombres como grupo de control. Pero nada de eso se hizo. Se les ocultó la información, la posibilidad de la curación. Los médicos permitieron que la enfermedad siguiera avanzando, que los fuera consumiendo, volviéndolos locos, matándolos.

Duró cuarenta años. Y en un solo día se suspendió. Lo que se hacía en Tuskegee era tan atroz que ni siquiera se necesitó investigación estatal o judicial, no se dilató la decisión. En el transcurso del estudio se produjeron 29 muertes y otros 110 pacientes murieron por las secuelas graves e irreparables, por complicaciones derivadas de la sífilis. 40 esposas se contagiaron y 19 hijos nacieron con sífilis. Pero hubo otro daño que produjo el Experimento Tuskegee. Uno no calculado, que no se centró sólo en estas víctimas evidentes y que se extendió largamente en el tiempo. Estudios posteriores determinaron que erosionó de manera irreversible durante décadas la confianza de la población negra en los estudios médicos y en los tratamientos más novedosos. Temían volver a ser utilizados como ratas de laboratorio.

Mientras los hombres negros morían, se quedaban ciegos o eran tomados por la demencia, los facultativos sólo les daban placebos o suplementos minerales. Esta situación se agravó a partir de 1947 cuando la penicilina estuvo disponible para el tratamiento. Es decir, pasaron otros 25 años hasta la suspensión del programa.

En 1964, la Organización Mundial de Salud emitió una resolución en la que determinaba que todos los experimentos médicos con humanos debían contar con el conocimiento expreso de los pacientes. El Programa de Tuskegee no creyó que eso se aplicara a ellos.

No es que el Experimento Tuskegee quedó oculto y olvidado durante ese tiempo para el sistema público de salud norteamericano. Hubo llamados de atención y denuncias que nunca fueron escuchados. El Dr. Taliaferro Clark, fundador del proyecto, renunció un año después de su puesto en marcha por no estar de acuerdo con el manejo de los pacientes y la información. En los años siguientes hubo otras dimisiones de cariz similar. A cargo del proyecto, durante la siguiente etapa, estuvo el Dr. Oliver Wenger. En una carta felicitaba a uno de los médicos del equipo por su capacidad para engañar a esos “Negros”, utilizando una palabra de claro perfil racista.

Tal vez la mayor alerta se dio a mediados de los sesenta cuando el Dr. Peter Buxton, que trabajaba en un hospital de San Francisco, denunció el experimento ante las autoridades nacionales por sus conductas alejadas de la ética profesional. Sin embargo, luego de unas someras actuaciones las autoridades permitieron que el experimento continuara sin modificaciones. La razón dada por ese comité fugaz fue que era imposible todavía evaluar el estudio porque su finalidad, desde el inicio, era seguir el devenir de la enfermedad en los pacientes hasta el momento de su muerte y ver el resultado de la autopsia. Buxton ante este revés siguió intentando que las autoridades sanitarias prestaran atención a las aberraciones que sucedían en Alabama. Pero no logró modificar nada. Hasta que cansado de los fracasos de la vía administrativa, cambió la estrategia: le contó la historia y le brindó las pruebas con las que contaba a un periodista amigo. Jean Heller de la Associated Press publicó su artículo en el Washington Post en julio de 1972. El efecto fue inmediato y explosivo. Al día siguiente el New York Times replicó la noticia en su portada. Esa misma tarde el programa fue cerrado. No aguantó ni siquiera 24 horas el escrutinio público.

Al momento de la difusión de la noticia, cuarenta años después del inicio del programa, sólo 74 de los participantes iniciales seguían vivos.

Una vez desatado el escándalo se conocieron detalles de cómo funcionaba el programa y de los engaños a los que eran sometidos los pacientes para ser estudiados o para no recibir el tratamiento adecuado que curara o atenuara sus padecimientos.

El estado norteamericano indemnizó a los sobrevivientes a los deudos de los fallecidos. La cifra fue de 10 millones para el conjunto que fueron repartidos de manera equitativa.

En mayo de 1997, Bill Clinton recibió a ocho sobrevivientes del experimento y les pidió perdón en nombre del país.
 (AP Photo/Doug Mills, File)
En mayo de 1997, Bill Clinton recibió a ocho sobrevivientes del experimento y les pidió perdón en nombre del país. (AP Photo/Doug Mills, File)

El 18 de mayo de 1997, Bill Clinton ofreció una recepción en la Casa Blanca. Entre los presentes había 8 participantes sobrevivientes del experimento. Clinton brindó disculpas sin condicionamientos por lo que tuvieron que sufrir. “No se puede volver el tiempo atrás, deshacer lo hecho, pero sí se puede terminar con el silencio. Podemos dejar de mirar a otro lado”. Y dirigiéndose a los sobrevivientes presentes continuó: “Podemos, por fin, mirarlos a los ojos a ustedes y decirles, de parte del pueblo norteamericano, que lo que hizo el Gobierno fue vergonzoso y que lo sentimos profundamente”.

En un reciente trabajo sobre el caso, el Dr. Martin Tobin hace conclusiones más allá del caso concreto y habla de las lecciones atemporales que deben sacarse: “Todas las regulaciones de investigación en el mundo nunca sustituirán la conciencia del investigador. Las tres lecciones centrales del Estudio Tuskegee para los investigadores (y para las personas en todos los ámbitos de la vida) pueden reducirse a la importancia de hacer una pausa y examinar la propia conciencia, tener el coraje de hablar y, sobre todo, la fuerza de voluntad. Actuar”.

Para que se entienda bien: los doctores del Programa Tuskegee le ocultaron el diagnóstico, no los trataron de su enfermedad y hasta les negaron el acceso a los procedimientos que podrían haberlos curado. Un estudio aberrante e inhumano, que olvidó todo precepto ético y que se extendió por cuarenta años, la gran mayoría de los cuales transcurrieron después del descubrimiento de la penicilina y, también, después de Auschwitz.

 Fuente: https://www.infobae.com/historias/2022/05/18/el-siniestro-proyecto-tuskegee-un-atroz-experimento-que-engano-y-condeno-a-muerte-a-pacientes-durante-40-anos/

sábado, 14 de mayo de 2022

Shireen Abu Akleh



 

Corine Pelluchon: «Comer carne todos los días simplemente no es viable»

 La filósofa francesa acudió a Madrid para presentar su último libro, ‘Reparemos el mundo’, y debatió con el paleontólogo Juan Luis Arsuaga sobre el lugar que ocupamos los humanos en el planeta. 

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La filósofa francesa Corine Pelluchon. Foto: FLORIAN THOSS

Corine Pelluchon trabaja con propósitos a largo plazo. La filósofa francesa es vegana y autora, para más señas, del Manifiesto animalista, pero sabe que no conseguirá que los humanos dejen de comer carne de la noche a la mañana. Es partidaria de la transición energética, pero opina que este proceso sólo puede desarrollarse en un periodo dilatado, sin revoluciones ni cambios radicales de paradigma. Su meta, como anuncia el título de su último ensayo, Reparemos el mundo (publicado por Ned Ediciones y traducido por Sion Serra Lopes), también es una tarea lenta, ya que trata de reconciliar al ser humano con el mundo natural. Sobre estas ideas dialogó con el paleontólogo Juan Luis Arsuaga en el Institut Français de Madrid.

Todo el pensamiento de Pelluchon está articulado en torno a la, a su juicio errónea, contraposición entre derechos humanos y derechos animales (en los que podríamos englobar a toda la naturaleza). La Ilustración colocó al ser humano en la cima de la pirámide. El resto de los seres vivos, en ese esquema, estaban por debajo. «Pero no somos ni mejores ni peores», explica Pelluchon. «Simplemente vivimos existencias heterogéneas».

Como aclara Arsuaga, «la especie humana sólo era una especie más hasta hace 11.000 años. Es verdad que pintábamos bisontes en las paredes y que uno puede sentirse superior desde el punto de vista artístico o intelectual, pero en el ecosistema nuestra especie sólo era una más, sin ningún impacto especial, sin gran capacidad de transformación. Todo esto cambia con un invento: la domesticación de los animales y de las plantas. Ese es el gran cambio. No es un cambio biológico ni evolutivo. Es la misma especie de siempre, pero que empieza a cultivar y a criar ganado».

En opinión de Pelluchon, «hay que modificar la concepción del sujeto que sirvió de base a las filosofías de los siglos XVII y XVIII que representaron al hombre como un imperio dentro de un imperio, y a la naturaleza como un mero fundamento». Entre los conceptos que la autora cree que debemos modificar está «el dualismo cultura-naturaleza». Reconfigurar esta perspectiva es vital para hacer frente al desafío climático. «Y no hay un manual para hacerlo. Esto no es como reparar un coche», avisa. «No hay recetas, hay una actitud. Lo que yo propongo para poner la ecología en el centro de la política es, digámoslo así, una revolución antropológica. Se trata de promover un medio de desarrollo menos deshumanizador, menos injusto para los humanos y los no humanos, más sostenible. Hay que hacer un cuestionamiento de nuestro pensamiento, de toda nuestra educación, que nos hace creer que los otros seres vivos son simples medios para nuestros fines».

Pelluchon ha bautizado este orden (de alguna manera, antinatural) como «esquema de la dominación». Este esquema «lo transforma todo», asegura. «La agricultura, la ganadería, nuestra relación con los otros, la política, el trabajo… Todo lo transforma en guerra. Es una dominación, no sólo de los demás, sino de la naturaleza externa, de los ecosistemas, y también de nuestra propia naturaleza interior». La clave de la reconciliación entre nosotros y la naturaleza es «el reconocimiento de nuestra finitud, de nuestra vulnerabilidad y de nuestra condición terrestre. Y el conocimiento de nuestra interacción con otros seres vivos». A su juicio, esta toma de conciencia tiene un «impacto en nuestros afectos, en nuestra vida emocional. Cambia nuestra manera de actuar y también nuestras aspiraciones y deseos». Ella sitúa este cambio no sólo a nivel individual (que también) sino a «nivel civilizatorio».

El reto de la carne

Entre los cambios que el ser humano debe acometer frente a la emergencia climática está el de la alimentación. En este asunto Pelluchon hace una distinción entre el veganismo y el vegetarianismo de orden filosófico y el que imponen los límites del planeta. «Yo suscribo el primero, porque creo que arrebatarle la vida a un animal que quiere vivir, y que a veces es un simple bebé, no es algo que se pueda hacer alegremente», explica Pelluchon. «A ese veganismo ético hay que añadir otro ligado a las condiciones actuales. Cuando yo era niña había 3.000 millones de personas en el mundo y en mi casa comíamos carne dos veces por semana. Entonces era una cantidad aceptable. Hoy tenemos otras condiciones demográficas, ecológicas y sociales. Comer carne todos los días, cuando pronto seremos 8.000 millones de personas, simplemente no es viable».

Entre las razones que enarbolan los enemigos del vegetarianismo está el hecho de que siempre hemos comido carne, incluso de que nuestro desarrollo cerebral, a lo largo de la evolución, está ligado al consumo de carne. Podría ser cierto, aunque en la Prehistoria había unos condicionamientos físicos que ahora no sufrimos.

«Los yacimientos están llenos de huesos de herbívoros consumidos por nuestros antepasados, eso es una evidencia», explica Juan Luis Arsuaga. Y el fenómeno se da en mayor medida «en latitudes con climas estacionales, como la nuestra. En esas condiciones sólo se podía ser carnívoro porque no había ningún alimento vegetal disponible para un ser humano durante tres cuartas partes del año. Sí lo había en la época de la fructificación, pero entonces los árboles frutales no eran como los de ahora, que han sido modificados a lo largo de siglos de selección artificial. Un manzano silvestre, por ejemplo, da un fruto muy pequeño. Las bellotas no eran consumibles. Castañas había muy pocas. Sí había, por ejemplo, bayas y arándanos, pero todo en cantidades pequeñas y limitadas a un periodo de tiempo».

¿Puede usarse este argumento histórico para seguir consumiendo carne? En absoluto, y menos en las cantidades en las que los humanos lo hacemos en la actualidad. «Se consume demasiada carne», afirma Arsuaga. «La mayor parte de las proteínas animales que consumimos van directamente a la orina en forma de metabolitos. No se asimila. Una persona adulta, con una actividad normal, necesita muy pocos gramos de proteínas al día, y esto incluye las proteínas vegetales, claro. El equivalente sería apenas una loncha de jamón. Consumimos un exceso de grasas animales que no sólo no son beneficiosas sino que son perjudiciales para la salud. Y para el planeta más. Porque hay una cosa que se llama pirámide trófica y en cada uno de los escalones se pierde la mayor parte de la energía. Por eso es preferible consumir vegetales que consumir animales que se alimentan de vegetales. El hecho inobjetable es que se produce muchísima carne. No un poco más sino varios órdenes de magnitud más de la que es necesaria. Por eso se debería reducir. Esto no admite discusión. Es un hecho».

Pelluchon, a pesar de su compromiso animalista, no busca culpabilizar a los consumidores de carne. Cree, más bien, en un proceso de sensibilización que conduzca al reconocimiento de que «la matanza inducida de un animal para alimentarse o vestirse es moralmente problemática». Y para ello funciona mejor la emoción que la razón.

Es precisamente este exceso racionalista heredado de la Ilustración el que combate en sus libros. Con muchos matices, claro. Tantos que corre el riesgo de no ser entendida en una sociedad polarizada que quiere explicarlo todo en 280 caracteres. La razón, como explicaba en su libro Les Lumières à l’âge du vivant, debe ser defendida con uñas y dientes pero no puede ser reducida a un mero instrumento de cálculo y explotación. De la Ilustración, como de todos los procesos desarrollados en el pasado, «deben recuperarse algunas cosas y desechar otras», explica.

Los peligros de la nostalgia

Arsuaga coincide con ella en el peligro que entraña la nostalgia, que no es algo actual, ni mucho menos: «Todas las culturas y civilizaciones han creído en el mito de un pasado mejor en armonía con la naturaleza. Es el mito del buen salvaje de Rousseau, en pocas palabras. Hay que recordar que en el siglo XIX la esperanza de vida era de 30 años y que la mitad de los niños se moría antes de cumplir cinco años. ¿Acaso hay alguien que tenga nostalgia de la mortalidad infantil? Para algunos parece ser el ideal en cuanto a sostenibilidad, pero lo cierto es que eran sociedades patriarcales en las que la libertad no existía. Cuidado con estas nostalgias agrarias o ruralistas. En general, las soluciones a los problemas del presente están en el presente, no en el pasado. No vamos a desinventar el avión. Lo que se inventa no se puede desinventar. Las tecnologías, y aquí podríamos incluir también el gran cambio que se produjo con la agricultura, no se desinventan. En todo caso se desarrollan. Habrá que ver cómo nos desplazamos con avión, o sin él, pero de una manera que sea lo menos lesiva para el medioambiente».

En cuanto al desafío climático, Arsuaga se mostró optimista. «El pesimismo es una excusa para no hacer nada, para no comprometerse. Pensar que las cosas se pueden cambiar es una obligación moral», aseguró. En realidad, «no hay ninguna razón científica para decir que es imposible que las próximas generaciones puedan vivir en este planeta vidas plenas, felices y en armonía con la naturaleza. No la hay. Las razones para negar esa posibilidad no son de orden científico, son de carácter político. En Sumatra se están sustituyendo los bosques originales por plantaciones de palma que no son para el consumo de los indonesios sino para el de los habitantes del Occidente opulento. En el fondo del problema ecológico está la injusta distribución de la riqueza, que está en manos de unos pocos».

Pelluchon comparte esta visión, pero se esfuerza, en todas sus intervenciones, en desideologizar la causa ecologista. Esta postura, sin duda repelente a primera vista, tiene su explicación. Convertir la emergencia climática en munición para la batalla cultural desatada por la derecha global podría conducirnos al desastre. La ciudadanía, sobreexcitada por un ecosistema mediático y digital conservador (cuando no ultra), vota frecuentemente en contra de sus propios intereses. Es un hecho que las condiciones materiales de vida ya no constituyen un argumento sólido en ningún proceso electoral. Y las naturales o las ecologistas mucho menos. «Desconfío de las llamadas a la revolución. La única cosa que yo quisiera eliminar es el dogmatismo», explica. «No porque yo sea una persona amable sino porque tengo un sentido muy desarrollado para la tragedia. Creo que la violencia y el mal son tentaciones constantes».

En cualquier caso, la filósofa francesa no pierde de vista las implicaciones sociales de la necesaria transición energética: «Es un proceso que hay que colocar en un contexto social, geográfico y cultural. Y es perfectamente realizable. Por ejemplo, ¿podemos cambiar el modo de producción ganadero? Por supuesto. Yo soy abolicionista, pero hasta que llegue el día del fin de la explotación animal creo que habría que dar un salario de compensación a las personas que se dediquen a esa actividad de forma extensiva, a pequeña escala y respetuosa con el medioambiente. Porque, además, tienen un papel en la composición del paisaje. Pero las decisiones no pueden tomarse desde arriba, de forma vertical y tecnocrática. Y, con más motivo aún, debemos huir de la tentación autoritaria. La mayor parte de los políticos están de rodillas ante el poder del dinero. Alimentan un sistema extractivista y productivista. Es normal que los jóvenes estén enfadados. Yo también comparto esa cólera. El problema es saber qué hacemos con ella. Porque, a veces, la cólera puede ser mala consejera».

Fuente; https://www.climatica.lamarea.com/corine-pelluchon-carne-humanos/

viernes, 13 de mayo de 2022

La energía de los esclavos

cohen

 Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado
Ya os avisamos antes
y nada de lo que construisteis ha perdurado
Oídlo mientras os inclináis sobre vuestros planos
Oídlo mientras os arremangáis
Oídlo una vez más
Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado
Tenéis vuestras drogas
Tenéis vuestras Pirámides, vuestros Pentágonos
Con toda vuestra hierba y vuestras balas
ya no podéis cazarnos
Lo único que revelaremos de nosotros
es este aviso
Nada de lo que construisteis ha perdurado
Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado.

( Leonard Cohen, La energía de los esclavos, 1972)

Por qué la OTAN crece sin fin

 La historiadora estadounidense Mary Sarotte explica en su libro ‘Not one inch’ cómo EE.UU. impulsó la ampliación permanente de la OTAN para cerrar las puertas al cambio del orden mundial tras la caída del muro de Berlín

 

La primera ministra británica, Thatcher, el secretario de Estado de EE.UU., James Baker y su presidente,George H.W. Bush, en la cumbre de la OTAN de 1990 otan

La caída del muro de Berlín en 1989-90 y de los regímenes autoritarios del este de Europa fue “un momento con muchas posibles líneas de tiempo, diferentes opciones para determinar el futuro” sostiene Mary E. Sarotte, la historiadora y autora de Not one inch (Yale, 2021), que documenta la caída de la Unión Soviética y la ampliación de la OTAN en la década de los noventa.

Pero ese momento fecundo fue desaprovechado, con resultados trágicos para la paz y la libertad. Esto no era inevitable. En aquella época, “la gente en el poder dio unas vueltas al trinquete para cerrar las puertas al cambio”, dijo Sarotte en una entrevista parcialmente publicada la semana pasada en La Vanguardia. “Utilizo la metáfora de trinquete porque una vez que se da el giro no hay vuelta atrás”, añadió en comentarios aún inéditos.

Las puertas al cambio empezaron a cerrarse ya a finales de 1990, y el portazo definitivo se dio en los años siguientes. Las sucesivas administraciones de Bush padre y Clinton, en lugar de buscar una fórmula para establecer una paz duradera con Rusia, optaron por incentivar la ampliación de la OTAN para consolidar su victoria en la Guerra Fría. Desde 1990, catorce países se han incorporado a la OTAN, entre ellos Polonia, Hungría, Checoslovaquia y los Estados bálticos. Pronto se incorporarán Finlandia y Suecia.

Sarotte –catedrática de la conservadora Universidad Johns Hopkins y alejada de una tradición intelectual de la izquierda– no se opone a la ampliación de la OTAN de por sí. Pero lamenta que se hiciera sin tomar las necesarias medidas para que Rusia no se sintiera amenazada y humillada. “El deshielo tras la Guerra Fría fue un momento precioso pero fue desaprovechado”, dijo en la entrevista.

En 1990, varios políticos europeos quisieron aprovechar la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la Unión Soviética para desmantelar tanto la OTAN como el Pacto de Varsovia. Así se daría vida a una nueva Europa independiente de EE.UU. Hans Martin Genscher, responsable de asuntos exteriores del gobierno de Helmut Kohl en Alemania, por ejemplo, defendía la creación de un pacto de defensa paneuropea que habría incluido a Rusia, pero no a EE.UU.

Por su parte, Vaclav Havel, el líder de la lucha por la democracia en Checoslovaquia y futuro presidente de la República Checa, propuso el desmantelamiento de las dos alianzas militares que consideraba anacrónicas en el nuevo mundo postsoviético. Pero “este escenario no era posible bajo la administración de George H.W. Bush (…) Para Bush, la OTAN no solo tenía que mantenerse, sino que también se tenía que mantener su capacidad para ser ampliada”, dijo Sarotte en la entrevista. “EE.UU. había ganado la Guerra Fría, de modo que Bush se preguntaba: ¿Por qué vamos a hacer concesiones?”

James Baker, el secretario de Estado de Bush, se acercó a la posición de Genscher durante unas semanas de 1990. De ahí la famosa oferta planteada en una reunión con Mijail Gorbachov, en febrero de 1990, de no ampliar la OTAN “ni una sola pulgada” –el título del libro de Sarotte– a cambio de lograr el apoyo de Gorbachov a la reunificación alemana.

Pero, tal y como Sarotte explica en la entrevista en La Vanguardia, fue una oferta improvisada por el impulsivo secretario de Estado sin contar con el apoyo del presidente. Bush forzó a Baker a cambiar de idea. La OTAN permanecería y se ampliaría. En realidad, “no es de extrañar que se mantuviera la OTAN”, dice Sarotte. “Cuando tienes una institución tan grande como la OTAN, siempre es difícil desmantelarla”.

Bush anunció a bombo y platillo un “nuevo orden mundial” tras la caída de la URSS. Pero, en realidad, –sostiene Sarotte– la decisión de ampliar la OTAN se tomó precisamente para garantizar la permanencia del viejo orden mundial. El del dominio estadounidense. “Es extraño que Bush lo llamase el nuevo orden mundial. Porque no lo era”. EE.UU. había dominado en los años de la Guerra Fría, y dominaría aún más en la nueva era sin la URSS, pero con la ayuda de la OTAN. “La OTAN había ganado la Guerra Fría. EE.UU. era la potencia dominante en la OTAN, así que el orden mundial existente era estupendo para EE.UU.” dijo Sarotte.

Cabe recordar que Bush padre fue animado en su afán de ampliación de la OTAN por el joven Dick Cheney, artífice de las guerras en Afganistán (bajo la bandera de la OTAN) e Irak, una década después durante la administración de George Bush hijo.

De ahí la ingenuidad de libertarios antisoviéticos como Havel, que creían que la caída de la URSS haría innecesaria la OTAN. “Havel, y otros, gente que había luchado contra la represión de la URSS, querían crear una Europa sin armas, sin la OTAN, y sin el Pacto de Varsovia . Esto sí habría sido un nuevo orden mundial”, dice Sarotte. “Bush tenía que parar todo eso”. Pronto Havel se apuntaría a la causa al convertirse en uno de los defensores más ideologizados de la OTAN y la hegemonía de Washington.

Tal y como se explica en el libro de Sarotte, una prodigiosa obra de documentación con 1.800 pies de página referentes a cientos de fuentes de información desclasificada, todos los líderes en Moscú se sintieron engañados tras las primeras ofertas de no ampliar la alianza atlantista. Primero Gorbachov, luego Yeltsin, y finalmente Putin. La ampliación de la OTAN generó una preocupación –real o imaginada, da lo mismo– en Rusia por su propia seguridad interna dada la proximidad de la alianza militar occidental a sus fronteras. Esto ha desatado una dinámica peligrosa muy evidente en estos momentos. La OTAN insiste en que su ampliación y el aumento de su presencia militar es una respuesta preventiva a la militarización rusa. Y Rusia responde de igual forma.

La segunda vuelta del trinquete que cerraba definitivamente la posibilidad de un futuro mejor la dio Bill Clinton. “Cuando llega Clinton a la presidencia en 1992, el debate no era si la OTAN sería expandida. Esto ya era un hecho consumado. La cuestión era cómo”.

Clinton, al principio, apoyaba un proceso gradual para que Rusia no tuviera que sufrir una humillación. “Se optó por no darle a Rusia una bofetada a la cara. Se buscaba un término medio, y esto era la Asociación para la Paz (Partnership for Peace) en la que se plantearon opciones para ingresar en la OTAN sin el artículo 5 (que garantiza las intervenciones de los demás miembros de la alianza en caso de agresión contra uno de ellos). Esto, sobre todo para países geográficamente próximos a Rusia, parecía una provocación en Moscú, y los diseñadores de la Asociación para la Paz como William Perry, el secretario de Defensa de Clinton, hicieron caso a esos temores. “Se optó por una fórmula al estilo de Noruega que, al ser un país fronterizo, quiso reducir la impresión de agresividad al rechazar bases estadounidenses y armas nucleares”.

Clinton entendía en ese momento la importancia de buscar una fórmula de ampliación de la OTAN aceptable para Rusia. Pero en 1994, bajo presiones de los neoconservadores republicanos de Newt Gingrich en el Congreso, el presidente demócrata cambió de postura, un ejemplo típico de la política clintoniana de triangulación ya visible de nuevo en la administración Biden. “Clinton, en un momento clave, cambió de opinión y dibujó una plan para la ampliación ya con el artículo 5, un proceso sin fin con la puerta siempre abierta”. Perry dimitió en protesta contra la nueva política de Clinton que –según entendía el secretario de Defensa– forzaría a Rusia a defender su seguridad interna.

Se quiera o no, todo esto es la raíz de la actual guerra en Ucrania y el grave peligro de escalada militar, incluso nuclear. Putin es el responsable de la agresión contra Ucrania. Pero el trasfondo es la insistencia de Bush, Clinton y todos los presidentes de EE.UU. de consolidar el poder de la superpotencia mediante una alianza diseñada desde el inicio –aunque esa no sea la perspectiva de Sarotte– para camuflar sus propias agresiones.

Y al mantener y expandir la OTAN, lejos de proteger el derecho de autodeterminación de las naciones que se desprendían de la órbita soviética, se imposibilitó el pleno ejercicio de su soberanía. Con la OTAN en plena expansión en las fronteras rusas, la preocupación en Moscú por su seguridad garantizaría reacciones violentas contra los nuevos –y viejos– nacionalismos.

 Fuente: https://ctxt.es/es/20220501/Firmas/39666/mary-sarotte-otan-george-bush-bill-clinton-rusia.htm

Millones de británicos saltean comidas o comen menos porque no pueden pagar sus alimentos

De acuerdo a un estudio de The Food Foundation en los últimos tres meses aumentó un 57% la cantidad de familias que tienen dificultades para alimentarse. Más de siete millones de adultos redujeron el tamaño de las porciones y hay 2,6 millones de menores de 18 años que no tienen acceso a una dieta saludable.

(Fuente: EFE)
Imagen: EFE

 En Reino Unido, un informe de la organización The Food Foundation reveló que en los últimos tres meses se registró un aumento del 57% en la cantidad de familias que reducen los alimentos o se saltean comidas por problemas económicos. Según el estudio, esto se debe al incremento del costo de vida, la inflación y la suba en los precios del gas y la electricidad.

De acuerdo a los datos relevados por The Food Foundation a partir de una encuesta de la consultora YouGov, en el último tiempo alrededor de 7 millones de adultos han reducido el tamaño de las porciones o han dejado alguna de las cuatro comidas del día porque no podían pagar u "obtener acceso a los alimentos" .

En abril, 4,6 millones de adultos (8,8% de los hogares) aseguraron que no han comido en algún momento del día a pesar de tener hambre porque no podían pagar o acceder a los alimentos, mientras que 2,4 millones de adultos (4,6% de los hogares) no han comido durante todo un día porque no pueden pagar o no tienen acceso a los alimentos.

También hay un fuerte aumento en la proporción de hogares con niños que experimentaron inseguridad alimentaria: en el último mes fue 17,2% frente a 12,1% en enero de 2022. Esto representa un total de 2,6 millones de niños menores de 18 años que viven en hogares que no tienen acceso a una dieta saludable, lo que los pone en alto riesgo de sufrir enfermedades.

Medidas urgentes

En ese marco, Food Foundation instó al gobierno británico a tomar medidas urgentes para evitar una mayor escalada de la crisis, entre ellas el aumento de los niveles de beneficios en línea con la inflación y la ampliación del acceso a las comidas escolares gratuitas y al programa "Healthy Start".

“El aumento extremadamente rápido de la inseguridad alimentaria desde enero apunta a una situación catastrófica para las familias. La inseguridad alimentaria somete a las familias a un estrés mental extremo y obliga a las personas a sobrevivir con las calorías más baratas, lo que provoca problemas de salud", dijo Anna Taylor, directora Ejecutiva de The Food Foundation.

En ese sentido, señaló que la situación está pasando rápidamente de una crisis económica a una crisis sanitaria. "No se puede esperar que los bancos de alimentos resuelvan esto. El gobierno debe darse cuenta de que el barco se está hundiendo para muchas familias y debe repararse. El rescate con paquetes de alimentos de emergencia no va a funcionar”, remarcó.

Michael Marmot, del University College London, recordó en ese sentido que la comida es básica pero también lo es la seguridad. "Ambos son vitales para una buena salud. Si 1 de cada 7 hogares tiene inseguridad alimentaria, la sociedad está fallando de manera fundamental. Estas cifras sobre la inseguridad alimentaria son tanto más escalofriantes cuanto que el problema tiene solución, pero lejos de solucionarse se agrava”, dijo Marmot.

Por su parte, Vic Borrill, director de Brighton & Hove Food Partnership, que convoca a la Red de Alimentos de Emergencia de la ciudad, reconoció que la cantidad de comidas y paquetes de alimentos entregados por los miembros de la red continúa aumentando a medida que aumenta el costo de vida y disminuyen los ingresos familiares.

"Estamos viendo un número cada vez mayor de personas que nunca antes han necesitado un banco de alimentos y estamos recibiendo más solicitudes de 'alimentos sin cocinar' a medida que las personas se desconectan de sus medidores de energía para administrar su dinero. Esto no es sostenible, y la situación es desesperada", subrayó.

Según los pronósticos del Banco de Inglaterra, la inflación en el Reino Unido se situará en "algo más del 10%" a fin de este año, tras aumentar nuevamente su principal tasa 0,25 puntos porcentuales para intentar contrarrestar el alza descontrolada de precios. 

El descontento social por la crisis ya comenzó a mostrar sus consecuencias: en las elecciones locales celebradas el pasado jueves, el Partido Conservador que lidera Boris Johnson perdió 398 escaños. Tras el resultado, Johnson enfrenta nuevas presiones de su partido para presentar su dimisión.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/420539-millones-de-britanicos-saltean-comidas-o-comen-menos-porque-

jueves, 12 de mayo de 2022

¿Que si me avergüenzo de escribir en ‘Russia Today’?

Ha llegado el momento de insistir en un trato equitativo y plantear las mismas preguntas cruciales a Rusia y a Occidente", pide Slavoj Žižek

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Concentración de manifestantes a favor de Julian Assange. REUTERS / HENRY NICHOLLS

 ¡No, por supuesto que no! He aquí la razón principal. 

Mientras todos los ojos estaban puestos en la guerra de Ucrania, se produjo una noticia que pasó prácticamente inadvertida: desde el 20 de abril de 2022, Julian Assange está un poco más cerca de la extradición a Estados Unidos, donde se le reclama para juzgarlo al amparo de la Ley de Espionaje. En una audiencia celebrada ese miércoles, un tribunal londinense emitió una orden formal de extradición que deja en manos de la ministra del Interior británica, Priti Patel —la misma que propuso enviar a Ruanda a todos los refugiados que lleguen al Reino Unido— la decisión de autorizar o denegar su traslado a Estados Unidos.

Si fuera hallado culpable, Assange se enfrentaría a una pena de hasta 175 años de cárcel… De modo que sí, debemos brindar todo nuestro apoyo a la resistencia ucraniana, y sí, debemos defender las libertades de Occidente —¡me estremezco sólo de pensar qué le habría pasado a Chelsea Manning si fuera rusa!—, pero la libertad de la que disfrutamos en Occidente también tiene límites que nunca deberíamos perder de vista, especialmente en momentos como el actual, cuando la «lucha por la libertad» está en boca de todos. 

Estos días se oye a menudo la exigencia de llevar a Putin ante el tribunal de La Haya por los crímenes de guerra cometidos por Rusia en Ucrania. De acuerdo, pero ¿cómo puede Estados Unidos exigir algo así cuando no reconoce la legitimidad de la corte penal internacional para juzgar a sus propios ciudadanos? Y lo que es todavía más sangrante: ¿cómo puede exigir la extradición de Assange cuando este no es ciudadano estadounidense ni tomó parte en ningún acto de espionaje contra Estados Unidos, cuando lo único que hizo fue sacar a la luz lo que sin duda fueron crímenes de guerra (no hay más que recordar el famoso vídeo de los francotiradores estadounidenses matando a civiles iraquíes)?

Assange se enfrenta a la amenaza de una pena de ciento setenta y cinco años de cárcel por el mero hecho de revelar delitos cometidos por Estados Unidos sin justificación posible. ¡Y eso por no mencionar la larga lista de delitos que pesan sobre varios presidentes estadounidenses! Si Putin debe ser juzgado en La Haya, ¿por qué no Assange? ¿Por qué no Bush y Rumsfeld (dejando a un lado que este último ha muerto), que ordenaron el bombardeo de Bagdad con el fin de sembrar «conmoción y estupor»? Es como si la política exterior estadounidense de las últimas décadas se rigiera por un extraño retruécano del famoso lema de los ecologistas: «actúa globalmente, piensa localmente».

Esta postura contradictoria quedó clara ya en 2003, cuando Estados Unidos ejerció una doble presión sobre Serbia: los representantes estadounidenses exigieron al gobierno serbio que entregara los sospechosos de crímenes de guerra al tribunal de La Haya y, al mismo tiempo, que firmara un acuerdo bilateral por el que se comprometía a no entregar a ningún organismo internacional (es decir, a la misma corte penal de La Haya) a los ciudadanos estadounidenses sospechosos de haber cometido crímenes de guerra u otros delitos de lesa humanidad. No es de extrañar que Serbia reaccionara con una mezcla de ira y perplejidad

Hay cosas —no solo sobre Assange, sino también sobre las debilidades de las democracias liberales, la política israelí de apartheid en Cisjordania, las aberraciones cometidas en nombre de la corrección política, entre muchas otras— de las que solo he podido escribir en inglés en Russia Today. La moraleja es que las democracias occidentales también tienen su lado turbio, su propia censura, por lo que tenemos todo el derecho a obligar a las dos superpotencias a mirarse de frente, a confrontarlas sin piedad. Lo que venía escribiendo en Russia Today y lo que ahora escribo en decidido apoyo de Ucrania son para mí dos caras de la misma lucha. Del mismo modo, no veo contradicción alguna entre condenar el antisemitismo y condenar lo que Israel está haciendo con los palestinos en Cisjordania. Si nos vemos obligados a escoger entre Ucrania y Assange, estamos perdidos, porque ya habremos vendido nuestra alma al diablo. Lejos de representar una postura utópica, esta necesidad de una lucha compartida se basa en el hecho indiscutible de que el sufrimiento extremo tiene consecuencias devastadoras. En un pasaje memorable de Seguir viviendo, libro que recoge su experiencia del Holocausto, Ruth Klüger relata una conversación con un grupo de «aventajados alumnos de doctorado» en Alemania: 

«Uno de ellos cuenta que, en Jerusalén, conoció a un viejo judío húngaro que, pese a haber sobrevivido a Auschwitz, maldecía a los árabes y los despreciaba profundamente. “¿Cómo puede hablar así alguien que ha logrado salir con vida de Auschwitz?”, se pregunta el alemán. Yo entro al trapo y le replico, quizá con más vehemencia de la necesaria: “¿Qué esperabas? Auschwitz no era precisamente una institución educativa […]. Allí no se aprendía nada, y mucho menos valores como la humanidad y la tolerancia. De los campos de concentración no salió absolutamente nada bueno”, me oigo decir, levantando la voz, y me pregunto si mi interlocutor espera una catarsis, una purga, la clase de espectáculo por el que acudimos al teatro. Los campos eran los lugares más inútiles y absurdos que nadie pueda imaginar.»

En resumidas cuentas, el horror inenarrable de Auschwitz no lo convertía en un lugar capaz de purificar a los supervivientes transformándolos en sujetos éticamente sensibles, liberados de todo afán mezquino y egoísta; muy al contrario: parte del horror de Auschwitz es que también deshumanizó a muchas de sus víctimas, convirtiéndolas en supervivientes brutales e insensibles, haciendo que les fuera imposible practicar el arte del juicio ético equilibrado. La lección que debemos extraer de todo esto es triste y de lo más deprimente: hay que abandonar la noción de que las experiencias extremas conllevan cierta emancipación, que nos permiten deshacer el embrollo y abrir los ojos a la verdad absoluta de una situación determinada. O, como habría expresado de forma concisa Arthur Koestler, el gran converso al anticomunismo: «El poder corrompe, pero lo mismo podría decirse de su opuesto; la persecución también corrompe a las víctimas, aunque quizá de un modo más sutil y trágico».

Ha llegado el momento de insistir en un trato equitativo y plantear las mismas preguntas cruciales a Rusia y a Occidente. Sí, ahora mismo todos somos ucranianos, en el sentido de que todos los países tienen el derecho a defenderse como lo hace Ucrania. 

Fuente: https://www.lamarea.com/2022/05/10/que-si-me-averguenzo-de-escribir-en-russia-today/

Reducción del lago Mead revela más cadáveres, renovando el interés por la historia de la mafia de Las Vegas

 Las autoridades han recuperado otro conjunto de restos humanos en el enorme embalse de las afueras de Las Vegas, apenas una semana después de que se encontrara un barril con el cuerpo de un hombre.

 Un barco formalmente hundido se encuentra en tierra agrietada a cientos de metros de lo que ahora es la costa del lago Mead.
Un barco formalmente hundido se encuentra en tierra agrietada a cientos de metros de lo que ahora es la costa del lago Mead.

Las Vegas se está viendo inundada por la leyenda sobre el crimen organizado después de que un segundo conjunto de restos humanos emergiera en una semana de las profundidades de un embalse del río Colorado, afectado por la sequía, a solo 30 minutos en coche del entro de Las Vegas.

"No se sabe lo que encontraremos en el lago Mead", dijo este lunes (09.05.2022) el exalcalde de Las Vegas Oscar Goodman. "No es un mal lugar para arrojar un cadáver", agregó. 

Goodman, como abogado, representó a figuras de la mafia, incluido el malogrado Anthony "Tony la Hormiga" Spilotro, antes de ejercer tres mandatos como alcalde que bebía martinis y hacía apariciones públicas con una corista en cada brazo. 

Se negó a dar nombres sobre quién podría aparecer en el vasto embalse formado por la presa Hoover entre Nevada y Arizona.

Mafiosos, interesados en el "control del clima"

"Estoy relativamente seguro de que no fue Jimmy Hoffa", dijo riendo. Pero añadió que muchos de sus antiguos clientes parecían interesados en el "control del clima", que es la expresión de la mafia para mantener el nivel del lago alto y los cadáveres en sus tumbas acuáticas. 

En cambio, el mundo tiene ahora un cambio climático, y la superficie del lago Mead ha descendido más de 52 metros desde 1983. 

El lago que sacia la sed de 40 millones de personas en ciudades, granjas y tribus de siete estados del suroeste ha descendido hasta un 30 % de su capacidad. 

"Si el lago desciende mucho más, es muy posible que salgan a la superficie cosas muy interesantes", afirmó Michael Green, profesor de historia de la Universidad de Nevada, en Las Vegas, cuyo padre repartió blackjack durante décadas en casinos como el Stardust y el Showboat.

"No apostaría la hipoteca a que vamos a resolver quién mató a Bugsy Siegel", dijo Green, refiriéndose al infame gánster que abrió el Flamingo en 1946 en lo que sería el fomoso Strip de Las Vegas. Siegel fue asesinado a tiros en 1947 en Beverly Hills, California. Su asesino nunca ha sido identificado. 

"Pero estoy dispuesto a apostar que habrá unos cuantos cadáveres más", dijo Green. 

Un barril oxidado cerca de donde se encontró una víctima de un disparo.
Un barril oxidado cerca de donde se encontró una víctima de un disparo.

Cadáver en un barril oxidado atascado

En primer lugar, el descenso del nivel del lago dejó al descubierto la toma de agua potable más alta de Las Vegas el 25 de abril, lo que obligó a la autoridad regional del agua a cambiar a una toma de lago profundo que completó en 2020 para seguir abasteciendo a los casinos, a los suburbios y a 2,4 millones de residentes y 40 millones de turistas al año. 

El fin de semana siguiente, los navegantes vieron el cuerpo descompuesto de un hombre en un barril oxidado atascado en el barro de la costa recién expuesta. 

El cadáver no ha sido identificado, pero la policía de Las Vegas dice que le habían disparado, probablemente entre mediados de los años 70 y principios de los 80, según los zapatos encontrados con él. La muerte se está investigando como un homicidio. 

Unos días después, un equipo de noticias de KLAS-TV encontró un segundo barril, no muy lejos del primero. Estaba vacío.

Huesos a kilómetros de los barriles

El sábado, dos hermanas de los suburbios de Henderson que practicaban paddle boarding en el lago, cerca de un antiguo puerto deportivo, observaron huesos en la arena recién emergida a más de 9 millas (14,5 kilómetros) de los barriles. 

Lindsey Melvin, que tomó fotos de su hallazgo, dijo que al principio pensaron que era el esqueleto de un borrego cimarrón nativo de la región. Un examen más detallado reveló una mandíbula humana con dientes. Llamaron a los guardas del parque y el Servicio de Parques Nacionales confirmó en un comunicado que los huesos eran humanos. 

La policía de Las Vegas dijo el lunes que no había indicios inmediatos de juego sucio y que no estaban investigando. Se abrirá una investigación por homicidio si el forense del condado de Clark determina que la muerte fue sospechosa, dijo el departamento en un comunicado. 

Restos humanos descubiertos en un banco de arena que ha salido a la superficie recientemente al retroceder el lago Mead. Una mirada más atenta reveló una mandíbula humana con dientes.
Restos humanos descubiertos en un banco de arena que ha salido a la superficie recientemente al retroceder el lago Mead. Una mirada más atenta reveló una mandíbula humana con dientes.

"Víctimas de ahogamiento" y de la mafia

Se descubrirán más cadáveres, pronosticó Geoff Schumacher, vicepresidente de The Mob Museum, una oficina de correos y un edificio federal del centro histórico de Las Vegas renovados que se inauguró en 2012 como The National Museum of Organized Crime & Law Enforcement. 

"Creo que muchos de estos individuos habrán sido probablemente víctimas de ahogamiento", dijo Schumacher, refiriéndose a los navegantes y nadadores que nunca han sido encontrados. "Pero un barril tiene la firma de un golpe de la mafia. Meter un cuerpo en un barril. A veces lo tiraban al agua". 

Tanto él como Green citaron la muerte de John "Handsome Johnny" Roselli, un mafioso de Las Vegas de mediados de los años 50 que desapareció en 1976 pocos días antes de que se encontrara su cuerpo en un barril de acero de 55 galones (208 litros) flotando frente a la costa de Miami. 

David Kohlmeier, un exagente de policía que ahora es copresentador de un podcast de Las Vegas y de un incipiente programa de televisión llamado The Problem Solver Show, dijo el lunes que, tras ofrecer la semana pasada una recompensa de 5.000 dólares para buzos cualificados que encontraran los barriles en el lago, recibió noticias de personas de San Diego y Florida dispuestas a intentarlo. 

Pero los funcionarios del Servicio de Parques Nacionales dijeron que eso no está permitido y que hay cientos de barriles en las profundidades, algunos de los cuales datan de la construcción de la presa Hoover en la década de 1930.  

Kohlmeier dijo que también escuchó a familias de personas desaparecidas y sobre casos como el de un hombre sospechoso de haber matado a su madre y a su hermano en 1987, el de un empleado de hotel que desapareció en 1992 y el de un padre de Utah que se esfumó en la década de 1980. 

"Es probable que se encuentren restos por todo el lago Mead", dijo Kohlmeier, incluidos los nativos americanos que fueron los primeros habitantes de la zona.  

Llevar alivio y cierre a las familias en duelo

Green dijo que los descubrimientos hacen que la gente hable no solo de los golpes de la mafia, sino de llevar alivio y cierre a las familias en duelo. Por no hablar de las crecientes marcas minerales blancas en las escarpadas paredes del lago que muestran dónde había agua. 

"La gente hablará de esto por las razones correctas y por las equivocadas", dijo el profesor. "Van a pensar que vamos a resolver todos los asesinatos de la mafia. De hecho, puede que veamos algunos.

"Pero también hay que recordar que a la mafia no le gustaba que los asesinatos tuvieran lugar en la zona de Las Vegas, porque no les gustaba que la mala publicidad saliera a la luz bajo la fecha de Las Vegas".

Grave problema de agua

La razón correcta, según Green, es la evidencia visible de que el Oeste tiene un grave problema de agua. "El "anillo de bañeras" alrededor del lago es grande y cada vez más grande", dijo. 

Cualquiera que sea la historia que surja sobre el cuerpo en el barril, Goodman predijo que se sumará a la historia de una ciudad que, con el agua del lago, surgió de un desierto cubierto de arbustos de creosota para convertirse en una meca del juego. 

"Cuando era alcalde, cada vez que iba a una inauguración, me ponía a temblar por miedo a que se descubriera a alguien con quien me hubiera cruzado a lo largo de los años", dijo. 

"Tenemos un fondo muy interesante", añadió Goodman. "Sin duda, contribuye a la mística de Las Vegas".

 Fuente: https://www.dw.com/es/reducci%C3%B3n-del-lago-mead-revela-m%C3%A1s-cad%C3%A1veres-renovando-el-inter%C3%A9s-por-la-historia-de-la-mafia-de-las-vegas/a-61750844

sábado, 7 de mayo de 2022

Los talibanes obligan de nuevo a las afganas a cubrirse la cara y pretenden el uso del burka

Un portavoz del Gobierno fundamentalista amenaza a las mujeres que no tapen su rostro en público con encarcelar a su pariente varón más cercano

Una afgana cubierta por un burka pide limosna sentada en la nieve en una calle de Kabul el 6 de febrero.Hussein Malla (AP)

Los talibanes vuelven a recortar la libertad de las mujeres. Este sábado han anunciado que a partir de ahora las mujeres afganas deberán cubrirse el rostro en público e incluso en sus casas si están en presencia de hombres ajenos a su familia, según un decreto del líder supremo del grupo fundamentalista, Hibatullah Akhundzada. Un portavoz del Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio leyó la nueva norma en una conferencia de prensa en Kabul y añadió que “la prenda ideal” para que las mujeres se cubran es el burka, la vestimenta que se convirtió en símbolo internacional de la opresión de las afganas en el anterior período de los talibanes en el poder, entre 1996 y 1995. El portavoz amenazó después a las mujeres que incumplan esta imposición con encarcelar o despedir, en el caso de los funcionarios, a su pariente varón más cercano.

“Tendrán que llevar un chador — término que, aunque se refiere a otra prenda, también se usa para designar al burka o velo de los pies a la cabeza— porque es tradicional y respetuoso”, indica el texto de Akhundzada. “Las mujeres que no sean ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores tendrán que cubrir su rostro cuando estén frente a un hombre que no sea miembro de su familia”, para evitar una supuesta provocación, precisa el decreto. Si no tienen algo importante que hacer en el exterior, es “mejor para ellas que permanezcan en casa”, añade.

La mayoría de las mujeres de Afganistán lleva un pañuelo que cubre el cabello por motivos religiosos, pero muchas de ellas, sobre todo en zonas urbanas como Kabul, no se cubren el rostro. El grupo fundamentalista que, tras dos décadas de intervención de Estados Unidos y sus aliados, derrocó el pasado 15 de agosto, tras una fulminante ofensiva sobre la capital, al Gobierno afín a Washington del país, se ha enfrentado a una intensa oposición por sus crecientes limitaciones a los derechos de las mujeres, liderada por los gobiernos occidentales, pero a la que se han sumado algunos eruditos religiosos y países islámicos moderados.

En marzo, las autoridades del autoproclamado emirato islámico dieron un giro inesperado al cerrar las escuelas secundarias de niñas, pocas horas después de su reapertura, un paso atrás que provocó el recrudecimiento de la condena de la comunidad internacional y llevó a Estados Unidos a cancelar las reuniones previstas con los talibanes destinadas a buscar fórmulas para aliviar la crisis financiera del país.

Washington y otros países han recortado la ayuda al desarrollo y aplicado sanciones estrictas al sistema bancario afgano, como la congelación de las reservas en divisas del Estado —situadas en bancos extranjeros— desde que los talibanes tomaron el poder en agosto, lo que ha acrecentado la ruina económica del país.

Los talibanes aseguran que han cambiado desde la última vez que gobernaron, cuando prohibieron totalmente a las mujeres que estudiaran o trabajaran e incluso que salieran de casa sin un familiar masculino. También entonces las mujeres estaban obligadas a vestir el burka, una prenda que cubre a la mujer de la cabeza a los pies. Estas promesas del nuevo Gobierno de la guerrilla fundamentalista no se han traducido hasta ahora en ninguna medida que garantice los derechos de las mujeres, sino todo lo contrario. En los últimos meses, la Administración radical afgana ha aumentado sus restricciones a las mujeres, incluyendo normas que limitan sus viajes sin un acompañante masculino o la prohibición de que hombres y mujeres disfruten de los parques públicos al mismo tiempo, entre otras medidas.

Fuente: https://elpais.com/internacional/2022-05-07/los-talibanes-obligan-de-nuevo-a-las-afganas-a-cubrirse-la-cara-y-pretenden-el-uso-del-burka.html

jueves, 5 de mayo de 2022

Deportados

5 de mayo. Se conmemora el Día de homenaje a los españoles deportados y fallecidos en campos de concentración y a todas las víctimas españolas del nazismo.

https://pbs.twimg.com/card_img/1519436618565881857/a0gX0MGu?format=jpg&name=small

 Fuente:http://deportados.es/

«Sin petróleo, hoy día solo podemos caminar desnudos por la playa»

 Primero fue la salida de la pandemia, y ahora la guerra de Ucrania. Las dificultades de abastecimiento y el alto precio de los recursos energéticos están a la orden del día. Ocampo Téllez repasa los factores coyunturales, pero advierte: esto es estructural.

Edgar Ocampo Téllez, en una imagen de archivo
Edgar Ocampo Téllez, en una imagen de archivo (UNAM)

El mexicano Edgar Ocampo Téllez dio sus primeros pasos en el campo de la energía a finales de los 90, ligado a la petrolera estatal Pemex. El tema lo atrapó tanto que lleva más de dos décadas dedicado a ello, como consultor independiente. No pone paños calientes a la situación, habla de colapso sin pelos en la lengua y repasa críticamente el desarrollo de las renovables.

Vivimos en una sociedad que no podemos imaginar sin hidrocarburos. Los necesitamos hasta para comer. ¿Podemos prescindir de ellos?

Tras la Segunda Guerra Mundial, la sociedad le confió todo al petróleo. No hay nada, absolutamente nada, que no se haga, en alguno de sus procesos, con petróleo. Lo único que podemos hacer en esta sociedad sin utilizarlo es caminar desnudos por la playa o por el bosque. Hasta para comer lo usamos, y esta es la parte que me preocupa más. El sistema agroalimentario es una máquina que toma calorías del petróleo y del gas y las transforma en calorías alimenticias; es un sistema que colapsa sin hidrocarburos.

Como si no fuera suficiente con la crisis climática, nos llega la energética.

Desde mi perspectiva, el tema de la energía está por encima del tema climático. Va a detener la sociedad, es lo que va a provocar que no causemos tantas emisiones de gases invernadero, que no dañemos el planeta.

¿Qué ha pasado para llegar a esta crisis?

Quien no perdió el trabajo en los últimos dos años, tiene recursos para gastar, y como salimos de la pandemia con singular alegría, el consumo se ha disparado, la demanda de energéticos está siendo bestial. Al otro lado, el sistema global de servicios energéticos se durmió con la pandemia. Se dejó de invertir, está totalmente acalambrado. Digamos que la humanidad dice ‘ya me voy de viaje, échele gasolina, vámonos’; y el sistema responde: ‘pues espérense, porque hay una fila de 100 vehículos, y además estoy sirviendo 10 litros por carro’.

¿Por qué dice que el sistema se durmió?

El problema de los hidrocarburos es que es una industria intensiva en recursos financieros. Se venía a un ritmo de 700.000 millones de dólares anuales de inversión para poder sacar 100 millones de barriles al día, que es el consumo mundial en la actualidad. En 2014, el fracking estadounidense empieza a tener una producción fenomenal, y como ese tipo de explotación no se puede detener ni regular, ese petróleo inundó los mercados internacionales y el precio se desplomó. El barril estaba por los 100 dólares y cayó hasta los 20-30.

Arabia Saudí contraatacó manteniendo el precio del petróleo muy bajo, apostaron a quebrar financieramente el fracking. En realidad no era necesario hacerlo, porque el fracking no da dinero, es una maquina de quemar billetes y que ahora ha creado una burbuja a punto de estallar.

El caso es que el bajo precio del petróleo ocasionó una bajada de inversiones global. En los últimos años, el ritmo de inversión había bajado a 500.000 millones de dólares, y con la pandemia, la inversión ha bajado hasta los 200.000 millones, cuando el nivel de inversión requerido para poner esos 100 millones de barriles diarios encima de la mesa está entre los 700.000 y los 800.000 millones anuales.

La guerra de Ucrania no ayuda.

Desde mi perspectiva, Putin está jugando la carta geopolítica del gas natural, para ver hasta dónde puede llegar con los europeos. Es una guerra un poco ridícula, porque todo el mundo quiere ponerle una tonelada de sanciones a Rusia, pero le siguen comprando energéticos de manera desesperada. Y eso que el gas vale oro en este momento. Generar electricidad con gas es quemar millones y millones de euros a lo bestia.

Ahora que la electricidad está tan cara, la carpeta nuclear se ha puesto de nuevo encima de la mesa. ¿Es una alternativa?

El futuro iban a ser los reactores EPR de Flammanville y Finlandia. Arrancaron la construcción en 2007 y el francés no genera todavía un solo MW. Más de 15 años para acabar un reactor, y con unos sobrecostes monumentales. En el campo de la nuclear podría llegar algo en los años 2030-2032, pero ya es demasiado tarde, el problema energético ha empezado ya y lo vamos a sentir más violentamente a final de año y en los próximos años. La nuclear no va a llegar a tiempo, y además, solo ofrece electricidad.

A veces parece que el sector eléctrico es el que nos está causando todos los problemas ahora, pero no estamos entendiendo que el problema es general, que es el alto consumo de combustibles el que nos está llevando al abismo.

¿Veremos un incremento de la lucha por unos recursos cada vez más limitados?

Ya ha ocurrido, la empresa petrolera italiana ENI dejó sin gas natural a Pakistán, pese a tener contratos firmados a largo plazo. Los barcos que iban hacia allí dieron un giro de 180º y regresaron a Europa, porque pese a las penalidades, el europeo les era un mercado mucho más rentable. Estamos en los últimos estertores de una sociedad moderna necia y adicta a los combustibles fósiles.

La época de los hidrocarburos baratos y abundantes se acabó.

Para que te hagas una idea, los pozos del siglo pasado producían durante 10, 15 y hasta 30 años. En México tuvimos un pozo, el Cerro Azul 4, que fue perforado en 1916, llegó a generar 260.000 barriles diarios y no se cerró hasta hace unos siete años. Produjo de media entre 30.000 y 40.000 barriles diarios. Por contra, los pozos del fracking se mueren al año y medio o dos años. Empiezan produciendo 900 barriles al día y al año ya están produciendo 100.

El petróleo que queda requiere inversiones tres o cuatro veces mayores que las de hace unas décadas, y soluciones tecnológicas como las aguas profundas o el mismo fracking son un fiasco. Tras inversiones millonarias cubren poco más del 20% de la demanda global.

El problema es sistémico, no coyuntural. Los costes de extracción siguen y seguirán incrementándose, pero llevamos ocho años de descenso de las inversiones. Las consecuencias ya están aquí, y van a ir empeorando, lo están avisando varias agencias de energía importantes, incluida la estúpida Agencia Internacional de la Energía.

¿Por qué califica de estúpida a la AIE?

Son unos brutos. Jamás advirtieron con suficiente antelación de este problema, han estado negando el fenómeno del peak oil durante años y años, cuando venimos avisando desde los años 2000-2003. Vamos a un caos energético que va a seguir la senda de lo ocurrido con Pakistán, y es de prever que empiecen los conflictos sociales, porque a la gente no se le ha informado de que va a haber una escasez, se le ha prometido crecimiento y se le han hecho promesas que no se van a poder cumplir.

¿Algo se podrá hacer?

Nosotros teníamos un indicador: cuando los financieros y los economistas empezaran a poner el tema en los medios, es que ya estaba aquí, ya era demasiado tarde para hacer algo. Y en ese momento estamos. Vamos a colapsar.

Insisto, por muy tarde que sea, ¿algo se podrá hacer?

Cuando me lo preguntan, yo contesto: ¿Estás dispuesto a tomarte la amarga medicina que se requiere? La solución pasa por cultivar nuestros propios alimentos de forma agroecológica y practicar la permacultura. Ese sería el objetivo final, pero tenemos una sociedad demasiado elevada, demasiado tecnológica, y necesita ser desmantelada de forma cuidadosa.

Hay que empezar, por ejemplo, por desmantelar la industria automovilística, sacar a todos sus empleados, que son unos cuatro millones en todo el planeta, e introducirlos en nuevos sistemas laborales. Y eso también habría que hacerlo poco a poco, deberíamos pasar antes a automóviles más pequeños, de dos personas, y prohibir los grandes recorridos y los vehículos de gran consumo; solo con eso se reduciría la demanda en unos 15 millones de barriles diarios. También habría que empezar a reducir los recorridos de las personas a sus lugares de trabajo, y comenzar a implementar sistemas de producción agroecológica en las áreas periféricas de las ciudades.

Es muy crítico con el modelo seguido con las renovables.

Desde finales de los 90 nos han querido hacer creer que las renovables son la solución. Estamos metidos en una locura de montar turbinas eólicas y solares, y no va a funcionar.

¿Por qué?

El problema de las renovables es que requiere instalar demasiada potencia, mucha más de la que se demanda. Alemania es el ejemplo. Consume 60.000 MW en tiempo real. Tienen un parque de 220.000 MW, casi cuadruplican la demanda, y más de la mitad es renovable. Cuando toda la renovable está funcionando, puede producir el doble de lo que necesitan, es una aberración y genera varios problemas. Para financiar la introducción de renovables, el Gobierno firmó contratos de compra obligatoria, es decir, está obligada a comprar la renovable se use o no se use. Y cuando tiene sobrantes, pasa la pelota a Polonia o Austria.

Y como en esos casos, las centrales convencionales de gas, de carbón y de energía nuclear deben parar para no producir más, se les paga para no funcionar, porque de lo contrario serían inviables, y son necesarias porque las renovables no siempre producen lo necesario. Una central de gas debe funcionar 18-20 horas al día para ser rentable, en la actualidad están funcionando 8-10 horas. Sin ayudas, quebrarían.

Todo esto ha hecho que la electricidad más cara del mundo esté en Alemania, un país con más de 120.000 MW de renovables. Y cuando el gas está por las nubes, la alternativa sigue siendo el carbón. Es una aberración, diseñaron el sistema con los pies.

Fuente: https://www.naiz.eus/eu/info/noticia/20220501/sin-petroleo-hoy-dia-solo-podemos-caminar-desnudos-por-la-playa